Cada situación que se presenta en la vida, no llega a nosotros por casualidad. Cada situación llega para nuestro aprendizaje, siempre en el mejor momento, en el momento más adecuado, para poder recibir en óptimas condiciones las enseñanzas que dicha situación nos aporta.
Aprovechar o no las lecciones, es nuestra elección. La vida es una escuela. En la escuela, el instituto o la universidad, hay unos alumnos que estudian, trabajan y aprenden de manera fluida, superando todas las asignaturas en cada curso; mientras que otros dedican el curso a la buena vida, suspendiendo y repitiendo. La vida es igual.
Las asignaturas de la vida no son más que virtudes, no son más que las cualidades del alma: Amor, comprensión, voluntad, compasión, alegría, paz, servicio, caridad, etc. Para su trabajo no se precisa estudio ni memorización, sólo es necesaria la atención y la observación, para comprobar el grado de sapiencia en cada materia. Las asignaturas de la vida no precisan de apuntes ni de trabajos en grupo, sólo es necesario el trabajo interior, ya que la consecución de una virtud, (asignatura aprobada), se produce cuando se elimina el vicio contrario a esa virtud. El trabajo en las asignaturas de la vida es un trabajo en solitario, interno y en silencio.
Cómo para la observación y la atención no se ha de realizar ningún trabajo adicional, ni dedicarle un tiempo extra, ¡parece fácil!, sin embargo, no lo es. La experiencia lo demuestra, ya que vida tras vida vamos suspendiendo muchas asignaturas, dedicando demasiado tiempo para cualquier aprendizaje. La observación y la atención tienen un enemigo muy poderoso, la misma mente. Ella que ha de observar, no observa, ella que ha de atender, no atiende, y se aburre, y se distrae. Como consecuencia, la persona, que es un cúmulo de instintos, de deseos e insatisfacciones, busca en los placeres externos y en la satisfacción de sus deseos, su propia realización. ¡Casi nunca lo consigue!
Es posible que la asignatura más importante de la vida sea alcanzar el conocimiento de que el ser humano es divino e inmortal. Cuando la humanidad esté segura de su divinidad e inmortalidad, y haya adquirido el aprendizaje sobre la naturaleza del alma y el reino en el cual funciona el alma, su actitud hacia la vida y los asuntos cotidianos, sufrirán tal transformación que podremos sentir la paz interior y la felicidad en nosotros, sin necesidad de ningún estímulo externo: unas vacaciones, un ascenso en el trabajo, una pareja que nos complazca, una vida cómoda, etc., etc.
En realidad, la adquisición del conocimiento no es tal. No se trata de aprender, se trata de recordar. No se trata de satisfacer ningún deseo, sino de eliminar los deseos. No se trata de aprender a ser virtuosos, sino liberarnos de los hábitos negativos. No se trata de hacer, se trata de ser.
En la escuela de la vida, están desterrados los términos de acción, no hay que enfrentarse a la vida, porque es tan inútil como nadar contra corriente, ¡no avanzas! En la escuela de la vida, sólo hay que dejar que la vida te lleve, pero no que te arrastre. Dejar que la vida te lleve, es observar cada situación y actuar en ella, con alegría, buscando siempre aquello que es positivo, sin centrar la atención en las cualidades negativas de la vivencia; no tratando de cambiar la situación, sino cambiar en el interior la manera de vivirla; no esquivando la situación, sino aceptándola.
Empieza cada día proponiéndote la observación atenta de la vida, para comprobar que tiene de divino, para comprobar que la enseñanza está justamente en “eso” que te molesta, en eso que te incomoda, en eso que te genera ansiedad. Y acéptalo. A partir de aquí puedes tener la seguridad de ir aprobando las asignaturas y de ir pasando cursos.
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