Llamaron a
la puerta del Centro, y cuando abrí la puerta me encontré con una señora de
unos sesenta años, acompañada de su hija de veinticinco, que traían un encargo
que habíamos realizado días atrás.
Cuando
vieron la publicidad de la entrada, una gigantografia en la que se lee que es
un “Centro gratuito de Sanación y Crecimiento interior”, la hija se interesó
por las actividades que se realizaban: yoga, meditación, talleres, cursos y
sobre todo terapias. Decidió concertar una cita para realizar una terapia, e
incitó a la madre a que hiciera lo mismo. Así lo hizo, y estábamos en ello,
cuando la madre preguntó si también le haríamos terapia a su hijita de once
años con parálisis cerebral. ¿Qué es lo que quiere conseguir? Pregunté, y me
contestó con los ojos brillantes por las lágrimas contenidas: “Cualquier cosa
que se consiga es buena: Tranquilidad, que haga mejor las digestiones, que camine,
porque los médicos han dicho que podría hacerlo, que pueda controlar un poco
los movimientos y no sea una autómata, cualquier cosa, por pequeña que sea,
sería buena”.
Hemos
realizado ya varias terapias, con algunos resultados. Pero eso no es lo
importante, lo importante es su historia.
La señora
está casada con un hombre, que es alcohólico, tiene cuatro hijos, y su segunda
hija dio a luz a la niña con parálisis cerebral. Desde el primer momento no
quiso saber absolutamente nada de la niña, y para evitar que ingresara en uno
de tantos centros para niños abandonados, la abuela la adoptó legalmente. Actúa
total y absolutamente como madre, ya que la mama de la niña, hoy, once años
después, vive con una depresión permanente.
El esposo de
la señora, entró en el hospital con un problema de visión, y por una posible
negligencia médica, al salir del hospital había perdido totalmente la visión
del ojo. Cuando insinuaron que quería que se investigara la posible
negligencia, desde el hospital les hicieron la vida imposible, con amenazas de
todo tipo, que terminaron siendo dados de baja del sistema de salud. En ese
seguro estaban incorporados el matrimonio y la niña con parálisis cerebral, con
lo que a partir de entonces se quedaron sin seguro médico.
Después de
muchas luchas y reclamaciones, desde Lima indicaron al hospital, que eso no era
correcto, y que tenían que volver a ser dados de alta, sin embargo, en el
hospital haciendo oídos sordos a las interpelaciones de su sede central, siguen
sin aceptar a esta familia como
asociados.
Para que la
niña pudiera ser atendida, la madre comenzó a pagar un seguro para uno de sus
hijos, como si fuera un trabajador suyo, incluyendo, al menos, a la niña en ese
seguro.
Los
problemas se agravan, ya que el esposo, además de no poder trabajar por la
falta de visión, debido, posiblemente a su problema con el alcohol, comienza a
perder la visión del otro ojo.
Ya no es un
problema de prepotencia, que lo es; ni de corrupción, que lo es; ni de
incompetencia, que lo es; ni de negligencia médica, que lo es; ni de abuso de
autoridad, que lo es; ni de actuar como una mafia organizada, que es como actúan;
ES UN PROBLEMA DE HUMANIDAD. Ni los animales tratan así a sus iguales.
Estoy
utilizando hoy el blog como descarga de la tristeza que me embarga ante la
incomprensión humana. Sólo os pido, que cada día en vuestras meditaciones
dediquéis un minuto para enviar una bendición a esta familia. Gracias.