El viaje del alma

El alma no tiene raza, no tiene religión, solo conoce el Amor y la Compasión.
Todos somos seres divinos, hace miles de años que lo sabemos, pero nos hemos olvidado y,
para volver a casa tenemos que recordar el camino. BRIAN WEISS




viernes, 1 de agosto de 2025

Soledad

 


          Querido Dios

         Hoy no voy a agobiarte con preguntas ni dudas interminables. Hoy simplemente quiero compartir cómo me siento. Cómo esta tarde gris, pasada por agua, me ha hecho reflexionar sobre el momento que vivo y lo que significa para mí. 

Es sábado y ya casi son las seis. Desde mi escritorio, miro a través de la ventana. Llueve intensamente, como si el cielo se hubiera guardado una pena durante siglos y ahora decidiera desahogarse de golpe. Han pasado treinta días de lluvia constante, algo inesperado, algo que no vivimos hace mucho tiempo. Los pantanos casi están llenos y los ríos, que llevaban años moribundos en su sequía, empiezan a recuperar vida, alcanzando porcentajes que no habíamos visto en demasiado tiempo. 

Por supuesto, sé que nada de esto te sorprende. Todo está bajo tu mirada eterna y sabia, y cada gota que cae sigue siendo parte de tu diseño infinito. Sin embargo, te cuento esto no para informarte, sino para situar mi corazón. Mientras la lluvia golpea la tierra, me siento lleno de algo extraño y hermoso. Me siento bien, Dios, porque en este instante, donde el mundo parece distante y el ruido queda ahogado por el agua, estoy solo. 

La soledad me acompaña aquí, pero no me pesa como a otros. Mi familia y las pocas personas que puedo llamar amigos me ven como alguien peculiar, casi un extranjero en esta cultura que idolatra la compañía y el bullicio. Ellos me dicen que soy raro por buscar el silencio, por preferir un rincón apartado donde no haya nadie más que yo y este espacio que siento como sagrado. Pero para mí, la soledad no es ausencia; la soledad es presencia. Es un puente hacia Ti. 

Cuando estoy solo, me escucho más claramente. Puedo oírte en el fondo de mi pensamiento, en lo que a veces parece una conversación muda, pero intensa. Mientras otros huyen de la soledad como de una sombra, como de algo incómodo o indeseado, yo la abrazo como el regalo que me permite verte mejor. Es curioso cómo la falta de compañía humana, que para algunos sería un vacío aterrador, para mí se convierte en un espacio lleno de Ti. En ese silencio donde otros verían un hueco, yo encuentro Tu susurro, ese aliento divino que me recuerda que nunca estoy completamente solo. 

Y cuando llueve, como hoy, la sensación se multiplica. La lluvia pone el mundo en pausa; los sonidos se apagan, las calles se vacían, y todo parece reducirse a esta conexión que siento Contigo. No sé si otros sienten lo mismo. Tal vez soy único en esto o quizás hay más almas que también buscan su rincón en la soledad para encontrarte. Pero lo que sé es que hoy, en este instante, me siento bien. Muy bien. 

¿Es extraño amar la soledad de esta manera? ¿Es raro encontrar belleza en el aislamiento? Lo sé, Dios, todo esto está dentro de Ti, y Tú mismo nos enseñaste a veces a buscarte en silencio y apartados. Entonces, ¿por qué en el mundo moderno la soledad se percibe como algo casi incorrecto? A menudo me pregunto si estamos perdiendo algo valioso al huir de ella, al llenar cada momento libre con distracciones que nos alejan de nosotros mismos y de ti. 

Mis días pasan a menudo en solitario, pero no con tristeza. Vivo cada momento como un diálogo contigo, una exploración de esta relación que tenemos, que para mí es única y especial. Y si tuviera que definir lo que siento cuando estoy solo, no hablaría de vacío ni de nostalgia; hablaría de plenitud, de paz. Me siento completo en mi soledad porque, paradójicamente, en ella te encuentro. 

Eso es todo lo que quería compartirte hoy, Dios. Mi corazón se siente ligero, como si las palabras escritas fueran un río que fluye hacia Ti. Te agradezco cada momento de quietud, cada instante en el que la lluvia cubre el ruido y me regala un espacio para recordarte. 

          Gracias por escucharme.

CARTAS A DIOS – Alfonso Vallejo


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