La palabra “babau”, en este contexto, es una palabra catalana que significa “bobo”, “sin malicia”. Tiene otros significados: en portugués, (expresión para decir que se ha perdido una oportunidad), en italiano, (monstruo imaginario que asusta a los niños), o en euskera, (coco o fantasma). Pero no tiene nada que ver su traducción en otras lenguas con lo que quiero expresar en este diario.
Más de una vez he
pensado que si tuviéramos un neón en la frente, (¿entiendes ahora lo de babau?,
siempre pensando tonterías), que se fuera encendiendo con cada pensamiento el
mundo sería diferente. No nos quedaría más remedio que aprender a controlar los
pensamientos, porque si no, tendríamos que vivir en soledad para que nadie
viera nuestros pensamientos reflejados en los neones de la frente.
Te
imaginas estar con una persona y que aparezca una luz en tu frente con el pensamiento que has permitido en ese momento,
sobre la persona con la que estás, y que diga, por ejemplo: “No sé para qué me
cuenta todo esto si todos sabemos que es mentira” o, “podrías dejar de
alardear: dime de que hablas y te diré de que careces” o, “de poco le vale la
dieta, porque cada día está más gordo”. La persona que está delante de ti, o
salía corriendo o la emprendía a palos contigo. Aunque no tengo muy claro si la
paliza sería para eliminar tus pensamientos o para dañar el neón de tu frente.
En fin, esas, y un
montón más de sandeces, son las que pueden ir desfilando por nuestro cerebro. Por
el mío lo hacen. Y eso pasa porque no solemos tener ningún control sobre
nuestros pensamientos y dejamos que estos campen a sus anchas, apareciendo
aquellos que solemos tener con más frecuencia, que suelen estar relacionados
con la crítica hacía los demás, (que es el deporte favorito de los seres
humanos en cualquier parte del mundo) y, sobre todo, con el miedo. Miedo a
hacer el ridículo, miedo a la humillación, miedo a la enfermedad y a la muerte,
miedo a la soledad. Podría hacer una lista interminable de miedos, porque cada
persona es dueña de sus propios miedos, pero…, no sé si merece la pena. ¿Alguna
vez habéis pensado que casi nunca se materializan esos miedos? Y, sin embargo, seguimos
ocupando nuestro tiempo con ellos.
Es claro que
alguna circunstancia, como la enfermedad y, por supuesto, la muerte va a
llegar, pero es algo consustancial con la vida, por lo tanto, lo mejor sería
disfrutar de la vida hasta ese momento. Cada vez que permitimos que un
pensamiento nefasto interfiera en nuestra dicha diaria o, si nuestra vida no
llega a dichosa, si al menos, en nuestra rutina diaria, es como enturbiar con
barro el agua que tenemos que beber. Está claro que, si queremos beber, en esas
circunstancias, hay que esperar que el barro se deposite, lentamente, en el
fondo del vaso. Pues ocurre lo mismo en la vida, hay que esperar que la energía
del miedo se acomode en nuestro cuerpo energético para volver a disfrutar de la
alegría de vivir.
Pero, ojo. De la
misma manera que mucho barro en el vaso ya no solo enturbia el agua, sino que
la embarra haciendo imposible su degustación, mucho miedo llena el campo
energético de la persona haciendo que la vida sea una lucha permanente contra
unos fantasmas invisibles que aterrorizan a la persona de manera permanente.
Yo, también, tengo
mis propios miedos. Pero he encontrado la manera de ir capeando el temporal
cuando aparecen, de hacer que su duración sea cada vez menor o, incluso,
aprender a convivir con algunos de ellos.
La fórmula no es difícil,
porque está al alcance de todos, hasta de un babau como yo, pero requiere
atención, voluntad, trabajo y paciencia.
¡Oh!, es la una
del mediodía. Tengo que dejar de escribir porque tengo que terminar de preparar
el almuerzo. Me falta empanar y freír unas pechugas de pollo.
Las comidas de la
casa: desayuno, almuerzo, merienda y cena es uno de los trabajos que tengo
asignados en la casa.
Sábado 13 de agosto 2022
Desde el sábado pasado no me he vuelto a sentar a escribir sobre mis “bajanadas”. Bajanada, podría decir que, es la acción del babau, como bobada lo es del bobo.
El pasado sábado
podía haber seguido escribiendo a las 5 de la tarde, pero no me apeteció. A esa
hora ya había cocinado, almorzado, lavado los platos, a mano, porque no tenemos
lavavajillas, había descansado, media hora, viendo noticias y había hecho una
terapia. Pero después de la terapia me entró una “vaguitis aguda” y me volví a
sentar delante de la tele hasta la hora de preparar la cena.
Ese sábado estaba
contando la fórmula que utilizo para zafarme de mis miedos según van apareciendo
por mi cerebro. Sigo ahora con la fórmula.
Como ahora estamos
pasando por una situación económica nefasta. Bueno, en realidad es una
situación que dura, con algún alivio muy escaso y puntual, cinco años. A final
de mes, una vez repartido el dinero para pagar lo más urgente, aparece un miedo
asociado a una pregunta conocida: “¿Cómo haremos la semana que viene para
comer?”.
Si dejo que el pensamiento permanezca en mi cerebro se empieza a generar una bola que va creciendo y creciendo hasta ahogarme, porque me impide respirar y termina alojándose en mi estómago, que es la parte más débil de mi cuerpo, generándome vómitos y diarrea. En fin, es muy válida la expresión, (perdón querido diario), ¡me estoy cagando de miedo! Y eso, sin mencionar el deplorable estado emocional a que me lleva esa situación.
Así que mientras permanezco
sentado delante de la computadora realizando los pagos mensuales: colegio,
seguro de salud, teléfonos, agua, luz, alquiler, mantenimiento del departamento
y, alguno que se me escapa, lo hago repitiendo en mi interior: “Dios se encarga”,
“quiero recibir grandes cantidades de dinero ahora” y, alguna frase con el Yo
Soy, como “Yo Soy abundancia”, “Yo Soy prosperidad”.
Tengo que
reconocer que por mucho que repita, (y, a veces puedo estar repitiéndolo más de
5 horas al día), no aparece en mi vida ni la abundancia ni la prosperidad y que
tampoco recibo grandes cantidades de dinero, pero suceden dos cosas: Por un
lado, no aparece el miedo y, por otro, tengo claro que Dios se encarga
realmente, porque, de una u otra manera, va llegando dinero, a cuenta gotas,
para ir salvando el mes.
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