Me he encontrado con
muchísimas personas que me han dicho: “Es que no se meditar”. Y mi respuesta
siempre es la misma: “Todo el mundo sabe meditar”. Decir que no se sabe meditar
es como decir que no se sabe dormir, y que le enseñen a dormir. Nadie le enseña
a dormir, dormir es una necesidad del cuerpo. Meditar es una necesidad del
alma.
Meditar es la cesación
del pensamiento, y el pensamiento puede cesar estando sentado, de pie,
acostado, apoyando la espalda en la pared o manteniéndola recta. Puede cesar
tocándose las yemas de unos dedos, de otros, o de ninguno. Puede cesar vestidos
de blanco y de negro, en la madrugada y en la noche, con la cabeza erguida o
inclinada. Lo importante es que cese el pensamiento, cualquier pensamiento,
hasta los pensamientos inducidos de repetición de palabras, por cánticos más o
menos espirituales, o por la repetición de “un cuento” que va contando un guía
de meditación.
La meditación lo que
busca es el silencio, es el vacío, es la nada, y eso es imposible de enseñar.
Todo lo que enseñamos
quienes nos dedicamos a estos menesteres, está bien, puede ayudar en un
principio, pero no estamos enseñando meditación, porque la meditación no se
enseña, llega por sí sola. Enseñamos técnicas de concentración, de imaginación,
de contemplación, de visualización, de respiración, y algún “ción” más.
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