Como hijos
de nuestros padres tenemos los mismos genes, somos a su imagen y semejanza: el
color de sus ojos, el color de su pelo, la altura, la complexión física, el
parecido físico, etc. Pero no tenemos solamente un cuerpo físico, también
tenemos un alma. En realidad somos un alma en un cuerpo, somos seres divinos
viviendo una experiencia humana, y nuestra alma, nuestra divinidad, procede de
Dios. Bien podríamos decir, por expresarlo de una manera gráfica, que también
tenemos los genes de Dios.
Esto significa
que así como los hijos de unos mismos padres son hermanos, todas las almas,
hijas de Dios, también son hermanas. Nuestra parte divina es por lo tanto, a
imagen y semejanza de Dios, nuestra parte divina se nutre de la misma Energía,
nuestra parte divina es amor.
El amor,
como creen la inmensa mayoría de las personas no es una emoción. La gente
piensa en el Amor como una idea romántica, y hablan con total desparpajo de
cuándo y de quien se han enamorado, de cómo ha nacido el amor, de que comparte con
la persona enamorada muchas ideas comunes, incluso hablan de haber encontrado a
su alma gemela, pero toda esa locura se acaba y cuando se acaba hablan de que la razón ha sido porque se ha acabado
el amor.
Esto es un
gran error, porque el amor no se acaba, lo que se acaba es la idea romántica, y
una idea es un pensamiento. ¿Cómo se produce el enamoramiento? Dos personas se
encuentran, y hay algo en ellas que las atrae la una a la otra, normalmente
algo físico. Piensan después la una en la otra, y como la energía va detrás del
pensamiento, llega la energía del pensamiento de una a otra, aumentando la energía del pensamiento
inicial. Así va aumentando la energía de ese pensamiento hasta que la energía
es tal que hace que tiemble todo el cuerpo con la sola idea de la otra persona.
Así hasta que deciden compartir su vida.
De esta manera se forma una pareja
con la mente, con la idea romántica del amor. La pareja que quiere con la
cabeza formaliza una relación basada en el apego, la pareja que se establece
con formas de pensamiento de amor sigue los convencionalismos sociales, la
pareja que vive el querer desde la mente
ama con el cuerpo, la pareja formada por dos mentes exigen amor a cambio del
que entregan. Es una pareja en la que existe el peligro de que el amor se
extinga, es una relación en la que un miembro de la pareja puede llegar a dominar
al otro, es una relación que culpabiliza consciente o inconscientemente, es una
relación que puede llegar a mantenerse por la inercia, por la comodidad, por la
sociedad, por la familia, por la economía. Es una relación en la que no existe
el amor, porque incluso los defensores de la pareja para toda la vida reconocen
que el amor no dura siempre, y que ha de sustituirse por el cariño.
Pero el amor auténtico, el amor
verdadero, el amor del alma no se acaba porque es la fuerza de la vida. El amor
es la fuerza que mantiene girando en perfecto orden a los planetas en el cielo.
El amor es la fuerza de vida que mantiene los latidos del corazón. El amor es
la Fuerza Divina que se mueve en todos los seres humanos, porque somos hijos de
Dios, y Dios es Amor.
Así como el
instrumento del cuerpo es la mente, el instrumento del alma es el corazón, por
lo tanto, para sentir el amor del alma solamente hemos de realizar el tránsito
desde la mente al corazón para poder sentir esa energía. Vivimos en una
sociedad en la que nos han enseñado a reprimir nuestro Amor. Con excepción de
los momentos de enamoramiento, no es muy habitual que se exprese, ni tan
siquiera con la palabra el Amor que atesoramos en nuestro interior, ya que la
sociedad puede catalogarlo como una debilidad por parte de la persona, y si es
hombre aun peor, porque puede ser terrible para su propio ego, para su hombría.
Y de tanto
esconder el Amor, vida tras vida, llegamos a olvidar la increíble sensación que
se siente como se alcanza a tocar, aunque sólo sea una borla en la periferia
del Amor.
Hemos de
viajar al corazón porque la mente esconde la verdad y nos aísla de ella. Y
cuando finalice nuestro viaje y consigamos contactar con el amor, no hemos de
contenerlo en nuestro corazón, no hemos de ignorarlo, hemos de dejarlo fluir,
que se expanda, porque la energía del Amor es imparable, y va a tocar a cuantos
nos rodean.
Nuestro
único camino es el Amor. Todo lo que hemos venido a aprender en la Tierra es a
amar, no perdamos nuestro tiempo en aprender técnicas que, en la mayoría de los
casos, son rodeos que se dan al Amor. Vayamos al Amor de frente. Vivamos en el
corazón, primero para aprender a amarnos a nosotros mismos para después
exportar nuestro amor a los demás.
Por si
alguien tiene dudas de que es amarse a sí mismo, amarse a sí mismo es aceptarse,
es honrarse, es valorarse. La aceptación de uno mismo tal cual es, transforma
el dolor en alegría, porque el aceptarse es amarse y el amor es sanador.
Mientras
dedicas tu tiempo al aprendizaje de amarte a ti mismo, trata a los demás como
si fueras tu mismo, no desees para ellos no que no deseas para ti, es la Regla
de Oro que nunca falla.
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