Una amiga del Facebook y de la vida
colgó esta historia en su muro. Me gustó tanto que me he permitido compartirla
en el blog para que más personas tengan acceso a ella.
Cuenta una vieja leyenda de los indios Sioux que una vez llegaron hasta la
tienda del viejo brujo de la tribu, tomados de la mano, Toro Bravo, el más
valiente y honorable de los jóvenes guerreros, y Nube Alta, la hija del cacique
y una de las más hermosas mujeres de la tribu.
- Nos amamos - empezó el joven.
- Y nos vamos a casar - dijo ella.
- Y nos queremos tanto que tenemos miedo.
Queremos un hechizo, un conjuro, un talismán. Algo que nos garantice que
podremos estar siempre juntos. Que nos asegure que estaremos uno al lado del
otro hasta encontrar a Manitú el día de la muerte.
- Por favor -
repitieron - ¿Hay algo que podamos hacer?
El viejo los
miró y se emocionó de verlos tan jóvenes, tan enamorados, tan anhelantes
esperando su palabra.
Hay algo...-
dijo el viejo después de una larga pausa -. Pero no sé...es una tarea muy
difícil y sacrificada.
- No importa -
dijeron los dos-. Lo que sea - ratificó Toro Bravo.
- Bien -dijo el
brujo-. Nube Alta, ¿Ves el monte al norte de nuestra aldea? Deberás escalarlo
sola y sin más armas que una red y tus manos, y deberás cazar el halcón más
hermoso y vigoroso del monte. Si lo atrapas, deberás traerlo aquí con vida el
tercer día después de la luna llena. ¿Comprendiste?
La joven
asintió en silencio.
- Y tú, Toro
Bravo - siguió el brujo - deberás escalar la Montaña del Trueno; cuando llegues
a la cima, encontrarás la más brava de todas las águilas y, solamente con tus
manos y una red, deberás atraparla sin heridas y traerla ante mí, viva, el
mismo día en que vendrá Nube Alta...¡Salgan ahora!.
Los jóvenes se
miraron con ternura y después de una fugaz sonrisa salieron a cumplir la misión
encomendada, ella hacia el norte, él hacia el sur.
El día
establecido, frente a la tienda del brujo, los dos jóvenes esperaban con sendas
bolsas de tela que contenían las aves solicitadas.
El viejo les
pidió que con mucho cuidado las sacaran de las bolsas. Los jóvenes lo hicieron
y expusieron ante la aprobación del viejo las aves cazadas. Eran verdaderamente
hermosos ejemplares, sin duda lo mejor de su estirpe.
- ¿Volaban
alto?- preguntó el brujo.
- Sí, sin duda.
Como lo pediste... ¿Y ahora? - preguntó el joven- ¿Los mataremos y beberemos el
honor de su sangre?
- No - dijo el
viejo-.
- Los
cocinaremos y comeremos el valor en su carne - propuso la joven-.
- No - repitió
el viejo-. Harán lo que les digo: Tomen las aves y átenlas entre sí por las
patas con estas tiras de cuero. Cuando las hayan anudado, suéltenlas y que
vuelen libres.
El guerrero y
la joven hicieron lo que se les pedía y soltaron los pájaros. El águila y el
halcón intentaron levantar vuelo pero solo consiguieron revolcarse en el piso.
Unos minutos después, irritadas por la incapacidad, las aves arremetieron a
picotazos entre si hasta lastimarse.
Este es el
conjuro: Jamás olviden lo que han visto. Son ustedes como un águila y un
halcón; si se atan el uno al otro, aunque lo hagan por amor, no sólo vivirán
arrastrándose, sino que además, tarde o temprano, empezarán a lastimarse uno al
otro. Si quieren que el amor entre ustedes perdure, VUELEN JUNTOS PERO JAMÁS
ATADOS.