Realizar
terapias hace que en la consulta se escuchen historias tremendas, unas por su
crudeza y otras por su hermosura. Quiero contar hoy una de esas lindas
historias, una historia de superación, una
historia de fe, que tiene que ver con el Señor de los Temblores, el Patrón
Jurado del Cusco en Perú.
Permitirme
antes, para los que no sois cusqueños que cuente la historia del Taytacha
Temblores, nombre en quechua, que en español significa El Señor de los
Temblores. Es una imagen que representa a Jesús crucificado, que se venera en
la Catedral-Basílica del Cusco (Perú). Es famoso en todo el Perú y otros
lugares porque aplacó la furia de un gran terremoto que asoló la ciudad. De
este acontecimiento le viene el nombre. Es el Patrón Jurado del Cusco y una de
las imágenes más veneradas del país.
Según algunas fuentes, la historia de
este Cristo de rasgos descarnados y de sobrecogedora apariencia se remonta a
cuando el emperador Carlos V envió la efigie a Cusco, hecha especialmente para
los indios, copiando las duras facciones de éstos. Los españoles buscaban
consolidar así la conquista hecha por la espada y la sangre e imponer su
adoración.
Concluida la obra, es enviada al
Virreinato del Perú, asegurada en un arca y afianzada en la cubierta de una
nave destinada a cruzar el mar y llegar al puerto del Callao, desde donde sería
trasladada a la ciudad del Cusco.
Pero resulta que en alta mar, la
embarcación sufrió amenazantes tormentas y los sacerdotes comisionados, en su
desesperación, sacaron del baúl al Santo Cristo, lo aseguraron al trinquete
mayor e imploraron piedad y clemencia para que detuviera la furia del mar y así
fue. Se tranquilizaron las aguas y en agradecimiento le llamaron con el nombre
de Señor de las Tormentas.
Una vez en el puerto del Callao, la
imagen debía ser transportada al Cusco, encomendándose la tarea a un conocido
arriero español afincado en la Villa de Mollepata. Después de un viaje lleno de
incidentes, arribaron al lugar de la última jornada antes de llegar a Cusco,
este lugar fue el pueblo de Mollepata. La comitiva se detuvo para descansar
unos días, pero al querer reiniciar el viaje sucedió algo inaudito, el arcón
que contenía la imagen se volvió tan pesado que no pudieron ni moverlo. La
gente dijo que era porque la imagen deseaba permanecer en ese lugar y la
comitiva se vio obligada a dejarlo, no sin antes imponer como condición a los
moradores que debían levantarle un templo. Por supuesto que todo fue una farsa
del arriero cuya verdadera intención era quedarse con la imagen, de fina escultura
y armónica anatomía y de la que se afirma es muy parecida al Señor de Burgos en
España, por lo que es conocida como Señor Manuel de exaltación de Mollepata.
Así, para cumplir su compromiso, el
arriero mandó hacer secretamente otra imagen, obra que fue encomendada a un
imaginero indio de la zona y fue este otro Santo Cristo el que entregaron a la
Catedral del Cusco. La escultura, de facciones grotescas y anatomía asimétrica,
fue modelada en pergamino de llama, con el busto hueco y muy poco valor estético.
Sin embargo, es admirada y querida por los pobladores de la ciudad de Cusco por
sus portentosos milagros y fue así desde el momento que ingresó a la Catedral y
le llamaron Cristo de la Buena Muerte.
El 31 de Marzo de 1650 un terremoto
asoló la ciudad. En las múltiples replicas del terremoto los cusqueños sacaron
las imágenes a la calle, pero no se detuvieron las replicas hasta que sacaron
en procesión al Cristo negro, que hasta entonces estaba olvidado en su altar.
Fue colocado en la puerta de la Catedral mirando a la ciudad con la creencia de
aplacar las constantes repercusiones del sismo. Por éste evento fue bautizado
como Señor de los Temblores.
En el año de 1720, la ciudad del
Cusco fue asolada por una peste que sólo se detuvo después de sacar en procesión
al Santo Cristo y es así como, por decisión del pueblo fue proclamado Patrón
Jurado del Cusco, desplazando al Patrón Santiago que había sido nominado como
tal por los españoles en 1646.
Cada Lunes
Santo el Taytacha Temblores es sacado en procesión seguido
de millares de hombres y mujeres en una procesión respetuosa y callada, recorre
la ciudad, llenando de bendiciones a su pueblo y renovándole su protección.
El
Lunes Santo de hace tres años, la protagonista de nuestra historia se acercó al
Taytacha para rogarle por su sanación de la enfermedad de Parkinson, de la que había
sido diagnosticada solo tres meses antes. Y la mujer activa, responsable y
trabajadora, que tuvo que dejar su trabajo debido al avance de la enfermedad,
se encontró inclinada ante el Taytacha, con las manos juntas delante del pecho
en el mudra de oración y los ojos llenos de lagrimas rogando por su sanación y
preguntando el porqué de su enfermedad. Pero no duró mucho su ruego porque de
alguna manera su oración fue respondida de inmediato. Sintió dentro de ella la
necesidad de dejar de hacer preguntas, sintió dentro de ella la necesidad de
dejar de pedir, sintió dentro de ella la necesidad de dejar de llorar porque
algo en su interior la decía que buscara por ella misma su propia sanación.
Levantó los ojos llorosos llenos de gratitud al Taytacha y se fue con la
determinación de dedicarse en cuerpo y alma a su propia sanación.
Desde
ese momento comenzó a leer, a informarse, a buscar terapias, a retomar sus
clases de yoga, a meditar y a cambiar sus hábitos de vida. La enfermedad
comenzó a estancarse y un buen día comenzó a remitir, hasta el extremo de que
sigue diagnosticada de Parkinson, pero sin temblores. Su mejoría es asombrosa,
y sigue trabajando en ella misma porque aun quedan algunas secuelas.
Ante
tal mejoría, comenzaba a plantearse la posibilidad de volver a incorporarse al
mundo laboral, sin saber muy bien como, ya que sabe que no puede abandonar sus
terapias, ni su yoga, ni sus meditaciones, que son la base de su sanación. De esto
se encargó el Taytacha.
Este
Lunes Santo volvió a ver al Taytacha en su procesión, volvió a darle gracias
por su sanación como había hecho el año anterior, volvió a recibir la bendición
del Cristo, y se sentó al lado de una señora que resulto ser coordinadora de
una ONG en Cusco. Entablaron conversación y en esa conversación la coordinadora
de la ONG, al enterarse de la historia de nuestra protagonista, y saber que
entre otras cosas era profesora de español, la ofreció dar clases de español a
mujeres que solamente hablan quechua. Ya están organizando las clases. Sin
comentarios.
¿Todavía
hay alguien que piensa que no existen los milagros?
Los
milagros existen, pero tienen que ir acompañados por el trabajo personal, por
la fe en uno mismo y en Dios, por la voluntad y por la paciencia.
gracias Alfonso por compartir esta hermosa historia , un abrazo .
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