Mi alma, mis libros, mis creencias, mi corazón y mis opiniones.
El viaje del alma
El alma no tiene raza, no tiene religión, solo conoce el Amor y la Compasión. Todos somos seres divinos, hace miles de años que lo sabemos, pero nos hemos olvidado y, para volver a casa tenemos que recordar el camino. BRIAN WEISS
La energía de la bendición es una de las más poderosas
que existe, junto a las energías del amor y del perdón.
Ahora parece ser un buen momento para hacer uso de esa
energía enviándosela a los enfermos del coronavirus para reforzar los
tratamientos médicos y las cadenas de meditación y de oración que se estén
realizando.
Cada bendición puede durar menos de medio minuto. Por
lo que puedes bendecir a más de un enfermo. En un cuarto de hora se puede
enviar la energía de la bendición a treinta personas.
Teniendo en cuenta que todos estamos en casa y tenemos
tiempo, más que de sobra, se puede dedicar un cuarto de hora en la mañana y
otro en la tarde.
¿Cómo hacerlo teniendo en cuenta que no conocemos a
las personas enfermas, a no ser que tengamos algún conocido con el virus?
Se puede hacer visualizando, pensando o imaginando la
silueta de una persona con un número delante. Si vas a enviar la energía a
treinta personas, piensa en un país y vete cambiando el número del 1 al 30, por
ejemplo. Y en la tarde sigue desde el número 31 en adelante, y así cada día.
Alguien puede pensar, ¿cómo va a llegar la energía a
una persona de esa manera que parece tan sutil? No te preocupes, ya se
encargará la energía, que es más inteligente que tú, de llegar a la persona que
la envías.
Para
realizar la bendición:
-Siéntate
con las plantas de los pies bien apoyadas en el piso.
-Levanta
las manos a la altura de los hombros con las palmas dirigidas al frente. Los brazos
cómodos al lado del cuerpo.
-Con
los ojos cerrados imagina a la persona delante de ti.
-Pide
a Dios que abra tu canal de Luz.
-Imagina
que llega una energía a ti por tu chakra corona.
-Esa
energía baja hasta tu corazón y se reparte por tus brazos para salir por tus
manos.
-Visualiza
esa energía saliendo de tus manos y llegando a la persona que tienes delante.
- Repite
en tu interior: Yo te bendigo, yo te bendigo con salud, yo te bendigo con paz,
con amor, con serenidad, con abundancia y prosperidad. Yo te bendigo. Te amo.
Cambias la imagen de la persona que tienes delante y
vuelves con la bendición. Cuando digo cambias la persona, en realidad, lo que
tienes que cambiar es el número. Así hasta que te canses.
Si esto te resulta difícil, puedes visualizar un país
y enviar la bendición a los enfermos de todo el país. Puedes hacerlo como te
apetezca, pero aprovecha parte de este tiempo de ocio con el que nos hemos
encontrado.
He
vivido en quince poblaciones de tres países diferentes y he realizado más de
una treintena de mudanzas. Sí, es cierto, mi chakra base nunca ha sido muy grande,
comparado con el resto de chakras, y eso, a pesar de trabajar específicamente
en él desde que conozco que somos energía. Si tenemos en cuenta que este chakra
también tiene que ver con el dinero ya podéis haceros una idea de cómo se encuentra
mi estado de cuentas. Pues tan escurrido como el chakra.
Todos los
cambios de vivienda, de población y de país los he realizado sin mirar atrás,
sin añoranza por lo que dejaba y con una cierta ilusión, tampoco excesiva, por
lo nuevo que estaba entrando en mi vida.
No
tengo mal recuerdo de ninguno de los lugares donde he vivido, excepto dos. Uno
cuando era muy pequeño. No creo que tuviera más de cinco años. Nos fuimos a
vivir a una especie de cuarto en el subsuelo de una panadería, (mis padres eran
más pobres de lo que yo lo soy ahora), y recuerdo por las noches ver pasar por
delante de la puerta de la habitación a los panaderos que estaban trabajando
haciendo el pan. A mí eso me asustaba. Pensaba que eran demonios vestidos de
blanco que venían por nosotros en mitad de la noche.
El otro,
treinta y tantos años después, fue mi estancia en un mini piso al que me fui
cuando me separé por primera vez. Era un sitio muy frío, inhóspito, con cuatro
muebles destartalados. Dormía vestido arropado por todas las ropas de que
disponía entonces. Estuve dos meses en esa especie de Siberia, y puedo decir,
sin temor a equivocarme, que fueron los peores de mi vida, con diferencia, ya
que al dolor de la separación se unía el frío y la incomodidad. Es posible que
una separación traumática, como fue la mía, viviendo en un palacio hubiera sido
más llevadera.
Tengo
claro que he llegado a esta vida con una buena parte de la asignatura del desapego
aprobada en alguna de mis vidas anteriores. Reconozco su importancia porque el
apego es, justamente, una de las emociones que mayor sufrimiento provoca en mis
compañeros de viaje por la vida.
El
diccionario, que es quien más sabe de definiciones, define el apego como una
inclinación especial hacia algo o hacia alguien. Esta inclinación hacia alguien
puede generar un vínculo afectivo y a través de este vínculo se espera
encontrar protección, paz, felicidad, seguridad y hasta amor.
Creo
que este es uno de los grandes males de los seres humanos. Los otros dos
grandes males son el no saber realmente quienes son y el no saber para qué
venimos a la vida.
Afortunadamente
solo he convivido durante una parte de mi vida, unos cuarenta años, con los dos
últimos. ¡Que ya es bastante! Pero de apego creo no haber sufrido ni un gramo.
Vivo
independiente desde los diecisiete años. Me he casado tres veces y tengo dos
hijos y dos nietos, una niña de diez años y un niño de ocho que es la misma
edad que tiene mi hijo pequeño, es decir, su tío.
Estoy a
punto de cumplir setenta años. Nunca pensé que llegaría tan lejos, teniendo en
cuenta que todos los hombres de mi familia, por la rama paterna, murieron con
sesenta y cuatro años. Siempre hay excepciones que confirman la regla. Me he
programado para vivir 92 años.
Reflexionando
sobre la nomadicidad y las vicisitudes de mí vida me siento como si hubiera
vivido, al menos, cinco vidas en una.
Cuento
como primera vida el tiempo transcurrido desde mi nacimiento hasta que abandoné
el hogar de mis padres para vivir una vida independiente con diecisiete años, a
novecientos kilómetros del que había sido mi hogar.
La
segunda vida abarca un ciclo, también de diecisiete años, desde mi
independencia hasta el divorcio de mi primera esposa y madre de mi hija mayor.
Es
curioso, ahora soy consciente de que el ciclo de la tercera vida, también, tiene
una duración de diecisiete años, tiempo en el que volví a casarme y a separarme
por segunda vez mientras iniciaba el acceso a una vida más espiritual.
La
cuarta vida engloba una vida en solitario, sin pareja, regentando un centro de
yoga y salud, en el que daba clases de yoga, guiaba meditaciones, realizaba
cursos de formación de terapeutas y hacía sanación.Este ciclo fue más corto, de tan solo diez
años. Fue una etapa de intenso aprendizaje.
Y, por
último, la quinta vida, la vida en la que me encuentro desde hace diez años,
lejos de mi país de nacimiento, dedicándome básicamente a mi hijo, a mi esposa,
a la sanación y la escritura.
En
plena cuarentena por el Covid19, confinado en casa como el resto del mundo,
¿estaré iniciando mi sexta vida o será la Tierra y con ella la humanidad la que
está iniciando una nueva etapa?
Hace
tiempo que escucho y leo, sin llegar a creérmelo, que la humanidad está dando
un salto importante en su crecimiento. Supongo que debíamos ir demasiado lentos
y “alguien” ha decidido darnos un empujoncito. Porque si de esta crisis no
sacamos la enseñanza de que todos somos lo mismo y de que ayudando y respetando
al otro, me estoy ayudando y respetando a mí, no habrá servido de nada tantas
muertes, tanto dolor, tanta carencia y tanto sufrimiento.
¡Cuídense
y así cuidarán al otro!
¡Bendiciones!
CONTINUARÁ
Como la canción "Resistiré" del Dúo Dinámico se ha puesto rabiosamente de moda, la comparto con vosotros.
Hoy he
sido consciente de un sueño recurrente que tengo hace, por lo menos, cuatro o
cinco años En el sueño, que tengo una o dos veces por semana, estoy preparando,
o estoy a punto de realizar, un viaje que casi siempre es de vuelta a casa
después de trabajar una temporada en otro lugar. En el sueño siempre existe
algún contratiempo. He perdido los billetes o no encuentro el pasaporte o se
rompen las maletas o está cortada la carretera. El caso es que no puedo viajar,
lo que me causa un sufrimiento importante. Estoy seguro de que podría
calificarlo como pesadilla porque es un alivio cuando despierto y soy
consciente de que estoy en la cama de mi casa sin tener ningún viaje pendiente.
Últimamente
el sueño ha comenzado a presentar algunas variaciones. Sigo sin poder viajar
por los mismos problemas que en los sueños anteriores, pero a última hora,
justo antes de despertarme, el problema que me impedía realizar el viaje se
soluciona. Aparecen los billetes o encuentro de manera milagrosa el pasaporte
en algún cajón o miro hacia abajo y allí están mis maletas que hace un momento
no estaban. Sigo sin viajar porque no me da tiempo, ya que me despierto cuando
se soluciona mi problema, pero el alivio, en lugar de sentirlo en el momento de
ser consciente de que era un sueño, lo siento unos instantes antes con lo que
el despertar es más agradable.
No
entiendo nada de sueños ni de su interpretación, pero hoy, con la alegría de
haber encontrado el pasaporte en el último momento, nada más despertar, me fui
directo a la computadora. Busqué el significado, algo que nunca había hecho, y cuando
leí la interpretación que aparecía resonó en mi interior con la misma fuerza
que las campanadas de una catedral. Decía que soñar con un viaje es la
necesidad de realizar un cambio en la vida, y que si no se puede realizar el
viaje por problemas que puedan surgir en el sueño, es una resistencia a dicho
cambio.
En ese
momento me vino a la mente que hace casi dos años me rompí la tibia y el peroné
de la pierna derecha. Califiqué, entonces, ese hecho como un accidente fortuito,
sin prestar demasiada atención a una amiga que me dijo que era un mensaje de
que tenía que hacer un cambio de rumbo en mi vida. Así que parece claro que
estaba necesitando ese cambio de rumbo, y si me atengo al tiempo de duración de
los sueños este debería estar gestándose desde hace casi cinco años. Debo de
haber comenzado a dar tímidos pasos para ese cambio de rumbo, teniendo en
cuenta que en el sueño empiezan a aparecer los billetes o el pasaporte, pero
todavía no consigo viajar lo cual quiere decir que aún no he tomado el nuevo
rumbo.
Son
cinco años que, si bien, puede parecer un tiempo largo en la vida terrenal, no
lo son para la vida inmortal del alma. No hay tiempo para el alma que, como no
tiene prisa, puede esperar años y años sin cansarse de patrocinar sueños
recurrentes, un día tras otro, enviando en ellos mensajes subliminales para
que, algún día, el ego deje caer la venda de sus ojos y se haga consciente de
lo que le está demandando el alma que, a fin de cuentas, es la única razón para
estar vivo.
Una vez
entendido, (todo lo que se puede entender con una información tan volátil), que
se ha de realizar un cambio, aparece, de inmediato, una segunda cuestión ¿cuál
es el cambio de rumbo que se ha de realizar? Es lógico pensar que el cambio
puede estar relacionado con el trabajo, con el lugar, con las relaciones o
hasta podría ser cambiar el lugar donde se realizan las compras, ¿por qué no?, es
decir, todo relacionado con cuestiones de la vida o, mejor, con cuestiones
externas, ¿qué otra cosa podría ser protagonista de un cambio de rumbo?
Pero
si, si que hay otro protagonista, el más importante: La propia persona, sus
pensamientos, sus creencias, su actitud, su propia valoración, el amor hacia sí
misma.
Este
era exactamente el cambio que estaba demandando mi alma. No se trataba de
cambiar nada del exterior, se trataba de realizar un cambio interior. Se
trataba de reconocer y aceptar, sin soberbia y sin falsa modestia mi propio
poder, que no es que fuera ni mucho ni poco, era el mío, y punto. Y no solo no
lo aceptaba sino que tampoco lo reconocía, ya que me parecía que no podía ser,
teniendo en cuenta, además, que yo suspiraba por un poder diferente.
Pero
no. Ahí estaba la herramienta que yo mismo había elegido al otro lado de la
vida para realizar, con éxito, el trabajo, también, elegido por mí que me iba a
permitir acercarme al final de mi meta, que no es otra que el mismo Dios.
Este
diario íntimo es un reflejo de mis luchas internas, de mis pensamientos, mi
soberbia, mis miedos, mis dudas y mi trabajo interior para salir del pozo en el
que me encuentro, parece ser que muy cómodo, y encaminar mis pasos hacia ese
cambio de rumbo que no es otro que poner la directa hacia Dios dejando de esconderme,
de dar tumbos, de hacer piruetas y de justificar mis miserias.
Soy un
ser humano que, como todos, está aprendiendo a amar.