Mandamientos,
reglas, preceptos y principios, son las normas de conducta y comportamiento,
que las distintas religiones y filosofías imparten entre sus seguidores, fieles
o afiliados, para vivir una vida digna y alcanzar, en unos casos la salvación y
para dar ejemplo de vida en otros.
Están
bien, están muy bien, pero la mayoría de ellos, que en teoría han sido dictados
para alcanzar la salvación, llevan aparejado un castigo en caso de
incumplimiento, algunos tan duros, como terminar con la vida física del pecador,
o condenarle al fuego eterno por toda la eternidad; que más parecen dictados
por una mente insana carente totalmente de amor, que por un Padre amoroso de
sus propias creaciones.
Es difícil
de creer que en la Mente de Dios pueda caber la rabia, la venganza y el castigo.
¿No serán las mentes de los hombres, que en vez de dominar y atemorizar con un
fusil en la mano, lo hacen con el miedo? Los maestros de estas reglas parecen
estar muy lejos de la salvación que predican, porque les falla, justamente,
aquello de lo que tanto se llenan la boca: el amor, la misericordia, la compasión
y el perdón.
¿No
sería más fácil, si en vez de atemorizarnos con un sinfín de desgracias y
castigos, nos enseñaran a amar?, ¿No sería más fácil si nos enseñaran a pensar
de manera recta y sana?, ¿No sería más fácil si en vez de juzgarnos nos
enseñaran a perdonar?, ¿No sería más fácil si nos enseñaran a compartir? Creen
que “la letra con sangre entra”, y se equivocan, el aprendizaje llega con el
ejemplo, con un ejemplo entregado con amor.
Si nos
enseñaran a amar, a perdonar, a pensar de manera recta y sana, y a compartir,
ya no serían necesarias reglas, porque entonces todas las relaciones estarían basadas
en la hermandad, en la igualdad y el amor.
Y ya
que nadie nos enseña eso, ¿Por qué no lo hacemos nosotros?, ¿Por qué no
iniciamos una revolución, una autentica revolución, tratando a todos con amor,
como si fuéramos nosotros mismos quien está delante, sean familia o no, sean
amigos o enemigos, sean acreedores o deudores, sean sacerdotes o laicos, sean
hombres o mujeres?, ¿Por qué en esa revolución no compartimos, no lo que nos
sobra, sino lo que nos falta?, ¿Por qué en esa revolución no ayudamos a todos?,
¿No?, ¿Por qué?, ¿Tienes miedo de que te engañen?, bueno, no te lo hacen a ti,
se lo hacen a ellos mismos. Existe una ley mucho más importante que todas las
reglas enseñadas por los hombres, en la “Ley de la causa y el efecto”, y si al
que te engaña, también le tratas con amor, a ti no va a afectarte, y él no se
va a quemar en el fuego eterno, pero tendrá que beber del mismo agua que
intentó darte a ti.
Inténtalo,
te aseguro que vas a estar mucho más cerca de la felicidad de lo que nunca has
estado.