El viaje del alma

El alma no tiene raza, no tiene religión, solo conoce el Amor y la Compasión.
Todos somos seres divinos, hace miles de años que lo sabemos, pero nos hemos olvidado y,
para volver a casa tenemos que recordar el camino. BRIAN WEISS




miércoles, 17 de agosto de 2022

La historia se repite

 


De la novela "Ocurrió en Lima". Capítulo II, parte 7.

-    No entiendo nada Ángel.

-    Déjame que te hable de Dios y así lo entenderás. De Dios sería suficiente con que te dijera que “Dios Es”, y lo Es desde siempre. Pero, ¿cómo empezó todo? Como para nosotros es casi inconcebible que algo no tenga principio o fin podemos decir que al principio de los tiempos había Nada y esa Nada era Dios. Fue a partir de esa Nada, es decir de Dios, que comenzó la Creación. Por lo tanto, todo, absolutamente todo, procede de Dios, tú y yo incluidos. Todos los seres humanos somos lo mismo, somos hermanos, todos hijos de Dios. Cada uno de nosotros somos como un átomo de la Energía Divina. Ese átomo o chispa de energía vive al otro lado de la materia y seguirá haciéndolo hasta que se encuentre preparado para volver a unirse a Dios. –aproveché una pausa en el relato de Ángel para hacerle un resumen de lo que yo estaba entendiendo.

-    Permíteme que te haga un resumen para ver si lo voy entendiendo. Dios no es, ni ha sido una persona como Jesús, Buda o Mahoma. Dios es la Energía Suprema de la que procede todo. -¿es correcto?

-     Así es. –corroboró Ángel.

-    Entonces al otro lado de la vida está Dios y todos los que han vivido o vivirán en la materia.

-    No. Dios no está al otro lado de la vida. Dios Es, Dios Está. Está aquí y allí. Está a este lado de la materia y está al otro. Al otro lado están todos los que han vivido o vivirán en la materia, pero están en Dios. De la misma manera que la luz de una vela está en la luz del Sol. Iluminadas por el Sol puede haber miles, millones de velas.

>> Y nosotros en la materia, también, estamos en Dios, porque Dios lo es Todo. ¿Lo entiendes?  –quiso saber.

-    Lo entiendo. Entonces todos existimos desde siempre y vamos a vivir para siempre de forma independiente o formando parte de Dios. -sin embargo, había algo que no entendía y así se lo hice saber a Ángel.

>> Hay algo que no entiendo muy bien. ¿Por qué cuando una persona tiene una experiencia cercana a la muerte, cuando vuelve a la vida nos habla de lo bien que se está al otro lado y de la sensación de amor que ha sentido y, sin embargo, nosotros en el cuerpo no sentimos ese amor ni esa sensación de cercanía con Dios como lo sienten ellos? Se supone que, si todos vivimos en Dios, tanto al otro lado de la vida como en este lado, todos deberíamos de sentir ese amor. ¿Por qué no lo sentimos?

-    Por un tema de energía, -respondió Ángel- La vibración cuando estamos en el cuerpo es mucho más baja y no somos capaces de apreciar la sutileza de la energía que nos envuelve. Aunque, en realidad, no hay un lado y otro lado de la vida. Lo que pasa es que el alma, lo que somos, vibra diferente con materia que sin materia.

>> Este es, justamente, el trabajo que se ha de realizar cuando se está encarnado en un cuerpo. Primero, llegar a entender, de manera intelectual, que todos somos hermanos, hijos de un mismo Padre, para, a continuación, comenzar a percibir esa realidad que se ha comenzado a entender. A eso se llega incrementando la cantidad de amor.

-    ¿Ese es el objetivo de la vida?, ¿es lo mismo que el propósito que yo tuve claro hace un momento?

-    Exacto –sentenció Ángel-, lo sentiste hace un momento. Solo tienes que recordar que formas parte de un Todo, que todos somos lo mismo y que, por lo tanto, hemos de amar a todos como a nosotros mismos. Ese es el único propósito de la vida. ¿Te suena la frase, ama al prójimo como a ti mismo?

-    Sí que me suena, pero el que seamos incapaces de aceptarnos tal como somos es una prueba inequívoca de que no nos amamos. Así que si no nos amamos y tenemos que amar a todos como a nosotros mismos, lo tenemos mal.

Mientras Ángel movía la cabeza afirmativamente, con una mueca de tristeza en su cara, mi pensamiento realizó un repaso de los grandes conflictos armados, de los millones de desplazados por la guerra y el hambre, de los millones de niños que mueren por desnutrición, de la violencia familiar, del nefasto reparto de la riqueza, de la hipocresía de las religiones, de los dirigentes psicópatas, de la intolerancia a todo lo que es diferente. Aunque no hace falta desplazarse a un país en conflicto para vivir todo eso, ya que en el nuestro tenemos un poco de todo: políticos corruptos, machismo, falta de respeto hacia todo lo que se mueve, hambre, racismo, pobreza extrema, trabajo precario, corrupción en cualquier estamento oficial, falta de servicios básicos, inseguridad ciudadana.  

-    Termine mi pensamiento en voz alta- El mundo, en estos últimos tiempos, parece haberse vuelto loco.

-    En estos últimos tiempos no Antay –me corrigió Ángel-, en el cuento del Paraíso Terrenal recuerda que Caín mató a su hermano y solo fue por envidia, es decir, solo fue por un pensamiento. Pensamiento producido por una falta de amor. Por eso te comentaba en nuestro primer encuentro que tienes que aprender a amarte. ¿Cómo lo llevas? –preguntó.

-    Creo que lo llevo bien porque he comenzado a cambiar mi modelo de comparación mientras aprendo a no compararme con nadie.  

-    Es perfecto ese trabajo. Está muy bien compararte con un modelo menos demandante, pero, como tú bien dices, lo importante es no compararse. Lo importante es aceptar lo que eres.

-    Ahora que hablas de aceptar, hace unos días me ocurrió algo curioso. Me senté a meditar para ver si eran ciertos los beneficios de la meditación que acababa de leer y creo que estuve hablando con Dios. ¿Tú crees que me estoy volviendo loco? –estaba seguro que Ángel, con la sabiduría que parece almacenar, era la persona idónea para que opinara sobre mi posible conversación con Dios.

-    No creo, en absoluto, que te estés volviendo loco. Si tú crees que hablaste con Dios, es seguro que sí hablaste con Él, y ¿sobre qué trató la conversación?

-     Sobre la aceptación. Me acordé de ti y se me ocurrió pensar que aceptarse uno mismo es una prueba de amor. Si me acepto es que estoy satisfecho conmigo. ¿Qué opinas? –pegunté a Ángel, buscando su aprobación.

-    Me parece perfecto. Así funciona. La aceptación es una prueba de amor.

>> Y ahora puedo contestar a tus preguntas. Preguntabas como se llega de manera consciente a ese estado que tú has denominado como "complitud". Se llega cuando detienes el pensamiento, cuando te desidentificas del “Yo”.

>> Todos los seres humanos están programados por la tradición, la formación, las creencias y los prejuicios. Cuando la realidad de la vida no coincide con esa programación aparece el miedo, la ansiedad y la angustia. Esa programación nos separa de Dios. Por lo tanto, lo que hay que aprender es a ser consciente de esa programación y comenzar a desprogramarse, que es lo que te ha pasado a ti, solo que de manera inconsciente.

>> No hay nadie que viva en ese estado de manera permanente. Pero si hay personas que llegan a él. Se puede conseguir en la meditación.

>> Tú fuiste consciente de que todo tiene un propósito que es aprender a amar, como Dios nos ama, y para eso se organiza la vida. Cada uno de la manera que estima conveniente, porque cada alma sabe, antes de venir a la vida, que es lo que necesita para alcanzar la meta del amor.

>> Y si no se consigue en la vida, se repite. Por eso nacemos y morimos unas cuantas veces.

>> Pero mientras se trabaja para lograr el objetivo máximo, que ya sabes que es aprender a amar, como Dios nos ama, nos programamos otros pequeños trabajos que no son otros que cerrar los círculos que se mantienen abiertos de otras vidas.

>> Esos círculos son las causas pendientes. Pagar lo que debes o cobrar lo que te deben a ti. Te pongo un ejemplo muy claro: Alguien que mate a una persona tiene que recibir algo similar o equivalente para que el círculo se cierre.

-    Pensando en tu ejemplo, se me ocurre pensar que ese círculo no se va a cerrar nunca. En esta vida me matan a mí, en la siguiente vida mato yo, y volvemos para que me vuelvan a matar y seguiríamos así indefinidamente. No se acaba nunca.

-    Por supuesto que se acaba, -respondió Ángel con una sonrisa- Se acaba cuando se perdona. Si en esta vida te toca matar a ti, pero en lugar de hacerlo perdonas a la persona que te hace el daño, ahí se acaba y se cierra el círculo.

-    Entiendo. Todo se basa en amar y perdonar. El único propósito de la vida es ese: amar y perdonar.

-    Aun voy a ir un poco más allá, -me anunció Ángel- Si amas no necesitarás perdonar, porque nunca te sentirás ofendido. Y si no hay ofensa, no es necesario el perdón. Por lo tanto, puedes reducir el propósito de la vida a un solo concepto: amar.

>> La programación final la conocen las almas, por eso encarnan, por su afán para aprender a amar, cuanto antes, para disfrutar del gozo de unirse a Dios. Y las programaciones para ir cerrando círculos pendientes las organizan, de manera independiente, cada alma, de acuerdo con las almas involucradas en el círculo que tratan de cerrar.

>> No son propósitos opuestos, solo que cada alma tiene sus propios temas pendientes. Y si no se cumple el propósito, no pasa nada, volverán a la vida, una vez más, para poder cumplirlos. Las veces que sean necesarias.

>> ¿Lo tienes más claro?

-    Creo que sí, aunque sigo sin tener muy claro para que puede servirme en la vida.

-    Para ser feliz. Cuanto más te acercas al amor más felicidad sientes en tu interior.

>> Y cambiando de tema, ¿te importa si vamos caminando por donde tú venías? Tengo que recoger unas cosas en una tienda delante del Parque Kennedy –esto último lo dijo ya levantándose del banco.

-    No, no me importa. Te acompaño –y comenzamos a caminar hasta el parque. 

Subíamos lentamente, ahora, hablando de nimiedades, del tiempo y del cambio de ministros que había ocurrido dos días atrás. Estas sí que eran conversaciones normales, como las que estaba acostumbrado a mantener, y no como la que habíamos tenido hasta levantarnos del banco.

Al llegar a la altura del edificio donde está mi departamento le dije a Ángel que ya me quedaba en casa. Nos despedimos sin más, como la vez anterior.

No había dado ni diez pasos hacia el portal de mi casa cuando me crucé con Álvaro, un vecino de mí mismo bloque.

-    ¿Qué tal Antay?, ¿disfrutando de esta mañana tan magnífica? –fue su saludo.

-    Si –contesté- un día así hay que aprovecharlo.

-    Y siempre solo, ¿no te aburres?

-    No me aburro, estoy acostumbrado, pero hoy no he estado solo, he estado conversando con un amigo –No sé porque lo dije. Supongo que para justificar mi soledad.

-    ¡Ah!, como te he visto subir solo por el paseo pensé que habías salido solo. Bueno te dejo, que me esperan –y se alejó dejándome pensativo.

¿Cómo puede ser que me haya visto solo?, si hasta medio minuto antes de encontrarme con él estaba con Ángel. ¡Qué extraño! Miré para ver por dónde estaba Ángel y no le vi por ningún lado. Otra vez había desaparecido y, ahora, no había baño. Y seguro que Álvaro no estaba haciendo un chiste. Es como si Ángel después de dejar mi compañía desapareciera sin más y, lo más sorprendente es que parecía que fuera invisible a los ojos de los demás. ¿Me estará volviendo loco la soledad? 

martes, 16 de agosto de 2022

Diario íntimo de un babau (2)


 Domingo 14 de agosto 2022

 

En estos días he renovado mi diploma de babau y lo he hecho con muy buena nota, como siempre. Porque, como siempre, me han vuelto a engañar. Y van…. (tropecientas mil).

Con una señora hemos hecho 20 terapias y ha dejado de pagarme la mitad. La verdad es que me pilló desprevenido porque parecía una fiel devota de Jesús. Una vez al mes hace vigilias de oración durante toda la noche, en la iglesia de la congregación a la que pertenece. Dos veces al mes hace una especie de maitines de oración desde las 4 de la madrugada. Pertenece a un grupo de señoras que ayuda a familias que necesitan apoyo moral, y cada vez que dice una frase la termina con la palabra “hermano”: “Si, hermano”, “estoy mejor, hermano”, “me va bien el miércoles, hermano”.

Al principio tanta “hermandad” me cargaba un poco, pero terminé acostumbrándome

Pero no deja de ser un sepulcro blanqueado. Recuerdo las palabras de Jesús, según Mateo 23:27-28

“¡Ay de ustedes, maestros de la ley y fariseos, hipócritas!, que son como sepulcros blanqueados. Por fuera lucen hermosos, pero por dentro están llenos de huesos de muertos y de podredumbre. Así también ustedes, por fuera dan la impresión de ser justos, pero por dentro están llenos de hipocresía y de maldad”.

Cuando me ocurre algo como esto, teniendo en cuenta que nada sucede porque sí y que para todo hay una razón, trato de buscar alguna explicación del porqué me pasa tanto y, además, tan seguido.

Mi esposa enseguida encuentra la razón: “Cada día eres más babau”.

Puede ser que ella tenga razón, pero es que yo no puedo entender cómo se puede dejar de cumplir un compromiso, sin dar ninguna explicación y, jugar con el trabajo, la buena voluntad y la bondad de las personas.

Cuando llego a un punto del camino como este, en mi pensamiento aparece una bifurcación. Por un lado, pienso en que cada uno recibe lo que da. He leído alguna de esas frases bonitas que circulan por las redes: “Si no te gusta lo que recibes, revisa lo que das” y, por otro, pienso en la Ley de la Causa y el Efecto.

Cuando rebusco en mi interior sobre que, es posible, esté recibiendo algo que he dado con anterioridad, me cuesta trabajo de creer. En muchos aspectos tengo algunas dudas sobre mí, (está claro que no me amo a mi mismo al 100%), pero en cuanto a bondad se refiere y en ayudar a los demás, me gusta creer que, si alguna vez hago algo mal, no lo hago a conciencia. No soy consciente de hacer mal porque sí, al menos en los últimos años. Claro que he vivido tanto, (72 años), que, a lo peor, en otras épocas, más cercanas a la juventud, podía haber pasado, pese a que no lo recuerdo. Siempre trato de colocarme en los zapatos de los demás, aunque seguro que no siempre lo consigo.

Por lo tanto, tengo que pensar en la otra rama de la bifurcación, la Ley del Karma y, entonces me entra una tristeza infinita, porque si me han engañado, estafado y robado, tantas veces en esta vida, querrá decir que en vidas anteriores he debido ser un afamado ladrón.

Así que si soy un babau ha sido por una elección de mi alma. La mejor manera de que las personas me engañen es, siendo tonto o haciéndome el tonto.

lunes, 15 de agosto de 2022

Háblame de ti


Háblame de ti.

 "Ocurrió en Lima": Capítulo II, parte 6 

En mi reflexión no me dio tiempo para más, ya que escuché que alguien me llamaba.

-    Antay.

Sentado en el banco, al que yo estaba a punto de llegar, con un periódico en la mano, resguardado de los rayos del sol, bajo las ramas de uno de los enormes árboles que jalonan la berma de la Avenida Pardo, se encontraba Ángel.

-    ¡Hola Ángel! –le dije tendiéndole mi mano- ¿Cómo estás?, es un placer volver a verte.

-    Igualmente Antay –dijo levantándose del banco y apretando mi mano-¿Te apetece sentarte?, se está muy bien a la sombra.

-    Si, ¿por qué no? –él se sentó nuevamente y yo a su lado, como el primer día que nos conocimos, bajo la garúa, en un día, por completo, opuesto al de hoy.

-    No esperé ni un segundo para preguntarle por su misteriosa desaparición del puesto de bebidas- ¿Qué pasó el día que nos encontramos por primera vez?, desapareciste como por arte de magia y, para colmo, el camarero me hizo creer que no existías y que yo había estado solo tomándome el café.

-    Le costaba trabajo hablar por las carcajadas que estaba soltando- Estaba en el baño y cuando salí me contó lo que te había dicho y la cara que pusiste. Disculpa que me hiciera gracia entonces y, ahora, también, ya ves. Perdona.

-    No te preocupes, - le dije- pero sí, he pensado en eso todos estos días. Yo sabía que no estaba loco y estaba seguro de haber estado contigo. Supongo que el camarero debe de ser un chistoso.

-    Si, seguro que lo es, -y cerrando el tema de su desaparición prosiguió- Te estaba viendo venir y ha habido un momento que parecía que habías sufrido una especie de transformación, hasta que los niños te golpearon con la pelota, ¿te ha pasado algo?

-    Si, o no, no lo sé –no sabía cómo explicarlo- ha sido como si de repente me hubiera expendido y yo mismo fuera el árbol, el banco, el jardín o la pelota. Ha sido extraño, increíble y maravilloso. Lo he definido como “complitud”.

-    No creo que exista esa palabra, la palabra correcta seria completitud, pero queda muy bien para resumir lo que me has contado y, ¿has tenido alguna sensación más? –se interesó Ángel.

-    Sí, he tenido la sensación de que todo estaba en su lugar, donde tiene que estar, porque todo tiene un propósito, pero ahora que he vuelto a la normalidad y te lo estoy contando no sé, muy bien, que estoy diciendo, -y seguí como si estuviera hablando conmigo o con mi pensamiento- vamos que no entiendo nada, porque un propósito, ¿un propósito? ¿de qué? Entonces si la vida tiene un propósito, este ¿se consigue solo o habrá que hacer algo para completarlo?

-    Es correcta tu percepción, todo tiene un propósito, todo es como tiene que ser y una vez que se entiende y se integra eso en la vida, esta resulta un verdadero paseo de paz y serenidad. El propósito de la vida es aprender a amar como Dios nos ama, es decir, de manera incondicional. Lo hablamos el primer día. Decía San Agustín: “Ama y haz lo que quieras. Si callas, callarás con amor; si gritas, gritarás con amor; si corriges, corregirás con amor; si perdonas, perdonarás con amor. Si tienes el amor arraigado en ti, ninguna otra cosa sino amor serán tus frutos”.

-    Eran muchas las cuestiones que no entendía y se las lancé todas a Ángel como si fuera una ametralladora- ¿Cómo era posible llegar a ese estado?, ¿existe alguien que viva en ese estado de manera permanente?, ¿qué quiere decir que todo tiene un propósito?, ¿quién ha hecho la programación?, ¿por qué existen propósitos tan opuestos?, ¿para qué hacerlos?, ¿qué pasa si no se cumplen?, a fin de cuentas, todos nos morimos y después ni propósito ni nada, porque se acabó. Y una curiosidad más, ¿por qué sabes todas estas cosas?

-    Contestaré a todas tus preguntas, pero, para que lo entiendas, tengo que hacerlo siguiendo un orden. -se detuvo y mirándome a los ojos dijo- De lo primero que tengo que hablarte es de Dios y yo sé que no te consideras muy amigo Suyo.

-    ¿Qué tiene que ver Dios en todo esto? -cada vez entendía menos y ¿por qué sabía Ángel que yo no me consideraba amigo de Dios si no se lo había dicho?

-    Todo -respondió de manera enigmática, y continuó- ¿sabes quién eres?, ¿sabes cómo has llegado a la vida?, ¿para qué has nacido?, ¿sabes qué pasa cuando mueres?

Como en el encuentro anterior me sentía muy cómodo al lado de Ángel, pero, como entonces, me daba la sensación de ser un alumno de párvulos sentado al lado del director del colegio. Me sentía pequeño y no hacía falta que me comparara. Era evidente su sapiencia y mi total desconocimiento. Me hablaba de temas desconocidos para mí, pero que, por alguna extraña razón, entraban hasta el más recóndito rincón de mi cuerpo. No tenía duda de que me hablaba de temas importantes, aunque no los había necesitado en toda mi vida y, es posible, que no los necesitara nunca, pero algo en mi interior resonaba cuando Ángel hablaba.

-    Y una vez más pasó, contestó a mi pensamiento- No tienes que sentirte pequeñito porque no sepas de estos temas. Yo no sé de informática y aquí me tienes, tan feliz, hablando con un experto. Cada uno es bueno en algo, pero nadie es bueno en todo. Lo importante es conocer la propia valía y la valía de los demás. La misión del portero, en un equipo de futbol, es evitar que metan goles en su portería y la misión del delantero es, la contraria, meter el balón en la red. Pero, a ambos, junto a los nueve compañeros restantes, les darán la copa si ganan el campeonato. Los once son importantes. Cada uno en su lugar en el campo. Así es la vida. Todos a la vez, esos jugadores, el resto del mundo y nosotros, también, somos importantes. Cada uno ocupando un espacio en el Universo.

-    Ángel, antes de hablarme de Dios háblame de ti. ¿Quién eres?, porque estoy convencido de que puedes leer mi pensamiento. Cuando pensaba en que no sabía tu nombre lo primero que dijiste fue como te llamabas. Acertaste mi edad sin que yo te dijera nada. Me tranquilizaste diciendo que no estabas haciéndome un examen cuando era eso lo que estaba pensando, en ese mismo momento, sabes sin que yo te lo comentara que Dios me es indiferente y, ahora, cuando pensaba que era como un parvulito sentado con mi director me hablas de que cada uno es bueno en algo, pero que nadie lo es en todo. ¿Quién eres? –creo que me salió un bonito discurso.

-    Antay, hijo mío, -contestó Ángel- te voy a contestar lo que quieres saber, aunque no es la realidad. Solo soy un viejo observador de la vida que ha recorrido cada una de las estaciones por las que tú estás pasando ahora. Soy un profesor de yoga jubilado y, sobre todo, soy un meditador. Y de la meditación no se jubila nadie, como no te vas a jubilar de mirar, escuchar, dormir o pensar. Ha sido en mis horas de meditación cuando he ido recibiendo la información que te estoy dando ahora. No, perdona, no la he ido recibiendo, la he ido recordando, porque esa información ya estaba en mí, como lo está en ti. ¿Qué crees que te ha pasado hace un momento?, pues que has recordado que formas parte de un Todo y que lo que sucede es lo correcto porque forma parte de una planificación, -y concluyó- ¿Estás satisfecho?

-    No sé. Porque me has dicho al principio que esto que me has contado no es la realidad. Dime la verdad, cuéntame la realidad –contesté con una ligera molestia.

-    Yo soy un hijo de Dios, como tú. Soy una parte de la Energía Divina, como tú. Soy un ser espiritual que ha decidido tener una experiencia humana, como tú, para recordar quien soy, como tú. Soy eterno, como tú.

-    No entiendo nada Ángel.


En la página NOVELA "Ocurrió en Lima", puedes leer completos los capítulos I y II.

domingo, 14 de agosto de 2022

Diario íntimo de un babau (1)

 Sábado 6 de agosto 2022

          La palabra “babau”, en este contexto, es una palabra catalana que significa “bobo”, “sin malicia”. Tiene otros significados: en portugués, (expresión para decir que se ha perdido una oportunidad), en italiano, (monstruo imaginario que asusta a los niños), o en euskera, (coco o fantasma). Pero no tiene nada que ver su traducción en otras lenguas con lo que quiero expresar en este diario.  

Más de una vez he pensado que si tuviéramos un neón en la frente, (¿entiendes ahora lo de babau?, siempre pensando tonterías), que se fuera encendiendo con cada pensamiento el mundo sería diferente. No nos quedaría más remedio que aprender a controlar los pensamientos, porque si no, tendríamos que vivir en soledad para que nadie viera nuestros pensamientos reflejados en los neones de la frente.

          Te imaginas estar con una persona y que aparezca una luz en tu frente con el  pensamiento que has permitido en ese momento, sobre la persona con la que estás, y que diga, por ejemplo: “No sé para qué me cuenta todo esto si todos sabemos que es mentira” o, “podrías dejar de alardear: dime de que hablas y te diré de que careces” o, “de poco le vale la dieta, porque cada día está más gordo”. La persona que está delante de ti, o salía corriendo o la emprendía a palos contigo. Aunque no tengo muy claro si la paliza sería para eliminar tus pensamientos o para dañar el neón de tu frente.

En fin, esas, y un montón más de sandeces, son las que pueden ir desfilando por nuestro cerebro. Por el mío lo hacen. Y eso pasa porque no solemos tener ningún control sobre nuestros pensamientos y dejamos que estos campen a sus anchas, apareciendo aquellos que solemos tener con más frecuencia, que suelen estar relacionados con la crítica hacía los demás, (que es el deporte favorito de los seres humanos en cualquier parte del mundo) y, sobre todo, con el miedo. Miedo a hacer el ridículo, miedo a la humillación, miedo a la enfermedad y a la muerte, miedo a la soledad. Podría hacer una lista interminable de miedos, porque cada persona es dueña de sus propios miedos, pero…, no sé si merece la pena. ¿Alguna vez habéis pensado que casi nunca se materializan esos miedos? Y, sin embargo, seguimos ocupando nuestro tiempo con ellos.

Es claro que alguna circunstancia, como la enfermedad y, por supuesto, la muerte va a llegar, pero es algo consustancial con la vida, por lo tanto, lo mejor sería disfrutar de la vida hasta ese momento. Cada vez que permitimos que un pensamiento nefasto interfiera en nuestra dicha diaria o, si nuestra vida no llega a dichosa, si al menos, en nuestra rutina diaria, es como enturbiar con barro el agua que tenemos que beber. Está claro que, si queremos beber, en esas circunstancias, hay que esperar que el barro se deposite, lentamente, en el fondo del vaso. Pues ocurre lo mismo en la vida, hay que esperar que la energía del miedo se acomode en nuestro cuerpo energético para volver a disfrutar de la alegría de vivir.

Pero, ojo. De la misma manera que mucho barro en el vaso ya no solo enturbia el agua, sino que la embarra haciendo imposible su degustación, mucho miedo llena el campo energético de la persona haciendo que la vida sea una lucha permanente contra unos fantasmas invisibles que aterrorizan a la persona de manera permanente.

Yo, también, tengo mis propios miedos. Pero he encontrado la manera de ir capeando el temporal cuando aparecen, de hacer que su duración sea cada vez menor o, incluso, aprender a convivir con algunos de ellos.

La fórmula no es difícil, porque está al alcance de todos, hasta de un babau como yo, pero requiere atención, voluntad, trabajo y paciencia.

¡Oh!, es la una del mediodía. Tengo que dejar de escribir porque tengo que terminar de preparar el almuerzo. Me falta empanar y freír unas pechugas de pollo.

Las comidas de la casa: desayuno, almuerzo, merienda y cena es uno de los trabajos que tengo asignados en la casa.

 Sábado 13 de agosto 2022

 Desde el sábado pasado no me he vuelto a sentar a escribir sobre mis “bajanadas”. Bajanada, podría decir que, es la acción del babau, como bobada lo es del bobo.

El pasado sábado podía haber seguido escribiendo a las 5 de la tarde, pero no me apeteció. A esa hora ya había cocinado, almorzado, lavado los platos, a mano, porque no tenemos lavavajillas, había descansado, media hora, viendo noticias y había hecho una terapia. Pero después de la terapia me entró una “vaguitis aguda” y me volví a sentar delante de la tele hasta la hora de preparar la cena.

Ese sábado estaba contando la fórmula que utilizo para zafarme de mis miedos según van apareciendo por mi cerebro. Sigo ahora con la fórmula.

Como ahora estamos pasando por una situación económica nefasta. Bueno, en realidad es una situación que dura, con algún alivio muy escaso y puntual, cinco años. A final de mes, una vez repartido el dinero para pagar lo más urgente, aparece un miedo asociado a una pregunta conocida: “¿Cómo haremos la semana que viene para comer?”.

Si dejo que el pensamiento permanezca en mi cerebro se empieza a generar una bola que va creciendo y creciendo hasta ahogarme, porque me impide respirar y termina alojándose en mi estómago, que es la parte más débil de mi cuerpo, generándome vómitos y diarrea. En fin, es muy válida la expresión, (perdón querido diario), ¡me estoy cagando de miedo! Y eso, sin mencionar el deplorable estado emocional a que me lleva esa situación.

Así que mientras permanezco sentado delante de la computadora realizando los pagos mensuales: colegio, seguro de salud, teléfonos, agua, luz, alquiler, mantenimiento del departamento y, alguno que se me escapa, lo hago repitiendo en mi interior: “Dios se encarga”, “quiero recibir grandes cantidades de dinero ahora” y, alguna frase con el Yo Soy, como “Yo Soy abundancia”, “Yo Soy prosperidad”.

Tengo que reconocer que por mucho que repita, (y, a veces puedo estar repitiéndolo más de 5 horas al día), no aparece en mi vida ni la abundancia ni la prosperidad y que tampoco recibo grandes cantidades de dinero, pero suceden dos cosas: Por un lado, no aparece el miedo y, por otro, tengo claro que Dios se encarga realmente, porque, de una u otra manera, va llegando dinero, a cuenta gotas, para ir salvando el mes.

Taytacha de los Temblores

 


Capítulo II, parte 5, de la novela "Ocurrió en Lima"

Hoy ha amanecido un día soleado. Es sorprendente, casi milagroso, porque no es normal que en agosto luzca el sol en Lima y, menos, a primera hora de la mañana. La característica principal del otoño, del invierno y parte de la primavera en Lima es la humedad, la neblina, la garúa matinal y los vientos fríos.

Un día soleado hay que aprovecharlo y, por eso, he decidido tomarme un día de descanso en mi trabajo de buscar trabajo. Así que, una vez finalizada la rutina diaria de la casa, lavar los platos del desayuno y poner la lavadora, decidí salir a la calle para aprovechar un día tan magnífico y darme un baño de sol.

El sol calentaba. Era un placer sentirlo en la cara.

No estaba seguro, al salir de casa, de si hacer un paseo largo o recortar el paseo habitual ya que debido a que la temperatura era muy agradable inicie mi recorrido a ritmo lento, tan lento que me parecía estar desfilando en una procesión y, a ese paso, el paseo de siempre podía durar cuatro horas.

Mi pensamiento, que no deja pasar ni una oportunidad para mortificarme, trajo a mi cerebro las procesiones a las que me llevaban mis padres, en Cusco, cuando era niño. Y digo para mortificarme porque era capaz de unir en un solo pensamiento o en dos pensamientos consecutivos, mi indiferencia hacia Dios con los momentos, tan agradables y tan llenos de amor, vividos con mis padres. ¡Es curioso!, después de años de no pensar en Dios, ni una sola vez, ahora estaba llegando a mi pensamiento con demasiada frecuencia.

 El Lunes Santo era el día más significativo, para nuestra familia, porque procesionaba el Taytacha de los Temblores. (Taytacha es el nombre en quechua con que se nombra a Dios, a los santos, sacerdotes, abuelos y padres). Mi madre era una ferviente devota del Señor de los Temblores. Es una imagen, sin ningún valor artístico, de un Cristo Negro crucificado, que ocupaba un espacio poco llamativo en la Catedral de Cusco y se le conocía como el Señor de la Buena Muerte. Pero el último día de marzo de 1650 todo cambió para el Señor de la Buena Muerte. Ese día, tras un fuerte terremoto que acabó con la vida de más de cinco mil personas, los fieles cusqueños sacaron en procesión a este Cristo y, según cuenta la historia, en ese momento pararon las réplicas o temblores. Así, el Señor de la Buena Muerte fue bautizado con su nuevo nombre, el Taytacha de los Temblores.

Caminaba, lentamente, por la berma central de la Avenida Pardo, recordando aquellos días de mi infancia en la Plaza de Armas de Cusco y hasta me permití hacerle una petición al Taytacha, supongo que en recuerdo de mi madre, que nunca hablaba directamente a Dios, sino a través del Cristo. Le pedí fuerza para llevar a buen término la tarea, en la que me había embarcado, de dominar el pensamiento y, de paso, ya que Él estaba rondando en mi pensamiento, que me permitiera llegar a la empresa idónea para conseguir un nuevo puesto de trabajo y, puestos a pedir, ¿por qué no aparecía alguna mujer con la que poder formar una familia? Por pedir que no quede.

Iba absorto en mis pensamientos. Pensamientos que me atrevería a calificar como conscientes ya que, por voluntad propia, iba pasando del Lunes Santo al Corpus Christi, pasando del Taytacha, que procesionaba el lunes, a las quince imágenes de santos y vírgenes, que procesionaban el día del Corpus, procedentes de las distintas parroquias cusqueñas para saludar, en la Catedral, al Cuerpo de Cristo, cuando me sentí, sorprendentemente, bien. Por un momento tuve la sensación de encontrarme en una especie de pasadizo luminoso, que conectaba la parte del paseo por la que llegaba con la parte del paseo que me esperaba con el siguiente paso.

En realidad, no era ningún pasadizo. Solo es una forma de llamarlo. Porque el paseo no había cambiado, ni de forma, ni de luminosidad, ni de temperatura, no, era el mismo. La diferencia consistía en mi percepción. Me sentía como expandido, como más grande, unido con todo lo que estaba a mi alrededor. Es como si yo mismo formara parte del árbol, del banco, de la persona que paseaba un perrito delante de mí, incluso era como si formara parte del perrito y, hasta de los coches que pasaban tocando el claxon, como siempre. Yo era uno con todo o ¿todo era uno conmigo?

En ese instante recordé la frase de Ángel: “todo está bien”, y yo sabía que todo estaba bien. Estaba bien el paseo, los recuerdos de la niñez, estar desocupado, vivir solo, todo era tal cual debía ser. Estaba completo, no me faltaba ni me sobraba nada, ni altura, ni kilos, ni dinero, ni inteligencia. Todo estaba en el lugar y en la forma correcta, pero no es porque lo pensara, es porque lo sabía, como supe, también, en ese instante que todo es así porque tiene un propósito.

Por lo tanto, si todo tiene un propósito, ¿por qué preocuparse?, ¿por qué sufrir?, ¿por qué desear? En el estado en que me encontraba, que incluso me atreví a llamarlo como de “complitud” sabía que todo estaba en el lugar correcto, yo incluido.

No sé cuánto tiempo permanecí en ese estado, podía haber durado un segundo o varios minutos, no sé. Me sacó de él una pelota que pegó en mis piernas y los gritos de unos niños que me pedían que les devolviera la pelota, aunque, cada uno la pedía para sí. Al final, lancé la pelota a la nada para que todos corrieran y la agarrara el más rápido.

Pasé a un punto de reflexión después del estado de complitud. Pensaba que había sido un estado muy agradable pero no tenía la menor idea de cómo llegar a él. ¿Tendría que pensar en el Taytacha?, ya que fue pensando en Él como llegué a mi pasadizo particular.

En la página NOVELA "Ocurrió en Lima", puedes leer el capitulo I y II completos.