El viaje del alma

El alma no tiene raza, no tiene religión, solo conoce el Amor y la Compasión.
Todos somos seres divinos, hace miles de años que lo sabemos, pero nos hemos olvidado y,
para volver a casa tenemos que recordar el camino. BRIAN WEISS




sábado, 12 de julio de 2025

Volcán interior

 


Querido Dios:

        Hoy me atrevo a escribirte con el corazón en la mano y el alma expuesta. Siento que necesito tu ayuda, tu guía, tu luz, porque hay algo dentro de mí que no puedo controlar, algo que me transforma en una versión de mí mismo que no quiero ser. Es como si un volcán dormido en mi interior despertara de repente, y toda la lava acumulada explotara sin advertencia, sin lógica. Y entonces, esa persona amable, educada y paciente, que trato de ser, se desmorona para dar paso a un ogro que ni yo mismo reconozco. Es un ciclo que me duele profundamente y que afecta a las personas que más quiero. Por eso estoy aquí, buscando respuestas y consuelo.

A lo largo de mi vida, he tratado de mantenerme en equilibrio, de ser alguien que construye, que ama, que comprende. Pero hay momentos en los que algo se quiebra dentro de mí y, sin darme cuenta, me dejo llevar por esa fuerza arrolladora que parece superar mi voluntad. Es como si la ira, la frustración o el desánimo tomaran el control, y mis acciones y palabras se convirtieran en algo que jamás quisiera ofrecer a los demás. Cada vez que ocurre, me invade el remordimiento, la tristeza y una sensación de fracaso. Es un dolor doble: por el daño que puedo causar y por el hecho de sentirme incapaz de ser mejor.

He reflexionado mucho sobre este problema, tratando de entenderlo. ¿Por qué ocurre? ¿Es mi impaciencia, mis miedos, mis inseguridades? ¿Hay algo en mi pasado que pesa demasiado en mi presente? Lo cierto es que, a veces, las respuestas parecen esquivas, y eso me lleva a un lugar de desamparo. Me pregunto si esta batalla interna es una prueba, algo que debo superar para crecer. Pero entonces surge la duda: ¿tengo la fuerza para cambiar? Por eso recurro a Ti, porque sé que tu sabiduría y tu amor son infinitos, y que en Ti puedo encontrar lo que yo mismo no logro hallar.

Quiero pedirte, Padre, que me ayudes a encontrar paz dentro de mí. Esa paz que calma tormentas, que aquieta volcanes, que sana heridas. Ayúdame a ser más consciente de mis emociones, a reconocerlas antes de que se apoderen de mí. Dame la capacidad de respirar, de detenerme, de escuchar esa voz interior que me recuerda quién soy realmente. Enséñame a ser más paciente, a ver las situaciones con perspectiva, y a elegir siempre el camino del amor y la comprensión. Sé que no será fácil, pero creo que Contigo puedo encontrar esa fuerza que parece tan lejana.

Además, te pido que me des humildad. La humildad para reconocer mis errores, para disculparme sinceramente y para aprender de cada experiencia. Muchas veces, el orgullo puede ser un obstáculo para el cambio, y no quiero que sea así en mi caso. Quiero ser alguien que construye puentes, no muros; alguien que deja huellas positivas en los demás, y no cicatrices. Y sé que para lograrlo debo empezar por mirar dentro de mí, por aceptar mis propias imperfecciones y trabajar en ellas con dedicación y amor.

También te pido que ilumines mi relación con los demás. Cuando mi temperamento me lleva a reaccionar de manera negativa, el daño no solo recae en mí, sino en quienes me rodean. Ayúdame a ser más comprensivo, más abierto, más empático. Dame las palabras correctas cuando las necesite y el silencio cuando sea mejor callar. Dame la sabiduría para construir relaciones basadas en el respeto, el apoyo mutuo y el amor genuino. Porque sé que, al final, lo que realmente importa son las conexiones que creamos y el impacto que dejamos en la vida de los demás.

Finalmente, quiero agradecerte. A pesar de mis luchas internas, sé que me has dado muchas bendiciones. Tengo personas que me quieren, oportunidades para crecer y, sobre todo, tu presencia constante en mi vida. Aunque a veces me siento perdido, sé que nunca estoy realmente solo, porque tú siempre estás ahí, dispuesto a escuchar, a guiar, a sostener. Gracias por tu paciencia infinita, por tu amor sin condiciones y por creer en mí incluso cuando yo mismo dudo de mis capacidades.

Prometo esforzarme Señor. Prometo trabajar en mí mismo, en mis emociones, en mi forma de relacionarme con los demás. Pero también sé que necesito tu ayuda, tu luz, tu guía. Juntos, creo que podemos transformar ese volcán en un jardín, esa lava en algo constructivo y esa lucha interna en una fuente de aprendizaje y crecimiento. Porque, al final, lo que más deseo es ser alguien que honra la vida y que refleja tu amor en cada acción y palabra.

Gracias Señor.

CARTAS A DIOS – Alfonso Vallejo


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