El viaje del alma

El alma no tiene raza, no tiene religión, solo conoce el Amor y la Compasión.
Todos somos seres divinos, hace miles de años que lo sabemos, pero nos hemos olvidado y,
para volver a casa tenemos que recordar el camino. BRIAN WEISS




lunes, 16 de junio de 2025

Todo depende de la opinión


 


Todo depende de la opinión.

La ambición, el lujo y la avaricia se remontan a ella, y también nuestras aflicciones.

Somos tan desgraciados como creemos serlo.

LUCIO ANNEO SÉNECA

Ciento por uno

 


Querido Dios: 

        Hoy me encuentro frente a Ti, buscando palabras que puedan expresar todo lo que llevo dentro. Mi corazón está cargado de pensamientos y emociones que, aunque difíciles de articular, necesitan ser compartidos contigo, porque sé que eres quien mejor puede comprenderme. 

Desde hace mucho tiempo, siempre he tratado de ser una persona generosa, alguien que da sin calcular ni medir. En los momentos en que he tenido abundancia, he compartido con alegría y con una profunda gratitud. No he escatimado cuando me pedían ayuda, cuando alguien necesitaba un empujón en los momentos difíciles. He dado con las manos llenas, sin temor y sin reservas, porque creía en la belleza de la generosidad, en el poder transformador de ayudar a los demás. 

Sin embargo, ahora que mi realidad ha cambiado, siento que esa generosidad que antes irradiaba, ha quedado relegada. No es que haya desaparecido de mi corazón, pero me encuentro en una posición vulnerable: una donde las fuerzas se agotan y las necesidades se acumulan. Y lo que me duele profundamente es que, en esos momentos de dificultad, cuando he necesitado apoyo, no siempre lo he encontrado. 

Se habla mucho de la promesa de "recibirás ciento por uno". Una frase que durante mucho tiempo creí fervientemente. Pero ahora que estoy aquí, reflexionando sobre mi camino y sobre las pruebas que he enfrentado, esa promesa me parece más un eslogan. ¿Es realmente cierta? ¿Es algo que puedo esperar con confianza, o simplemente una expresión creada para consolar al que da y motivar al que pide? 

Porque, querido Dios, si soy honesto, cuando más necesitaba ese "ciento por uno", no siempre se manifestó en mi vida. No digo que nunca haya recibido ayuda ni bendiciones, pero las circunstancias han sido tan retadoras que, muchas veces, tuve que luchar incansablemente para salir adelante. Sentí como si estuviera solo, navegando en un mar turbulento, buscando un puerto seguro que nunca llegaba. 

Sé que la vida está llena de caminos misteriosos, que hay un equilibrio que a veces no podemos entender. Pero en este momento, me cuesta encontrarle sentido. ¿Acaso lo que damos realmente regresa a nosotros? ¿Existe un balance divino, una justicia que retribuya nuestros actos de bondad? Porque cuando miro hacia atrás, y analizo todo lo que he dado, no puedo evitar sentir que ese "ciento por uno" ha sido más bien una meta inalcanzable. 

No estoy aquí para reprochar ni para exigir explicaciones, sino para buscar claridad. Para tratar de entender el propósito detrás de estas palabras. ¿Qué significa realmente esa promesa? ¿Es algo que debe ser aceptado sin cuestionar, como un acto de pura fe? ¿O hay algo más profundo que aún no he alcanzado a comprender? Porque, aunque me esfuerzo por mantener mi fe intacta, las dudas a veces se apoderan de mí. Y me pregunto, ¿qué sentido tiene dar sin medida, si al final, cuando me encuentro necesitado, no siempre recibo lo que se promete? 

A pesar de todo, no pierdo la esperanza de entender Tu mensaje. De descubrir lo que realmente intentas enseñarme a través de estas experiencias. Porque sé que hay una sabiduría infinita en Ti, una perspectiva que trasciende la comprensión humana. Y quiero aprender de esa sabiduría, quiero encontrar respuestas que me ayuden a entender mi propósito y a aceptar las pruebas con mayor serenidad. 

Por último, querido Dios, quiero agradecerte. No porque todo esté claro, ni porque tenga todas las respuestas, sino porque sé que estás aquí, escuchando mis palabras y acompañándome en este camino lleno de retos. A pesar de las dudas, a pesar de las preguntas sin respuesta, no dejo de creer en Tu amor. Y aunque me cuesta entender sus formas, sé que Tu presencia es constante, incluso en los momentos en que me siento perdido. 

Gracias por permitirme abrir mi corazón ante Ti, con transparencia y sin miedo. Por escucharme con paciencia, por sostenerme con Tu fuerza invisible. Mi fe sigue viva, aunque a veces vacile, y mi esperanza permanece, incluso en los días más oscuros. 

            Con humildad y gratitud, 

CARTAS A DIOS – Alfonso Vallejo

Juicios

 


Si te hace daño algo que viene de fuera, no es eso lo que te turba, sino tu juicio sobre ello. Te cabe la posibilidad de borrarlo. Si te hace daño alguna de las cosas que pertenecen a tu disposición, ¿quién te impide enderezar tu doctrina? También, si te produce daño no hacer eso que te parecía saludable, ¿por qué no lo haces en lugar de lamentarte? “Es que hay un impedimento muy fuerte”. Que no te haga daño: no se te acusa por no actuar. “Pero no merece la pena vivir si no se actúa”. Sal benévolo de una vida en la que también muere el que actúa, y hazlo además satisfecho con los impedimentos.

MARCO AURELIO

 


domingo, 15 de junio de 2025

Turbación

 


Cuando las circunstancias te obliguen a turbarte, repliégate rápido en ti mismo y no rompas tu ritmo más de lo que sea necesario. Serás más dueño de la armonía si no dejas de volver a ella.

MARCO AURELIO


Pobreza, riqueza

 


Mas no es pobreza aquella que es alegre; no es pobre el que tiene poco, sino el que ambiciona más. Pues, ¿qué importa cuánto caudal encierre en su arca, cuánto en sus graneros, cuánto ganado apaciente o cuántos préstamos haga, si codicia lo ajeno, si calcula no lo adquirido, sino lo que le queda por adquirir? ¿Preguntas cuál es el límite conveniente a las riquezas? Primero tener lo necesario, luego lo suficiente.

LUCIO ANNEO SÉNECA


Nada en la vida es un error

 


Querido hijo:

         Tu carta ha llenado mi corazón con el eco de tus preguntas, tus dudas y tus anhelos más profundos. Antes que nada, quiero que recuerdes algo esencial: cada pensamiento tuyo, cada lágrima derramada y cada sonrisa que ilumina tu rostro son importantes para mí. Tú eres una obra de amor, un ser creado con un propósito único, destinado a experimentar la vida en toda su riqueza y profundidad. No hay nada en ti que sea un error, pues cada detalle de tu existencia es valioso y significativo.

Sé que los desafíos de la vida pueden parecer abrumadores. Entiendo que la mortalidad y la incertidumbre que conlleva pueden despertar en ti un sinfín de emociones y preguntas difíciles. Pero quiero que recuerdes algo muy importante: cada día que te levantas, cada aliento que tomas, tiene un propósito. Aunque en ocasiones te parezca que las pruebas que enfrentas no tienen sentido, ten la certeza de que, en las mismas, se esconde una oportunidad para aprender, crecer y amar más profundamente. La vida no fue diseñada para ser fácil o carente de dificultades, pero en sus imperfecciones se encuentran lecciones valiosas que enriquecen tu alma y te conectan más íntimamente conmigo y con los demás.

El dolor y las dificultades, aunque duros de afrontar, no definen la totalidad de tu existencia. Son una parte del camino, pero no el destino final. Quiero que sepas que, incluso en los momentos más oscuros, cuando las sombras parecen interminables, la luz nunca deja de brillar. Esa luz está en el amor que te rodea, en la esperanza que puede renacer en tu corazón y en la belleza que habita incluso en los lugares más inesperados. Esa luz también eres tú, con tu capacidad de sembrar bondad, de conectar con otros y de reflejar mi amor en tus acciones diarias.

En los instantes en que te sientas perdido o desconectado, recuerda que nunca estás solo. Yo estoy contigo siempre, en cada paso que das, incluso cuando crees que me has perdido de vista. Te acompaño en tus alegrías y en tus penas, en tus logros y en tus caídas, ofreciéndote mi amor incondicional y mi guía para que encuentres el camino hacia la paz y la plenitud.

Vivir plenamente no significa huir de las dificultades ni pretender que la vida sea un constante estado de felicidad. Vivir plenamente es aprender a enfrentar los desafíos con valentía, a encontrar significado incluso en las pruebas más duras y a valorar las pequeñas maravillas que te rodean cada día. Te invito a buscar en lo cotidiano aquello que despierta en ti gratitud y alegría: una mirada amable, el aroma fresco de la tierra después de la lluvia, una conversación sincera, o un simple momento de silencio en el que puedas sentirte en conexión conmigo.

La mortalidad, aunque difícil de aceptar, es un recordatorio de que cada instante que tienes es un regalo. No temas a la muerte, pues es una parte natural del ciclo de la vida. Pero mientras tus días estén llenos de vida, quiero que los vivas con entusiasmo, con amor, con valentía y con un propósito claro. Aprovecha cada oportunidad para dejar huellas positivas en el mundo, para construir relaciones genuinas, para soñar sin límites y para disfrutar del milagro que es simplemente existir.

Hijo mío, no dudes de mi presencia y de mi amor infinito por ti. En los momentos de duda, cierra los ojos y siente la fuerza de mi amor sosteniéndote. En los días de alegría, celebra la vida con el corazón abierto. Y en los tiempos de incertidumbre, confía en que, aunque no siempre puedas ver el camino con claridad, estoy aquí para guiarte y caminar contigo.

Abre tus ojos al presente, porque el hoy es el mayor regalo que puedes recibir. Permite que la belleza y la bondad que hay a tu alrededor te envuelvan, y deja que mi amor sea la luz que ilumina tu camino, incluso en los días más oscuros. Siempre estoy aquí, deseando que encuentres la paz, la alegría y la plenitud que tanto buscas.

Con un amor eterno e incondicional, 

Tu Padre que te ama.

CARTAS A DIOS – Alfonso Vallejo


jueves, 12 de junio de 2025

Felicidad

 


La verdadera felicidad no consiste en tenerlo todo, sino en no desear nada. 

 Lucio Anneo Séneca 

Pensamiento positivo

 


Si alguien confiara el cuidado de tu cuerpo al primero en llegar, te indignarías; y cuando tú mismo abandonas tu alma al primero en llegar, a fin de que, si te injuria, tu alma será confundida y turbada, ¿no te avergüenzas de ello?

EPICTETO


Inercia espiritual

 


A menudo Paramahansaji prevenía a sus discípulos en contra de los peligros de la inercia espiritual.

“Los minutos son más importantes que los años”, solía decir. “Si no mantienen a Dios en sus pensamientos cada minuto de si vida, los años se les escurrirán inadvertidamente, y cuanto más necesiten del Señor, es posible que sean incapaces de sentir su presencia. Pero si llenan de divinas aspiraciones los minutos de su vida, los años se verán automáticamente saturados de ellas”.

PARAMAHANSA YOGANANDA


Regresión emocional

 


          Por esas asociaciones desconocidas que se generan en nuestro cerebro, acabo de recordar un evento que, hasta ahora, creía completamente olvidado. Fue algo que ocurrió hace más de cuarenta años, sepultado bajo capas de nuevas experiencias, rutinas y pensamientos que han ido ocupando mi mente con el paso del tiempo. Sin embargo, de manera casi involuntaria, he permitido que este recuerdo resurja, dándole espacio en mi presente sin haberlo convocado de manera consciente.

A medida que el pensamiento cobraba fuerza, me fui sumergiendo lentamente en el mismo estado emocional que me acompañó en aquel entonces. Es sorprendente la capacidad de nuestra mente para recrear no solo los hechos, sino también las sensaciones asociadas a ellos. Durante un buen rato, me vi atrapado en una especie de regresión emocional, reviviendo la ansiedad, el miedo y la sensación de desasosiego que experimenté en aquella época. A pesar del tiempo transcurrido, esos sentimientos se hicieron presentes con una intensidad casi idéntica a la de aquel momento. ¿Cómo es posible que un recuerdo tenga tal poder sobre nosotros?

Este fenómeno me lleva a una pregunta aún más profunda: ¿Qué es, realmente, el tiempo? Solemos concebirlo como una línea continua, algo que avanza inexorablemente desde el pasado hacia el futuro, sin detenerse, sin retroceder. Pero si esto fuera cierto, ¿por qué entonces podemos viajar en un instante a cualquier evento pasado con solo activar el botón del recuerdo? La memoria nos ofrece una forma de desafiar la percepción lineal del tiempo, permitiéndonos retroceder y experimentar momentos como si aún fueran parte del presente.

Si no existieran los espejos, esos testigos implacables de nuestra evolución física, reflejando cada nueva cana o arruga que se asoma con el paso de los años; si no fuera por los pequeños achaques y molestias que nos recuerdan que el cuerpo envejece, podríamos llegar a pensar que el tiempo no se mueve. En nuestro interior, en la esencia de lo que realmente somos, parece que no hay un sentido real de transcurrir. Tal vez no somos del todo conscientes de los cambios en nuestra percepción interna porque nuestra identidad profunda no está sujeta al reloj.

Es curioso cómo una simple evocación puede transportarnos a una época anterior, como si el tiempo nunca hubiera pasado. Nos ocurre cuando escuchamos una canción que marcó una etapa de nuestra vida, cuando percibimos un aroma que nos remite a la infancia, o cuando volvemos a pisar un lugar cargado de significado para nosotros. De pronto, no somos quienes somos ahora, sino quienes fuimos entonces. Lo vivido no se ha ido, permanece latente en algún rincón de nuestro ser, esperando el momento propicio para salir a la superficie.

Pero entonces, si podemos viajar mentalmente al pasado de manera tan vívida, ¿por qué no somos capaces de detener el tiempo en un presente perpetuo? Si no activáramos el mecanismo de los recuerdos, si pudiéramos moderar el ímpetu de nuestros deseos y el afán de proyectarnos hacia el futuro, tal vez viviríamos en un eterno ahora, en un presente continuo e inmutable. Sería como alcanzar un estado puro de conciencia, libre de ataduras temporales, donde el único propósito sería experimentar la realidad sin distracciones.

Sin embargo, nuestra naturaleza parece estar diseñada para moverse entre el pasado y el futuro de manera constante. Recordamos para aprender, para sentir, para revivir lo que nos marcó. Proyectamos hacia el futuro para anticiparnos, para construir, para tener esperanza en lo que vendrá. Esta dualidad hace que el presente, aunque real, sea muchas veces efímero, pues nuestra mente rara vez se queda quieta en él.

Si pudiéramos permanecer en ese presente absoluto, si lográramos despojarnos de la carga del pasado y la incertidumbre del futuro, ¿alcanzaríamos la felicidad permanente? Quizás sí, porque buena parte de nuestro sufrimiento proviene de los recuerdos dolorosos que nos persiguen y de los temores a lo desconocido. Al evitar la nostalgia y la ansiedad por lo que está por venir, podríamos enfocarnos solo en la vivencia pura del instante. No habría tristeza por lo que se perdió ni preocupación por lo que podría suceder. Solo existiría la calma de estar, simplemente, aquí y ahora.

No obstante, ¿sería posible una existencia así? ¿Es realmente deseable vivir sin recuerdos ni expectativas? Quizás no, porque los recuerdos dan profundidad a nuestra identidad, nos conectan con quienes somos y con los aprendizajes que hemos adquirido. Son el testimonio de nuestra historia, la evidencia de nuestras vivencias, y nos permiten entender el camino que hemos recorrido. De la misma manera, la anticipación del futuro nos motiva, nos da propósitos y nos empuja a crecer.

El tiempo es, en definitiva, un misterio fascinante. No es solo una sucesión de momentos medidos por relojes, sino un fenómeno subjetivo que cada persona experimenta de manera única. Es flexible, maleable, y puede expandirse o contraerse según nuestra percepción. Podemos sentir que ciertos días pasan volando y otros se alargan indefinidamente. Podemos revivir experiencias con una claridad asombrosa o perder por completo el rastro de ciertos fragmentos de nuestra existencia.

Tal vez el verdadero secreto no sea eliminar los recuerdos ni dejar de pensar en el futuro, sino aprender a equilibrarnos en ellos sin perder de vista el presente. Aceptar que el tiempo nos moldea, nos transforma, pero que, en el fondo, nuestra esencia permanece. Y que, aunque viajemos mentalmente hacia atrás o proyectemos lo que está por venir, la verdadera vida sucede aquí, en este instante, en el único espacio que realmente existe.

 

miércoles, 11 de junio de 2025

Busquen el Todo

 


“No se lamenten si no perciben ni luces ni imágenes en sus meditaciones”, díjoles el Maestro a los devotos. “Profundicen al máximo en la percepción del Supremo Gozo, y en verdad encontrarán en él la presencia de Dios. Busquen el Todo, no una parte de él”.

PARAMAHANSA YOGANANDA

 


Decreto: La Ley del Perdón

 



La muerte es un alivio

 


Querido Dios:

         Vivimos inmersos en una vorágine de estrés y ansiedad que parece no dar tregua. Cada día enfrentamos retos que muchas veces parecen demasiado grandes para superarlos. Las responsabilidades y las demandas de la vida moderna nos empujan a un ritmo implacable, dejándonos a menudo con la sensación de que estamos atrapados en un ciclo interminable de preocupaciones y lucha. Esto me lleva a cuestionarme constantemente: ¿Cuál es el propósito detrás de todo este esfuerzo? Si la vida se extinguiera mañana, ¿Qué sentido tendrían las luchas que hoy llenan mi mente y mi alma?

Hay días en los que, sinceramente, pienso en la muerte como un bálsamo para el alma cansada. La idea de que, al cerrar los ojos para siempre, desaparecen las preocupaciones, el sufrimiento, las injusticias e incluso el tiempo, me resulta tentador. Contemplo la muerte como una liberación, un descanso eterno donde las luchas cesan y el alma encuentra una paz absoluta. Es como si imaginar ese estado me ofreciera un alivio momentáneo en medio del caos.

Sin embargo, en mi corazón sé que mirar la vida desde esta perspectiva puede llevarme por un camino peligroso. La vida, aunque complicada y a veces dolorosa, es un regalo invaluable, un lienzo donde se dibujan momentos de felicidad, de amor, de belleza y de aprendizaje. Reconozco que es fácil perderse en el ruido y la confusión del día a día, olvidándose de las pequeñas maravillas que nos rodean: una sonrisa que ilumina el día, el aroma único de una flor en primavera, la caricia cálida del sol sobre la piel, o incluso una conversación profunda que toca el alma y renueva la esperanza.

Me pregunto constantemente si estoy viviendo de manera adecuada. ¿Estoy aprovechando realmente cada día como la oportunidad que es para buscar la paz, la plenitud y la conexión con quienes amo? ¿Estoy permitiéndome ver el mundo con ojos llenos de gratitud y no solo con un filtro de preocupaciones? ¿Estoy haciendo lo suficiente por valorar este don precioso que me has dado? Me cuestiono si estoy encontrando un equilibrio auténtico entre aceptar que la mortalidad es parte intrínseca de mi existencia y disfrutar profundamente cada instante que tengo el privilegio de vivir, por fugaz que sea.

Te escribo con humildad y esperanza, buscando claridad y fortaleza en medio de mis dudas. Sé que no soy el único que se enfrenta a estos pensamientos, y a veces eso mismo me reconforta: el saber que, en nuestra vulnerabilidad, todos los seres humanos compartimos una conexión común. Pero incluso así, hay momentos en los que la incertidumbre pesa demasiado y necesito algo más que palabras de consuelo. Necesito sentir tu presencia, tu guía, tu sabiduría para entender cómo afrontar los altibajos de este mundo sin perder la perspectiva y la fe.

¿Cómo puedo vivir plenamente mientras soy consciente de lo efímera que es esta existencia? ¿Cómo puedo aceptar la inevitabilidad de la muerte sin que me robe el entusiasmo por vivir? ¿Cómo hallo la serenidad para enfrentar los desafíos y, a la vez, la valentía para soñar, para amar, para entregarme al momento presente sin reservas?

Por favor, ilumina mi corazón y mi mente. Ayúdame a encontrar propósito y significado en cada pequeño detalle, en cada amanecer que despierta nuevas posibilidades, en cada sonrisa que refleja la bondad de tu creación. Ayúdame a ver la luz incluso en los días más oscuros, a sentir esperanza cuando todo parece perdido, y a encontrar paz incluso en medio de las tormentas. Porque sé que, aunque a veces parece llena de sombras, esta vida también está llena de luz, de amor y de oportunidades para crecer y florecer.

Gracias por escucharme, por estar siempre presente, incluso cuando yo me olvido de ello. Gracias por el regalo de la vida, con todas sus dificultades y todas sus maravillas. Gracias por los momentos de silencio en los que puedo sentirte más cerca, por los instantes de belleza que me recuerdan que tu amor está en todas partes.

           Con cariño, fe y esperanza,

Tu hijo que te busca, que te necesita, que confía en ti.

 

CARTAS A DIOS – Alfonso Vallejo

Lo que te conviene

 


La naturaleza universal otorga a cada cosa lo que le conviene, y en el momento en que le conviene.

MARCO AURELIO


¡Que se le va a hacer!

 



Aceptar lo que no podemos cambiar: el arte de no perder energía en lo externo. 

          ¡Qué se le va a hacer! Esta expresión, común en nuestra cotidianidad, encierra una sabiduría profunda: la capacidad de aceptar aquello que escapa a nuestro control. La vida está llena de situaciones inesperadas, decisiones ajenas que afectan nuestro camino y circunstancias externas que desafían nuestra tranquilidad. Y, sin embargo, nuestra reacción ante estos eventos es lo que define el impacto que tendrán en nuestro bienestar. 

En un mundo en el que tantas variables escapan a nuestro control, es fácil caer en la trampa del lamento, la queja y el enfado. Pero, ¿de qué sirve lamentarse si la causa del malestar proviene de un factor externo? Ese lamento no cambia la realidad y, en muchos casos, solo consigue alejarnos de nuestro centro emocional y drenarnos de energía valiosa. 

La clave está en distinguir entre lo que podemos cambiar y lo que simplemente debemos aceptar. Vivimos en un mundo de constante movimiento, donde las circunstancias se transforman sin previo aviso. Intentar resistir el flujo natural de los acontecimientos solo nos lleva a la frustración. Aprender a soltar, aceptar y fluir nos permite mantener nuestra energía enfocada en lo que sí está en nuestras manos. 

El filósofo estoico Epicteto decía que no podemos controlar los eventos externos, pero sí nuestra percepción de ellos. Este enfoque nos invita a asumir la responsabilidad sobre nuestras emociones y reacciones. En lugar de quedar atrapados en la frustración, podemos encontrar maneras de reinterpretar la situación y ver oportunidades en lo que, inicialmente, parecía ser un obstáculo. 

¿Qué podemos hacer cuando nos enfrentamos a situaciones que escapan a nuestra voluntad? Lo primero es reconocer la naturaleza de los eventos y preguntarnos si realmente tenemos el poder de cambiar algo. Si la respuesta es negativa, la mejor opción es aceptar y buscar cómo adaptarnos. La aceptación no significa resignación, sino inteligencia emocional: entender que nuestra energía tiene un mejor uso cuando la enfocamos en lo que sí podemos mejorar. 

Otro aspecto fundamental es la gestión de emociones. La ira, la frustración y la desesperanza pueden surgir cuando sentimos que no tenemos control sobre algo importante. Pero, en lugar de dejarnos arrastrar por estas emociones, podemos aprender a observarlas, entenderlas y luego dejarlas ir. Técnicas como la meditación, la escritura reflexiva y la conversación con personas de confianza pueden ayudar a procesar estos sentimientos sin que se conviertan en una carga permanente. 

Aceptar lo que no podemos cambiar no significa renunciar a la acción. Al contrario, nos libera para tomar decisiones más sabias y centradas. En vez de perder energía en la queja, podemos canalizar nuestros esfuerzos hacia aspectos de nuestra vida que sí dependen de nosotros: nuestras relaciones, nuestra actitud, nuestros proyectos y el crecimiento personal. 

A lo largo de la historia, grandes pensadores y líderes han aprendido esta lección. Desde los estoicos hasta los líderes espirituales, pasando por figuras que han enfrentado grandes adversidades, la clave del bienestar ha estado en su capacidad de aceptar la realidad y transformar su enfoque. 

En última instancia, se trata de una elección: podemos aferrarnos a la frustración o podemos liberar nuestra mente y nuestra energía para avanzar. Optar por la segunda opción nos permite vivir con mayor ligereza, reducir el estrés y centrarnos en lo que verdaderamente importa. 

Así que, ante los desafíos externos, recordemos la sabiduría de la frase: ¡Qué se le va a hacer! No como un acto de rendición, sino como un reconocimiento de nuestra capacidad de adaptación y fortaleza interior. 

jueves, 5 de junio de 2025

Tu mente es tuya

 




 Si una persona le diese tu cuerpo al primer extraño que se cruza en su camino, por cierto que estarías enojado. Sin embargo, no tienes ningún reparo en entregarle tu mente a la confusión y a la mistificación ante cualquiera que tenga el capricho de injuriarte.

EPICTETO


Despertar

 


Querido hijo mío:

 Escucho tu preocupación y siento tu deseo de cambio y mejora. Los valores que mencionas han estado siempre en el corazón del ser humano, pero el libre albedrío de cada uno guía el rumbo que toma la humanidad. Nunca he dejado de sembrar semillas de amor, bondad y compasión en cada uno de ustedes. Pero esas semillas necesitan ser cuidadas con acciones, elecciones y fe.

Te agradezco profundamente por abrir tu corazón hacia mí. En tus palabras encuentro la luz de tu alma y el reflejo de tu preocupación por el mundo que te rodea. Eres parte de mi creación, una chispa de mi amor eterno, y tus inquietudes son también las mías.

Es cierto que la humanidad atraviesa momentos difíciles, y muchas veces parece perderse en el caos de sus propias elecciones. Sin embargo, quiero que recuerdes algo importante: el amor, la bondad y la compasión no han desaparecido. Permanecen en cada corazón, esperando ser despertados y cultivados. La evolución espiritual y moral que buscas no está detenida; más bien, se encuentra oculta, aguardando a que la llamen a manifestarse con acciones y decisiones que reflejen el verdadero propósito de la existencia humana.

Despertarla es un trabajo colectivo, de cada uno hacia el otro. Tus palabras tienen poder. Al compartir tus pensamientos y practicar los valores que deseas ver en el mundo, inspiras a otros a hacer lo mismo.

Los valores que mencionas son el puente entre lo divino y lo humano. Son guías que os he dado para vivir con integridad, respeto y amor. Pero los valores no son sólo palabras; necesitan ser vividos y aplicados en cada pensamiento, en cada acción, y en cada relación. Al practicar los valores que deseas ver en el mundo, inspiras a otros a hacer lo mismo, y juntos se convierten en una fuerza transformadora.

Sabes bien que el cambio no ocurre de la noche a la mañana. Es un proceso lento, que requiere paciencia, perseverancia y fe. No estás solo en esta búsqueda. Estoy contigo en cada paso, en cada lucha, y en cada victoria. También estoy en aquellos que comparten tu visión y en quienes, aunque aún no lo sepan, están destinados a ser parte del movimiento hacia una humanidad más compasiva y unida.

Quiero que recuerdes que cada día es una oportunidad para sembrar esperanza. Incluso los actos más pequeños pueden tener un impacto profundo cuando se hacen con amor y sinceridad. Abraza a tus semejantes, escucha sus historias, comparte sus alegrías y alivian sus penas. Al hacerlo, estás llevando mi luz a ellos y multiplicando la bondad en el mundo.

Mi querido hijo, ten fe en ti mismo y en los demás. Aunque el camino sea difícil, y aunque la oscuridad parezca prevalecer en ciertos momentos, la luz siempre encuentra una manera de brillar. Tú eres un portador de esa luz, y tus palabras y acciones tienen el poder de guiar a otros hacia la verdad, la paz y el amor.

Recuerda que todo gran cambio empieza con actos pequeños, con amor y paciencia. No estás solo en esta búsqueda; camina conmigo y con aquellos que comparten tu visión. Juntos, el mundo puede resplandecer con la luz que llevan dentro.

Nunca olvides que cada día es una nueva oportunidad para ser mejor y para sembrar esperanza.

Sigue adelante con valentía, sabiendo que nunca estarás solo, porque mi presencia siempre estará contigo.

 

Con amor eterno.

CARTAS A DIOS – Alfonso Vallejo

 


La Luz de Dios

 


          “Tanto el diamante como el carbón reciben indistintamente los rayos del sol; más, mientras el carbón no se convierta en diamante, puro y transparente, no será capaz de reflejar la luz solar”, dijo el Maestro. “Asimismo, un hombre corriente, espiritualmente opaco, no puede compararse en belleza con el devoto purificado, capaz de reflejar la Luz de Dios”.

PARAMAHANSA YOGANANDA


Recibes lo que das

 


El que se equivoca, se equivoca contra sí mismo; el que comete injusticia se hace injusticia a sí mismo, pues el mal que hace es contra sí mismo.

MARCO AURELIO

DECRETO: Para despreocuparte de todo y centrarte en una cosa

 



martes, 3 de junio de 2025

Valores

 


Querido Dios:

         Cuando me asomo a la ventana de la vida, siento una inquietud profunda: nuestra evolución como seres humanos parece haberse detenido o, al menos, ralentizado. Cada vez más, escogemos para liderar nuestras naciones a personas que niegan la igualdad entre los seres humanos, que practican la intolerancia hacia todo lo diferente, que desprecian las normas establecidas y que parecen haber olvidado los valores que nos ayudan a afrontar las dificultades y los retos de la vida.

Hoy día, hablar de espiritualidad ya no parece suficiente. Todo se reduce a la religión que profesa el dirigente de turno, como si ser divinos ya no fuera una posibilidad para nosotros. En cambio, se nos ve como piezas indispensables en el engranaje de un sistema que busca enriquecerse a toda costa, dejando atrás la humanidad y el amor por nuestros semejantes. Más que fomentar la unión entre hermanos, predominan las divisiones: por raza, por género, por ideología. Por eso, la espiritualidad necesita complementarse con algo más. Algo que sea fácil de entender y que alcance el corazón de cada ser humano.

Ese “algo más” podrían ser los valores. Valores que, aunque también sean intangibles, son más accesibles y comprensibles que conceptos como el amor incondicional, la energía divina o el pensamiento trascendental. Los valores son los principios que rigen la vida de las personas, los grupos y las sociedades, y aunque puedan parecer abstractos, se manifiestan claramente en nuestras cualidades y actitudes.

Los valores que adoptamos son la fuerza impulsora detrás de muchos de nuestros comportamientos y decisiones. Reconocer su importancia nos ayuda a comprender los fundamentos que gobiernan nuestras acciones, nuestras emociones, y nos motivan a aspirar a ser mejores, cada día.

Por eso, querido Dios, te pido que nos ayudes a recordar y fortalecer nuestros valores. Que inspiremos a nuestras comunidades a vivir con más compasión, compartiendo, colaborando, ayudando y agradeciendo. Que aprendamos a disfrutar el presente con alegría y responsabilidad, reconociendo la belleza de la vida en su totalidad. Que juntos, como humanidad, encontremos el camino hacia una verdadera evolución basada en los principios que nos convierten en mejores personas.

Gracias Señor.

CARTAS A DIOS - Alfonso Vallejo

domingo, 1 de junio de 2025

Sobre los deseos

 


No exijas que las cosas sucedan tal como lo deseas. Procura desearlas tal como suceden y todo ocurrirá según tus deseos.

EPICTETO


Progreso espiritual

 


          Considerando que era posible asimilar las enseñanzas del Maestro exclusivamente a través de un profundo estudio, sin necesidad de practicar la meditación, cierto nuevo estudiante recibió el siguiente comentario de Paramahansaji: “La percepción de la verdad debe ser desarrollada desde el interior; no puede ser injertada”.

PARAMAHANSA YOGANANDA


Descubrir lo que tienes

 


Hijo mío: 

 Entiendo tus preguntas, tus inquietudes, y tus búsquedas. Desde el principio de los tiempos, el corazón humano ha sido un explorador, un viajero que busca sentido en todo lo que ve y toca. Esa inquietud por el “más” no es tu enemiga, sino un regalo, una brújula que puede guiarte hacia lo profundo, hacia lo verdadero. 

Pero te recordaré algo importante: el “más” que buscas afuera nunca llenará el vacío que se encuentra adentro. La riqueza más grande está en tu capacidad de amar, de ser compasivo, de conectarte conmigo y con tus hermanos. Mientras continúes buscando el “más” en lo efímero, en lo externo, solo encontrarás fugaces momentos de satisfacción. Si miras dentro de ti, encontrarás que ya tienes todo lo que necesitas. 

Las murallas que mencionas, aquellas que te separan de los demás, fueron creadas por el miedo y la inseguridad, no por mí. Yo diseñé el amor como un puente que une almas, como una fuerza capaz de sanar heridas y derribar cualquier barrera. Cada vez que eliges amar, eliges acercarte más a mí, porque Yo Soy amor. 

No te pido que dejes de soñar, de anhelar, de crecer. Pero sí te pido que aprendas a hacerlo con gratitud, con aceptación, y con humildad. Que busques el “más” que está en el servicio, en la generosidad, en el cuidado por los otros y por ti mismo. Ese “más” no se mide en riquezas ni en poder, sino en la luz que aportas al mundo. 

Sé que a menudo el camino parece confuso, como un sendero cubierto de neblina, donde las señales no siempre son claras. Pero quiero que recuerdes que incluso en la incertidumbre hay propósito, incluso en los momentos de duda estás aprendiendo, creciendo, acercándote más a la verdad de quién eres y de quién soy. 

Esa inquietud que sientes, esa búsqueda constante que nunca parece acabar, es un eco de la chispa divina que he puesto en ti. Es mi manera de recordarte que tú no estás hecho para conformarte con lo efímero, con lo pasajero. Tú fuiste creado para algo eterno, para algo que trasciende las barreras del tiempo y del espacio. Esa chispa es la prueba de que hay algo más grande que tú mismo, y que ese algo ya vive en tu interior. 

Aunque a veces el camino parezca empinado, y las cargas pesen sobre tus hombros, no estás solo. Cada paso que das, cada lucha que enfrentas, me tiene a tu lado. Recuerda que estás rodeado de milagros todos los días. No esperes grandes hazañas para encontrarme; estoy en cada sonrisa, en cada lágrima, en cada susurro del viento. Estoy en ti, en tus pensamientos, en tus esperanzas, en tu alma.  No importa cuán lejos creas que te has desviado, mi amor por ti es una constante, un faro que nunca se apaga. 

Quiero que te des permiso para sentir. Permiso para reconocer tus miedos, tus dudas, tus heridas. No te pido perfección, hijo mío; te pido autenticidad. Porque en esa verdad, en esa transparencia, es donde me encuentro contigo. No temas mostrar tus vulnerabilidades, porque ellas no te hacen débil, sino humano. Y es en lo humano donde reside lo divino. 

Deja que el amor sea tu guía. No un amor que posea ni que exija, sino un amor que libere, que dé, que se ofrezca sin esperar nada a cambio. Ese es el amor que yo he depositado en tu alma. Déjalo florecer, déjalo transformar no solo tu vida, sino también la vida de aquellos que te rodean. Porque cada acto de bondad, cada palabra de aliento, cada gesto de compasión, es un reflejo de mí en el mundo. 

Sigue adelante, hijo mío. Sigue buscando, no porque te falte algo, sino porque en la búsqueda descubres lo que siempre ha estado ahí. Descubres que ya eres amado, que ya eres suficiente, que ya eres luz. Y en esa luz, encontrarás la paz que tanto anhelas. 

Con amor eterno. Yo te bendigo. 

 

CARTAS A DIOS – Alfonso Vallejo

 


miércoles, 21 de mayo de 2025

Quiero más

 


Querido Dios:

 Es cierto, “somos lo que pensamos”, y entre nuestros pensamientos está ese que nos dice que siempre hay alguien que sabe más que yo, alguien más rico, alguien más importante, alguien con más poder; pero, curiosamente, también los hay menos sabios, más pobres, menos importantes y con poco poder; pero ¡qué curioso!, en esos pensamos menos.

Detrás de ese pensamiento de que hay alguien que tiene algo más, lo que sea, se forja el deseo, ¡Yo también quiero ……….. más! Y se comienza un peregrinaje mental y de emociones en pos de ese más que la mente ha decidido que necesita. Pero, es asombroso, al no pensar que tiene suficiente de lo que sea, no quiere nada con los menos ricos, menos sabios, menos importantes, con menos poder.

¡Qué poderoso es el pensamiento!, que nos hace ir en pos de “maestros”, en pos de “religiosos”, en pos de “políticos”, en pos de “famosos”.

A veces siento que ese “más” que perseguimos actúa como una máscara. Nos cubre el rostro de lo que realmente somos, porque tememos no ser suficientes. Nos hemos acostumbrado tanto a medirnos con estándares externos, a clasificarnos según logros, riquezas o reconocimientos, que hemos perdido la habilidad de encontrarnos con nosotros mismos. Miramos en el espejo y no vemos lo que somos, sino lo que nos falta ser. 

Es irónico, Dios, porque dentro de nosotros sabemos que esas comparaciones son una trampa. Sabemos que el valor verdadero de una persona no se encuentra en lo que tiene o aparenta, sino en lo que lleva en su corazón. Sin embargo, seguimos atrapados en esa red, atados a ideales y expectativas que a menudo ni siquiera son nuestras. Son voces del mundo que hemos convertido en nuestras guías, olvidando la voz suave que viene de Ti y que nos susurra: “Ya eres amado. Ya eres suficiente”.

Y esa lucha interna entre lo que deseamos y lo que somos genera cansancio, un cansancio profundo que ni siquiera reconocemos. Nos distraemos con más tareas, más metas, más ocupaciones, creyendo que llenar ese vacío con actividades nos dará paz. Pero no la da. En cambio, nos aleja más de lo esencial, de ese silencio donde podríamos escuchar Tu Voz y reencontrarnos con la Verdad. 

Sé que no estamos solos en esta búsqueda. Sé que Tú, Dios, siempre estás ahí, paciente, esperando a que levantemos la mirada del caos que nos hemos creado. Pero ¿Cómo hacerlo, Dios? ¿Cómo romper con ese ciclo? ¿Cómo encontrar la valentía para mirar hacia adentro, aceptar nuestra vulnerabilidad, y darnos cuenta de que no necesitamos buscar más porque ya te tenemos?

 Tal vez, Dios, el mayor regalo que nos diste fue el tiempo. Tiempo para detenernos, para reflexionar, para caminar descalzos por el jardín de la vida y redescubrir su belleza. Pero parece que hemos olvidado cómo usar ese regalo. Estamos tan ocupados llenándolo que no sabemos cómo simplemente habitarlo. 

Dios, no te pido respuestas fáciles ni soluciones inmediatas. Solo te pido que me des claridad, que ilumines mi mente y mi corazón para discernir lo que realmente importa. Enséñame a amar más allá de las apariencias, a construir puentes en lugar de muros, a vivir plenamente sin miedo al vacío. Porque creo, Dios, que en ese vacío es donde Tú habitas. 

Con gratitud y esperanza, 

Tu hijo.

CARTAS A DIOS – Alfonso Vallejo 


martes, 20 de mayo de 2025

Hablan de ti

 


          No te preocupes por lo que digan de ti. No es cosa tuya.

EPICTETO


Amar es el secreto

 


Amado hijo: 

         Escucho tu corazón, cada pensamiento que emerge de tu alma, y cada latido que lleva en sí la huella de tus anhelos. Tus preguntas no me son ajenas; las he conocido desde siempre. Cada búsqueda sincera que realizas, cada esfuerzo por acercarte a Mí, son un reflejo del profundo deseo que habita en ti, ese deseo que te conecta con el propósito para el que fuiste creado: la unión conmigo. Hijo amado, déjame decirte que ya en este acto de buscarme comienza tu transformación, aunque aún no lo percibas con claridad. 

San Juan de la Cruz, con sabiduría y amor, habló de la “transformación en Dios” como el destino más sublime del alma. No es, como a veces imaginas, perderte en el sentido de desaparecer, sino encontrarte plenamente en Mí. Es permitir que cada aspecto de tu ser, tus pensamientos, tus deseos y tus acciones, se alineen con Mi amor, como un río que fluye hacia el mar, encontrando su destino en la inmensidad que le da sentido. Es dejar de resistirte, dejar de luchar contra las corrientes del espíritu, para que Yo pueda vivir en ti plenamente. 

La transformación en Mí no ocurre de un momento a otro; no es un evento repentino ni una meta que se alcanza por mérito propio. Es un camino, hijo mío, un proceso que requiere humildad, paciencia y confianza. Es el viaje de aprender a soltar todo aquello que te impide ser libre: tus temores que te paralizan, tus dudas que te alejan de la verdad, tus apegos que te atan a lo temporal. Es aprender a abrir tu alma a la obra que ya estoy realizando en ti, aunque a veces te parezca silenciosa o imperceptible. Porque cada acto de amor, de misericordia y de sacrificio, te acerca más a Mi corazón, como un niño que, paso a paso, se aproxima a los brazos de su padre. 

Me preguntas cómo puedes lograrlo, y Mi respuesta es sencilla: Ámate, ámame y ama a los demás. En el amor, hijo mío, Yo estoy siempre presente. No busques métodos complicados ni fórmulas mágicas. Cuando sirves a los demás con un corazón genuino, cuando perdonas, aunque te cueste, cuando te das sin esperar nada a cambio, ahí, en esos pequeños actos, tu alma comienza a reflejar Mi presencia. En el amor desinteresado, en la entrega sincera, es donde me encontrarás más cerca que nunca. 

Recuerda, hijo amado, que no te pido perfección inmediata ni resultados rápidos. Yo no camino a tu lado como un juez que observa cada uno de tus errores para señalarte. Camino contigo como un padre que celebra cada paso que das hacia la luz, cada esfuerzo que haces por crecer en el amor. Incluso cuando tropiezas, confía en que Yo estoy contigo, levantándote, fortaleciéndote, porque en tus debilidades Mi gracia se perfecciona. No temas fallar; no temas no ser suficiente. Mi amor por ti trasciende cualquier limitación humana. 

Hijo mío, no temas. El grado más perfecto de perfección no es obra tuya, sino Mía. Tú no necesitas preocuparte por lograrlo por tus propias fuerzas. Solo déjame actuar en ti, déjame moldearte como el alfarero moldea el barro, con paciencia y cuidado, hasta que tu forma refleje la belleza que tengo en Mi corazón para ti. Tu única tarea, hijo amado, es permanecer en Mi amor. Permanece, confía, déjate amar. Porque en ese amor está la plenitud de todo lo que buscas, la respuesta a cada pregunta, la paz que sobrepasa todo entendimiento. 

Siempre contigo, 

Tu Padre que te ama infinitamente.

CARTAS A DIOS – Alfonso Vallejo