La
creencia y el carácter son inversamente proporcionales.
Es
necesario abandonar la creencia,
e
instalarse en la sabiduría del que se sabe Hijo de Dios.
En la sabiduría del que se sabe
hermano del resto de hombres.
Cuando
una persona está más o menos bien, con un poco de voluntad, con algo de
trabajo, con mucha perseverancia y con una buena dosis de paciencia, puede
practicar alguna de las muchas técnicas que se enseñan en la actualidad, (meditación,
yoga, talleres, conferencias, lecturas, oración, técnicas de respiración, etc.,
etc.), para tratar de llegar a su interior y poder así ponerse en contacto con
su corazón. Es entonces cuando se puede conectar con ese “algo” desconocido,
que va a permitir a la persona sentir más paz y serenidad. Ese algo desconocido
es su propia esencia. Ese algo desconocido es su alma. Ese algo desconocido es
Amor. Ese algo desconocido es Dios. Y ese es el principio de la felicidad, ya
que lo que importa a la persona, ya sea para ella, bueno o malo, no la ata a
través del pensamiento veinticuatro horas al día. Si es agradable, lo disfruta
cuando lo tiene; si es desagradable lo sufre el momento de tenerlo delante,
pero no al momento siguiente, porque ha vuelto a su interior.
Pero ¿Qué pasa cuando la persona está
mal?, ¿Qué pasa cuando la persona vive las veinticuatro horas del día sumergida
en su pensamiento de dolor? Es igual que la razón del dolor sea real o
imaginario. Podemos considerar razones reales de sufrimiento: una enfermedad,
una carencia tangible, la desaparición de un ser querido, o el engaño de su
pareja, solo por nombrar los más comunes. Mientras que las razones imaginarias
son las que están atadas a la consecución de los deseos o a la no
materialización de creencias. Ejemplo de sufrimiento por no conseguir aquello
que se desea, puede ser estar en un trabajo que no le gusta a la persona deseando
otro diferente, y ejemplo de no materialización de creencias, puede ser permanecer
soltero cuando se desea tener una familia compuesta por una pareja y unos
hijos, ya sea por propia creencia o por presión del entorno, (en algunos países
esta presión puede ser muy fuerte).
Cuando la persona está mal, además de
la voluntad, del trabajo, de la perseverancia y de la paciencia, es necesario
el reconocimiento de la persona de que está mal, pero no es tarea fácil, ya que
para ella es normal sentirse como se siente: “Cómo va a sentirse bien si no
tiene pareja, o si tiene un trabajo que considera indigno o…”. Hasta que no
reconozca que su sufrimiento puede desaparecer, por ser un producto de su
pensamiento y tome la decisión de poner remedio, no tiene mucha solución, y es
mejor esperar a que la persona madure en su carácter y sea consciente del daño
que se está infringiendo a sí misma.
A las personas les gustaría tener
resultados inmediatos y esa es la razón del abandono del trabajo que están
realizando para conseguir su bienestar, en un elevado número de practicantes.
Pero tienen que saber que la felicidad, como el Amor, como todo en la vida
física tiene grados. Si consideramos “cero” la carencia absoluta de felicidad, y
“cien” la felicidad total, no se puede pasar de cero a cien en tres segundos
como si se tratara de un vehículo deportivo. Es un trabajo constante, es un
trabajo de tiempo, es un trabajo de vidas, de muchas vidas.
Con
independencia de que la persona supedite su bienestar a la consecución de sus
objetivos, reales o ficticios, existe otra razón: El desconocimiento de “lo que
ella misma es”.
Cree el hombre, que es un ser
independiente, llegado a la vida por accidente, y sabe, eso no es una creencia,
que es finito. Este conjunto de creencias sobre sí mismo, y su propia
caducidad, es lo que le hace buscar un sentido a la vida, y como no lo
encuentra, lo cual es normal en la sociedad actual, es cuando se refugia en sus
propios deseos y en sus propias creencias. Como cree que es un ser
independiente desligado de Dios, (aunque en Él creen la práctica totalidad de
los seres humanos), tiene que protegerse y proteger lo suyo frente al resto de
mortales. Esta es la razón de la desigualdad, del hambre y la opresión.
Casi todos los seres humanos creen en
Dios, aunque ese Dios no sea igual para todos, ya que depende del lugar del
planeta en el que hayan elegido nacer, lugar en el que se van a encontrar una u
otra creencia fomentada por la religión del lugar.
El hombre se mueve por creencias. El
hombre necesita creer más que saber, y una vez asentadas sus creencias, puede
morir por ellas. Y ni tan siquiera se le va a pasar por la cabeza de que solo
es una creencia, tan inútil como la creencia del que cree lo contrario. Como el
carácter es la colección de creencias y hábitos de hombre, bien se puede
afirmar que, “a mayor creencia, mas inmadurez de carácter”. Y de la misma
manera que existen creencias individuales, existen creencias de grupos, e
incluso de naciones: Esta es la razón de los desencuentros, de los
enfrentamientos, de los nacionalismos y las guerras.
Es necesario abandonar la creencia,
madurar el carácter e instalarse en la sabiduría. En la sabiduría del que se
sabe Hijo de Dios. En la sabiduría del que se sabe hermano del resto de
hombres. En ese momento se termina la desigualdad, la opresión, los
enfrentamientos, los nacionalismos, el hambre y las guerras.
Teóricamente todos los hombres repiten
como papagayos que son Hijos de Dios, pero no llegan a la comprensión de tal
afirmación.
Para ello….,
Continuará………………
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