“Amar” de manera incondicional,
es
una facultad del corazón,
mientras que amar, mezcla de apego
y deseo,
es una proyección de la mente.
Si respondemos a la pregunta de ¿Por
qué no soy feliz?, diciendo que “Porque no quieres”, es posible que seamos lapidados
como si hubiéramos retrocedido dos mil años en el tiempo.
¿Cómo es posible que alguien pueda
decir de otra persona que, si no es feliz es porque no quiere, cuando lo que
busca cada ser humano, casi con desesperación es, precisamente eso, la
felicidad? Y la busca en cada nueva relación que inicia, en cada número de lotería
que juega, en cada oposición que prepara con esmero, en cada curriculum que
rellena con mimo, en cada moneda ahorrada para las próximas vacaciones, o en
cada reunión familiar o con amigos. En fin, parece que cada actividad “extraordinaria”
del hombre está encaminada a conseguir la felicidad. Y decimos extraordinaria,
porque la rutina diaria es, justamente, lo que parece que le separa de la
felicidad: El trabajo, la relación de pareja o cumplir los compromisos, solo
por mencionar alguna de las rutinas del hombre.
Pero…, ¡Oh!, que pocos parecen
conseguirla.
Y nos preguntamos: ¿No será que no
saben realmente lo que es la felicidad?, o ¿No será que no saben dónde buscar?,
o ¿No será que confunden la felicidad con la euforia?
Aunque es posible que lo hayan leído un
millón de veces, y que se lo hayan comentado otro millón, lo repetimos una vez más:
“La felicidad es un estado interior”. Eso quiere decir que todo aquel que
asocie su felicidad a la consecución de sus deseos, y crea que la felicidad
está fuera esperándole en forma de naranja, “de media naranja”, en forma de
fajo de billetes, en forma de un diploma conseguido por su hijo, en forma de “Ferrari”,
en forma de palacete veraniego, unido todo eso a una salud de hierro personal y
de sus seres queridos, está abocado a la infelicidad, al sufrimiento, al dolor,
a una vida anodina, a una vida de ansiedad esperando no sabe muy bien qué.
Porque piensen por un instante, si hoy
les toca una millonada a la lotería, que les hace inmensamente felices, pero mañana
contraen una enfermedad grave, puede que incluso terminal ¿Dónde quedaría la
felicidad de los millones conseguidos?
Asociar la felicidad a estímulos
externos, la hace caduca porque en un instante pueden cambiar las condiciones
externas y verse de nuevo abocados a la infelicidad. Han de conseguir ser
felices con la pobreza y con los millones, con la buena salud y con la
enfermedad.
Lo que denominan felicidad después de
conseguir que les toque la lotería es un momento de euforia, y podríamos definir
como abatimiento encontrarse cara a cara con la enfermedad grave.
La euforia es la cresta de una onda, y
el abatimiento el valle. Entre la cresta y el valle, en el centro, se encuentra
la felicidad. Y ese centro está en el interior del hombre. Ahí hay que llegar,
porque es en él donde se encuentra la felicidad.
Ese centro es el chakra cardíaco del
ser humano. Es el centro del amor, de la compasión, de la dulzura, de la
ternura, de la misericordia, y se encuentra alejado de euforias y abatimientos.
Es feliz quien “Ama”. No quien cree que ama. ¿Tienen dudas de la diferencia entre “Amar” y amar? Digamos solo que es “Amar”, y sabrán que amar, es…, otra
cosa, que suele llevar directo a la infelicidad. “Amar” es dar, es entregarse, es no juzgar, es no criticar, es
compartir, es ayudar, es libertad. Quien “Ama”
no entiende de celos, ni de envidias, ni de egoísmos, ni de proyecciones personales.
Quien “Ama” siempre se coloca en el
lugar del otro. Quien “Ama”, lo hace
para siempre, en la vida y al otro lado de la vida. Un ejemplo: La mamá “Ama” a su bebé recién nacido, mientras
la esposa ama a su esposo. (Ya sabemos que hay excepciones, pero son eso,
excepciones).
“Amar” de manera incondicional es una
facultad del corazón, (del chakra cardíaco), mientras que amar como hacen los
hombres, mezcla de apego y deseo es una proyección de la mente.
Por lo tanto, si quieren ser felices,
si quieren permanecer en el centro, alejados de euforias y abatimientos, han de
viajar al corazón, han de llegar a su centro.
¿Cómo? Saber quién eres y aceptar la
vida son dos de las claves que iremos desgranando en próximas entradas.
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