El viaje del alma

El alma no tiene raza, no tiene religión, solo conoce el Amor y la Compasión.
Todos somos seres divinos, hace miles de años que lo sabemos, pero nos hemos olvidado y,
para volver a casa tenemos que recordar el camino. BRIAN WEISS




lunes, 29 de junio de 2015

Yo no soy ese


            Sería divertido poder observar permanentemente a una persona y comprobar cuál es su comportamiento en cada una de las facetas de su vida: como padre o como madre, como hijo, como pareja, como jefe, como empleado, como amigo intimo, como conocido, como amante, como conductor al que le acaban de dar un golpe por detrás, o como viandante al que le dan un pisotón, y siempre sin que ella supiera que es observada, por supuesto.
             Descubriríamos, sin duda, muchas personas en una. Podríamos observar cómo se va cambiando la máscara en función de la relación. Podríamos comprobar cómo ante una misma situación puede reaccionar de maneras diferentes, en función de la familiaridad que tenga con la persona. Podríamos comprobar las diferentes personalidades de una misma persona.
            Compruébalo por ti mismo. Detén la lectura y piensa como es tu comportamiento en cada una de la interacciones que tienes cada día. Repasa, honestamente, como son tus reacciones con cada una de las diferentes personas que comparten tu vida. Si crees que no hay cambios en ti, ¡enhorabuena!, es posible que te encuentres en el umbral de eso que casi todos llamamos iluminación, aunque no tengamos muy claro, a pasar de la luz, a que se refiere. Lo que sí parece claro es que si crees que nunca cambias la máscara, o que ni tan siquiera usas, estés en una de tus últimas encarnaciones en la Tierra.
            ¿Por qué decimos que si eres siempre la misma persona, sin máscaras, estás en una de tus últimas vidas?, sencillo, porque para ser siempre la misma persona, o eres un malvado, lo cual no parece ser, porque no estarías leyendo esto, o tratas a todo el mundo con amor. Y tratar a todo el mundo con amor es el único aprendizaje real que tenemos los seres humanos en cada encarnación. Si has llegado ahí, ya no necesitarás más encarnaciones.
 
            Pero no parece ser esa la moneda de cambio. Lo normal es que en nuestra mochila llevemos un buen número de máscaras que vamos intercambiando en función de con quién nos tropezamos. Pero si hay personas con las que no usamos máscaras, sino tan solo antifaces, para no tapar la cara al completo, y son las personas con las que tenemos total y absoluta confianza: Normalmente la pareja, y después los hijos. Por eso los mayores maltratos, bien sean físicos, emocionales o mentales, o las mayores faltas al respeto de las personas, se producen en las relaciones de pareja, y después en las relaciones con los hijos. Maltratos que siempre quedan a resguardo en la privacidad del hogar.
            Las máscaras van desapareciendo en función del crecimiento de la persona, o en función del envejecimiento.
La edad hace que a la persona ya no le importe esconder su carácter y exponga sin pudor su mal humor o su falta de respeto en cualquier circunstancia.
Pero lo realmente importante es cuando la persona va dejando las máscaras porque en su crecimiento, o lo que es lo mismo en la maduración de su carácter se acerca a la comprensión de que todos somos la misma cosa, de que todos somos hermanos, y trata a todos como él mismo desea ser tratado, es decir, con amor.
Incluso cercanos a este punto, es posible que aún exista una máscara más: la más cara del pensamiento. La mente, con su casi infinito poder, puede presentar pensamientos que lleguen a ruborizar a la persona, y que la hagan pensar dos veces antes de actuar para no seguir los dictados de la mente, de esa mente malvada cuando la persona está luchando contra sí misma por su propio crecimiento.
En la máscara de pensamiento la persona puede ser consciente cuando muchas personas de su entorno tienen una opinión favorable de la persona, que a esta la cuesta aceptar, por no reconocerse en dichas opiniones. Solo es la máscara del pensamiento, que también se ha de dejar.
No nos queda más remedio que ir sacando máscaras de nuestra mochila. Para ello las herramientas necesarias son amor, respeto, tolerancia, comprensión, bondad, compasión y paciencia.
No hay prisa, tenemos muchas vidas para conseguirlo.

lunes, 22 de junio de 2015

El secreto de la felicidad


Perlas para el alma

 


Creo que ya es momento de que haga público, de una vez por todas, el secreto de la felicidad: “Cambia tu pensamiento. Eres lo que piensas”. Ya está, eso es todo.

sábado, 20 de junio de 2015

Hagase mi voluntad


Si hay algo en nosotros verdaderamente divino, es la voluntad.
Por ella afirmamos la personalidad, templamos el carácter,
desafiamos la adversidad, reconstruimos el cerebro
 y nos superamos diariamente.
Santiago Ramón y Cajal

Señor dame la fuerza para fortalecer mi voluntad,
ya que con ella podré recorrer más fácilmente el camino que me lleva a Ti.
Hari Krishan
            Existe demasiado sufrimiento innecesario en el mundo, y no quiero decir con esto que pueda existir algún tipo de sufrimiento que sea necesario, no. Cualquier clase de sufrimiento es innecesario, ya que, por el momento, no se le ha encontrado ningún beneficio al sufrimiento. Y lo mismo pasa con la ansiedad, con el dolor, con el miedo o con cualquier otra emoción negativa.
            ¿Por qué entonces, si el sufrimiento es innecesario e inútil, tanta y tanta gente vive la infelicidad que les provoca esas sensaciones negativas? Podemos afirmar, sin temor a equivocarnos, que nadie les ha explicado lo contraproducente que resulta para su salud emocional, y por extensión para su salud física y mental, mantener ese tipo de emociones en su vida.
            Pero aunque sea verdad que todos, o muchos, de los que sufren nunca han tenido entre sus asignaturas una que les enseñe cual es el camino para conseguir la felicidad, la auténtica felicidad, y no malas imitaciones, no parece suficiente razón para que sufran por una u otra causa, un día tras otro, en largas temporadas de su vida. Tampoco existe la asignatura de “el fuego quema”, pero no parece necesaria, porque la primera vez que se acerca un dedo al fuego y se siente el calor, nunca más, de manera consciente, va a acercar la persona que se ha quemado un dedo al fuego.
            Está claro que cuando los seres humanos se encuentran con “algo” que puede generar un dolor físico, rápidamente encuentran la manera de obviarlo evitando así    que le afecte.
            ¿Cómo podemos ser tan masoquistas los seres humanos? No ponemos el dedo en el fuego para no quemarnos, pero nos abrasamos en las llamas del propio sufrimiento.
No es falta, por tanto, de conocimiento, ya que el desconocimiento puede ser válido para el primer día que se sufre, pero no para el segundo. Una vez que se ha constatado que el sufrimiento, en sí mismo, y por sí mismo, no soluciona el problema por el que se ha generado el sufrimiento, parece lógico que lo que tendría que hacer la persona que sufre es no hacerlo.
            Pero habitualmente, no es así. La persona sabe que está sufriendo, es perfectamente conocedora de que con esa emoción no va a solucionar ningún problema, pero le da igual, sigue sufriendo, y no solo sigue sufriendo, sino que se regodea en su dolor dándole cada vez más importancia, más fuerza y más energía a la emoción, y lo sigue haciendo hasta conseguir enfermar su cuerpo físico.
 
            ¿Cuál es entonces la causa por la que las personas se van autodestruyendo lentamente?
Es la falta de voluntad.
            La voluntad que es esa capacidad que tienen los seres humanos para hacer las cosas de manera intencionada, para gobernar sus actos, para decidir con libertad el tipo de conducta con el que se van a conducir en la vida, no existe en la inmensa mayoría de los seres humanos. O mejor, no existe para todo lo relacionado con sus emociones, sus hábitos o sus instintos.
            Los seres humanos son marionetas de sí mismos movidos por los hilos de sus deseos, de sus emociones, de sus hábitos y de sus instintos.
            Los seres humanos parecen tener una voluntad de hierro para levantarse antes que el sol para realizar un trabajo, que en muchas ocasiones, no les agrada en absoluto, y por el que además reciben un sueldo de miseria. Es decir, tienen voluntad para ser esclavos, pero son absolutamente indolentes para ser amos. Por eso siguen siendo esclavos de sus emociones, sin fuerza y sin poder para liberarse y liderar su vida emocional, de la misma manera que son incapaces de liberarse de vicios, de hábitos y de instintos, que al igual que las emociones les va destruyendo su cuerpo físico lentamente.
            ¿Qué hacer entonces? Pues poca cosa se puede hacer. No se puede sanar a quien no quiere ser sanado, no se puede incrementar la voluntad de una persona como si fuera la memoria de una computadora, así que solo queda esperar a que la persona abra los ojos, sea consciente de su autodestrucción y pida ayuda. En ese momento hay que volcarse en ayudar. 
 

Sufrimiento


Perlas para el alma

 

                      ¿Cómo podemos ser tan masoquistas los seres humanos? No ponemos el dedo en el fuego para no quemarnos, pero nos abrasamos en las llamas del propio sufrimiento.

viernes, 12 de junio de 2015

¿Sanación? no gracias


            ¿Qué pensar de una persona que acude a un terapeuta, posiblemente porque no ha encontrado alivio a sus problemas con la medicina tradicional, y ante la  indicación del plan de trabajo a realizar presentado por este, contesta que no tiene tiempo?
            Parece lógico pensar que la persona no quiere solucionar los problemas que, en un principio, parece que quería solucionar con su visita.
Así es el ser humano. La inmensa mayoría, en realidad, no busca la sanación, lo que busca es un milagro. Y si, los milagros existen, pero sólo se dan cuando se piensa, se habla y se actúa desde el alma, es decir, cuando se vive en sintonía con el alma, cuando se vive en sintonía con el Universo, en definitiva, cuando se vive en sintonía con Dios.
            No son conscientes los seres humanos de que su ritmo de vida, el nulo control que tienen sobre sus pensamientos, sus emociones desbocadas, la voracidad de sus deseos, y la falta de amor y de respeto hacia sí mismos, y por añadidura hacia los demás, son las causas responsables de sus múltiples enfermedades, tanto físicas como emocionales.
            La vida de la inmensa mayoría de las personas es un caos en sí misma, centrada en unos objetivos ficticios y pocas veces alcanzados, porque no saben cómo hacerlo, lo que genera una infinidad de emociones, que más que negativas, son negras, oscuras, espeluznantes. Todos desean ser amados, pero no aman; desean que llegue a ellos la riqueza, pero no dan; desean ser comprendidos, pero critican sin conocimiento a todo lo que se mueve; desean ser respetados, pero pisotean los más elementales derechos de los demás; desean ser felices y buscan la felicidad en la consecución de sus deseos y en los estercoleros emocionales, que es lo que conocen por ser donde habitualmente moran.
            La energía que reina en los campos energéticos de esa inmensa mayoría es la soledad, la ansiedad, el estrés, la rabia, la desilusión y el miedo.
            Es con esa energía con la que están alimentando, no solo sus cuerpos emocional y mental, sino también su cuerpo físico. Es difícil por lo tanto pretender que unas pastillas sanen la soledad o la ansiedad, o la  desesperación o el miedo. Si acaso, lo que pueden conseguir es esconder los efectos, pero la causa, que es el caos en que se encuentra inmersa la persona seguirá machacándola de manera despiadada.
            A la vista de esto, parece claro donde se encuentra la sanación. La sanación se encuentra en un cambio de vida, en un control del pensamiento, en no desear compulsivamente.
            El cambio de vida, o de ciertos aspectos de la vida parece imprescindible. De todos es sabido que si siempre se hacen las mismas cosas, el resultado siempre será el mismo. Si se quiere cambiar el resultado, algo habrá que cambiar por el camino. Pero aun así, conociendo esto, la gente no está dispuesta a cambiar, por un sinfín de razones en las que no merece la pena entrar, aunque la primera y principal parece ser el miedo. Pues bien, aun tienen otra alternativa, ya que no aman esa vida que no quieren cambiar, lo que les queda es aceptarla.  
   

miércoles, 3 de junio de 2015

Gracias, gracias, gracias Señor


Gracias le doy a la Virgen
gracias le doy al Señor
porque entre tanto rigor
y habiendo perdido tanto
no perdí mi amor al canto
ni mi voz como cantor.
José Hernández
                    Ayer mi mente perversa comenzó a darle vueltas y vueltas a algo que parecía un problema. Y que con el paso del tiempo, dejo de parecer un problema para convertirse en un problema Como afortunadamente conozco la técnica para permitir que se desvanezcan los pensamientos, comencé a trabajar, llevando la atención a la respiración, inhalando, exhalando, sintiendo como entraba y salía el aire, en definitiva medité y medité en mi respiración, me hice terapia a mí mismo, volvía a meditar, pero no, el pensamiento se iba un momento y volvía al siguiente con más fuerza. Sabía que seguir en esa rueda de pensamiento iba a atraer eso que me estaba asustando, pero no podía con el pensamiento.
                    Me acosté meditando y conseguí dormir, más fácilmente de lo que hubiera podido predecirse. Lo último que recuerdo antes de dormir fue mi oración: “Señor, ya sé que la solución está en mí, pero ayúdame a encontrarla”. Desperté a las tres y media de la mañana con una opresión en el pecho y el mismo pensamiento. Me asusté, no por lo que pensaba, no por la opresión, sino por estar inmerso en una vorágine de pensamiento que yo creía haber superado hacia tiempo. Decidí levantarme para meditar, no para eliminar el pensamiento, sino para encontrar la solución.
                    ¡Y llegó! En diez minutos, (no exagero nada), supe exactamente lo que tenía que hacer, y lo hice, con la sensación de que habían oído mi plegaria y habían hecho llegar a mi mente el pensamiento adecuado para solucionar el problema.
                    Desde ese momento hasta ahora, doce horas después, me siento embriagado por una energía de amor y agradecimiento hacia Todo, que me esta haciendo repetir dentro de mí, de manera casi permanente “Gracias Señor”.
                    Y sentado delante de la computadora para hacer otras cosas, me encontré con la entrada sobre la gratitud que viene a continuación. Me sentí tan identificado que me he permitido volver a colgarla.
                    Gracias.
 
                    La gratitud es el arte de saborear la vida con dulzura, es aceptar, es disfrutar, es trabajarse uno mismo. 
                    Un alma recién llegada al cielo se encontró con San Pedro que salió a recibirle. El santo llevó al alma a realizar un  recorrido por el cielo. Ambos caminaron paso a paso por unos grandes espacios llenos de Ángeles. San Pedro se detuvo frente a la primera sección y dijo: “Esta es la sección de recepción. Aquí son recibidas todas las peticiones hechas a Dios mediante la oración”. El alma miró la sección en la que muchos Ángeles estaban muy ocupados clasificando peticiones escritas en voluminosas hojas de papel, solicitadas por personas de todo el mundo.
                    Siguieron caminando hasta que llegaron a la siguiente sección y San Pedro le dijo: “Esta es la sección de embalaje y entrega. Aquí las bendiciones que la gente pide, son embaladas y enviadas a las personas que lo solicitaron”. El alma vio como estaban de ocupados en la sección. Había tantos Ángeles trabajando en ella como tantas bendiciones estaban siendo embaladas y enviadas a la Tierra. Finalmente, se detuvieron en la última sección, en la que un solo Ángel permanecía ocioso haciendo muy poca cosa. “Esta es la sección del agradecimiento” dijo San Pedro. “Pero ¿cómo es que hay tan poco trabajo aquí”, preguntó el alma. “Esto es lo peor”, contestó San Pedro, “después de que las personas reciben los dones y las bendiciones que pidieron, muy pocas envían su agradecimiento”. “¿cómo se agradecen las bendiciones de Dios?”, “simple” contestó San Pedro, “Sólo tienes que decir: Gracias Señor”.
                    Dar las gracias a Dios, decir como decía San Pedro: “Gracias Señor”, se convierte en una oración increíble por su fuerza y en un regalo de amor. Quien pronuncia las "gracias" de esta manera, comprende que nada en esta tierra le pertenece, y que todo es un regalo de los seres que velan por nosotros.
                    La gratitud es necesaria para entrar en una auténtica relación con Dios o con la persona que nos haya agraciado. "Gracias" es una palabra que une al cielo y la tierra. Cuando el agradecimiento es sincero,  está lleno de fuerza vital, y hace que se activen el chakra del poder personal, (el chakra solar) y el chakra del amor, (el chakra cardiaco).
                    El valor de la gratitud se ejerce cuando una persona experimenta aprecio y reconocimiento por otra que le prestó ayuda. No consiste, necesariamente, en “pagar” ese favor con otro igual, sino en mostrar afecto y guardar en la memoria ese acto de generosidad. 
                    Hay que aprender a agradecer. El agradecimiento siempre es interior, y después se puede expresar con palabras y con acciones. Recuerdas la historia de los diez leprosos. Solo uno regresó a darle gracias a Jesús por su curación milagrosa. Jesús lo puso por ejemplo y se entristeció por los otros nueve.
Recuerda: “Somos lo que pensamos”, “dar y recibiréis”. Dar las gracias por todas las bendiciones que estás recibiendo de manera permanente, te pone en condiciones de recibirlas a manos llenas.
El descontento estrecha la vida, mientras que la gratitud la expande, la aumenta, incrementa la alegría, y abre las puertas del infinito, abre las puertas del amor. Aquellos que reciben amor con gratitud lo reciben doblemente, mientras que quienes están descontentos lo pierden. La gratitud es el arte de saborear la vida con agrado; es también una aceptación inteligente y trabajo sobre uno mismo. 
 Aprende a usar una fórmula infalible. “Por favor” para pedir, “Gracias” al recibir. Piensa y reconoce todo aquello que recibes de los demás. Exprésalo a tu estilo: con palabras, con un abrazo, como te apetezca, pero exprésalo.
Ejercicio Esenio de purificación y  salud, agradeciendo:
Habría que hacerlo en el exterior, pero puedes intentarlo en tu espacio de meditación.
Empieza sintiendo la Tierra bajo tus piernas y tus nalgas y tus pies, sintiendo que te llena de energía, que te sostiene la Tierra.
Sintiendo la Tierra piensa en el origen de tu alma encarnada.
Siente el cielo infinito sobre ti, siente como te inspira, como te eleva.
Sintiendo la energía del cielo, piensa que eres eterno, que eres un alma.
Siéntete como una unión viviente entre las fuerzas del cielo y la Tierra. Coloca las manos juntas delante del pecho en el mudra de oración.
En esa postura permite que una hermosa luz que procede del cielo fluya a través de ti, llegando a la Tierra.
Repite en silencio dentro de ti:
“Madre Tierra, yo te ofrezco mi agradecimiento con todo mi corazón, y a través del corazón de todos los hombres y mujeres.
Que todos los seres que llevas en tu seno, protejan, alimenten y bendigan todo lo que crece”.
Permanece un momento en silencio, respirando lentamente, sintiendo como se expande tu corazón por esa expresión de agradecimiento.
Sigue diciendo en tu interior:”Madre Tierra, elimina mis enfermedades y mis faltas según tu voluntad para recibir la bendición del espíritu divino y transmitirla a todos los seres vivientes según tu voluntad”.
Mantente en silencio, mientras dejas que la Tierra te purifique.
Piensa en tu alma, siente tu conexión con ella, y repite dentro de ti: “Con amor y gratitud te ofrezco  mi amoroso agradecimiento lleno de Luz a la Madre Tierra.
A la Madre Tierra gracias.
Al agua de la vida, gracias.
Al aire que nos mantiene la vida, gracias.
Al fuego sagrado, gracias.
A los minerales, gracias.
A las plantas, gracias.
A los animales, gracias.
A la humanidad que camina por el sendero de la evolución, gracias.
A todos los ángeles, gracias.
A la Inteligencia que creó mi pensamiento, gracias.
Al océano de Amor que creó mi sensibilidad, gracias.
A la Vida Universal que impregno mi futuro con la semilla de la individualidad, gracias.
A todo los seres del mundo, gracias.
A mis padres, gracias.
A mi pareja, gracias.
A mis hijos, gracias.
A mis hermanos, gracias.
A mis amigos, gracias.
Gracias Señor, porque eres la Única Fuente que unifica a todos los seres”.
Haz una leve inclinación de cabeza y repite “Amen”.
 
Permanece en meditación el tiempo que te apetezca. 

Con esta práctica se desarrolla una mayor sensibilidad hacia todo lo creado y hacia el mundo superior