La vida que contemplo
ahora, cargado de tiempo, desde mi particular atalaya, es una obra, “casi”,
completa en la que alcanzo a tener una vista panorámica de caminos recorridos y
de paisajes vividos.
Digo “casi” completa
porque hasta el último suspiro no se habrá completado la magna obra de mi vida.
Hasta entonces, esto que parece ser un tiempo de reflexión y sabiduría, donde
cada arruga podría contar una historia y cada cana es un testimonio de
fortaleza, solo es un punto y seguido en el intrincado camino que estoy
recorriendo desde hace muchos, muchos años.
Me cuesta trabajo recordar el vasto
horizonte lleno de promesas y posibilidades de aquel joven de 20 años, en el
que cada amanecer era como una hoja en blanco en la que con un lápiz en la mano
estaba listo para ir diseñando mi destino. Todo era lejano, casi inalcanzable,
pero lleno de sueños que rebosaban dormido y, sobre todo, despierto.
Aunque,
también, tengo el recuerdo borroso, la perspectiva que tenía ante mi en el
hombre de 40 años, era la de una vida que se asemejaba más a un jardín en plena
floración, donde algunas plantas habían crecido con fuerza, otras habían
necesitado poda, y algunas semillas aún esperaban germinar. Las experiencias habían
ido dejando marca, y la visión parecía más pragmática y enfocada. Con un
equilibrio entre las ambiciones y las realidades, y habiendo aprendido valiosas
lecciones de los errores del pasado, aunque, ahora, dudo que esas lecciones
hayan sido puestas en práctica.
Y
aquí estoy, como decía al principio, cargado de tiempo, apreciando, como un
gran tesoro, cada minuto de silencio y soledad. No me atrevo a sentenciar que
lo entiendo todo de la vida, por eso digo que “entendiendo casi todo”: las
pequeñas locuras de los jóvenes para ser foco de atención del sexo contrario, las
miserias del poder en el que las personas en posiciones de autoridad actúan de
manera egoísta y sin empatía, las obsesiones de algunos, las irritabilidades de
otros, puedo ignorarlo, sin juzgarlo, porque, me parece, no estoy muy seguro,
que alguna vez pasé por esas mismas estaciones.
A
estas alturas puedo asegurar que me queda poco tiempo, pero, aun así, por poco
que sea, me sigue pareciendo mucho. Pero, todo está bien.