El viaje del alma

El alma no tiene raza, no tiene religión, solo conoce el Amor y la Compasión.
Todos somos seres divinos, hace miles de años que lo sabemos, pero nos hemos olvidado y,
para volver a casa tenemos que recordar el camino. BRIAN WEISS




domingo, 14 de agosto de 2022

Diario íntimo de un babau (1)

 Sábado 6 de agosto 2022

          La palabra “babau”, en este contexto, es una palabra catalana que significa “bobo”, “sin malicia”. Tiene otros significados: en portugués, (expresión para decir que se ha perdido una oportunidad), en italiano, (monstruo imaginario que asusta a los niños), o en euskera, (coco o fantasma). Pero no tiene nada que ver su traducción en otras lenguas con lo que quiero expresar en este diario.  

Más de una vez he pensado que si tuviéramos un neón en la frente, (¿entiendes ahora lo de babau?, siempre pensando tonterías), que se fuera encendiendo con cada pensamiento el mundo sería diferente. No nos quedaría más remedio que aprender a controlar los pensamientos, porque si no, tendríamos que vivir en soledad para que nadie viera nuestros pensamientos reflejados en los neones de la frente.

          Te imaginas estar con una persona y que aparezca una luz en tu frente con el  pensamiento que has permitido en ese momento, sobre la persona con la que estás, y que diga, por ejemplo: “No sé para qué me cuenta todo esto si todos sabemos que es mentira” o, “podrías dejar de alardear: dime de que hablas y te diré de que careces” o, “de poco le vale la dieta, porque cada día está más gordo”. La persona que está delante de ti, o salía corriendo o la emprendía a palos contigo. Aunque no tengo muy claro si la paliza sería para eliminar tus pensamientos o para dañar el neón de tu frente.

En fin, esas, y un montón más de sandeces, son las que pueden ir desfilando por nuestro cerebro. Por el mío lo hacen. Y eso pasa porque no solemos tener ningún control sobre nuestros pensamientos y dejamos que estos campen a sus anchas, apareciendo aquellos que solemos tener con más frecuencia, que suelen estar relacionados con la crítica hacía los demás, (que es el deporte favorito de los seres humanos en cualquier parte del mundo) y, sobre todo, con el miedo. Miedo a hacer el ridículo, miedo a la humillación, miedo a la enfermedad y a la muerte, miedo a la soledad. Podría hacer una lista interminable de miedos, porque cada persona es dueña de sus propios miedos, pero…, no sé si merece la pena. ¿Alguna vez habéis pensado que casi nunca se materializan esos miedos? Y, sin embargo, seguimos ocupando nuestro tiempo con ellos.

Es claro que alguna circunstancia, como la enfermedad y, por supuesto, la muerte va a llegar, pero es algo consustancial con la vida, por lo tanto, lo mejor sería disfrutar de la vida hasta ese momento. Cada vez que permitimos que un pensamiento nefasto interfiera en nuestra dicha diaria o, si nuestra vida no llega a dichosa, si al menos, en nuestra rutina diaria, es como enturbiar con barro el agua que tenemos que beber. Está claro que, si queremos beber, en esas circunstancias, hay que esperar que el barro se deposite, lentamente, en el fondo del vaso. Pues ocurre lo mismo en la vida, hay que esperar que la energía del miedo se acomode en nuestro cuerpo energético para volver a disfrutar de la alegría de vivir.

Pero, ojo. De la misma manera que mucho barro en el vaso ya no solo enturbia el agua, sino que la embarra haciendo imposible su degustación, mucho miedo llena el campo energético de la persona haciendo que la vida sea una lucha permanente contra unos fantasmas invisibles que aterrorizan a la persona de manera permanente.

Yo, también, tengo mis propios miedos. Pero he encontrado la manera de ir capeando el temporal cuando aparecen, de hacer que su duración sea cada vez menor o, incluso, aprender a convivir con algunos de ellos.

La fórmula no es difícil, porque está al alcance de todos, hasta de un babau como yo, pero requiere atención, voluntad, trabajo y paciencia.

¡Oh!, es la una del mediodía. Tengo que dejar de escribir porque tengo que terminar de preparar el almuerzo. Me falta empanar y freír unas pechugas de pollo.

Las comidas de la casa: desayuno, almuerzo, merienda y cena es uno de los trabajos que tengo asignados en la casa.

 Sábado 13 de agosto 2022

 Desde el sábado pasado no me he vuelto a sentar a escribir sobre mis “bajanadas”. Bajanada, podría decir que, es la acción del babau, como bobada lo es del bobo.

El pasado sábado podía haber seguido escribiendo a las 5 de la tarde, pero no me apeteció. A esa hora ya había cocinado, almorzado, lavado los platos, a mano, porque no tenemos lavavajillas, había descansado, media hora, viendo noticias y había hecho una terapia. Pero después de la terapia me entró una “vaguitis aguda” y me volví a sentar delante de la tele hasta la hora de preparar la cena.

Ese sábado estaba contando la fórmula que utilizo para zafarme de mis miedos según van apareciendo por mi cerebro. Sigo ahora con la fórmula.

Como ahora estamos pasando por una situación económica nefasta. Bueno, en realidad es una situación que dura, con algún alivio muy escaso y puntual, cinco años. A final de mes, una vez repartido el dinero para pagar lo más urgente, aparece un miedo asociado a una pregunta conocida: “¿Cómo haremos la semana que viene para comer?”.

Si dejo que el pensamiento permanezca en mi cerebro se empieza a generar una bola que va creciendo y creciendo hasta ahogarme, porque me impide respirar y termina alojándose en mi estómago, que es la parte más débil de mi cuerpo, generándome vómitos y diarrea. En fin, es muy válida la expresión, (perdón querido diario), ¡me estoy cagando de miedo! Y eso, sin mencionar el deplorable estado emocional a que me lleva esa situación.

Así que mientras permanezco sentado delante de la computadora realizando los pagos mensuales: colegio, seguro de salud, teléfonos, agua, luz, alquiler, mantenimiento del departamento y, alguno que se me escapa, lo hago repitiendo en mi interior: “Dios se encarga”, “quiero recibir grandes cantidades de dinero ahora” y, alguna frase con el Yo Soy, como “Yo Soy abundancia”, “Yo Soy prosperidad”.

Tengo que reconocer que por mucho que repita, (y, a veces puedo estar repitiéndolo más de 5 horas al día), no aparece en mi vida ni la abundancia ni la prosperidad y que tampoco recibo grandes cantidades de dinero, pero suceden dos cosas: Por un lado, no aparece el miedo y, por otro, tengo claro que Dios se encarga realmente, porque, de una u otra manera, va llegando dinero, a cuenta gotas, para ir salvando el mes.

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