Querido Dios:
Si pudiera viajar al
pasado, hay tantas cosas que me gustaría cambiar. Tantas palabras dichas que
desearía haber guardado, tantos silencios que ahora sé que debieron romperse,
tantos momentos en los que actué sin pensar o con demasiada dureza. En mi
corazón, hay recuerdos que aún me persiguen. Decisiones que tomé por
impulsividad, falta de conocimiento o miedo, y que sé que lastimaron a las
personas que amo o incluso a mí mismo. Si tuviera la oportunidad de revivir
esos instantes, volvería con la sabiduría que tengo hoy y le hablaría a mi yo
más joven. Le diría que reflexione, que actúe desde el amor, que sea paciente y
compasivo. Le recordaría que las pequeñas cosas que a menudo desestimamos son
las que más importan: un abrazo, una palabra amable, un momento de silencio
compartido.
Hay cosas que duelen
especialmente porque sé que dejaron cicatrices en otros, cicatrices que quizás
aún no han sanado por completo. Me pesa pensar que algunos de mis errores
marcaron la vida de las personas que estuvieron cerca de mí. Si pudiera volver,
haría todo lo posible por borrar esas heridas. Abrazaría más, pediría perdón
con más prontitud y pondría más cuidado en las palabras que pronuncié sin
pensar. Haría todo lo posible por asegurarme de que mi presencia en sus vidas
les trajera alegría, y no dolor.
Por otro lado, si
tuviera la oportunidad de mirar hacia el futuro, también lo haría. No porque
quiera apresurar el tiempo, sino porque muchas veces el futuro me llena de
incertidumbre y dudas. Me gustaría saber qué me espera, si las decisiones de
hoy me llevarán al lugar correcto. ¿Estaré en paz? ¿Habré encontrado la felicidad
que tanto anhelo? ¿Habré hecho lo suficiente para proteger y cuidar de las
personas que amo? Estas preguntas me asaltan a menudo, especialmente en
momentos de debilidad o confusión.
El futuro también me
intriga porque me gustaría prepararme mejor. Si supiera con certeza lo que
viene, quizá podría evitar errores que aún no he cometido o protegerme de
sufrimientos que podrían estar esperándome. Me pregunto si, al conocer mi
destino, podría actuar con más confianza y serenidad, sabiendo que estoy en el
camino correcto. También me reconforta la idea de poder proteger a mis seres
queridos de las adversidades que el tiempo pudiera traerles.
Sin embargo, aquí
estoy, sin esa máquina del tiempo que tanto imagino. Aquí estoy, enfrentándome
al pasado con recuerdos que a veces me reconfortan y otras veces me hieren, y
mirando hacia el futuro con una mezcla de esperanza y temor. Por eso recurro a
ti, Dios. Porque no tengo la capacidad de cambiar lo que ya fue ni de predecir
lo que será. Solo tengo este presente, este momento, y sé que necesito tu guía
para aceptarlo plenamente.
Sé que mi deseo de
cambiar el pasado y conocer el futuro proviene de mi humanidad. Tiendo a buscar
certezas, a querer saber más de lo que me es dado comprender, pero en mi
interior sé que tú tienes un propósito para todo. Incluso para esos errores que
tanto me pesan, incluso para esa incertidumbre que a veces me paraliza. Por eso
te pido, Dios mío, que me ayudes a reconciliarme con mi pasado. Enséñame a
mirar hacia atrás con gratitud por las lecciones aprendidas, en lugar de con
arrepentimiento. Ayúdame a reconocer que todo, incluso los momentos más
oscuros, ha tenido un propósito en mi vida. No quiero vivir atado a lo que ya
no puedo cambiar; quiero aprender de ello y usarlo para ser mejor.
Asimismo, te pido que
me des la valentía para enfrentar el futuro sin miedo. Ayúdame a confiar en tu
plan, incluso cuando no lo entiendo por completo. Dame la fe necesaria para
caminar con esperanza, sabiendo que nunca estoy solo, que tú estás conmigo en
cada paso. Enséñame a construir mi futuro a través de las acciones que realizo
hoy, conscientes y llenas de amor. Recuérdame que cada decisión, cada palabra,
cada gesto tiene el poder de influir en lo que viene. Que mis días no se llenen
de dudas, sino de confianza en que, si vivo con fe y amor, estaré construyendo
un futuro lleno de significado.
Quiero, Dios, aprender
a vivir en el presente. No quiero que mi vida pase sin que me detenga a valorar
los pequeños regalos que me das cada día. Ayúdame a ver la belleza en las cosas
simples: en la risa de un ser querido, en un amanecer, en una conversación
sincera. Enséñame a ser agradecido por lo que tengo ahora, en lugar de
preocuparme por lo que perdí o lo que aún no tengo.
Gracias por estar
siempre a mi lado, incluso cuando mis pensamientos están llenos de dudas y
deseos imposibles. Gracias por tu amor infinito y tu paciencia inagotable. Sé
que, aunque no tenga una máquina del tiempo, tengo algo mucho más valioso: tu
guía y tu amor. Con ellos, sé que puedo reconciliarme con mi pasado, abrazar mi
presente y construir un futuro lleno de esperanza.
CARTAS A DIOS -
Alfonso Vallejo
No hay comentarios:
Publicar un comentario