Se buscan retiros en el campo, en la costa, en el monte. Pero eso es lo menos filosófico que existe. Puedes retirarte en ti mismo cuando desees; pues no hay lugar de retiro más tranquilo ni más libre de ocupaciones que el alma de uno: más aún si se tiene dentro algo que, con solo inclinarse sobre ello, produce el mayor bienestar, y por bienestar quiero decir orden. Concédete a ti mismo ese retiro, una y otra vez, y renuévate.
Que sean sencillos y elementales aquellos
principios que, en cuanto los tengas delante, te basten para eliminar toda
aflicción y llevarte de vuelta en calma junto a las cosas a las que regresas. ¿Qué
te molesta entonces? ¿la maldad humana? Considera que los seres racionales
existen unos por otros, que tener paciencia forma parte de la justicia, que
obran mal involuntariamente, y cuantos que se enemistaron, que desconfiaron,
que odiaron, que se enfrentaron con lanzas están muertos y no son más que
cenizas. Para ya. ¿O acaso estás disgustado con la parte que te ha tocado del
universo? Preséntate esta disyuntiva “o providencia o átomos”, y cuántas cosas
te muestran que el universo es como una ciudad. ¿Son entonces las cosas de tu
cuerpo las que aún te afectan? Piensa que la inteligencia, una vez que llega al
dominio de sí y se da cuenta de su propio poder, no se mezcla de modo suave ni
brusco con ningún espíritu que esté en movimiento. Considera también cuanto has
escuchado y aceptado sobre el dolor y el placer.
¿Acaso
te va a apartar tu pequeña gloria? Considera la rapidez con la que cae todo en
el olvido, cómo la infinitud del tiempo se abre a ambos lados como un abismo,
la vacuidad que comporta la celebridad, la inconstancia y falta de juicio que
acompaña la fama, la estrechez del lugar en la que se circunscribe. La tierra
entera es una mota, y qué pequeño el rincón de esta en el que tú habitas. ¿Cuántos
y quienes serán los que allí te alaben?
Lo
que queda recuerda: la retirada a ese pequeño terreno que es de uno mismo; por
encima de todo no te distraigas ni te desazones en esfuerzos; sé libre y mira
las cosas como hombre, como ser humano, como ciudadano, como animal mortal. Que
entre aquellos principios que tienes a mano, aquellos a los que vuelves tu
mirada, estén estos dos: el primero, que las cosas no afectan el alma, sino que
esta permanece al margen e imperturbable y las turbulencias provienen únicamente
de la opinión interior; el segundo, que todo aquello que tienes ante los ojos
está a punto de cambiar y en un momento no estará ya. No dejes de pensar en los
cambios de los que has sido testigo. El Universo, mutación; la vida, opinión.
MARCO
AURELIO
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