Ya son
muchas las personas que creen en una vida anterior al nacimiento y en la
continuación de esa misma vida después de la muerte.
Esta creencia es propiciada,
básicamente, por la necesidad de liberarse del miedo a la muerte, ya que, con unos
u otros matices, el miedo a dejar la existencia física es consustancial con la
persona. Hemos de tener en cuenta, que el miedo a la enfermedad o al dolor, es
el mismo miedo a la muerte maquillado con otra creencia. Como lo son las
disculpas que nos damos, como por ejemplo: No tengo miedo a morir, pero me
gustaría que fuera cuando mis hijos tengan su vida solucionada, o cuando
hayamos terminado de pagar la hipoteca.
Ayudan a la creencia de que existe
una vida fuera del cuerpo, la gran cantidad de publicaciones que tratan el tema
de la reencarnación: textos de teosofía, de metafísica, de energía cuántica, de
regresiones, de experiencias fuera del cuerpo o de experiencias de personas que
han permanecido en coma y han vuelto a la vida. Todo esto, nos induce a creer
que la muerte sólo es un cambio de estado, pero que la conciencia permanece tan
viva y tan despierta como cuando estamos en el cuerpo. O más viva y despierta, ya
que no existe el peso de la densidad de la materia, ni existe el filtro de la
mente.
La mente, que nos permite la creencia
en una vida superior, en la conexión y hermandad de todos los seres y en
nuestro origen divino, es a la vez un freno, un filtro, es una especie de velo
que nos impide llegar a entender con claridad todas esas creencias. La mente, que
tan grande y poderosa se nos presenta, sigue siendo grande y poderosa para
separarnos de la Mente Divina.
Por eso la creencia en una vida fuera
del cuerpo, no llega a integrarse en el ser humano, de la misma manera que
tenemos integrado, por ejemplo, si somos hombre o mujer. No pasa de ser una
creencia, un pensamiento, pero un pensamiento necesario, ya que el pensamiento
de nuestra divinidad o de nuestra hermandad, es el que nos va a ayudar a
desarrollar la energía que buscamos, una y otra vez, en nuestro viaje a la
vida: el Amor.
Es imprescindible ahondar en ese
pensamiento, ya que es un pensamiento muy sutil, volátil. Cualquier pensamiento
relacionado con la vida física tiene muchísimo más poder que el frágil pensamiento
de que la vida terrenal es un aula de aprendizaje, y las situaciones difíciles,
tan frecuentes en nuestra vida, nos hacen olvidar demasiado rápido nuestra
divinidad.
Es muy fácil predicar y hablar de la
continuidad de la vida, lo difícil es vivir desde esa creencia en cualquier
situación. Mientras la creencia no esté integrada, es mejor pensar con
frecuencia que somos hijos de Dios.