He tenido un sueño. He soñado que entraba en un lugar oscuro, pequeño y apretado, no tenía facilidad de movimiento, sin embargo, el lugar en el que había entrado, flotaba como una pelota, y yo dentro de ella, aunque cada vez menos, porque daba la impresión de que la pelota crecía y crecía más cada día. Todo lo que sentía allí eran palabras repetitivas, inconexas, rápidas, sin expresar prácticamente ninguna idea, daba la impresión de que la mayoría de esas conversaciones inconexas trataban de dolor y de sufrimiento. Los que básicamente hablaban de manera permanente eran, al parecer, mis padres, aunque de vez en cuando se añadían otras conversaciones, tan inútiles como las que estaba habituándome a escuchar. Por otro lado, también escuchaba unos ruidos ensordecedores que llegaban de todas partes.
Era un espacio muy incomodo y empezaba a echar de menos mi hogas. Vivía en un lugar blanco y luminoso, dónde no me sentía constreñido por nada, podía viajar a todas partes a gran velocidad, era responsable de mi mismo, y las conversaciones que se escuchaban no trataban ni de dolor, ni de sufrimiento, sino de alegría y amor. Reinaba una paz que en nada se parecía al lugar donde ahora me encontraba. Me sentía mal dentro de ese sueño y quería despertar, pero una fuerza superior a mi me lo impedía.
Como todo lo que podía hacer era escuchar, me dedique a ello para tratar de averiguar dónde me encontraba, y así un día podía oír: “Ya estoy harta de que dejes los pantalones tirados en cualquier sitio”; y después de ese comentario se desataba una especie de tempestad de palabras que solía acabar con un ruido tremendo, que luego averigüé que se llamaba portazo. Otro día escuchaba: ”¿Cuántas veces tengo que decirte que no me gusta la carne tan poco hecha?”; y a continuación una nueva tormenta que esta vez terminaba con algo que resultó ser el llanto. Yo pensaba que debía de ser muy importante para esas personas hacer bien la carne, o doblar los pantalones, o no gastar dinero, o limpiar cada día, o ir al futbol; ya que sacrificaban el amor por esas cosas. ¡Debían ser muy importantes!
Así pasaban los minutos, los días, las semanas. Empecé a acostumbrarme a las palabras de reproche de mis padres, a sus gritos, a las críticas entre ellos y entre casi todas las personas que les visitaban, a las palabras que denotaban hastío, a la incomprensión entre todos. Y yo me preguntaba: ¿Dónde estoy?, ¿Dónde estará la paz que reinaba en mi ciudad?, ¿Por qué no puedo moverme?, ¿Por qué está todo tan oscuro? Sólo de vez en cuando escuchaba algo suave, escuchaba murmullos, e incluso me parecía escuchar que se dirigían a mí; entonces me sentía bien, ya que todo era más parecido a la alegría y al amor que se sentía en mi hogar.
Un día empecé a escuchar otros gritos distintos, había carreras, sentía voces de gente extraña, el balón en el que estaba empezó a deslizarse por un túnel oscuro y estrecho; desde el otro lado del túnel tiraban con fuerza, hasta que el balón apareció al otro lado del túnel, y pude escuchar: ¡Es un niño!, ¡Es un niño precioso!
Estaba muy asustado, quería salir de allí y supliqué: “Padre mío, ¿Por qué este dolor?, ¡quiero volver a casa! Y por fin puede ver a alguien conocido, era mi amigo de juegos, después supe que aquí, donde estoy ahora, desde este lugar que se llama cuerpo, les llaman ángeles, aunque curiosamente nadie les ve. Y mi amigo me dijo:
“Acuérdate que elegiste entrar dentro de ese cuerpo
para avanzar un poco más en tu evolución.
Has encarnado.
A ti te va a parecer un camino largo, pero en realidad no lo es,
yo lo viviré como un suspiro.
Dentro de poco ya no te acordarás de mí, ni de nuestros juegos,
ni de nuestros estudios, ni de tu hogar.
Ya no te parecerá un sueño, te parecerá real.
Pero sin embargo, seguirá siendo un sueño.
Lo único que tienes que hacer es buscar con ahínco los mismos sentimientos
que tenías antes de entrar en este cuerpo.
Tienes que acordarte de vivir en el cuerpo,
como vivías allí, en tu verdadero hogar.
No vayas nunca en contra de la vida,
no quieras manipular ni a la vida, ni a los otros, que como tú tienen un cuerpo.
Ayuda a todos porque son tus hermanos,
que también han elegido estar en un cuerpo para avanzar más rápido.
Pero ayuda cuando te lo soliciten, son ellos los que deben hacer su camino.
No juzgues a nadie si no quieres que te juzguen a ti.
No critiques nunca.
Respeta siempre las decisiones de los otros.
Ante cualquier desaire, perdona, bendice y vete.
Deja que la vida pase a través de ti.
Déjate guiar por la intuición.
Acepta a todos.
Escucha siempre a tu corazón.
Práctica el silencio.
Cuando hables que sea con verdad.
Aprende a meditar y practica cada día.
Busca la paz y la serenidad.
Busca el amor.
Recuerda que no eres ese cuerpo.
Y aplica la máxima: Todo está bien”.
“Cuando necesites ayuda,
llámame, aunque yo siempre estaré aquí para ayudarte.
Pero recuerda que la ayuda no va a ser para ese cuerpo,
la ayuda es para ti”.
¡Hasta pronto!
¡Te amo!
qué hermoso....casi se me saltan
ResponderEliminarlas lágrimas...cuando uno vive
con cierta frecuencia siendo consciente de su divinidad.. vive
emocionado casi todo el tiempo... o lo que es lo mismo, cada vez que conecto con mi divinidad, me emociono... me pregunto cómo será perpetuar esa consciencia en nuestro día a día, a cada vez más horas, más tiempo...debe ser como estar en las nubes... no sé si es demasiado práctico para pisar el asfalto y resolver los quehaceres diarios ó conducir! en fin.. es una maravilla ser consciente de que nuestro cuerpo sólo está vivo y se mueve porque hay una energía divina que lo alimenta... y es una delicia saber que esos amiguitos nuestros están con nosotros y hablar con ellos...y es un placer que alguien escriba en su blog constantemente recordándonoslo. Gracias. BA.