El ser
humano tiene un anhelo inconsciente: La unión con Dios, la unión con la
Conciencia Divina. Sin embargo, para desgracia del ser humano ese anhelo se
encuentra en el fondo del pozo de sus deseos, sin aire, sin luz, sin
posibilidad de asomarse a la superficie.
Pero ese
anhelo es tan fuerte que desde el fondo de su reclusión va enviando oleadas que
van impregnando casi todos los deseos que se encuentran por encima de él. De
tal manera, que en cada acción de vida, salvo algunas excepciones, en las que
la acción es dirigida por fuerzas de la oscuridad, se busca a Dios, casi con
desesperación, aunque el ser humano no es consciente de la búsqueda. Por eso la
insatisfacción que producen, al poco tiempo de conseguidos, la gran mayoría de
los deseos.
La satisfacción
por los deseos conseguidos tiene fecha de caducidad. Dura mientras no son
reemplazados por un nuevo deseo, o cómo máximo, dura hasta que se termina la
vida en la materia.
La unión con
Dios, sin embargo, no caduca, porque es eterna.
Hay
excepciones con algunos deseos, en los que no surge la insatisfacción al poco
tiempo de conseguido, y son los deseos que llevan una alta impregnación del
anhelo de unión con Dios. Son aquellos deseos ¿espirituales?, que aunque
satisfechos en la materia llevan aparejado un alto grado de ayuda, de servicio,
de compasión y de unión con el prójimo. Porque ayudar, servir y compadecerse
del prójimo, es el primer peldaño que acerca al ser humano a la unión con Dios.
Hemos de tener presente que cada ser humano es a imagen y semejanza de Dios, por
lo tanto unirse al prójimo es acercarse a Dios.
¿Qué hacer
para que ese anhelo enterrado bajo un sinfín de deseos pueda salir a la luz? El
pozo de los deseos es la mente, llena de prejuicios, llena de temor, llena de
críticas, llena de deseos. Hay que vaciar el pozo, hay que limpiar la mente, y
la aspiradora que puede limpiar la mente de tantas cosas inútiles, de tantos
pensamientos inútiles, de tantos recuerdos, de tantos deseos inalcanzables y de
tantos sueños ilusorios, es la meditación.
No se
debería dejar pasar un solo día sin dedicar un tiempo a esa limpieza, de la
misma manera que cada día limpiamos nuestro cuerpo.
Empieza
ahora, medita cada día, y pronto sentirás los progresos de acercamiento a Dios.