¿Qué
pensar de una persona que acude a un terapeuta, posiblemente porque no ha
encontrado alivio a sus problemas con la medicina tradicional, y ante la indicación del plan de trabajo a realizar
presentado por este, contesta que no tiene tiempo?
Parece
lógico pensar que la persona no quiere solucionar los problemas que, en un
principio, parece que quería solucionar con su visita.
Así es el ser
humano. La inmensa mayoría, en realidad, no busca la sanación, lo que busca es
un milagro. Y si, los milagros existen, pero sólo se dan cuando se piensa, se
habla y se actúa desde el alma, es decir, cuando se vive en sintonía con el
alma, cuando se vive en sintonía con el Universo, en definitiva, cuando se vive
en sintonía con Dios.
No
son conscientes los seres humanos de que su ritmo de vida, el nulo control que
tienen sobre sus pensamientos, sus emociones desbocadas, la voracidad de sus
deseos, y la falta de amor y de respeto hacia sí mismos, y por añadidura hacia
los demás, son las causas responsables de sus múltiples enfermedades, tanto físicas
como emocionales.
La
vida de la inmensa mayoría de las personas es un caos en sí misma, centrada en
unos objetivos ficticios y pocas veces alcanzados, porque no saben cómo
hacerlo, lo que genera una infinidad de emociones, que más que negativas, son
negras, oscuras, espeluznantes. Todos desean ser amados, pero no aman; desean
que llegue a ellos la riqueza, pero no dan; desean ser comprendidos, pero
critican sin conocimiento a todo lo que se mueve; desean ser respetados, pero
pisotean los más elementales derechos de los demás; desean ser felices y buscan
la felicidad en la consecución de sus deseos y en los estercoleros emocionales,
que es lo que conocen por ser donde habitualmente moran.
La
energía que reina en los campos energéticos de esa inmensa mayoría es la
soledad, la ansiedad, el estrés, la rabia, la desilusión y el miedo.
Es
con esa energía con la que están alimentando, no solo sus cuerpos emocional y
mental, sino también su cuerpo físico. Es difícil por lo tanto pretender que
unas pastillas sanen la soledad o la ansiedad, o la desesperación o el miedo. Si acaso, lo que
pueden conseguir es esconder los efectos, pero la causa, que es el caos en que
se encuentra inmersa la persona seguirá machacándola de manera despiadada.
A
la vista de esto, parece claro donde se encuentra la sanación. La sanación se
encuentra en un cambio de vida, en un control del pensamiento, en no desear
compulsivamente.
El
cambio de vida, o de ciertos aspectos de la vida parece imprescindible. De
todos es sabido que si siempre se hacen las mismas cosas, el resultado siempre
será el mismo. Si se quiere cambiar el resultado, algo habrá que cambiar por el
camino. Pero aun así, conociendo esto, la gente no está dispuesta a cambiar,
por un sinfín de razones en las que no merece la pena entrar, aunque la primera
y principal parece ser el miedo. Pues bien, aun tienen otra alternativa, ya que
no aman esa vida que no quieren cambiar, lo que les queda es aceptarla.
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