El viaje del alma

El alma no tiene raza, no tiene religión, solo conoce el Amor y la Compasión.
Todos somos seres divinos, hace miles de años que lo sabemos, pero nos hemos olvidado y,
para volver a casa tenemos que recordar el camino. BRIAN WEISS




domingo, 20 de marzo de 2022

Vivir en el infierno

      

      Una vez en casa, fui consciente de que el miedo que me había consumido, solo dos días atrás, se había transmutado en ilusión y responsabilidad. Hasta ahora pensaba que ya había vivido suficiente miedo en el tema de las relaciones, imaginando una posible ruptura, pero no había sido nada comparado con el terror al que me fue llevando el pensamiento ante la posibilidad de fracasar si aceptaba el trabajo.

Había experimentado que es vivir en el infierno y, no había necesitado bajar a las calderas de Pedro Botero, lo había vivido aquí, en la vida. No había necesitado morirme.

Puedo decir bien alto, por la experiencia vivida, que el verdadero infierno está en la persona, está en la mente, pues es ella la que va llevando al ego por los vericuetos del pensamiento, de la emoción y del sentimiento. Es la mente la que, pensamiento a pensamiento, va desgranando ideas, creencias, desgracias, males, sufrimientos y torturas, que hacen que la persona sufra un verdadero infierno.

Son esos pensamientos, creencias, males y desgracias las que vive realmente la persona. Pero para mí eran reales. El dolor que yo he sufrido, el miedo, la ansiedad o la angustia, solo han sido un producto de mi mente, porque nada está ocurriendo, solo es mi apreciación. Ahora tengo claro que cuando consiga mantener la mente en silencio habré alcanzado la dicha.

Si los seres humanos consiguiéramos invertir la tendencia de nuestros pensamientos se invertiría nuestra vida. Pasaríamos de ser infelices y de vivir atenazados por el miedo, como me ha pasado a mí, a vivir, si no la felicidad, si un estado de serenidad que debe de ser un estado muy próximo a la felicidad. Cambiaríamos la tristeza por la alegría y la ansiedad por la paz interior.

Es claro que es el pensamiento el que determina la salud emocional, ya que es el pensamiento el que viaja por la rabia, por el odio, por la ira, por el miedo y por el dolor, generando esa energía que, a la larga, va a afectar, también, al cuerpo físico.

Desde luego, no es una tarea fácil que una persona pueda cambiar el pensamiento, pero tampoco es imposible. Si yo lo he conseguido, al menos de momento, que soy el paradigma del miedo, puede conseguirlo cualquiera. Mis herramientas han sido la meditación, la atención, la oración y el canto de mantras. Espero conservarlas para no volver a las andadas.

(Del libro "Vivir ahora, vivir sin tiempo" de Alfonso vallejo)

sábado, 19 de marzo de 2022

¿Necesito una pareja para ser feliz?


En cuanto a tu felicidad, no depende ni de tu pareja ni de nadie. Solo depende de ti. Tienes que ser feliz por ti mismo.


La felicidad es un estado de paz interior y de serenidad. Es el estado que se consigue cuando se sabe que “todo está bien”. Te diré más, si trabajas por tu felicidad, aunque sigas toda la vida solo, la recreación de la progresión, en la que te has visualizado lleno de tristeza por tu soledad en una residencia para mayores, sería muy diferente. Estarías en la residencia, también, solo, pero estarías feliz. Porque no es necesario tener una familia para ser feliz.


Nada ni nadie fuera de ti, incluso una familia, te va a dar la felicidad, porque todo lo que encuentras fuera de ti te puede dar momentos agradables, alegres, incluso, momentos de serenidad, pero nada permanente, porque todo lo que encuentres fuera de ti es caduco, como la misma vida. Esos momentos pueden durar un día, un mes, un año, o varios, pero se acabará en algún momento. Y cuando esas sensaciones terminen aún podrás sentirte peor por la ausencia de algo o de alguien con lo que te sentías bien. De la misma manera que te ha pasado con tus padres o con la que fue tu pareja.


Lo que tú denominas felicidad son estados de alegría o de euforia. La felicidad es inherente a la esencia de la persona. Tienes que dejar de vivir el mundo exterior, que es al que te lleva la mente, y dejar de identificarte con los momentos agradables o desagradables que se van presentando. Tienes que encontrar el punto medio, ese punto de equilibrio, donde no hay euforia, donde no hay tristeza, solo serenidad y paz interior, sin apegos ni deseos.


No puedes buscar la felicidad utilizando la mente, porque lo primero que hace la mente es juzgar y buscar un calificativo. Poner un calificativo es comparar con algo conocido. Algo que permanece en la memoria como bueno o como malo, y la felicidad es un estado neutro, donde solo existe el instante presente, porque pasado y futuro son apreciaciones mentales. Cuando se vive con atención el presente no hay sufrimiento por algo pasado y no existen ficticias esperanzas de que se cumplan los deseos de mañana, porque vas a vivir el momento.


Tú eres el único responsable de tu vida. Dios, en su infinito amor, te ha dado un don maravilloso que se llama libre albedrio. Gracias a eso eres el único responsable de tu vida. Serás feliz o infeliz, por tu propia decisión, porque solo tú eres el artífice de tu vida.


 El problema en muchas relaciones de pareja es la falta de amor. Cuando dos personas se enamoran se sienten muy bien, con los mismos gustos y las mismas aficiones, que no dudan en calificarse como almas gemelas.

A partir de aquí, solo les queda irse a vivir juntos. Y lo hacen porque vivir separados les supone un verdadero tormento.

Pero, ¿cuál es el objetivo de la pareja?, está claro que ser felices. Pero tienen un error de concepto, esperan ser felices con el amor que reciban de la otra parte. Esperan ser felices, cada uno de los miembros de la pareja, a expensas de lo que pueda dar la otra parte, pero no pasa por su cabeza el que sea feliz la otra parte por el amor que uno mismo le entregue al otro. Los dos quieren recibir, pero no se han planteado que tienen que dar.

Una cosa está clara, si no tienen en su interior suficiente amor no podrán dar mucho. Y para dar amor hay que aprender a amar, lo mismo que para respetar hay que practicar el respeto, ser generoso con uno mismo para poder serlo con los demás, valorarse uno mismo para valorar al otro, en definitiva, hay que ser feliz por uno mismo, para ser felices en pareja.

 

(Del libro “Vivir ahora, vivir sin tiempo” de Alfonso Vallejo)

 

miércoles, 16 de marzo de 2022

Como conejillos de indias

 

Antay vivía muy cómodo con sus creencias, a pesar del miedo que sentía cuando se acercaba algún cambio en su vida.

Las emociones eran como si no existieran en el mapa de su cuerpo o en el diccionario de su mente. Se sentía bien o mal, alegre o triste, pero siempre encontraba una razón, convincente, para que tal cosa ocurriera. Si pasaba algo no previsto era casualidad, si se daba un golpe en el pie, con una piedra, era mala suerte, si a alguien le tocaba la lotería, algo que a él nunca le había pasado, era un golpe de buena suerte y si se había quedado sin trabajo, como ahora, era porque el dueño de la empresa era un sinvergüenza, sin escrúpulos.

Todo era debido a la casualidad, a la buena o mala fe de las personas y a la buena o mala suerte.

Para el miedo siempre había un motivo real, igual que para la alegría o la tristeza. La felicidad era algo inexistente, a no ser que se estuviera en posesión de grandes cantidades de dinero, entonces sí que había suficientes motivos para ser feliz. Estaba convencido de que eso que decían algunos de que el dinero no da felicidad, era un eslogan de los pobres para conformarse por su desgracia.

Nunca se planteó si Dios estaba en algún sitio o no. Creía en Él, porque así se lo inculcaron sus padres, pero no iba más allá de la creencia, no como muchas personas, sobre todo los pobres y los enfermos, que le rezaban, le rogaban y le pedían que hiciera llegar algo parecido a una lluvia de dinero o un milagro que les devolviera la salud. Aunque, la verdad es que no sabía para qué le pedían si nunca hacía nada. Pero si a ellos les tranquilizaba eso, estaba bien. Él para tranquilizarse miraba el mar.

Y lo que más gracia le hacía era la tontería del amor. Todos buscando a alguien que los ame para pasar juntos el resto de la vida. Estaba más que claro que eso no funcionaba porque había rupturas, maltratos, engaños, silencios, decepciones y hasta asesinatos. Siempre había creído que lo único que buscan es satisfacer alguna necesidad, ya sea, física o económica, o para tener compañía, o por un cuestionamiento social. A él nunca le ha pasado esa tontería del amor y, por supuesto, sigue soltero a sus treinta y siete años. Sabe que es casi imposible formar una familia como la que tenía cuando vivían sus padres, porque eran la excepción, así se he ahorrado disgustos, pérdidas de tiempo, gastos inútiles de dinero, discusiones y, seguramente, muchas más cosas. Pero, a pesar de su creencia de que es imposible formar una familia como la que tuvo hasta que murieron sus padres, le gustaría tenerla y hasta sueña con ella porque, siempre le pareció, cuando vivían ellos, que los problemas, las preocupaciones, los miedos o cualquiera de los sinsabores que depara la vida se disipan con más facilidad en el seno de la familia.  

        Sin embargo, entre Indhira y Ángel estaban desmontando sus creencias. Que si somos una chispa de la Energía Divina, que todos somos iguales, que estamos naciendo y muriendo hasta que aprendamos a amar, que Dios no interviene en nuestras vidas, que cuando venimos a la vida lo hacemos con una programación, que una vez en la vida desconocemos, que tenemos libertad de acción y ni el mismo Dios sabe cuáles serán nuestras elecciones. Y, ahora, para colmo, que podemos recordar vidas anteriores con una simple técnica.

Antay pensaba escuchándolos que somos como conejillos de indias correteando en una gran jaula que se llama Tierra, pero sin saber cómo hemos llegado aquí ni adónde nos dirigimos en nuestras correrías. Aunque creamos que si sabemos tras qué corremos. Lo podemos llamar felicidad, estabilidad, tranquilidad y, para conseguirlo, vamos tras el dinero, que es lo que consideramos primordial para vivir esa felicidad, de la misma manera que los conejillos de indias van tras los ramos de apio.

 Esto que parece una enseñanza esencial, ¿cómo puede ser que no lo enseñe nadie? Y, como nadie nos enseña, en lugar de aprender a amar, nos dedicamos a lo contrario, permitiendo que a nuestro alrededor exista el hambre, la desigualdad, el miedo, la guerra, el odio, la envidia o la enfermedad, solo por mencionar alguno de los males con los que convivimos en nuestra sociedad.

 (Del libro "Vivir ahora, vivir sin tiempo" de Alfonso Vallejo)


martes, 15 de marzo de 2022

Todos somos muy buenos en algo

 


              Cada uno es bueno en algo, pero nadie es bueno en todo. Lo importante es conocer la propia valía y la valía de los demás. La misión del portero, en un equipo de futbol, es evitar que metan goles en su portería y la misión del delantero es, la contraria, meter el balón en la red. Pero, a ambos, junto a los nueve compañeros restantes, les darán la copa si ganan el campeonato. Los once son importantes. Cada uno en su lugar en el campo. 

             Así es la vida. Todos a la vez, esos jugadores, el resto del mundo y nosotros, también, somos importantes. Cada uno ocupando un espacio en el Universo.

Poner un nombre

 



Los seres humanos tenemos la costumbre de querer ponerle nombre a todo, de querer entender todo, de querer saber, pero las cosas pasan con nombre o sin nombre, entendiéndolas o no. 


Con la energía que se gasta tratando de ponerle nombre o buscando una explicación, a todo lo que sucede en la vida, se pierde la vida y se escapan los detalles porque la mente está ocupada eligiendo que nombre ponerle a eso que se le está escapando a la persona de las manos.

lunes, 14 de marzo de 2022

Detrás del pensamiento

 

Siempre me comparaba con personas que eran más altas, más atractivas o más inteligentes, según mi criterio. El resultado era claro, siempre me veía más bajo, menos atractivo y menos inteligente, que el modelo elegido, lo cual hacía que me sintiera mal. Era lógico. Si me comparaba con alguien más alto, siempre me iba a ver más bajo. Si el modelo era más rico, siempre me iba a ver más pobre. Eso me llevó a pensar que para estar satisfecho conmigo tenía que cambiar el modelo, porque siempre iba a haber alguien más alto, más atractivo y más inteligente que yo.

Y cambié el modelo. Me comencé a comparar con quien era más bajo, menos atractivo y menos inteligente que yo. El resultado fue espectacular. Comencé a sentirme orgulloso de mi aspecto. Teniendo en cuenta que había nacido en Cusco y, seguro que por mis venas corre sangre inca, medir un metro setenta y dos centímetros parece una altura más que considerable. Lo que se espera de un descendiente de los incas es que sea moreno de ojos oscuros, y hubiera podido explicar muy mal mi ascendencia de haber salido blanquito, de cabello rubio y con ojos azules. Más que descendiente de los incas hubiera parecido descendiente de los vikingos. Si estaba orgulloso de mis padres, también, tenía que estarlo de los genes que hicieron que fuera tal como soy. En ese momento pensé en algo que había dicho Dios, y era que yo había hecho una primera elección antes de venir a la vida. Por lo tanto si yo era moreno y con ojos negros debía de haberlo elegido. Me sigue pareciendo una tontería, pero…

Y, aún comencé a hacer algo más. No compararme. Con independencia de si lo había elegido o no. A fin de cuentas yo no sabía nada de otras vidas. Lo único de lo que podía dar fe era de esta vida y empezaba a tener claro que cada uno es como es y punto. Si no me comparo, ni gano ni pierdo, todo está bien, todo está como tiene que ser. Yo voy a seguir siendo el mismo. Seguro que Ángel, con su filosofía, me habría dicho que soy como soy por alguna determinada razón. ¿Quién era yo para desear cambiar una razón que, aunque desconocida, debía de existir? 

En cuanto a la inteligencia, estaba claro que nunca iba a ganar un Nobel, en ninguna especialidad, pero cuando me sentaba delante de una computadora esta no tenía ningún secreto para mí, ni en cuanto al software, ni en lo que respecta al hardware. ¿Para qué necesitaba más? era suficiente.

Fui consciente de que compararme con los demás siempre hacía que me sintiera frustrado, triste, infeliz y, además, generaba en mí un sentimiento de envidia que no podía ser bueno para mi estabilidad emocional.

Un nuevo pensamiento comenzó a hacerse un lugar en mi mente, comenzando con una pregunta: “¿Si tanto me gusta compararme, por qué no lo hago conmigo mismo?, ¿por qué no retarme a ser mejor cada día?, ¿por qué no trato de vencer mis propios miedos, que es algo consustancial conmigo?

Este sería un nuevo trabajo, además de aceptar la vida, y vivir con atención, ahora, tenía que observarme para comprobar de donde procedían mis miedos para erradicarlos. ¡Tremendo trabajo!

Pero mis pensamientos antiguos trataban de engañarme y llevarme a su terreno con demasiada frecuencia. Sin ser consciente de cómo llegaban esos pensamientos, estos se encargaban de ir disparando dardos venenosos que iban dejando su poso: “Lo único que estás intentando es engañarte a ti mismo para estar bien, pero esa no es la realidad. La realidad es que te gustaría ser rubio, con ojos azules y eres moreno con ojos negros”. Recordé entonces que este pensamiento era exactamente igual al pensamiento sobre el dinero muy arraigado en mí: “El dicho de que el dinero no da la felicidad es solo un slogan para que los pobres se conformen con su mala suerte”.

De nuevo recordé las palabras de Ángel: “Como decía Buda: Somos lo que pensamos. Es decir, que si piensas en el miedo tendrás miedo y si piensas en la felicidad serás feliz”.

Ahora no solo lo entendía, sino que lo estaba comprobando en mí mismo. Mi propio pensamiento me estaba boicoteando, trataba de desequilibrarme y, bastantes veces, lo conseguía. Debía permanecer muy atento y, una vez consciente del pensamiento, poner la voluntad para cambiarlo. ¡Era un ingente trabajo!, porque cuando menos lo esperaba ya estaba el pensamiento diciéndome muy bajito al oído: “Ese que acaba de pasar es más alto que tú. La verdad es que no eres tan alto”. Y cuando pasaba uno más bajito, se callaba, el muy…, a pesar de que pasaban un buen número de personas más bajas que yo.

Era como si conviviera con un demonio en mi interior que además actuaba sin ningún tipo de control por mi parte. Estaba completamente desatado, estaba como loco, aprovechaba cualquier resquicio para maltratarme. ¡Parece mentira que fuera mío!, más parecía un enemigo. Aparecía en cualquier momento, ante cualquier situación y, un gran porcentaje de veces, me encontraba tan indefenso que me ponía a conversar con él dándole la razón y sintiéndome muy mal por lo bajito y lo morenito que era.  

Me preguntaba ¿por qué sería el pensamiento tan malvado?, ¿por qué solo llegaban esos pensamientos malignos y no aparecía ningún pensamiento contrario, algo más benévolo, sobre algo que me hiciera sentir bien?, ¿de dónde procedían? Si es Dios quien habita en nuestro interior y no el demonio, todos los pensamientos deberían ser positivos, creados por Él y, sin embargo, todos son negativos, como si fuera el mismo Lucifer quien ocupara nuestro corazón.

(Del libro Vivir ahora, vivir sin tiempo. De Alfonso Vallejo)

 


domingo, 6 de marzo de 2022

Novela: Rasgar el velo de la soledad

 



“Rasgar el velo de la soledad” es el diario de un peregrino en el Camino de Santiago. Es el diario de la transformación de Gonzalo, un hombre que tenía una vida normal o, mejor, más que normal, porque podía considerarse un hombre feliz, algo que pocas personas pueden pregonar, como él, en voz alta.

Casado desde hacía veinte años con Natalia, se amaban con más intensidad que el primer día. Habían aprendido a amarse, desde el enamoramiento inicial, a través del respeto mutuo.

Tenían una hija de dieciséis años a la que habían enseñado el valor de la familia y a la que habían contagiado su felicidad.

Eran una familia feliz. Una familia de cuento de hadas.

Pero todo se acabó, un día, en un abrir y cerrar de ojos.

Como cada día, Natalia fue a buscar en coche a su hija al instituto. Nunca más regresaron a casa. Un conductor borracho se las llevó por delante muriendo, al instante, en el brutal impacto.

La vida de Gonzalo terminó también en ese instante y si no lo fue de manera real, si lo fue emocionalmente. Él pensaba que no podía seguir viviendo con tanto dolor, con tanta tristeza, con tanta ira contenida, sin apego a la vida y renegando de Dios, porque si realmente existiera no podía permitir tantas injusticias.

Después de casi un año desde que ocurrió el accidente seguía manteniendo el mismo dolor. Se acercaba la Navidad. No le apetecía ni la compañía ni amargar las navidades a su familia, por lo que  decidió pasarlas solo y para que no le molestaran no se le ocurrió mejor idea que hacer el Camino de Santiago.

En realidad, la idea de hacer el Camino nació en él a raíz de un sueño muy vívido que tuvo con su esposa y su hija, el primero desde el accidente. En el sueño él estaba realizando el Camino de Santiago y se encontraron en León, que es una de las etapas del Camino. En la despedida de ese sueño su esposa dijo “Nos volveremos a encontrar. Te esperaremos en este mismo sitio”. Esa despedida fue interpretada por Gonzalo como que tenía que realizar el Camino de Santiago.  

Desde la primera etapa en Francia hasta su llegada a Santiago, casi un mes y medio desde la partida, dos encuentros en el Camino, con la Virgen María y con una madre que, como él, había perdido a su hijo, resultarán sanadores para Gonzalo efectuándose en él una transformación total.

Del hombre triste y apagado que renegaba de Dios, al hombre que llegó a Santiago terciaba un abismo. Porque a Santiago llegó un hombre renovado, un hombre diferente que comprendió en su peregrinaje cual era la razón de la vida.

Gonzalo en este diario cuenta su experiencia, convencido de que puede resultar también sanador para todos aquellos que se enfrentan a una vida de dolor, de insatisfacciones, de tristeza o infelicidad.

¡Buen camino, peregrinos de la vida!


viernes, 28 de agosto de 2020

Como mariposa tocando el alma

 

Sinopsis:

Kepha, que fue Pedro, el primer discípulo de Jesús en una  de sus vidas, necesitaba volver a realizar un nuevo periplo en la Tierra porque aún no había finalizado su aprendizaje, aún le faltaban décimas en la calidad de su amor. 

En su Plan de Vida será Fran, y a través de la vida de Fran, a través de sus pensamientos, de sus emociones, de sus sentimientos y de sus vivencias, podrá recorrer el lector las diferentes etapas por las que todos los seres humanos han de transitar para alcanzar la serenidad, la alegría, la paz y la felicidad, que son un derecho de vida que pocos recuerdan y, a pesar de desearlo vehementemente, pocos logran llegar a vivir una vida plena. 

La vida de Fran es la misma vida que la del resto de los seres humanos, con las mismas situaciones, los mismos sufrimientos, los mismos deseos y las mismas carencias. 

Fran sabe que puede llegar a vivir una vida diferente basada en el amor, en la comprensión, en el respeto y en la ayuda, con un objetivo cada vez más claro: llegar a Dios viviendo una vida de alegría, de paz y de felicidad. Si Fran sabe que puede, y ¡puede!, tú también puedes. Solo necesitas, primero, desearlo y, a continuación, intentarlo. Ahora es el momento

jueves, 30 de julio de 2020

El niño que buscaba a Dios




Un día un niño quiso saber quién era Dios, así que fue a preguntarle al sacerdote de su tribu, pero este no pudo darle una respuesta satisfactoria.

Apenado el niño por no encontrar una verdadera respuesta, decidió ir a recorrer el mundo para encontrar la verdad

Dejando atrás su pequeña aldea, se fue, muy decidido a no volver, hasta encontrar lo que andaba buscando.

Recorrió muchos lugares, valles y desiertos, tuvo que afrontar diversos peligros, y se encontró con mucha gente culta, pero nadie sabía con certeza como responder a la pregunta: “¿Sabes quién es Dios?”

Un día llegó a los pies de una montaña en donde vivía un viejo y sabio ermitaño

Agotado por su búsqueda sin respuesta, el niño que ahora era un joven alto y fornido; decidió hacer un último intento y le pregunto al sabio: “¿Sabes quién es Dios?”, a lo que el sabio respondió: “Dios es esa energía vital de la cual todos nacemos, Dios es esa fuerza de amor y felicidad que ríe junto a nosotros, Dios es ese espíritu de rocío que llora a nuestro lado cuando nos sentimos más desolados. Algunos piensan que es quién nos ilumina y nos permite conocernos a nosotros mismos a través del yoga, la meditación, la oración y el silencio; otros creen que es un padre creador, que nos quiere y nos ama; y hay quienes están convencidos que Dios es un juez implacable y que necesitan complacerlo, para que no deje caer sobre ellos el peso de su cólera”.

La verdad es que para descubrir quién es Dios, tienes que escuchar la voz de tu corazón, ya que Dios vive en lo más hondo de nuestro ser, y a cada uno se nos presenta de una forma única e íntima, por lo que solamente tú puedes descubrir a Dios.

Feliz el joven, porque finalmente encontró la respuesta que andaba buscando, dio gracias al ermitaño y volvió a su aldea, sabiendo quien era Dios, y que cuando lo necesitara, solo tenía que buscar dentro de sí, y ponerse en contacto con lo más íntimo de su ser.




martes, 28 de julio de 2020

A propósito de Dios






¾    Señor, a pesar de saber que no interfieres para nada en los asuntos humanos, a veces, siguiendo la onda de otras personas, me pregunto ¿cómo puede ser que permitas tanto sufrimiento?

¾ Antay, ¿cómo puede ser que te preguntes eso sabiendo perfectamente que siempre permanezco neutral ante cualquier situación humana?

¾    Es que Señor, es mucho el sufrimiento. Las personas mueren en soledad, sin la compañía de sus seres queridos, después de haber pasado su enfermedad y su agonía, también, completamente solos. La pobreza está creciendo de manera exponencial por todo el planeta, ¿no hay nada que puedas hacer?

¾ Todos los que estáis encarnados ahora mismo sabíais, de antemano, que os ibais a encontrar con esto y, aun así, elegisteis nacer y lo hicisteis con alegría porque, muchos de vosotros, teníais fundadas esperanzas de que esta situación llevaba implícito un avance importante en vuestro crecimiento, un incremento en vuestra vibración.También sabes que nadie ha muerto en soledad. Todos han estado más acompañados que nunca. ¿Se te ha olvidado que no eres ese cuerpo?

¾    No se me ha olvidado. Pero muchos piensan que podrías hacer algo para aliviar tanto dolor.

¾     No soy yo el que tiene que hacer. Sois vosotros, las almas encarnadas, las que tenéis el mando. Sois vosotros, las almas encarnadas, las que estáis en un ciclo determinado de vuestro aprendizaje. Sois vosotros, las almas encarnadas, las que habéis atraído al virus. Sois vosotros, las almas encarnadas, las que tenéis que aprovechar el magnífico momento que habéis creado. Vuestro es el poder ¿Podría el rector de una universidad anular un examen, cuyas preguntas aparecen en los libros de texto, solo porque los alumnos lo consideran difícil?

¾    Pero, ¿hay algo que podamos hacer?

¾    Si. Amaros, respetaros, ayudaros.

¾    No has dicho orar. ¿Es qué orar no sirve de nada?

¾    Sirve de mucho. Pero recuerda el refrán: “A Dios rogando y con el mazo dando”. Cuando oras estás elevando tu vibración, te acercas a Mi y te pones en contacto con tu misión en estos momentos. No reces para que yo extermine el virus, sabes que no lo voy a hacer. Pero no olvides que después de orar tienes que amar y respetar al otro para no contagiarle y al que no tiene, le tienes que ayudar.

¾    ¿Puede ser que el virus haya sido creado por otros hombres?

¾    Puede ser.

¾    Y te quedas tan tranquilo.

¾    Si fuera así, esos otros hombres también son Mi Creación.

¾    Pero son hombres que están dirigidos por Lucifer.

¾    Lucifer también es Mi Creación.

¾    Perdón Señor. A veces mi mente me juega malas pasadas y me hace creer que soy uno de tus hijos favoritos.

¾    Si que lo eres, pero hay otros miles de millones que también lo son.

¾    Gracias Señor.

¾    Yo te bendigo.



sábado, 18 de abril de 2020

"Yo Soy" el cambio

Este es el inicio de un largo camino. “Yo Soy” el cambio

Ya estamos viendo en los países en los que se están empezando a relajar las medidas de confinamiento cual es la preocupación de los dirigentes que son los que tendrían que liderar el tan ansiado cambio: Que la economía, tal como la conocemos, no termine de hundirse y que todo vuelva a la normalidad económica lo antes posible. Justo a esa normalidad basada en la desigualdad que no queremos.
Es posible que se den algunos cambios, sobre todo, alguna mejora de la sanidad, que está siendo el pilar de contención de la pandemia. Países que estaban desmantelando su sanidad pública intentarán detener su deterioro y otros que tienen una sanidad del siglo XIX intentarán adecuarse al siglo XXI. Pero poco más.
La pandemia, para los que sobrevivan, no va a servir más que para empobrecer a la clase media y terminar de hundir a la clase baja. La clase súper alta, que es la que realmente organiza el mundo a su antojo para su propio beneficio, no se va a ver afectada en lo más mínimo, salvo que va a enriquecerse un poco más. Incluso pueden salir mejor parados porque algunos, puede ser que les idolatren aún más porque donan millones para ayudar a frenar la pandemia. ¿Qué es un millón o dos o veinte comparado con lo que tienen?, es como para el resto de nosotros dar un dólar a un pobre a la puerta de una iglesia. Una limosna.
Lo que esta pandemia ha vuelto a dejar al descubierto es la solidaridad de muchísimas personas en cualquier parte del mundo. La solidaridad siempre emerge en las catástrofes, lo cual es fantástico, pero se reduce cuando la situación vuelve a la normalidad. Y mientras no se consiga una igualdad real, en la que no pase hambre ni un solo ser humano, la solidaridad va a seguir siendo necesaria.
Por lo tanto, los que tenemos claro que el orden mundial debería de cambiar tenemos que liderar el cambio. O, mejor, más que liderar el cambio tenemos que comenzar a abrir la puerta para que este se realice, porque va a ser una lucha sin cuartel, silenciosa y larga, muy larga, posiblemente nos lleve más de un siglo. A no ser que tengamos en unos años una nueva pandemia que mate a dos millones de personas y se lleve por delante la economía tal como la conocemos.
Casi todos los que creemos que vivimos en una sociedad injusta e iniciemos ahora la lucha o, mejor, que seguimos en la lucha que iniciamos hace algún tiempo, es seguro que volveremos a la vida dentro de cien o doscientos años y, es posible, que entonces sigan las desigualdades pero tendremos ya un terreno preparado y abonado por nosotros en esta vida, para que sea más fácil la batalla final, ya que nuestros hijos, nuestros nietos, bisnietos y tataranietos habrán seguido la estela que ahora iniciamos nosotros.
¿Cómo tiene que ser esa lucha? Ahora tiene que ser espiritual, porque nosotros no podemos cambiar el sistema económico, pero si podemos cambiar la espiritualidad. Tampoco podemos salir a las calles siete mil quinientos millones de seres a reclamar un cambio de orden cuando cada uno de los siete mil quinientos millones tiene una idea de orden diferente en su cabeza. Si no fuera así, no habría tanto voto disperso. Personalmente nunca he entendido como un obrero puede votar a la derecha. Pero aunque se vote a la izquierda, da lo mismo. Son los mismos con una corbata de distinto color. Y lo que necesitamos no son líderes de derecha o de izquierda, necesitamos lideres humanos, que se sientan iguales, que amen a sus conciudadanos, que lloren con ellos, que rían con ellos, que el sufrimiento de uno sea su propio sufrimiento, que no sepan de economía, que no sepan de leyes, que sepan de justicia humana, de igualdad, de compasión y de humildad.  
Por lo tanto, hemos de dejar de lado, aunque sigamos en la lucha por reducir la desigualdad, las batallas política y económica para centrarnos en la batalla espiritual.
            Así como hay diferentes sistemas políticos y económicos y diferentes religiones, en lo referente a la espiritualidad, no hay dudas, solo existe un orden, el orden del Amor, que conlleva inherente todos sus atributos: alegría, fe, igualdad, humildad, comprensión, justicia social, tolerancia, paz, serenidad, misericordia, felicidad, generosidad, compasión, libertad, aceptación, bondad, honestidad, fortaleza, respeto, servicio.
Porque el cambio, el auténtico cambio, es actuar desde el Amor. El Amor solo tiene una regla, la Regla de Oro: Trata a los demás como tú mismo quieres ser tratado.
            Tenemos que ser el cambio que propugnamos realizando nuestro propio trabajo interior para ser el Amor que demandamos al mundo, porque al final de todo el camino, dentro de uno, cinco o mil años, la energía que va a mover el mundo es el Amor. Ese es el cambio, ese es el final del camino. Empecemos en nosotros mismos y hagámoslo ya, no esperemos a mañana.
Nuestro objetivo tiene que ser elevar nuestra vibración en el Amor para ir influyendo en los que nos rodean y estos a su vez influir en otros y estos en otros y así sucesivamente hasta llegar al poder. Es un trabajo lento ¿verdad? Y más lento porque es una batalla con uno mismo y, aunque sea incruenta, es la más terrorífica de las batallas.
Para eso lo mejor es comenzar por el principio. Saber de dónde partimos cada uno de nosotros, porque el final del camino es el mismo para todos: aprender a Amar.
Como pasar de donde estamos al Amor no es tarea fácil, mejor vayamos ganando cada una de las partes, subiendo un peldaño tras otro, que no son otros que las cualidades del Amor, para llegar al Todo. Hoy trabajo la paciencia, el mes que viene la tolerancia, al otro el perdón y, así, un día tras otro llegaremos a la cima.
Voy a terminar esta entrada con unas preguntas. A partir de la próxima intentaré desgranar como ganar cada una de las etapas que nos van a llevar a la cumbre.
Podéis escribir y contestar para unificar ideas.
¿Tenemos claro que todos SOMOS UNO, que somos lo mismo, todos con el mismo origen, todos con el mismo fin?
¿Tenemos claro que somos más que un cuerpo?
¿Tenemos claro para que venimos a la vida?
¿Tenemos claro que organizamos nuestra vida antes de encarnar?
¿Tenemos claro que la pandemia estaba contemplada en nuestro Plan de Vida?
Si tenemos claro que está contemplada en nuestro Plan de Vida y, por lo tanto, aceptada por nuestra alma ¿Qué esperábamos ganar con ella?
La contestación a estas preguntas y, algunas más, lleva implícito el trabajo a realizar.
Cuídense, todos somos necesarios, ya que si falta uno tendremos que suplir su vibración entre los demás.
Bendiciones.





sábado, 11 de abril de 2020

Crisis, pandemia, cambio


El confinamiento se alarga y se estira como si fuera chicle.

He dejado de ver noticias, son un poco cansinas, como lo son también las informaciones que van apareciendo por las redes sociales.

He leído casi diez millones de causas por las que este virus ha mutado para apoderarse del género humano. Pero sea cual sea la causa, ¿qué más da? Está aquí y hay que lidiar con él. Desde luego si la causa fuera la nueva tecnología 5G no deberíamos de permitir su expansión, aunque, de ser esta la razón, ya se encargarán los “auténticos poderes”, que usan a los presidentes de los países y organizaciones como títeres, para hacernos creer lo contrario.   

Pero hemos de tener presente que nada ocurre por casualidad, y que todos y cada uno de los seres humanos que habitamos en esta época el planeta ya teníamos contemplada esta circunstancia en nuestro Plan de Vida y, por supuesto, la hemos elegido voluntariamente. Somos unos héroes.

Unos para morir, otros para enfermar y sanar, otros para ayudar a todos a dejar atrás la enfermedad, otros para vigilar el orden, otros para poner palos en las ruedas, otros para arrimar el hombro, pero casi todos para sufrir que es la espoleta del cambio. Unos para encumbrarse y otros para hundirse, Pero todos para crecer, y para aumentar nuestra vibración y la vibración del planeta. Porque no existe nada, absolutamente nada, contemplado en el Plan de Vida de cada alma, que no sea para su crecimiento, para su aprendizaje, para su acercamiento a Dios.

  Terminaba la entrada anterior diciendo “…. si de esta crisis no sacamos la enseñanza de que todos somos lo mismo y de que ayudando y respetando al otro, me estoy ayudando y respetando yo, no habrá servido de nada tantas muertes, tanto dolor, tanta carencia y tanto sufrimiento”.

Pero ahora ya sé que todo va a seguir igual.

Es muy difícil cambiar un régimen capitalista que es el que impera en nuestras sociedades, ya que son auténticos genios para atontar a los millones de súbditos que con unas migajas hacen al “gran capital” cada día más y más rico.

De esta crisis, todos, menos “ellos”, vamos a salir maltrechos, más pobres, más controlados y, sobre todo, con más miedo, que es la herramienta principal que utilizan para subyugarnos.

Bueno, en realidad, todo no va a seguir igual. Algo habrá cambiado, pero será a nivel individual. Tendrá que ser uniendo esas individualidades como se comience a gestar el cambio. Ahí es donde radica la posibilidad de cambio. Pero, aunque no se produzca, no importa, como género humano, nosotros o nuestros descendientes, tendremos nuevas pandemias, y así será hasta que el cambio se materialice. El cambio se tiene que realizar sí o sí.

Ya hemos comprobado que se puede vivir sin futbol, sin toros, sin misas, sin procesiones, sin políticos, pero no se puede vivir sin un hospital perfectamente equipado, con un personal dignamente tratado y sobre todo, no se puede vivir sin una barra de pan o sin un plato de lentejas. Por lo tanto, el cambio lo tenemos que hacer no haciendo manifestaciones salvajes para conseguir un día más de vacaciones, o un incremento de sueldo miserable, sino dando la espalda, todos unidos, a todo lo superfluo que el gran capital ha hecho que consideremos esencial. Porque si nos manifestamos para conseguir tal o cual cosa, nos la van a dar para que volvamos a trabajar, pero ya se encargaran de sacárnosla de otro sitio. Son listos, son muy listos, y nosotros somos tontos, muy tontos.

Cuando no vaya gente a los eventos deportivos, no se gastarán millones y millones de dólares en sueldos para los jugadores. Todos los sueldos deberían oscilar en una banda de entre 1 como mínimo y 5 como máximo. Es decir, que, si el sueldo más bajo son 1.000 dólares, el más alto no debería ser superior a 5.000. En ningún lugar del planeta.  

Cuando nadie vote a los ineptos que se enriquecen a nuestra costa enfrentándonos a los unos contra los otros, podremos cambiar nuestro sistema político, porque los políticos, sea cual sea su insignia y su doctrina, enfrentan a los ciudadanos del norte con los del sur, favoreciendo a los cada vez más ricos y defenestrando, engañando y manipulando a los cada vez más pobres.  

Cuando los lugares de culto se encuentren vacíos un día sí y otro también, es posible que los líderes de las religiones reflexionen y se unan para ayudar a hacer un mundo igualitario y no condenar ni discriminar a nadie, porque entenderán realmente lo que significa ser hijos de Dios y apostarán por una sola religión: La religión del Amor.

Cuando nadie mire la basura televisiva, la cambiarán para enriquecer nuestra alma y no embrutecer nuestros egos. Y así sucesivamente con cualquiera de los métodos de atontamiento que utilizan contra la población.

Todos somos uno, todos somos lo mismo y nos enfrentan los políticos, las religiones, los deportes, los programas de televisión. Lo único que buscan es la separación. Divide y vencerás.

Somos nosotros los que tenemos que comenzar a gestar el cambio. Todos unidos. Ayudándonos. Vibrando al unísono en el Amor. Hasta entonces todo seguirá igual.

Sigan cuidándose.
Bendiciones.