Todos los caminos de bondad
conducen a la iluminación y al despertar
Buda.
Todos
los que tratan, trabajan y escriben sobre temas relacionados con la
espiritualidad hablan de que el ser humano está dormido. Y tienen razón.
Y en todos los cursos, lecturas, talleres y prácticas, que rozan, aunque solo sea superficialmente la espiritualidad, nos hablan de la necesidad de despertar, ya que mientras el ser humano permanezca dormido, es claro que no se va a enterar del “porqué de la vida”.
El
problema es, que “el porqué de la vida” no lo pueden explicar muchos, porque
son muchos los dormidos, y es posible, que los que nos hablan del sueño del ser
humano, tampoco tengan muy claro que significa, y mucho menos lo que significa
estar despierto. Es posible que también estén dormidos, y que entiendan que hay
que despertar, pero más a nivel intelectual que integrado en sí mismos.
Nos
enseñan técnicas para dominar la mente, para vivir desde el corazón, o para
controlar las emociones. Pero casi ninguno habla de Dios. Y el único objetivo
de la vida es caminar en la búsqueda de Dios, con la finalidad de unirse a Él.
Entonces,
¿Qué significa despertar? Despertar significa dejar de identificarse con el
cuerpo para identificarse con el alma, sin olvidar, por supuesto, que el cuerpo
es el instrumento para despertar. Se trata de no dejarse dominar por la mente,
pero teniendo claro que el despertar ha de iniciarse en la mente. Por lo tanto,
no se puede abdicar y mucho menos aborrecer al cuerpo, ni a la mente. Se trata,
con el cuerpo como instrumento y bajo la dirección de la mente, vivir en Dios.
Es
imprescindible la mente para ser conscientes del sueño. Es imprescindible la
mente para despertar y para vivir con atención cada instante de vida, y poder
así darse cuenta de actuaciones que indican que se ha vuelto a caer en la somnolencia,
si es que en algún momento se ha salido de ella.
Alguien
podría pensar que, por el mero hecho de meditar, de practicar alguna técnica
oriental, de leer muchos libros espirituales, de ser vegano, o de dedicarse a
la medicina alternativa, ya están despiertos. No es tal.
Una
cosa es comenzar a despertar y otra muy diferentes estar despiertos. La
meditación, el yoga, la lectura de libros espirituales y, el sin fin de
técnicas que proliferan hoy en día vendiendo espiritualidad, o pseudo
espiritualidad, solo son el sonido, necesario, de “tic tac” que hace el reloj
despertador que, con algo de suerte, con más paciencia, con mucha voluntad y un
ingente trabajo, puede ser que haga abrir un ojo al hombre que se encuentra en su
profundo sueño.
Un
hombre despierto es total y absolutamente consciente de la vida. Un hombre
despierto vive en Dios, por lo tanto, no se identifica con el miedo, ni con la
crítica, no juzga ni se ofende, no engaña, no roba, no se preocupa, no sufre,
no siente celos, no pierde la paciencia, y un sinfín más de hábitos negativos,
que lo único que hacen es separarle de Dios. Un hombre despierto es
completamente feliz, vive en paz, la serenidad es su bandera, la compasión es su
ropaje, la humildad es una rutina de vida, el amor su herramienta, y Dios su
guía.
Son
escasísimos los despiertos, porque seguramente ya no estarían aquí, y si están,
es que están en sus últimos días en la materia. Todos los demás estamos
dormidos, en mayor o menor medida, pero dormidos.
Recuerda
que despierto e iluminado son sinónimos, y que Buda era el despierto, era el
iluminado.
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