Hoy me desperté a las 3:34 de la madrugada. No es algo puntual: entre las 3 y las 4 suelo abrir los ojos casi cada día, como si mi reloj interno estuviera programado para esos momentos de silencio absoluto.
Esta
vez, me despertó un sueño vívido que aún puedo evocar. En él, sentía la urgente
necesidad de ir al baño. Me puse en cuclillas, sujetando con una mano una
tacita de café debajo mío. El excremento salió lentamente, como si el tiempo se
detuviera; la imagen era casi surrealista, una pasta cayendo a cámara lenta.
Tuve tiempo de colocar bien la taza para que todo cayera dentro. Y cuando se
llenó, corté la evacuación sin pensarlo, evitando que rebosara.
Después,
volví a quedarme dormido, y poco antes de las 4 me desperté de otro sueño, esta
vez orinando. Me asusté. Instintivamente toqué la cama, como si esperara
encontrar evidencia de lo ocurrido. Pero no, solo había sido otro sueño.
La
simbología de ambos me ha hecho reflexionar. He buscado su significado, y parece
que coinciden en algo: una necesidad de liberación emocional, de desahogo, de
renovación. Y sí, esas tres palabras me resuenan profundamente. No estoy
atravesando el mejor momento de mi vida.
No
estoy mal… pero tampoco estoy bien.
Intento
aplicar todo lo que sé, todas esas teorías sobre cómo estar mejor, cómo vivir
en paz conmigo mismo:
-
Acepto la vida que me he dado, pero reconozco que esa aceptación debe ser consciente.
Porque desde mi subconsciente surgen preguntas absurdas, aparentemente sin
peso, pero que logran erosionar mi energía y mi estado emocional.
-
No siento la necesidad de perdonar, porque no guardo resentimientos. Pero si
surge una crítica
por algo que ocurrió,
suelo perdonar de inmediato, sin quedarme atrapado en ello.
-
Trato de ponerme en los zapatos de los demás. A veces lo logro, otras veces
fallo. Pero no dejo de intentarlo, porque sé que en ese ejercicio está parte de
mi crecimiento personal.
Lo
que sí tengo claro es que el origen de mi inestabilidad emocional soy yo mismo.
Puedo señalar fuera, buscar responsables, pero al final, lo único que realmente
importa es cómo me tomo las cosas.
Sigo
trabajando en ello. A veces avanzo, a veces tropiezo, y muchas veces
simplemente observo. Pero ese trabajo interno no cesa.
Porque
incluso los sueños más extraños tienen algo que enseñarme.
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