El viaje del alma

El alma no tiene raza, no tiene religión, solo conoce el Amor y la Compasión.
Todos somos seres divinos, hace miles de años que lo sabemos, pero nos hemos olvidado y,
para volver a casa tenemos que recordar el camino. BRIAN WEISS




sábado, 1 de noviembre de 2025

Mudra para despejarse

 


MUDRA PARA DESPEJARSE

 

Es bueno practicar este mudra cuando te sientes fatigado con frecuencia, cuando te enfrentas a un sinfín de trabajo o cuando estás por comenzar una nueva tarea.

Como se hace

Apoya el pulgar de la mano izquierda contra la uña del dedo corazón y coloca el pulgar de la mano derecha entre ellos.

Los otros dedos, en las dos manos, están extendidos.

Coloca el mudra delante del pecho con los brazos horizontales al piso.

Después de 20 respiraciones cambia la posición de los dedos: Apoya el pulgar de la mano derecha contra la uña del dedo corazón y coloca el pulgar de la mano izquierda entre ellos.

Respiración

Respira lenta y suavemente, alargando la respiración, haciendo una pausa después de la inhalación y la exhalación.

Lleva la atención al chakra base.

Sirve para

Activa la energía.

Libera bloqueos energéticos.

Estimula el meridiano de la vesícula biliar.


El mapa invisible del alma


 


“Dudar con fe es avanzar hacia la verdad”

 

Querido Dios:

          Aunque sé la respuesta, permíteme la pregunta: ¿Estoy en el lugar correcto?

No te escribo esta vez para pedir soluciones, ni siquiera certezas. Solo necesito formularlo. Dejar la pregunta en el aire, como quien enciende una vela en medio de la oscuridad, no para iluminar el camino completo, sino para ver un paso más adelante. Porque eso es lo que necesito ahora: saber si este paso, este momento, esta decisión… si todo esto tiene sentido dentro de ese mapa que sólo Tú conoces.

A veces siento que sí. Que estoy justo donde debería estar, cumpliendo el propósito que acordamos antes de que mi alma descendiera al mundo. Esos días son raros, luminosos, como si todo encajara. Pero son breves. Se escapan. Y en su ausencia se instala otra cosa: la duda. Esa compañera constante, silenciosa, a veces pesada, otras casi invisible, pero siempre presente. Hoy escribo desde ahí.

Me encuentro rodeado de cosas que he construido con tiempo, esfuerzo y esperanza. Personas, lugares, costumbres. Y, sin embargo, hay días en los que todo parece ajeno. Como si caminara dentro de una historia que no reconozco. Me pregunto si me he desviado, si me he quedado quieto cuando tenía que moverme, o si estoy corriendo hacia donde ya no hay camino.

Sé que todo tiene un propósito, incluso esta incertidumbre. Pero… ¿y si estoy lejos del mío? ¿Y si tomé caminos que me alejaron? ¿Y si me engañé creyendo que escuchaba tu voz, cuando en realidad sólo seguía mis propios miedos?

No te culpo. Jamás. Esta carta no nace desde el reproche, sino desde el deseo de afinar mi oído, mi intuición, mi alma. Quiero aprender a escuchar de verdad. Porque siento que, si pudiera hacerlo con total claridad, sabría sin duda dónde estar. Pero entre el ruido del mundo, las responsabilidades, las urgencias, los miedos… a veces tu voz se disuelve, y yo me pierdo.

Me miro en el espejo y me pregunto si estoy siendo yo, o solo la versión de mí que otros esperan. Me veo en los lugares donde vivo, donde me relaciono… y me cuestiono si realmente estoy sembrando algo, o solo cumpliendo rutinas. ¿Es este el terreno fértil para lo que debo crecer? ¿O estoy plantando semillas en tierra que no me corresponde?

Me asusta confesarlo, pero hay días en los que fantaseo con una vida distinta. No por capricho, ni por rechazo a la que tengo. Sino porque imagino que, tal vez, hay una versión de mí que está esperando que la encuentre. Una versión que respira con plenitud, que se siente en casa en cada paso que da. ¿Esa versión existe? ¿Está lejos, o ya la habito y no me doy cuenta?        

También me pregunto por las personas que me rodean. ¿Son parte de mi misión, de mi propósito? ¿O me he aferrado a vínculos que ya cumplieron su ciclo? ¿Y si soltar también forma parte de estar en el lugar correcto? Porque a veces estar en el sitio que corresponde exige dejar atrás cosas que amamos, y eso duele. Duele mucho. ¿Y cómo distinguir entonces entre lo que debe permanecer y lo que debe partir?

Quisiera saber si estoy al nivel espiritual que debía alcanzar en este punto de mi vida. ¿He aprendido lo que vine a aprender? ¿Me estoy esquivando a mí mismo por miedo al crecimiento que duele? O quizá estoy más cerca de la verdad de lo que creo, pero no lo veo porque me exijo una perfección que nunca prometiste.

Y ahí surge otra pregunta: ¿el lugar correcto es siempre físico? ¿Es geográfico? ¿Emocional? ¿Espiritual? ¿Es una persona, un estado mental, una etapa? Porque si es así, tal vez he estado buscando en mapas equivocados, intentando hallar coordenadas concretas en un viaje que es interno.

¿Estoy en el lugar correcto cuando me equivoco, si ese error me lleva al aprendizaje que necesito? ¿O hay errores que nos desvían, que nos alejan? ¿Cómo saber la diferencia?

A veces, en medio de la noche, siento que hay algo dentro de mí que quiere gritar, que quiere salir, que quiere cambiarlo todo. Pero luego amanece, y vuelvo a la rutina, como si ese fuego se apagara lentamente con el paso de las horas. ¿Es ese fuego tu señal? ¿O es sólo inquietud pasajera?

Y si estoy en el lugar correcto… ¿por qué me siento tan perdido?

          No quiero dramatizar. No escribo esto desde el abandono, sino desde el deseo genuino de entender. Porque mi amor por Ti sigue intacto, aunque a veces tambalee mi amor por mí mismo. No pretendo que me respondas enseguida. Ni siquiera que me des una señal. Solo quiero que sepas que estoy aquí, escribiéndote, abriéndome una vez más como tantas veces lo hice. Y que dentro de mí hay una voz que susurra: “Confía”. Aunque me cuesta. Aunque me falte el aire algunos días. Aunque no vea el mapa completo.

¿Estoy en el lugar correcto?

Aunque sé la respuesta, permíteme la pregunta. Porque formularla ya es un acto de fe. Es reconocer que estoy vivo, despierto, dispuesto a escuchar lo que venga. Es confiar en que incluso la duda tiene una función. Es mirarte, aunque sea con los ojos entrecerrados, esperando que en algún momento el horizonte se abra.

Gracias por leerme. Gracias por permitirme esta pregunta, una vez más.

CARTAS A DIOS - Alfonso Vallejo

Compasión

 


Las heridas del alma

 


Se daña a sí misma el alma de un hombre, sobre todo cuando se vuelve pústula, (lesión cutánea pequeña, inflamada y llena de pus, similar a una ampolla), como si fuera un tumor del mudo, por su cuenta.

Pues irritarse con alguna de las cosas que nos suceden es supurar contra la naturaleza, que en sí misma comprende las naturalezas de cada uno de los demás seres.

También cuando se le da la espalda a otro hombre o cuando uno se enfrenta a otro con intención de hacerle daño, como sucede en aquellos que se encolerizan.

En tercer lugar, se daña así misma cuando la supera el placer o el dolor.

En cuarto lugar, cuando finge y se encuentra falsa y mentirosa en lo que hace o en lo que dice.

En quinto lugar, cuando lleva a cabo algún acto o tiene algún impulso sin que los dirija ningún objetivo, sino al azar y de un modo inconsecuente, pues es preciso que incluso los actos más insignificantes apunten a un fin.

El fin para los seres racionales es seguir la razón y la ley de la ciudad y de la más venerable ciudadanía.

MARCO AURELIO


No se puede servir a dos amos

 


Hace muchos siglos que se le repite a la humanidad: “No se puede servir a dos amos” ¿Por qué? Porque no existe sino una Inteligencia, una Presencia, un Poder que pueda actuar, y esa Presencia es Dios en ti.

Cuando tu te vuelves a la manifestación exterior y crees en el poder de las apariencias, estás sirviendo a un dueño falso y usurpador que solo encuentra una apariencia porque contiene energía de Dios, la cuál está usando mal.

Tu habilidad para levantar la mano y la vista que fluye a través del sistema nervioso de tu cuerpo es Dios en Acción.

Cuando camines por la calle piensa por un momento: “Esta es la Inteligencia Divina y el Poder que me hace caminar, y ésta es la Inteligencia que me dice adónde voy”.

SAINT GERMAIN


Cambiar un hábito

 


“Un mal hábito puede modificarse rápidamente”, díjole el Maestro a cierto discípulo que buscaba su ayuda.

“Un hábito es el producto de la concentración mental. Has estado pensando siempre en una forma determinada. Para desarrollar un nuevo buen hábito, concéntrate, simplemente, en la dirección opuesta”.

PARAMAHANSA YOGANANDA


viernes, 31 de octubre de 2025

Triunfar sobre uno mismo

 


 

Esta frase de Lao Tse encierra una profunda verdad sobre la naturaleza del poder y la fortaleza humana. Vencer a otro puede demostrar fuerza física, estrategia o dominio, pero es una victoria externa, visible y muchas veces efímera. En cambio, vencerse a uno mismo implica un proceso mucho más complejo y transformador. Significa dominar los propios impulsos, superar los miedos, trascender el ego y actuar con sabiduría incluso cuando las emociones empujan en otra dirección.

La verdadera grandeza no reside en controlar a los demás, sino en gobernarse a sí mismo. Quien logra esto alcanza un poder interior que no depende de circunstancias externas. Es el poder de la serenidad ante el caos, de la templanza frente a la provocación, de la humildad en medio del éxito. Esta victoria interna es silenciosa, pero duradera; no busca reconocimiento, sino equilibrio.

En un mundo que valora la competencia y la conquista, Lao Tse nos invita a mirar hacia adentro. Nos recuerda que el camino más difícil, y más valioso, es el del autoconocimiento y la transformación personal. Porque solo quien se conoce y se domina puede vivir con auténtica libertad y ejercer una influencia profunda y positiva en su entorno.


El equilibrio de la Creación

 


 

En la Creación todo estaba en equilibrio. El ser humano está rompiendo ese equilibrio.

         Imaginemos a dos niños en un columpio doble, de esos que se balancean cuando ambos cooperan. Uno se impulsa hacia atrás mientras el otro avanza, y así, en perfecta sincronía, el columpio se mueve con armonía. El viento acaricia sus rostros, el sol los ilumina, y el juego se convierte en danza. Ninguno domina, ninguno se impone. Ambos entienden que el equilibrio depende de los dos.

         Este columpio representa la Creación: un sistema delicado, interconectado, donde cada ser tiene su lugar y su función. El agua fluye, los árboles respiran, los animales migran, las estaciones giran. Todo está diseñado para sostener la vida en un ciclo que se renueva constantemente. Como los niños en el columpio, la naturaleza se balancea entre opuestos: día y noche, lluvia y sol, nacimiento y muerte.

         Pero, ¿qué ocurre cuando uno de los niños decide impulsarse más fuerte, sin esperar al otro? El columpio se desequilibra. El juego se vuelve incómodo, incluso peligroso. El niño que se queda atrás ya no puede seguir el ritmo, y el que se adelanta pierde el sentido del juego. Lo que era armonía se convierte en caos.

         Así ha actuado el ser humano frente a la Creación. En su afán de progreso, ha olvidado que forma parte de ese columpio. Ha querido dominar la naturaleza, extraer sin medida, construir sin pausa, consumir sin conciencia. Ha roto el ritmo, ha ignorado al otro niño —que bien podría ser el planeta mismo— y ha convertido el juego en una lucha desigual.

         La deforestación, el cambio climático, la extinción de especies, la contaminación de mares y cielos… son señales de que el columpio ya no se balancea como antes. La Tierra, ese compañero silencioso, empieza a resentirse. Y como en el cuento, si no se recupera el equilibrio, el columpio puede detenerse o incluso romperse.

          Pero aún hay esperanza. El niño que se adelantó puede mirar atrás, reconocer el error y ajustar su impulso. Puede volver a coordinarse, escuchar, respetar el ritmo del otro. El ser humano tiene la capacidad de restaurar lo que ha dañado, de aprender a convivir con la naturaleza en lugar de someterla. La ciencia, la educación, la espiritualidad, el arte… son herramientas para reencontrar ese equilibrio perdido.

       La reflexión es clara: no estamos solos en el columpio. Cada decisión que tomamos afecta el balance del mundo. Si queremos seguir jugando, si queremos que el viento siga acariciando nuestros rostros, debemos volver a mirar al otro niño, al planeta, y recuperar juntos la armonía.


El sueño cuando el alma recuerda

 


“Despertar no es abrir los ojos, es abrir el corazón a lo eterno”

 

Querido hijo:

         Tu carta ha llegado. No por correo, ni por plegaria tradicional, sino por el pulso vibrante de tu alma que se ha elevado con sinceridad. No necesitas palabras para que te escuche; yo estoy en cada emoción que la generó, en cada pensamiento que la moldeó. Escucho incluso lo que no dices, lo que queda como eco entre líneas.

Tu comparación entre la vida y el sueño es profunda. Te diré que no estás lejos de la verdad. La vida, tal como la conoces, es una experiencia temporal, una escenificación de una realidad mucho más vasta. El cuerpo es el traje. El tiempo, el escenario. La emoción, el guión. Pero tú, querido hijo, eres mucho más que el actor. Eres la luz que da vida a esa representación, la chispa que no se apaga, el fragmento de mi esencia que elegí desplegar en ese sueño llamado mundo.

Me preguntas por qué no eres consciente dentro del sueño. ¿Por qué la humanidad parece andar dormida? ¿Por qué el alma, que es eterna, olvida quién es al encarnar?

Lo hiciste por amor. Porque el amor, verdadero amor, implica elección. Implica riesgo. Implica vivir sin certezas absolutas para que el acto de creer se convierta en arte sagrado. Si recordaras cada instante que estás soñando, no vivirías con intensidad. No habría búsqueda, ni descubrimiento, ni admiración ante lo inesperado.

Tú elegiste esta experiencia, hijo mío. Antes de que la luz tocara tu piel, antes de que el aire rozara tus pulmones, tu alma ya vibraba con la intención de sumergirse en este sueño para comprenderlo desde adentro. Viniste no solo a aprender, sino también a recordar. No recordar con la memoria del intelecto, sino con la memoria del espíritu. Esa que se activa cuando contemplas una flor y sientes que todo tiene sentido, aunque no lo puedas explicar.

En cada dolor, en cada alegría, hay una enseñanza que elegiste experimentar. No soy un director de teatro que dicta cada línea. Yo soy el telón de fondo, el aire entre las palabras, la presencia silenciosa que nunca te deja, aunque a veces me confundas con el azar.

Y sí, el sufrimiento está allí. No porque lo quiera, sino porque es parte del contraste necesario para que el alma crezca. Tú, como todos, tienes derecho a preguntarte por qué existe el dolor. La respuesta no es simple, pero te diré esto: el dolor no es castigo, es maestro. Enseña lo que la comodidad no muestra. Pero no estás hecho para quedarte en él. El dolor es la puerta, no la casa.

          A menudo me imaginas en formas humanas: con emociones, juicios, palabras. Lo comprendo. Es difícil concebir la inmensidad sin forma. Pero no soy un anciano con barba sentado en los cielos. Soy lo que late detrás de tus silencios, lo que canta entre tus células, lo que mueve el universo desde adentro. Y tú, hijo mío, eres parte de mí. No una parte apartada, sino un reflejo vivo. Cuando tú amas, yo amo. Cuando tú lloras, yo abrazo.

Sé que deseas una humanidad despierta, que anhela recordar su divinidad en medio del bullicio cotidiano. Tu deseo es noble. Y cada acto que hagas en esa dirección ya es un despertar. No esperes que el mundo cambie en un solo gesto. Pero cada mirada sincera, cada palabra bondadosa, cada silencio compartido… está sembrando luz.

La conciencia no llega de golpe. Es como la aurora. Primero un leve resplandor, luego los colores, después la claridad. Y al final, sin darte cuenta, el sol ya está sobre ti.

No eres responsable de salvar al mundo, pero sí de cuidar tu parcela de amor. No estás llamado a comprender todos los misterios, pero sí a vivirlos con reverencia. No te pido perfección. Te pido presencia.

¿Y qué sucede al despertar, cuando dejas la vida y regresas al origen? Lo que sucede no puede describirse con palabras humanas, pero puedo darte una imagen:

Imagina que llevas siglos viajando, acumulando historias, memorias, luchas y ternuras. Y un día, después de tanto caminar, llegas a casa. Al abrir la puerta, no te espera un juicio, sino un abrazo. Un abrazo tan vasto que lo envuelve todo: tus errores, tus aciertos, tus dudas, tus certezas. Ese abrazo soy yo. Ese abrazo eres tú volviendo a ti mismo. Y en ese instante… todo tiene sentido. No hay reproches. No hay castigos. Solo una comprensión que atraviesa cada fibra de tu ser.

Y es ahí donde dices: “Qué alivio… que solo eras una vida”. No porque la vida no importe, sino porque al verla en perspectiva, entiendes que fue solo una página de un libro infinito. Y sin embargo… ¡qué página tan valiosa fue! Nada de lo que viviste se pierde. Todo se integra, se transforma, se eleva.

¿Quieres despertar antes de ese momento? Entonces ama. Ama con conciencia. Ama sin razón. Ama incluso lo que no comprendes. Porque amar es el acto más parecido a mí.

Recuerda que no estás solo en este sueño. Hay otros como tú. Almas inquietas que susurran entre letras, que rezan sin saber que rezan, que buscan sin saber lo que buscan. Cada uno lleva una chispa del despertar. Cuando se encuentran, esa chispa se convierte en fuego.

Hijo mío, tu carta no solo fue leída, fue sentida. Y la respuesta no termina aquí. Vivirá contigo, en tus pensamientos más serenos, en las lágrimas que no reprimes, en los abrazos que das sin esperar nada. En ellos me encontrarás. Porque yo no estoy lejos. Estoy justo donde estás tú.

          Sigue soñando. Pero sueña con los ojos del alma abiertos.

Con amor eterno, Yo Soy.

CARTAS A DIOS - Alfonso Vallejo


Sé tú mismo

 


“El ganso de la nieve no necesita un baño para hacerse blanco.

Asimismo, tú tampoco necesitas hacer nada más que ser tú mismo”

 

Esta cita de Lao Tse nos invita a reflexionar sobre la autenticidad y el valor intrínseco que cada persona posee.

En una sociedad que constantemente nos empuja a cambiar, a mejorar, a encajar en moldes ajenos, esta frase nos recuerda que no necesitamos adornarnos ni transformarnos para ser valiosos. Nuestra esencia, tal como es, ya tiene luz propia. El ganso no se esfuerza por ser blanco; simplemente lo es. De igual forma, nosotros no debemos esforzarnos por ser lo que otros esperan, sino abrazar lo que somos.

Cultivar la autoestima implica reconocer que no necesitamos validación externa para sentirnos completos. Es un acto de amor propio aceptar nuestras virtudes y defectos, nuestras fortalezas y vulnerabilidades. Ser uno mismo no es conformismo, sino valentía: es caminar por la vida con la certeza de que nuestra autenticidad es suficiente. Cuando dejamos de compararnos y empezamos a valorarnos, florecemos con naturalidad, como el ganso en la nieve. La verdadera paz interior surge cuando dejamos de luchar contra lo que somos y empezamos a vivir desde la verdad de nuestro ser.


miércoles, 29 de octubre de 2025

Elige perdonar

 


No huyas, te llevas contigo

 


No son los viajes, es la disposición interior la que nos procura la salud.

A uno que se quejaba por este mismo motivo Sócrates le arguyó: «¿Por qué te maravillas de que tus viajes al extranjero de nada te aprovechen, cuando es a ti mismo a quien llevas de un lugar para otro? Te agobia la misma causa que te impulsó a salir».

¿En qué puede aliviarte la novedad de las tierras?, ¿en qué el conocimiento de ciudades y comarcas? A nada útil conduce ese ajetreo. ¿Quieres saber por qué esa huida no te reconforta? Huyes contigo mismo. Tienes que descargar el peso del alma; hasta entonces ningún paraje te agradará.

LUCIO ANNEO SÉNECA


viernes, 24 de octubre de 2025

Cuando el alma despierta

 


 

“Recordar que soñamos es el primer paso hacia la eternidad”

 

Querido Dios:       

Permíteme una reflexión. No como un reproche, ni siquiera como un reclamo, sino como una inquietud que brota del corazón cuando la mente se silencia.

Cuando en nuestros sueños aparece una pesadilla, al momento de despertar, al cruzar el umbral entre lo onírico y lo real, se siente un alivio inmenso: “Gracias a Dios que solo era un sueño”. En esa frase hay gratitud, hay humildad, hay ese pequeño acto de rendirse ante lo desconocido. Porque incluso en la vigilia más lúcida, hay cosas que no podemos controlar.

Creo, sinceramente, que la vida y la muerte son algo parecido. Creo que la vida es como un sueño, una ensoñación de la Creación. Un suspiro divino que se materializa en carne, en tiempo, en experiencia. Infinitamente minúsculo si se compara con la eternidad del alma. Y aun así, ¡cuán importante se nos hace! Vivimos aferrados a este sueño como si fuera todo. Tememos perderlo, tememos que termine, tememos que lo que hay más allá sea oscuro, o peor, nada.

Pero si la vida es un sueño, entonces también se despierta. También tiene un final. También se transita de la sombra del cuerpo a la luz del espíritu. Y ese momento, ese instante en que se deja el peso de lo terrenal, debe ser –imagino– como despertar de una larga noche. Con el alma expandiéndose como si finalmente recordara que siempre supo volar.

En el sueño de la vida hay de todo. Sufrimiento y dolor que desgarran, alegrías que iluminan, felicidad que envuelve, éxtasis que trasciende, paz que serena, ansiedad que agita. Todas las emociones desfilan como actores por este teatro temporal. Ninguna permanece para siempre, ninguna tiene el poder de definirnos. Solo son parte del relato.

A veces me pregunto si ese desfile de emociones no es más que el alma probando trajes, entendiendo las formas del amor, del miedo, del apego y la compasión. Y a veces siento que, incluso en medio del caos, algo en nosotros sabe que no estamos solos. Que tú estás en cada rincón del sueño, aunque no podamos verte desde esta perspectiva limitada.

Y entonces llega el día. El día del despertar. La muerte. Qué palabra tan cargada de silencios. Dejamos el cuerpo como quien deja una casa después de una larga estancia. La piel se queda, los ojos se cierran, los latidos se aquietan. Pero algo se enciende. Una llama que no se puede apagar, que no depende del oxígeno ni de la materia. El alma, libre al fin, vuela.

Y la sensación de amor supongo que es tan inmensa, que no hay tiempo de pensar: “Qué alivio, que solo eras una vida”. Creo que el amor lo cubre todo. Esa vibración única, inefable, que recorre el espíritu y lo abraza. Como si al despertar nos diéramos cuenta de que éramos parte de ti, desde siempre. De que nunca estuvimos separados.

Pero aquí viene mi pregunta, Señor. En este sueño que llamamos vida, ¿por qué no somos capaces de permanecer conscientes? ¿Por qué no recordamos mientras soñamos que estamos soñando? ¿Por qué no traemos esa misma lucidez espiritual a la vigilia de lo cotidiano?

A veces siento que vivimos dormidos dentro del sueño, como marionetas que han olvidado que están conectadas al cielo. Y otras veces, solo en momentos fugaces de belleza o dolor, algo nos sacude y nos recuerda que hay más. Que hay una verdad que nos espera. Pero dura poco. Se desvanece. Nos distraemos otra vez.

¿Será que hay un propósito en esta inconsciencia? ¿Será que el alma necesita olvidar para aprender desde cero? ¿Será que hay amor incluso en no saber? Porque si supiéramos todo desde el principio, quizás no valoraríamos nada. Quizás no sabríamos lo que significa confiar, avanzar en la oscuridad, buscar respuestas dentro del corazón.

Y aun así… no puedo evitar soñar con una humanidad despierta. Una humanidad que, aun en medio de este sueño, viva con conciencia. Que sepa que está soñando. Que recuerde que el alma es eterna. Que actúe con la certeza de que todo lo que hace reverbera más allá del tiempo.

Gracias Señor.

CARTAS A DIOS - Alfonso Vallejo


El fruto silencioso de la virtud

 


Hay quien cuando hace un favor, enseguida trae a colación su generosidad; hay quien no tan rápido, pero, si se lo guarda considera que el otro está en deuda y es consciente de lo que ha hecho. Pero ha quien ni siquiera es consciente de lo que ha hecho y es igual que una vid que da un racimo de uvas y no pretende nada más allá del fruto que le es propio u que hadado; como un caballo que galopa, un perro que rastrea o una abeja que fabrica miel; un hombre que obra bien no lo proclama, sino que pasa a otra cosa, como la vid en su estación da de nuevo su fruto.

¿Hay que ser entonces como aquellos que actúan sin ocuparse de las consecuencias? Sí, pero hay que tener en cuenta esto: es propio del ser que vive en comunidad que se de cuenta de que obra para la comunidad.

MARCO AURELIO

 


Amar sin condiciones

 


jueves, 23 de octubre de 2025

Prasanna Mudra - Mudra del cabello

 


PRASANNA MUDRA – MUDRA DEL CABELLO

También se denomina “Balayam”. Bala significa cabello y vyayama significa ejercicio. Es “Ejercicio para el cabello”.

Cómo se hace:

Apoya los dos pulgares sobre la parte anterior de los dedos índice respectivos.

Une las uñas de los dedos de las dos manos.

Coloca las manos a la altura del vientre.

Frota de arriba abajo, de manera rápida, rítmica y con una ligera presión las uñas entre sí.

Puedes contar hasta 30.

El frote de las uñas se denomina Sukshuma Kriya.

Sirve para:

Revitalizar el cabello. Fortalece las uñas y los dientes.

Duración:

30 fricciones.

Las veces que quieras.

A la hora que te apetezca.

Beneficios:

Fortalece las uñas

Revitaliza el cabello.

Promueve bienestar general.

Mejora la circulación sanguínea.

Reduce el estrés y la ansiedad.

No recomendado

Mujeres embarazadas.

Personas con hipertensión.


domingo, 19 de octubre de 2025

Dios en acción: Cada pensamiento cuenta

 


          No podré jamás ponderar demasiado la importancia de meditar en el “YO SOY” todo lo más posible, como siendo la Magna Activa Presencia de Dios en ti, en tu hogar, en tu mundo y en tus asuntos.

          Cada respiración es Dios en Acción en ti. El poder de expresar tu pensamiento y tu sentimiento es Dios Activo en ti.

          Como tu tienes libre albedrío, es asunto tuyo calificar la energía que proyectas en pensamiento y sentimiento, determinando como quieres que actúen para ti.

          Nadie puede preguntar: ¿Y cómo debo hacer para calificar la energía? Todo el mundo conoce la diferencia entre lo destructivo y lo constructivo en pensamiento, sentimiento y acción.

SAINT GERMAIN


Deja elegir a Dios



“¿Cuál es la mejor oración?”, preguntó un discípulo. El maestro respondió:

“Dile al Señor: “Te ruego que me des a conocer tu Voluntad”. No pidas: “Dame esto o dame aquello”, sino que confía en que Dios sabe lo que necesitas. Verás que obtienes bienes muy superiores cuando Él los elige por ti”.

PARAMAHANSA YOGANANDA 

sábado, 18 de octubre de 2025

La voz que responde desde el amor

 



“Quien duda con el corazón, ya está orando”

 

Querido hijo:

         He recibido tu carta con ternura, como recibo cada pensamiento sincero que brota de un corazón en busca de Verdad. No imaginas lo cerca que estás de Mí cuando dudas con amor, cuando cuestionas con deseo de comprensión, cuando miras más allá de las palabras aprendidas para tocar el alma de los hechos vividos.

Tu inquietud sobre Jesús, tu hermano mayor, como lo llamas con cariño, no solo es legítima, sino necesaria. Porque no vino al mundo a imponer verdades, sino a invitar a cada uno a descubrirlas desde su propia luz interior. El camino del espíritu no se recorre repitiendo ideas, sino iluminándolas desde la experiencia.

Sé que te duele Su sufrimiento, y lo comprendo. Yo también lo sentí. Aunque no lo viví como castigo, ni como exigencia, ni como sacrificio impuesto. Jesús no murió para que tú te sientas culpable, ni para que creas que eres indigno. Él eligió encarnar y vivir plenamente entre ustedes como muestra de libertad, de compasión absoluta y de entrega consciente. No para redimir un supuesto pecado, sino para encarnar el Amor, ese amor que transforma sin exigir, que libera sin castigar.

Tú lo has intuido bien: el pecado, como se ha entendido por siglos, es una construcción limitada. No hay ofensa posible contra Mí, porque no hay nada en ti que no sea parte de lo que Yo soy. ¿Cómo podría ofenderme una chispa de mi propio fuego? Lo que llaman pecado es, en realidad, ignorancia. Es el olvido de quienes son. Es el cierre momentáneo del corazón a la verdad de su divinidad. Pero incluso en ese olvido, Yo estoy presente.

Cuando dices que Jesús vino a enseñarte a amar, estás tocando el núcleo de su mensaje. Él no vino a sufrir, sino a “vivir con conciencia plena”, a “amar sin condiciones”, a “perdonar incluso cuando el mundo le negaba justicia”. En su caminar humano, te mostró que el Amor verdadero no es un sentimiento que depende de lo que se recibe, sino una energía que se entrega libremente, aún en la cruz, aún entre espinas, aun cuando parece que todo está perdido.

No estabas separado de Mí antes de Jesús. Nunca lo has estado. Ni tú, ni Buda, ni Moisés, ni Abraham, ni los millones que vinieron antes y después. Yo no me enojo. No castigo. No retiro mi presencia. Yo soy el océano en el que cada alma navega, aunque a veces no sepa que está rodeada de agua. Jesús no vino a “reconciliar” lo irreconciliable, sino a recordarte que nunca estuviste solo. Fue espejo, faro, melodía que resonó con una frecuencia de amor tan pura que aún hoy sigue tocando corazones.

Dices que te cuesta entender cómo un acto tan doloroso puede llamarse acto de amor. Te entiendo. Porque el amor que Yo soy no se define por evitar el sufrimiento, sino por “trascenderlo”, por “darle sentido”, por “usar incluso las heridas como puertas hacia la transformación”. Jesús abrazó su humanidad, y en ella te mostró que el alma no se quiebra en el dolor; se revela.

No se trató de un Dios que exige sufrimiento. Se trató de un alma iluminada que dijo: “Sí, viviré este camino, aun si duele. Lo haré por amor, lo haré para que vean, lo haré para que despierten.”

Tu honestidad es oración, hijo mío. Tu cuestionamiento es devoción. Porque no repites por costumbre, sino que te abres a descubrir. Eso, hijo mío, es lo que más me acerca a ti. No hay fórmula ni dogma que me contenga por completo. Pero cuando un corazón sincero me busca desde la humildad, estoy ahí, respirando en cada duda, acariciando cada pensamiento.

Tu comparación con bebés es tierna, y te diré algo: todos ustedes son semillas de eternidad. Y como todo en la vida, requieren tiempo, luz, agua y espacio para florecer. Jesús, en su grandeza, nunca quiso erigirse como superior, sino como guía. Y cada uno de ustedes tiene dentro el mismo potencial: son hijos míos. Hijos de mi Amor. Hijos del mismo fuego.

Encarnar en este mundo no es castigo. Es oportunidad. Es el laboratorio sagrado donde se experimenta el alma. Sí, la vida puede ser cruel. Pero también puede ser maravillosa. Cada día te doy la posibilidad de elegir, de mirar con nuevos ojos, de recordar quién eres. El dolor no es olvido, es señal. Te dice: “aquí hay algo que se puede transformar”.

Tu deseo de aprender a amar es la plegaria más elevada. Porque el Amor no se enseña con palabras. Se aprende viviendo. Y tú estás viviendo, buscando, preguntando, amando aun cuando no todo es claro. Eso es caminar hacia Mí. No estás perdido. Estás en proceso. Estás en el viaje sagrado del alma.

Jesús no vino para que lo veneres como figura distante, sino para que lo imites como compañero de camino. Él también dudó, también sintió miedo, también sudó sangre en su noche oscura. Pero eligió amar. Y eso lo hizo Maestro.

Tú también puedes elegir amar. Incluso cuando no entiendas todo. Incluso cuando el mundo sea caótico. Incluso cuando no tengas respuestas. Porque el Amor no exige saber. Solo pide presencia. Y tú estás presente.

Gracias por tu carta, por tu alma desnuda, por tu valentía espiritual. Yo te abrazo, sin juicio, sin exigencias, con alegría. Porque estás recordando. Porque estás despertando. Porque me reconoces, no solo en lo alto, sino en lo íntimo de tu corazón.

Sigue amando, sigue preguntando, sigue caminando. Aquí estaré, en cada paso, en cada silencio, en cada mirada compasiva que compartas con otro ser.

Yo te bendigo.

CARTAS A DIOS - Alfonso Vallejo

Felicidad y virtud

 


La verdadera felicidad reside en la virtud.

¿Qué te aconsejará esta virtud? Que no estimes bueno o malo lo que no acontece ni por virtud ni por malicia; en segundo lugar, que seas inconmovible incluso contra el mal que procede del bien; de modo que, en cuanto es lícito, te hagas un dios.

 ¿Qué te promete esta empresa? Privilegios grandes e iguales a los divinos: no serás obligado a nada, no necesitarás nada; serás libre, seguro, indemne; nada intentarás en vano, nada te impedirá; todo marchará conforme a tu deseo; nada adverso te sucederá, nada contrario a tu opinión o a tu voluntad.

 Pues qué, ¿basta la virtud para vivir feliz? Siendo perfecta y divina, ¿por qué no ha de bastar? Incluso es más que suficiente. ¿Pues qué puede faltar al que está exento de todo deseo?

¿Qué necesita del exterior el que ha recogido todas sus cosas en sí mismo? Pero el que tiende a la virtud, aun cuando haya avanzado mucho, necesita, sin embargo, algún favor de la fortuna, mientras aún lucha entre los afanes humanos, mientras desata aquel nudo y todo lazo mortal. ¿Qué diferencia hay entonces? Que unos están atados, otros amarrados, otros incluso agarrotados: el que ha llegado a una región superior y se ha elevado a más altura, arrastra una cadena floja, todavía no libre, pero ya casi libre.

LUCIO ANNEO SÉNECA


Supervivencia

 


miércoles, 15 de octubre de 2025

Que hablen

 


En las cosas que te propongas, atente a ellas como si fueran leyes, como si fueras a cometer impiedad si las trasgredes. Pero a lo que alguien vaya a decir de ti, no le prestes atención, porque eso ya no es cosa tuya.

EPICTETO