Estamos en el final de la civilización tal como la conocemos, la Era de Piscis; y en el inicio de una nueva civilización, la Era de Acuario. Las estructuras de poder conocidas van a ir hundiéndose poco a poco.
Va a surgir una nueva sociedad, un nuevo estado del Ser, basado en el amor y en los valores del corazón. Va a ser una transición de lo viejo a lo nuevo, y somos todos nosotros con nuestra energía los que vamos a realizar ese cambio.
Nosotros somos una fuente andante de energía, y la energía de cada un@ tiene su efecto en el medioambiente, sin que seamos conscientes de ello. Es esa energía la que determina todo lo que sucede a nuestro alrededor, es esa energía la que atrae las distintas cosas a nuestra vida.
Y para que se produzca ese cambio, para el resurgir de una nueva sociedad ha de cambiar nuestra energía, y esa energía cambia cuando pasamos de vivir desde la mente a vivir desde el Corazón, esa energía cambia cuando cambia la conciencia; es decir cuando cambiamos nosotros, porque la conciencia es lo que nosotros somos.
¿Qué hay ahora en la conciencia?, ¿qué es lo que tiene que cambiar?: Tenemos que ser conscientes de que estamos atados a nuestros pensamientos, para permitir que estos cambien y desaparezcan las viejas energías, y así despertar a una conciencia basada en el corazón.
Nuestra conciencia está llena de miedo, miedo al rechazo, miedo a la soledad, y necesita reafirmase a si misma constantemente, buscando siempre validación externa, buscando la aprobación del exterior; y toda nuestra vida se ha construido, de manera inconsciente, (siempre estamos en piloto automático), sobre ese miedo. Cuando la mente es nuestro centro, estamos encogidos por ese miedo y eso nos hace estar constantemente a la defensiva, siempre nos falta algo, siempre tenemos necesidad de más: Más amor, más dinero, más poder, más aceptación, más atenciones.
La base de nuestros pensamientos y sentimientos es como un agujero negro, un vacio que nunca puede ser llenado, y para aliviar ese miedo, para tratar de llenar ese vacío, nos vamos al exterior y nos aficionamos al poder, al halago, a la admiración. Confiamos en el juicio de otras personas, ¡que poco nos valoramos y queremos!, no confiamos en nosotros, y le damos nuestro poder a cualquiera que pasa por delante de nosotros.
Confiamos en el juicio de otras personas y nos ponemos nerviosos sobre lo que la gente piense de nosotros. Es importante para nosotros porque nuestra autoestima depende de eso y, sin embargo, nuestra estima desciende y desciende, porque hemos entregado nuestro poder a otras personas.
Y nuestra conciencia cree que así está satisfaciendo el anhelo del alma por la unidad con lo Divino, por la paz y el amor, pero ese anhelo, que es la llamada de Dios, la llamada de nuestra propia naturaleza y nuestra propia esencia, no hay que buscarlo porque ya está en nosotros: Nosotros somos a imagen y semejanza de Dios, nosotros somos Amor.
Lo que queremos es el Amor incondicional, es sentir esa energía que llamamos Dios. Pero nosotros ya somos esa energía, en nosotros ya está la Luz, el Amor y la Paz; y si vamos a nuestro interior a través del miedo, que es lo que conocemos, el miedo se disuelve igual que desaparece la oscuridad en cuanto conectamos la luz. No hay que luchar contra la oscuridad, solo hay que dar al interruptor. No hay que luchar contra el miedo, solo hay que activar el amor.
Sólo hay que contactar con el Amor, y Amor significa aceptación de uno mismo tal cual es, Amor significa aceptación de los demás tal como son. Sólo cuando nos demos cuenta de que el vacio no puede ser llenado de ninguna manera desde el exterior, empieza el cambio.
Cuando nos dejamos de identificar con lo que siempre hemos hecho y con lo que nos han enseñado, se genera un estado de confusión, y nos surgen las preguntas del millón, ¿qué quiero realmente?, ¿quién soy?, etc., etc.
Aquí empieza el trabajo, es un trabajo de sanación que se ha de realizar aceptando. ¿Aceptando qué?, aceptando el dolor, aceptando el sufrimiento, aceptando el miedo.
¿Cómo hacerlo?: Piensa en algo que te haga sufrir, que te de dolor, que te avergüence; puede ser inseguridad, impaciencia, pereza, etc., y cuando lo hayas elegido busca dentro de ti, como siempre de manera honesta, la razón de cuál es el motivo real. Si te das cuenta de lo que es, te ablandas, lo toleras, lo perdonas y lo amas, pero no juzgues esa razón, sólo acéptala, ya que si la juzgas, ese nuevo juicio y esa nueva crítica estarán, también, basadas en el miedo y volverás a generar algo de lo que también tendrás que desprenderte. Sólo acéptalo.
¿Qué es lo que hay debajo de nuestra necesidad de juzgar?, sólo miedo, miedo a enfrentarnos con nuestra propia oscuridad, casi me atrevería a decir que es miedo a vivir, es falta de Amor.
No juzgues nada, las cosas son como son y no hemos de tener ningún interés en como deberían ser, en como tendrían que ser, en como pensamos nosotros que han de ser……………...
La conciencia social, políticos, religiosos, los estándares de salud y de belleza nos dan modelos y normas de cómo deberían ser las cosas, o de cómo deberíamos comportarnos. Tratan de definirnos lo que es bueno, lo que hay que hacer, lo que está bien visto.
Pero nosotros estamos intentando contactar con el Amor, y el Amor no está interesado en definir que es bueno y que no lo es, porque el Amor sólo está interesado en la realidad.
El instrumento del Amor es el corazón y el corazón está interesado en todo lo que es, sólo en lo que es, no es lo que se juzga como bueno o como malo; y si nos abrimos a vivir desde el corazón nos liberamos del juicio de manera inmediata, y aceptamos quienes somos, sin más. No quienes queremos ser, o quien quiere la sociedad que seamos, aceptamos quienes somos.
Todos los miedos, todos los traumas, todos los sufrimientos, son experiencias del pasado, y eso es lo que hay que sanar, ¿cómo?: volviendo al pasado, volviendo a esa experiencia, pero de una manera amorosa, es decir, revivir la situación, pero estando centrados en el corazón, no dándole vueltas a la mente. Y así simplemente observando lo que sucede, se crea una especie de separación entre el suceso y la persona, y es esa separación la que hace a la persona dueña de la realidad, pudiendo aceptar el suceso completo, sin volver a enjuiciarlo, ya que la persona comprende desde el corazón, que para todo hay una causa, es una experiencia más para el alma, y no tiene por que quedar grabada en la mente.
Cuando somos capaces de relacionarnos con todos los papeles y todas las escenas que hemos ido interpretando en nuestra vida, quedamos libres para vivir desde el corazón. Es entonces cuando estamos preparados para ser felices.