La vida se trata, en gran medida,
de las pequeñas decisiones que
tomamos a diario.
Alfonso Vallejo
En
múltiples ocasiones se compara a la vida en la Tierra con una gran
representación teatral. Cada uno de nosotros somos los personajes principales
de nuestra vida. Somos, sin lugar a dudas, los protagonistas de esta magna obra
que es la vida o, mejor, nuestra vida.
En
esa representación, cada uno de los actores intervinientes, ya sean los
protagonistas principales o personajes secundarios en la obra de la vida de
cada persona, solo están representando un papel. Un papel que cada alma antes
de encarnar en la Tierra, ha consensuado y aceptado con
la guía de seres de luz. Es un acuerdo sagrado, es el contrato divino que delineará
nuestra experiencia humana.
Dicho
contrato contiene lecciones de vida que son cruciales para nuestra evolución
espiritual. Aparecen las personas con las que nos hemos comprometido encontrarnos
para realizar un trabajo determinado y las situaciones que hemos acordado
experimentar. Situaciones como superar miedos, aprender a amar
incondicionalmente o, incluso, enseñar a otros a través de nuestras
experiencias.
Pero,
como, también, sabemos, en el momento de tomar posesión de un cuerpo, se borra,
completamente, el recuerdo de ese contrato, así como de nuestro lugar de procedencia
o de nuestra ocupación en ese lugar.
Nunca
mejor dicho, estamos en pañales, de cuerpo y de mente.
Y es en la vida, en
ese vasto escenario de nuestra existencia, donde, primero gateando y un poco más
adelante dando traspiés y balbuceando, comenzamos a tomar nuestras pequeñas
decisiones.
Puede ser que no
seamos conscientes, pero en cada minuto de nuestra vida estamos decidiendo,
porque la vida se desenvuelve a través de una sucesión interminable de
elecciones, algunas, creemos que son trascendentales y otras, aparentemente,
insignificantes.
(Continuará)