El viaje del alma

El alma no tiene raza, no tiene religión, solo conoce el Amor y la Compasión.
Todos somos seres divinos, hace miles de años que lo sabemos, pero nos hemos olvidado y,
para volver a casa tenemos que recordar el camino. BRIAN WEISS




lunes, 14 de julio de 2025

Libertad: Realidad o ficción

 



La libertad es uno de los pilares fundamentales del pensamiento humano. Es el motor que impulsa la autonomía, el sentido de la dignidad y la capacidad de autodeterminación. A nivel filosófico, social y psicológico, el concepto de libertad se refiere a la posibilidad que tienen los seres humanos de actuar, pensar y tomar decisiones sin estar sujetos a coacciones externas o internas que limiten sus opciones.

Sin embargo, aunque a nivel teórico todos los individuos nacen libres, la libertad absoluta es más una aspiración que una condición concreta. La vida humana está inevitablemente cruzada por circunstancias que merman o condicionan esa libertad. Por lo tanto, la pregunta fundamental que se impone es: ¿somos realmente libres?

Creo que sería bueno distinguir entre “libertad externa (aquella que depende de las condiciones políticas, económicas o sociales) y “libertad interna” (aquella que depende de nuestro estado emocional, psicológico o espiritual). Muchos sistemas democráticos aseguran libertades formales: de expresión, movimiento, religión, asociación. Pero que alguien tenga el derecho de hablar, moverse o creer no implica necesariamente que tenga la capacidad real de hacerlo.

Por eso conviene examinar los factores que limitan esa libertad, y preguntarnos si podemos combatirlos desde el interior o si requieren transformaciones externas.

¿Es libre la persona que sufre problemas económicos?

Una persona que vive en pobreza extrema o en constante inseguridad económica tiene restringida su libertad de decisión. Por ejemplo, no puede elegir qué educación recibir, qué alimentos consumir o qué servicios médicos recibir. No puede aspirar fácilmente a una vida plena, y muchas veces sus decisiones están guiadas por la urgencia, no por el deseo.

No se me ocurre una solución sobre como un “pobre” podría considerarse libre. La libertad aquí pasaría por la justicia social y la equidad. Pero eso en la sociedad actual es una quimera. O es que ¿algún político actual es capaz de organizar programas que garanticen el acceso a servicios básicos, educación de calidad y empleos dignos que empoderen al individuo y amplíen su margen de decisión? Pero también y, esto aún es más quimera, pasa por la “educación financiera”, el emprendimiento ético y el fortalecimiento comunitario como herramientas para superar, desde lo local, las barreras económicas.

El resumen es que un “pobre”, a no ser que tenga una fortaleza mental impresionante nunca va a sentirse libre.

¿Es libre quien tiene una enfermedad o discapacidad?

Una condición física o mental puede limitar la autonomía del individuo. Quien depende de otros para movilizarse, quien padece dolor crónico o tiene que vivir bajo tratamiento constante, ve restringidas sus opciones. Sin embargo, esto no implica necesariamente que no pueda ejercer formas de libertad.

En este caso antes de reformular su capacidad de decidir, sería fundamental que la persona aceptara su estado físico y, a partir de ahí se puede considerar la idea de libertad como capacidad de decidir dentro de los márgenes personales. Aquí entra el respeto por la diversidad funcional, la accesibilidad universal, el derecho a tener asistencia y la inclusión plena en la vida social. Un enfermo o persona con discapacidad puede ser libre si se le garantiza voz, participación, dignidad y cuidado.

Aunque, mentalmente, puede sentirse libre si es capaz de desarrollar una fuerza de voluntad admirable a partir de sus limitaciones. La resiliencia, el desarrollo espiritual y el sentido de propósito son formas potentes de libertad interior.

¿Es libre alguien con miedo?

El miedo es una prisión invisible. Puede bloquear decisiones, inmovilizar proyectos, impedir relaciones. Es uno de los enemigos silenciosos de la libertad, porque opera desde adentro.

La libertad frente al miedo implica una revolución interior. Requiere autoconocimiento, herramientas emocionales, apoyo psicológico y sobre todo, entornos seguros. Si una persona vive bajo amenazas, violencia o humillación, difícilmente puede sentirse libre. Pero si aprende a gestionar el miedo, a mirarlo de frente y a tomar decisiones pese a él, empieza a construir libertad auténtica.

Los valientes no son quienes no sienten miedo, sino quienes no permiten que ese miedo los gobierne.

¿Es libre aquel que tiene ambición?

La ambición tiene un doble filo. En su justa medida, impulsa a mejorar, innovar, crecer. Pero desbordada, se convierte en una forma de esclavitud. El individuo vive obsesionado por el éxito, la riqueza, el reconocimiento, y pierde de vista el sentido, el descanso, el equilibrio.

La libertad frente a la ambición requiere redefinir las metas personales. ¿Para qué quiero lo que quiero? ¿Qué precio estoy pagando por ello? ¿A quién sirvo en mi búsqueda de poder o éxito?

La práctica del desapego, del agradecimiento y de la reflexión sobre los valores puede devolver al individuo su centro. A veces, el acto más libre es renunciar a una meta para abrazar un bienestar más profundo.

¿Es libre un pusilánime?

La persona pusilánime es aquella que carece de valor o determinación. Vive dominada por la indecisión, la inseguridad y la falta de coraje. A menudo, deja que otros decidan por él, que las circunstancias lo arrastren. En apariencia tiene libertad, pero en la práctica no la ejerce.

La clave está en el empoderamiento. El pusilánime necesita descubrir sus talentos, fortalecer su autoestima y ser acompañado en su crecimiento. A través del desarrollo personal, de experiencias que generen confianza y del refuerzo positivo, puede ir tomando decisiones que lo acerquen a su autonomía. Nadie nace valiente: el coraje se entrena.

Entonces, ¿somos libres los seres humanos? No completamente. Pero sí somos seres con la “potencialidad de la libertad”. La libertad no es un estado absoluto ni un privilegio garantizado: es un camino. Se construye desde adentro y desde afuera, en relación con los otros y con uno mismo.

Y eso significa que cada persona tiene una misión profunda: identificar aquello que lo condiciona y buscar las herramientas para liberarse. La sociedad debe poner en marcha mecanismos que faciliten ese proceso, (justicia, inclusión, equidad, educación), pero el individuo también debe encender su propia chispa: cultivar coraje, pensamiento crítico y voluntad.

Porque, aunque no todos seamos libres en plenitud, “todos podemos aspirar a serlo un poco más cada día. Y esa aspiración, ese movimiento interior hacia una vida más auténtica y elegida, ya es en sí una forma de libertad.


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