El viaje del alma

El alma no tiene raza, no tiene religión, solo conoce el Amor y la Compasión.
Todos somos seres divinos, hace miles de años que lo sabemos, pero nos hemos olvidado y,
para volver a casa tenemos que recordar el camino. BRIAN WEISS




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miércoles, 29 de febrero de 2012

Nadie nace maestro, pero todos tenemos la maestría

            Los seres humanos estamos viviendo un momento apasionante. Hemos nacido justo en la época en la que tenemos la posibilidad de trascender de seres humanos a seres espirituales, y la única escuela expedidora de certificados es nuestro corazón. Es a través de él como vamos a realizar la conexión con nuestra alma, para recordar así de dónde venimos, y comportarnos, de una vez por todas, como los seres divinos que somos, dejando de lado los sueños ilusorios que nos va presentando nuestra mente.
Cualquier cambio de conciencia, cualquier sanación, cualquier crecimiento, cualquier evolución, ha de realizarse, en soledad, desde el interior de la persona. Y es momento ya de comenzar ese trabajo, si es que aun no estás inmerso de lleno en él, porque el ser humano debe poner fin a esa fuerza centrífuga que le mantiene alejado de sí mismo.
            El cambio de conciencia, con todo lo que arrastra tras de sí, debería de ser nuestra tarea principal, y no la especulación ridícula que realizan miles y miles de personas, que trabajan para el cambio cuando sobra tiempo, cuando no se puede ya doblegar la ansiedad o como fuerza de arrastre después de un curso.
            Nadie nace maestro, y sin embargo, todos tenemos la maestría, porque todos tenemos en nuestro interior todo el Conocimiento de Luz y de Amor. Sólo hay que aprender a vivir desde el corazón, y una vez en él, de manera automática sale a flote toda la Luz, todo el Amor y todo el Conocimiento.
            Sin embargo, podemos tener  un problema. Estar en la creencia de que ya vivimos desde el corazón, y no aparecer ni rastro de ese Conocimiento.  El problema estriba en que tenemos la creencia de que vivimos en el corazón, pero no vivir realmente en él. Eso solamente es otra ilusión de la mente, posiblemente una de las peores, ya que genera una especie de orgullo espiritual, que en vez de acercarnos al corazón, nos separa cada vez más.
            Hay señales claras que indican que se vive desde el corazón:
·       Sentir al resto de la humanidad como verdaderos hermanos: Cero críticas, cero juicios.
·       Respetar la libertad y el libre albedrío de todos: Familia, amigos, conocidos y desconocidos. No manipular.
·       No discriminar a nadie por razón de raza, de sexo, de estatus social, de religión o de tendencia sexual.
·       Ayudar y servir física, material, moral y espiritualmente a todos los que lo necesiten. No con lo que te sobra, sino con lo que te falta.
·       Ser totalmente honestos, claros y coherentes. El pensamiento, el sentimiento y la palabra han de ir siempre en la misma dirección.
·     Perdonar cualquier ofensa, y bendecir al ofensor. No existen ofensas, existen lecciones. Recuerda que sólo se perdona de manera natural, cuando el ofendido se coloca en lugar del ofensor.
·       Amar a todos y a todo por igual. Aceptar a todos y a todo de la misma manera.
·       Aceptar únicamente las verdades que resuenen en el corazón o en el alma, dejando que la intuición sea la guía de la vida.
·      Sentir que “todo está bien”.
Para todo esto, has de comprometerte contigo, has de tener voluntad de trabajo y paciencia para esperar los resultados, sin expectativas. La meditación y el silencio son dos grandes aliados en el viaje al corazón. Es fundamental el silencio, ya que cuando la mente está viviendo en la plenitud de su ruido, no deja espacio para escuchar los mensajes, más sutiles, del corazón.

martes, 28 de febrero de 2012

El espíritu de Acuario

            De la misma manera que nosotros coexistimos en dos planos: Material y espiritual, hay otros seres que ya han abandonado el plano material, y se encuentran únicamente en el plano espiritual, sin cuerpo físico.

            Estos seres están tan vivos, no, tanto no, más vivos que nosotros, ya que ellos sí que están viviendo la auténtica realidad, la realidad del Amor, mientras que la nuestra está distorsionada por la propia mente, que nos arrastra, entre otras cosas, al deseo, al apego, al egoísmo, al miedo; muy lejos de “la fraternidad”, “el servicio desinteresado”, “la solidaridad” y “la unión”, que son las características del espíritu de la Era de Acuario, por la que estamos iniciando el transito, junto con nuestro planeta.
            Es muy curiosa la inconsistencia y la falsedad, muy posiblemente inconsciente, de muchos de nuestros contemporáneos, ya que conociendo de manera perfecta la teoría de que somos seres divinos, de que nuestro cuerpo físico es el vehículo de nuestra divinidad, siguen apegados total y absolutamente a la materia. La inconsistencia entre lo que hacen, lo que dicen y lo que piensan es total, potenciando un auto-engaño absoluto. Auto-engaño porque predican una cosa y hacen totalmente la contraria; leen libros de autoayuda repitiendo como loros frases de esos libros, sin llevar a la práctica la enseñanza real de esas frases; se quejan de la desigualdad, cuando ellos la potencian con su manera de vivir, en lugar de remediar ellos la desigualdad que está al alcance de su mano; y así, mil cosas más.
            Los seres que están al otro lado de la materia, ya intentan ayudarles, pero no pueden con tanta falsedad como les envuelve. La energía de sus emociones, de sus pensamientos, y de sus palabras, les impide vibrar en una sintonía un poco acorde con la de los seres que les están intentando ayudar.
            Hay algunas claves que se pueden seguir para cambiar la sintonía de la propia energía:
-          Ser sinceros y honestos: En la sinceridad y la honestidad se igualan loa pensamientos, las palabras y las acciones. Ya no hay inconsistencia, ya no hay falsedad.

-          Evitar el auto-engaño: Hay que permanecer alerta de manera permanente. La mente utiliza millones de estrategias para convencerte de que lo estás haciendo bien.

-          Discernir lo verdadero de lo falso: Casi todo lo que presenta la sociedad, es ilusión, es falso, es un sueño, porque sólo es un reflejo de las propias mentes que conforman esa sociedad, y en esas mentes solo hay cabida para la desigualdad, para el egoísmo, para la desunión. Políticos y religiosos se encargan de fomentar la desigualdad y la desunión, inculcando falsos valores sobre la patria o la religión. Los verdaderos valores son la unión, la hermandad, la solidaridad o el amor. Nuestra patria es el Universo, nuestro idioma es el Amor, nuestro Dios es el mismo para todos, y se encuentra tanto en la catedral, en la pagoda, en el castillo y en la choza, como en el corazón de todas las personas.

-          Abandonar la pereza: El crecimiento interior y el fortalecimiento del carácter, no lo va a dar nadie más que uno mismo con su propio trabajo interno. Ni libros, ni gurús, van a hacer que se avance ni un ápice en el propio crecimiento. Hay una cita que dice: “El maestro abre la puerta, pero es el alumno el que ha de traspasar el umbral”.

-           Aceptar la vida tal cual es: Aceptar los obstáculos, aceptar las crisis, aceptar los desafíos, porque son, gracias a ellos, como vamos a avanzar y a crecer, son ellos los que fomentan la conexión con nosotros mismos y con Dios. 

-          Selecciona a las personas con las que te relacionas: Hay mucho fariseo, hay mucho charlatán, que por mucho que se anuncien, están muy lejos de la Luz. Recuerda: ¡Por sus hechos los conoceréis!, mucho más que por sus palabras. Para evolucionar es bueno encontrar a personas que estén vibrando en un nivel alto de evolución, no que ellos digan que están vibrando en tal o cual sintonía. Obsérvalos, observa sus acciones, observa su amor, observa su caridad, observa su falta de juicios, observa su honestidad, observa su solidaridad. 

-          Practica la humildad: En nuestro nivel, ninguno de nosotros está exento de vanidad. Posiblemente sea una de las mayores batallas que todos tenemos que librar, en mayor o menor medida

-          No explotar a nadie, no manipular, no especular: Respeta a cada persona como te gustaría que te respetaran a ti. Respeta su proceso. Ni tan siquiera les ayudes, si no desean la ayuda. Ten en cuenta una máxima: Trata a todos como te gusta ser tratado.

jueves, 16 de febrero de 2012

Conciencia

            Perdemos demasiado tiempo y limitamos nuestra conciencia en menudencias tales como satisfacer los caprichos de nuestra forma física. No es nuestro objetivo primordial el cuerpo, aunque si es importante. No se trata de complacer todos los deseos de la mente, pero si hemos de respetar y cuidar con mimo nuestro cuerpo, para mantenerlo fuerte, sano y joven el mayor tiempo posible; ya que es a través de él como tenemos que desarrollar las tareas que hemos venido a realizar en la materia, y que si son primordiales.  

Nuestra principal tarea es cultivar la sensibilidad superior, es llegar a ser tan puros y altruistas que nuestras mentes permanezcan imperturbables ante cualquier acontecimiento, ya sea físico, ya sea emocional, ya sea mental o espiritual.
Se trata de expandir nuestra conciencia más allá de nosotros mismos, para alcanzar un nivel de conciencia tal, que sintamos a todos, en cualquier forma posible:
-          Como lo que son en realidad, es decir, como nuestros hermanos.
-          Tal como se encuentran: física, mental o emocionalmente.
Este es el instrumento de la sanación: “La conciencia expandida”.
Es posible que ya seas un magnífico sanador, o seas muy intuitivo, o sientas con bastante claridad el estado de personas en tu entorno; y eso te haga pensar que estás más cerca del final de tu recorrido en el cuerpo. Puede ser que no sea así, hay otros parámetros que también hay que valorar:
·         No utilices ese mini-poder para manipular a la vida, ni a tus hermanos.
·         Utilízalo para ayudar a todos, de dos maneras: Públicamente cuando te lo soliciten, y privadamente en la soledad de tu meditación cuando no lo hagan.
·         Ayuda de manera altruista, no sólo con lo que te sobra, sino con lo que te falta.
·         No juzgues a nadie si no quieres que te juzguen a ti.
·         No critiques nunca y no serás criticado.
·         Respeta siempre las decisiones de los otros.
·         Ante cualquier desaire, perdona, bendice y vete.
·         Deja que la vida pase a través de ti.
·         Acepta todo y a todos.
·         Vive siempre desde el alma dejando hablar a tu corazón.
·         Práctica el silencio, y cuando hables que siempre sea con verdad.
·         Medita cada día, busca la paz y la serenidad.
·         Vive el amor.
·         Recuerda que no eres ese cuerpo.
·         Eres un alma, eres un Ser Divino, eres un Hijo de Dios, ¡vive como tal!

Cuando cumplas todas esas condiciones, sí que estarás más cerca de abandonar definitivamente el cuerpo, porque estarás viviendo desde el alma aun estando en el cuerpo.

jueves, 2 de junio de 2011

Dormir..... soñar...... despertar...... recordar

            Si crees que eres un cuerpo y que estás en la Tierra por accidente, por casualidad o por una noche loca de amor, y que al final de esto que llamamos vida no hay nada más que la desaparición de la faz de la Tierra y la descomposición del cuerpo, no hace falta que hoy sigas leyendo esto.

            Pero si eres de los que crees, que no estás aquí por casualidad y que tu estancia en la Tierra es algo elegido por ti, (aunque no te acuerdes de ello), y que además has pactado tu nacimiento, cada paso de tu vida, cada encuentro, cada situación y cada aprendizaje. Si crees que al final de la vida física sólo desaparece tu cuerpo y que tu “vida” sigue de alguna manera, no recordada ahora por nosotros, entonces si, puedes continuar leyendo, si te apetece.

            El trabajo que tienes que realizar para desarrollar tu aprendizaje, en realidad, es muy sencillo. Ni siquiera es aprendizaje, sólo es un recordatorio. Si somos eternos, antes de nacer en un cuerpo físico, es seguro que estábamos en algún lugar, y es a ese lugar a donde tenemos que volver, una y otra vez. Volvemos tantas veces como veces dejamos el cuerpo, y casi nada más abandonar el cuerpo, nos volvemos conscientes de donde estamos, nos volvemos conscientes de que estamos en nuestra verdadera casa, con nuestra verdadera familia. La razón por la que no recordamos cuando estamos en el cuerpo, es bien sencilla: Si recordáramos de dónde venimos, no querríamos estar aquí, querríamos abandonar el cuerpo para ir a nuestra casa. Y eso no era lo pactado.

            Insisto, recordar es muy sencillo. Y si no lo parece es porque lo complicamos sin ninguna necesidad, lo complicamos por desconocimiento, lo complicamos porque algo dentro de nosotros nos impulsa a “servir” y a “proteger” a nuestro ego. Nuestro ego es el “yo”, el “mi”, lo “mío”. Pero este impulso de servicio y protección de nuestro “yo”, no es necesario, y no lo es porque aquello que realmente somos, no corre ningún peligro.

¿Qué somos?, ¡somos un alma! Y el alma, nunca se ha visto herida, no necesita protegerse, no necesita sirvientes, porque sigue como cuando estaba en “casa”, limpia, pura, sin que la afecten los problemas de la vida.

¿Problemas?, ¿Qué problemas?, los únicos problemas que existen, todo aquello que queremos solucionar y proteger no existe fuera de nuestra mente.

Nacer a la vida, es dormir mientras esta dura. Y mientras estamos en la Tierra, dormidos, soñamos otra realidad. La realidad del deseo, la realidad del sufrimiento. Nuestro sueño comienza en el instante del nacimiento, ya que en los primeros compases de la vida vamos paulatinamente olvidando de dónde venimos. Y a partir de aquí, vamos, en nuestro sueño, acumulando ideas y creencias sobre nosotros mismos y el mundo. Conceptos, prejuicios, deseos, temores, como somos, que piensan los demás de nosotros, quien nos agrada y quien nos disgusta, etc., etc. Pero todo esto, sólo está en nuestra mente, en la manera en la que hemos ido interpretando nuestras experiencias, ya que si las hubiéramos interpretado diferente, todo cambiaría, todo tendría un sentido diferente. Pero a nosotros nos da lo mismo, para nosotros es nuestra propia realidad y nos quedamos enganchados a ella. ¡Nos olvidamos completamente de nuestro verdadero ser!, ¡Nos olvidamos del alma!

Creer que somos una entidad diferente es una quimera, es una ilusión, es producto de nuestro sueño mientras permanecemos en el cuerpo. Pero sí que hay una realidad, el cuerpo y la mente si necesitan protección y cuidados; pero no el alma.

Vivimos en un mundo de sueños donde lo mental y lo físico son las únicas realidades que percibimos, y nos vemos a nosotros mismos y a nuestros semejantes como seres diferentes, independientes, separados. No es así, estamos dormidos.

Sólo hay que despertar, sólo hay que recordar. Pero, ¿Cuándo se inicia el despertar? ¿Cuál es el despertador que hay que utilizar? ………., ¡Fácil!, hay que utilizar la propia mente:  Permanecer atentos, para soltar “la creencia”, “el punto de vista”, “el placer”, “el dolor”, “la enfermedad”, “el sufrimiento”, “el deseo”. Soltar es vivir la experiencia, sólo hay que permitirla sin juzgar, permitirla tal como es, permitir el dolor y el placer en la misma medida, en el momento justo. No se ha de permanecer presentes en la experiencia permanentemente, se ha de vivir en “el momento que toca”, completamente, sin rechazarla, sin esconderla. Se ha de vivir la experiencia, pero una vez que esta ha pasado no se ha de volver a ella.

Vivir completamente la experiencia es el inicio de la sanación, es el inicio del despertar, es el inicio de ver a Dios en todas las cosas. Permitir la experiencia sin juicios, permitirla tal como es, permitirla en el momento que llega, nos va a permitir despertar, recordar y crecer para acercarnos a nuestro verdadero hogar, para acercarnos a Dios.

domingo, 22 de mayo de 2011

Esperar....esperar

Que cansado es estar permanentemente dando explicaciones sobre lo que haces, dices o piensas esperando que te comprendan, te quieran y se alegren contigo de tus pasos.  Y que sencillo es no hacer nada de eso y vivir la vida sin preocuparnos de que pensaran, dirán o como actuará la gente que nos rodea. Desgraciadamente, estamos todavía demasiado sometidos a los juicios y opiniones de los demás. Y  menudo a cada paso que vamos a dar miramos hacia todos los lados para ver si nadie se ofenderá, si no perderemos amistades…… Y eso nos paraliza y no nos permite avanzar. Nadie nos obliga, es cierto, pero lo hacemos.

La espera, es la espera eterna de que las cosas sean como “se supone” que deberían ser. Pero claro las cosas son como son. Y son perfectas, aunque nos duelan. Además que absurdo esperar tanto cuando todos sabemos, por experiencia, que  la mayoría de las veces, nada ni nadie es cómo esperábamos. Por ello unas veces la vida nos sorprende en positivo y nos alegramos y otras nos sorprende de tal forma que “nos descoloca” (lo mal nombraríamos como negativo), pero lo que está claro es que jamás deja de hacerlo. Y está muy bien porque si todo fuera como queremos a menudo no tendríamos lo que realmente necesitamos para avanzar. Y no hablamos aquí de las cosas materiales, las que nos ocupan demasiada parte del precioso tiempo que tenemos para vivir. Ese es otro cantar.

Hablamos pues de lo que esperamos de las personas y de todo lo que esperamos recibir de ellas. Unas veces porque consideramos que hemos dado tanto que, claro, también queremos recibir. Otras porque se trata de mi mejor amigo, otras porque es la familia. Y así constantemente.  Parece un juego de a ver quién da más y siempre esperando recibir. Todo ello por supuesto trae disgustos, decepciones y hasta discusiones absurdas. A partir de ahí, a menudo pensamos e incluso podemos verbalizar  ofendidos “pues la próxima vez que pase tal cosa haré esto o aquello “ o “me voy a volver un egoísta y no pienso hacer favores a nadie”  o “cuando me llamen para visitarme diré que me marcho” o “no pienso felicitarle para su cumpleaños”………………….. Y así reaccionamos, a menudo, en caliente. Por suerte eso no sucede siempre. Porque por encima de nuestros instintos está la capacidad de perdonar, de reflexionar, de sentir que no vale la pena. Está la capacidad de Amar. Ese es nuestro trabajo, Amar por encima de todas las circunstancias. Estar allí siempre hasta para aquel que trató de ofendernos por si  un día decide regresar y acercarse a nosotros. Y si no lo hace, no pasa nada, pero hay que seguir ahí, queriendo de corazón.  Pero sin esperar, sin esperar nada de nadie.

Cuando encuentras tu equilibrio interior y te sientes en paz contigo mismo/a no necesitas estar pendiente de que harán los demás ni andar justificándote y defendiéndote permanentemente.   De la misma manera, tampoco actúas según lo que esperan ellos de ti. Eso no es amor. Es egoísmo disfrazado. Amar, por decirlo de alguna manera, es un “pack” indivisible que no depende de nada ni de nadie. Y  hemos venido para sentirlo y vivirlo, sin separaciones. No nos pongamos pues barreras nosotros mismos y dejemos de esperar. Avancemos con la vida que es puro movimiento, fluido, constante y rápido. Apenas estamos aquí unos años y algunos, muy pocos. Permitámonos pues ser, estar y  fluir con el devenir de la vida según sintamos cual es nuestro camino.

No malgastemos ya más energía esperando a…………. La felicidad está en nuestras manos,  sólo depende de uno mismo.

Entrada publicada por Elisenda Julve

jueves, 24 de febrero de 2011

Juicio, critica, opinión,,,,,,,,,,, respeto

            Yo opino que…………, yo creo que lo que tendrías que hacer es…………., parece mentira que fulanito haga…………, no tienes razón en nada de lo que dices……….., hay que ver como viste………, no sé cómo no le da vergüenza………, lo mejor para ti sería………, vaya amigo que se ha echado……….
            Este es el deporte universal: Juzgar, criticar, opinar.
            ¿Quién ha dicho a nadie que su misión en esta vida sea ejercer de juez, ejercer de crítico, o ejercer de comentarista de la vida del resto del mundo?,  posiblemente nadie, y sin embargo, existen muy pocas conversaciones en las que no se juzgue a alguien, o no se le critique, o no se opine sobre lo que sería mejor para la vida de esa persona.
            Cualquier juicio, cualquier opinión, cualquier crítica, no es más que un reflejo de la propia persona, no es más que un reflejo de sus pensamientos, no es más que un reflejo de sus creencias.
            Pero, los pensamientos y las creencias de cada uno, ¿por qué han de ser aplicables al resto del mundo? Los pensamientos y las creencias de las personas no son más que una manifestación de su nivel de evolución, no son más que una manifestación de su carácter, y en ningún caso sirven para ninguna otra persona, porque cada persona está en un nivel de evolución determinado, cada persona vive una circunstancia específica en su vida, distinta a cualquier otra.
            Para que se termine el juicio, la opinión y la crítica, sólo hay que aplicar una regla, el respeto. Cuando se respeta se acepta, y ante la aceptación todo está bien. Cualquier cosa que haga cualquier persona, ha de ser aceptado y respetado, porque es algo que pertenece a su vida, a su aprendizaje y su evolución.
            Te proponemos un ejercicio sencillo, dedica un día a vivir sin juzgar, sin criticar y sin opinar lo que hagan los demás, a mirar con otros ojos, a respetar y aceptar cualquier cosa que hagan las personas de tu entorno, a colocarte en su lugar si por cualquier causa la mente pudiera contigo y surgiera la crítica. Ni tan siquiera tienes que comprender, solo respeta y acepta.
            El respeto y la aceptación es entrenamiento y practica, por lo que la crítica va a surgir, no te enfades contigo, si la crítica ha sido mental, pide perdón mentalmente y comienza nuevamente, observando lo mejor de la persona, focalizando tu atención en sus cualidades. Con la práctica, te acostumbrarás a observar las acciones de los demás como observas un día de sol, o las flores, o el vuelo de los pájaros, sin que te afecte lo más mínimo.
            Cuando consigas incorporar a tu vida el respeto y la aceptación, vas a sentirte libre, ya que el ejercer de juez permanentemente es agotador.
Dedica la vida a vivirla, no a vivir la vida de los demás. La vida es plenitud, y cada segundo que intentas vivir la vida de los demás dejas de vivir la tuya, dejas de vivir un segundo de tu tiempo que no volverá a repetirse, conviertes tu vida en una vida incompleta. La vida es demasiado hermosa para desperdiciarla, aunque sólo sea un segundo. Desperdiciar la vida juzgando, opinando o criticando a otros es además un trabajo insulso, ya que ese otro al que estás juzgando, es posible que siga viviendo su vida tan feliz, sin enterarse de tus críticas o pasando de ellas, porque sencillamente no las necesita; estás desperdiciando tu vida para nada.
Empieza ahora a mirar con otros ojos, empieza ahora a aceptar y a respetar, no esperes a mañana, no desperdicies más tu vida.