La sociedad
nos iguala, aunque para desgracia nuestra, nos iguala en el sufrimiento, nos
iguala en la carencia, nos iguala en los deseos. La sociedad nos genera la
necesidad: una casa mejor, una segunda residencia, un carro más potente, etc.,
etc. Para cubrir esa necesidad la banca nos presta el dinero necesario, dinero
que nos ata a los bancos de por vida, obligándonos a aceptar cualquier
condición de trabajo, si tenemos la suerte de mantenerlo, por muy leonina que
sea, para poder hacer frente a nuestros créditos e hipotecas.
La misma
sociedad nos engaña, nos dice que somos libres, pero alguien se ha detenido a
pensar un momento en la esencia de esa libertad. Somos libres, ¿Para qué?,
¿Para votar cada cierto tiempo?, ¿A quién?,
siempre a los mismos, aunque a veces tengan diferentes nombres, diferentes collares. Votamos
siempre a los mismos que se están lucrando con nuestro trabajo, y los que
tienen diferente collar, pero que en ese momento no ejercen el poder, nos
azuzan para que salgamos a la calle a protestar en manifestación, lo cual
parece una pérdida de tiempo, sobre todo si nos atenemos a los resultados.
La sociedad,
y sobre todo sus dirigentes, que deberían de velar por el bienestar y la
satisfacción del ciudadano, subyugan a este hasta la extenuación, y en coyunturas
como la actual, sobre todo en los países desarrollados, hasta el suicidio.
¿Qué pasaría
si en vez de robotizarnos y programarnos para el sufrimiento nos robotizáramos
y programáramos para la felicidad?, porque en realidad sí que somos iguales, pero
nuestra igualdad radica en nuestra esencia. Todos somos una energía desgajada
de la misma Energía Divina, todos somos hermanos, todos somos un alma. ¿Por qué
nadie nos enseña esto?, ¿Por qué nadie nos enseña que la felicidad no radica en
conseguir bienes materiales?, ¿Por qué nadie nos explica que la felicidad es un
estado interior, y en cómo llegar a él?
Es posible
que nadie nos lo enseñe porque los que detentan el poder no sólo son listos
para manipularnos y subyugarnos, también lo son para saber que en ese estado
los seres humanos, que somos sus esclavos, dejaríamos de lado las necesidades
creadas por ellos con lo que se acabaría el dominio que ejercen sobre las
personas. Lo triste es que los políticos también son nuestros hermanos.
Tenemos que
despertar para conseguir que cese la manipulación, pero no de la forma en que
unos pocos lo están intentando, porque no lo consiguen. Hemos de probar otros
caminos. Podemos intentar el camino interior, ese en el que es imposible
generarnos necesidades, porque todas están cubiertas.
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