El Devachan es
la morada de los ángeles, y no es un lugar, es un estado de conciencia. Loa
ángeles no necesitan de un espacio físico donde vivir, porque no tienen cuerpo.
Los ángeles son energía, son una chispa divina, una chispa eterna e indestructible,
su vida es conciencia, por lo tanto, su morada, no es ni más ni menos que un
estado de conciencia.
Al igual que
los ángeles, los seres humanos también somos una chispa divina, una chispa
divina eterna e indestructible, por lo tanto nuestra vida no se circunscribe a
la vida en el cuerpo, va más allá, llega a la eternidad, como los ángeles. Como
escribía Manly Palmer Hall autor canadiense
sobre el ocultismo,
la mitología
y las religiones,
que vivió en los últimos años del siglo XX: “Si hay una chispa divina en cada
ser humano, no hay razón para presumir que Dios en la Naturaleza vive para
siempre, pero en el ser humano está siempre muriendo”.
Efectivamente,
el ser humano solo deja en la Tierra lo que distingue su humanidad: el cuerpo
físico, pero el Ser, esa chispa divina, es indestructible y vive para siempre.
Es curioso
que la gran mayoría de seres humanos, de una forma u otra crean en esta
eternidad, porque creen en la inmortalidad del Alma y, sin embargo, tienen
miedo a la muerte. El miedo a la muerte sólo es una muestra de que su creencia
en la inmortalidad del Alma es intelectual, y no está integrada en el Ser, es
una muestra de la desconexión que el ser humano tiene con su Alma.
Cuando el
ser abandona su parte de humano, es decir, abandona el cuerpo, bien podríamos decir
que estamos más vivos que nunca porque al perder la identificación con el
cuerpo físico, no tiene las limitaciones que este impone.
Liberados de
oír, ver y sentir a través de los órganos del cuerpo físico, el ser experimenta
dentro de sí un poder que le permite la comprensión total de cualquier
situación.
Y después de
un paso más o menos largo por los planos astral y mental inferior, según la
evolución del ser, este entra en lo que va a ser su morada hasta una nueva
encarnación: el plano causal o Devachan, la morada de los ángeles, el cual es
un estado del Ser en el que se siente una inmensa felicidad, nada comparado a
la persona más feliz sobre la Tierra.
En este
plano, sólo le basta al Ser con pensar en algún lugar para encontrarse allí de
inmediato. Le basta con pensar con alguien muy querido, para encontrarse de
inmediato en su presencia. Los malentendidos son imposibles. Es un mundo de luz
donde el Ser asimila y transmuta en facultades las experiencias y aprendizajes
de su última vida en la Tierra.
La duración
de su estadía en este plano está condicionada por sus necesidades evolutivas.
Pronto la imperiosa necesidad de una nueva vida lo llevará de nuevo a la Tierra
dentro de un cuerpo.
Este plano
es lo más cerca que el ser humano se encuentra de la Divinidad, en tanto en cuando
prosigue su crecimiento, hasta que se de por concluido su aprendizaje en la
Tierra.
Es
apasionante.
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