Mi alma, mis libros, mis creencias, mi corazón y mis opiniones.
El viaje del alma
El alma no tiene raza, no tiene religión, solo conoce el Amor y la Compasión. Todos somos seres divinos, hace miles de años que lo sabemos, pero nos hemos olvidado y, para volver a casa tenemos que recordar el camino. BRIAN WEISS
La energía de la bendición es una de las más poderosas
que existe, junto a las energías del amor y del perdón.
Ahora parece ser un buen momento para hacer uso de esa
energía enviándosela a los enfermos del coronavirus para reforzar los
tratamientos médicos y las cadenas de meditación y de oración que se estén
realizando.
Cada bendición puede durar menos de medio minuto. Por
lo que puedes bendecir a más de un enfermo. En un cuarto de hora se puede
enviar la energía de la bendición a treinta personas.
Teniendo en cuenta que todos estamos en casa y tenemos
tiempo, más que de sobra, se puede dedicar un cuarto de hora en la mañana y
otro en la tarde.
¿Cómo hacerlo teniendo en cuenta que no conocemos a
las personas enfermas, a no ser que tengamos algún conocido con el virus?
Se puede hacer visualizando, pensando o imaginando la
silueta de una persona con un número delante. Si vas a enviar la energía a
treinta personas, piensa en un país y vete cambiando el número del 1 al 30, por
ejemplo. Y en la tarde sigue desde el número 31 en adelante, y así cada día.
Alguien puede pensar, ¿cómo va a llegar la energía a
una persona de esa manera que parece tan sutil? No te preocupes, ya se
encargará la energía, que es más inteligente que tú, de llegar a la persona que
la envías.
Para
realizar la bendición:
-Siéntate
con las plantas de los pies bien apoyadas en el piso.
-Levanta
las manos a la altura de los hombros con las palmas dirigidas al frente. Los brazos
cómodos al lado del cuerpo.
-Con
los ojos cerrados imagina a la persona delante de ti.
-Pide
a Dios que abra tu canal de Luz.
-Imagina
que llega una energía a ti por tu chakra corona.
-Esa
energía baja hasta tu corazón y se reparte por tus brazos para salir por tus
manos.
-Visualiza
esa energía saliendo de tus manos y llegando a la persona que tienes delante.
- Repite
en tu interior: Yo te bendigo, yo te bendigo con salud, yo te bendigo con paz,
con amor, con serenidad, con abundancia y prosperidad. Yo te bendigo. Te amo.
Cambias la imagen de la persona que tienes delante y
vuelves con la bendición. Cuando digo cambias la persona, en realidad, lo que
tienes que cambiar es el número. Así hasta que te canses.
Si esto te resulta difícil, puedes visualizar un país
y enviar la bendición a los enfermos de todo el país. Puedes hacerlo como te
apetezca, pero aprovecha parte de este tiempo de ocio con el que nos hemos
encontrado.
He
vivido en quince poblaciones de tres países diferentes y he realizado más de
una treintena de mudanzas. Sí, es cierto, mi chakra base nunca ha sido muy grande,
comparado con el resto de chakras, y eso, a pesar de trabajar específicamente
en él desde que conozco que somos energía. Si tenemos en cuenta que este chakra
también tiene que ver con el dinero ya podéis haceros una idea de cómo se encuentra
mi estado de cuentas. Pues tan escurrido como el chakra.
Todos los
cambios de vivienda, de población y de país los he realizado sin mirar atrás,
sin añoranza por lo que dejaba y con una cierta ilusión, tampoco excesiva, por
lo nuevo que estaba entrando en mi vida.
No
tengo mal recuerdo de ninguno de los lugares donde he vivido, excepto dos. Uno
cuando era muy pequeño. No creo que tuviera más de cinco años. Nos fuimos a
vivir a una especie de cuarto en el subsuelo de una panadería, (mis padres eran
más pobres de lo que yo lo soy ahora), y recuerdo por las noches ver pasar por
delante de la puerta de la habitación a los panaderos que estaban trabajando
haciendo el pan. A mí eso me asustaba. Pensaba que eran demonios vestidos de
blanco que venían por nosotros en mitad de la noche.
El otro,
treinta y tantos años después, fue mi estancia en un mini piso al que me fui
cuando me separé por primera vez. Era un sitio muy frío, inhóspito, con cuatro
muebles destartalados. Dormía vestido arropado por todas las ropas de que
disponía entonces. Estuve dos meses en esa especie de Siberia, y puedo decir,
sin temor a equivocarme, que fueron los peores de mi vida, con diferencia, ya
que al dolor de la separación se unía el frío y la incomodidad. Es posible que
una separación traumática, como fue la mía, viviendo en un palacio hubiera sido
más llevadera.
Tengo
claro que he llegado a esta vida con una buena parte de la asignatura del desapego
aprobada en alguna de mis vidas anteriores. Reconozco su importancia porque el
apego es, justamente, una de las emociones que mayor sufrimiento provoca en mis
compañeros de viaje por la vida.
El
diccionario, que es quien más sabe de definiciones, define el apego como una
inclinación especial hacia algo o hacia alguien. Esta inclinación hacia alguien
puede generar un vínculo afectivo y a través de este vínculo se espera
encontrar protección, paz, felicidad, seguridad y hasta amor.
Creo
que este es uno de los grandes males de los seres humanos. Los otros dos
grandes males son el no saber realmente quienes son y el no saber para qué
venimos a la vida.
Afortunadamente
solo he convivido durante una parte de mi vida, unos cuarenta años, con los dos
últimos. ¡Que ya es bastante! Pero de apego creo no haber sufrido ni un gramo.
Vivo
independiente desde los diecisiete años. Me he casado tres veces y tengo dos
hijos y dos nietos, una niña de diez años y un niño de ocho que es la misma
edad que tiene mi hijo pequeño, es decir, su tío.
Estoy a
punto de cumplir setenta años. Nunca pensé que llegaría tan lejos, teniendo en
cuenta que todos los hombres de mi familia, por la rama paterna, murieron con
sesenta y cuatro años. Siempre hay excepciones que confirman la regla. Me he
programado para vivir 92 años.
Reflexionando
sobre la nomadicidad y las vicisitudes de mí vida me siento como si hubiera
vivido, al menos, cinco vidas en una.
Cuento
como primera vida el tiempo transcurrido desde mi nacimiento hasta que abandoné
el hogar de mis padres para vivir una vida independiente con diecisiete años, a
novecientos kilómetros del que había sido mi hogar.
La
segunda vida abarca un ciclo, también de diecisiete años, desde mi
independencia hasta el divorcio de mi primera esposa y madre de mi hija mayor.
Es
curioso, ahora soy consciente de que el ciclo de la tercera vida, también, tiene
una duración de diecisiete años, tiempo en el que volví a casarme y a separarme
por segunda vez mientras iniciaba el acceso a una vida más espiritual.
La
cuarta vida engloba una vida en solitario, sin pareja, regentando un centro de
yoga y salud, en el que daba clases de yoga, guiaba meditaciones, realizaba
cursos de formación de terapeutas y hacía sanación.Este ciclo fue más corto, de tan solo diez
años. Fue una etapa de intenso aprendizaje.
Y, por
último, la quinta vida, la vida en la que me encuentro desde hace diez años,
lejos de mi país de nacimiento, dedicándome básicamente a mi hijo, a mi esposa,
a la sanación y la escritura.
En
plena cuarentena por el Covid19, confinado en casa como el resto del mundo,
¿estaré iniciando mi sexta vida o será la Tierra y con ella la humanidad la que
está iniciando una nueva etapa?
Hace
tiempo que escucho y leo, sin llegar a creérmelo, que la humanidad está dando
un salto importante en su crecimiento. Supongo que debíamos ir demasiado lentos
y “alguien” ha decidido darnos un empujoncito. Porque si de esta crisis no
sacamos la enseñanza de que todos somos lo mismo y de que ayudando y respetando
al otro, me estoy ayudando y respetando a mí, no habrá servido de nada tantas
muertes, tanto dolor, tanta carencia y tanto sufrimiento.
¡Cuídense
y así cuidarán al otro!
¡Bendiciones!
CONTINUARÁ
Como la canción "Resistiré" del Dúo Dinámico se ha puesto rabiosamente de moda, la comparto con vosotros.
Hoy he
sido consciente de un sueño recurrente que tengo hace, por lo menos, cuatro o
cinco años En el sueño, que tengo una o dos veces por semana, estoy preparando,
o estoy a punto de realizar, un viaje que casi siempre es de vuelta a casa
después de trabajar una temporada en otro lugar. En el sueño siempre existe
algún contratiempo. He perdido los billetes o no encuentro el pasaporte o se
rompen las maletas o está cortada la carretera. El caso es que no puedo viajar,
lo que me causa un sufrimiento importante. Estoy seguro de que podría
calificarlo como pesadilla porque es un alivio cuando despierto y soy
consciente de que estoy en la cama de mi casa sin tener ningún viaje pendiente.
Últimamente
el sueño ha comenzado a presentar algunas variaciones. Sigo sin poder viajar
por los mismos problemas que en los sueños anteriores, pero a última hora,
justo antes de despertarme, el problema que me impedía realizar el viaje se
soluciona. Aparecen los billetes o encuentro de manera milagrosa el pasaporte
en algún cajón o miro hacia abajo y allí están mis maletas que hace un momento
no estaban. Sigo sin viajar porque no me da tiempo, ya que me despierto cuando
se soluciona mi problema, pero el alivio, en lugar de sentirlo en el momento de
ser consciente de que era un sueño, lo siento unos instantes antes con lo que
el despertar es más agradable.
No
entiendo nada de sueños ni de su interpretación, pero hoy, con la alegría de
haber encontrado el pasaporte en el último momento, nada más despertar, me fui
directo a la computadora. Busqué el significado, algo que nunca había hecho, y cuando
leí la interpretación que aparecía resonó en mi interior con la misma fuerza
que las campanadas de una catedral. Decía que soñar con un viaje es la
necesidad de realizar un cambio en la vida, y que si no se puede realizar el
viaje por problemas que puedan surgir en el sueño, es una resistencia a dicho
cambio.
En ese
momento me vino a la mente que hace casi dos años me rompí la tibia y el peroné
de la pierna derecha. Califiqué, entonces, ese hecho como un accidente fortuito,
sin prestar demasiada atención a una amiga que me dijo que era un mensaje de
que tenía que hacer un cambio de rumbo en mi vida. Así que parece claro que
estaba necesitando ese cambio de rumbo, y si me atengo al tiempo de duración de
los sueños este debería estar gestándose desde hace casi cinco años. Debo de
haber comenzado a dar tímidos pasos para ese cambio de rumbo, teniendo en
cuenta que en el sueño empiezan a aparecer los billetes o el pasaporte, pero
todavía no consigo viajar lo cual quiere decir que aún no he tomado el nuevo
rumbo.
Son
cinco años que, si bien, puede parecer un tiempo largo en la vida terrenal, no
lo son para la vida inmortal del alma. No hay tiempo para el alma que, como no
tiene prisa, puede esperar años y años sin cansarse de patrocinar sueños
recurrentes, un día tras otro, enviando en ellos mensajes subliminales para
que, algún día, el ego deje caer la venda de sus ojos y se haga consciente de
lo que le está demandando el alma que, a fin de cuentas, es la única razón para
estar vivo.
Una vez
entendido, (todo lo que se puede entender con una información tan volátil), que
se ha de realizar un cambio, aparece, de inmediato, una segunda cuestión ¿cuál
es el cambio de rumbo que se ha de realizar? Es lógico pensar que el cambio
puede estar relacionado con el trabajo, con el lugar, con las relaciones o
hasta podría ser cambiar el lugar donde se realizan las compras, ¿por qué no?, es
decir, todo relacionado con cuestiones de la vida o, mejor, con cuestiones
externas, ¿qué otra cosa podría ser protagonista de un cambio de rumbo?
Pero
si, si que hay otro protagonista, el más importante: La propia persona, sus
pensamientos, sus creencias, su actitud, su propia valoración, el amor hacia sí
misma.
Este
era exactamente el cambio que estaba demandando mi alma. No se trataba de
cambiar nada del exterior, se trataba de realizar un cambio interior. Se
trataba de reconocer y aceptar, sin soberbia y sin falsa modestia mi propio
poder, que no es que fuera ni mucho ni poco, era el mío, y punto. Y no solo no
lo aceptaba sino que tampoco lo reconocía, ya que me parecía que no podía ser,
teniendo en cuenta, además, que yo suspiraba por un poder diferente.
Pero
no. Ahí estaba la herramienta que yo mismo había elegido al otro lado de la
vida para realizar, con éxito, el trabajo, también, elegido por mí que me iba a
permitir acercarme al final de mi meta, que no es otra que el mismo Dios.
Este
diario íntimo es un reflejo de mis luchas internas, de mis pensamientos, mi
soberbia, mis miedos, mis dudas y mi trabajo interior para salir del pozo en el
que me encuentro, parece ser que muy cómodo, y encaminar mis pasos hacia ese
cambio de rumbo que no es otro que poner la directa hacia Dios dejando de esconderme,
de dar tumbos, de hacer piruetas y de justificar mis miserias.
Soy un
ser humano que, como todos, está aprendiendo a amar.
Hoy
algo ha cambiado. No mucho, pero algo. Hoy sé que solo trabajo para mí, como
todos, y que mi trabajo, como el de todos, es aprender a amar para avanzar unos
metros en mi camino de regreso a Dios. Pero en ese camino de regreso a Dios,
que hemos de realizar en solitario, lo hemos de recorrer tendiendo la mano para
ayudar a avanzar a nuestros compañeros de viaje, ya que todos llevamos la misma
dirección y el premio por llegar, no se da cuando llega uno, se da cuando
llegan todos. Nuestro premio es dejar nuestra individualidad para volver a ser
Dios.
Por eso
le he puesto nombre a esos pequeños trabajos que tenemos que realizar,
simultaneando con nuestro aprendizaje del amor, todas las almas que nos
encontramos encarnadas en la vida. Hoy le he puesto nombre a eso que los seres
humanos llamamos pomposamente “nuestra misión”. Hoy sé que soy un Trabajador de
la Luz, que es algo que llevo haciendo un tiempo en esta etapa de mi vida y,
además, tener el atrevimiento de hacerlo público ha sido sanador para mí.
Permitirme
un inciso. Creo que sería bueno que hiciera una brevísima descripción, como
adelanto, de lo que significa ser un Trabajador de la Luz. Los Trabajadores de
la Luz son seres con un fuerte deseo interior de ayudar a otros seres a
despertar del sueño en el que se ven inmersos desde su entrada en la materia,
para que sean conscientes de su divinidad y entiendan la razón de la vida, que
no es otra que aprender a amar como Dios nos ama, para volver cuanto antes a Su
regazo. Es un trabajo simultáneo con su propio despertar y su propio aprendizaje
del amor incondicional.
Pero no
solo se han disipado las dudas sobre lo que soy o lo que tengo que hacer.
También se han acabado muchos miedos. No todos, es cierto, pero si muchos.
Ha
desaparecido el miedo más importante, el miedo al fracaso. ¡Que los que vienen
a terapia no se sanen!, ¡que no cambien con las indicaciones que les doy!
Por fin
he comprendido que yo no fracaso nunca, porque la sanación no depende de mí. La
sanación implica, en todos los casos, un cambio y si no se realiza ese cambio,
el fracaso no es mío, en todo caso será de aquel que, no solo no cambia nada en
su vida, sino que, además, pone su salud ya sea física, mental o emocional en
manos de otros, cuando solo está en sus propias manos.
Ha
desaparecido, también, de un plumazo la mayor contradicción con la que llevo
conviviendo años. Algo me lleva a escribir y escribo. Cuando está escrito sueño
con verlo publicado y sigo soñando con que se convierte en un “best seller”,
pero, ¡ojo!, todo eso ha de ser sin que nadie
lo lea, porque me da miedo, más que miedo pánico, que lo lean y juzguen
negativamente lo escrito. Es como si a un maestro de primaria le diera miedo enseñar
a sumar a los niños porque un premio Nobel de matemáticas pudiera cuestionar su
trabajo. Es ridículo ¿verdad?, pues ese miedo ridículo es algo parecido al
sentimiento que yo albergaba en mi interior. No escribo para los Maestros Iluminados,
ni para los guías espirituales, ni para los maestros encarnados, ni para
escritores consagrados, ni para los miembros de la Real Academia. Escribo para
los mortales que, como yo, están petrificados por el miedo en el umbral de la
puerta que da acceso a la vida del alma, sin atreverse a soltar la maroma que
les mantiene atrincherados en el miedo porque, a fin de cuentas, es su zona de
confort ya que es lo único que conocen. Y lo desconocido asusta.
Otro de
mis miedos era pensar en lo que podrían decir aquellos que me conocen de otras
etapas anteriores. Pero se ha ido el miedo cuando, por fin, he entendido que ya
no soy el que ellos conocieron, soy otro completamente diferente. Sí, me llamo
igual, tengo las mismas facciones, con el obligado deterioro que se va
produciendo por el paso de los años, pero creo, pienso, siento, hablo y me
comporto diferente. Soy otro. Ni mejor ni peor, solo diferente. Pero si fuera
el mismo, también, sería igual, porque lo que otros piensen o hablen no es mi
problema, es solo suyo.
Hoy he
sido consciente de un sueño recurrente que tengo hace, por lo menos, cuatro o
cinco años……CONTINUARÁ.
Yo sé
que todo es Dios, sé que vivimos en Dios y que Dios habita en nuestro interior.
Esta para mí es una premisa fundamental porque toda mi vida emocional y mental
gira en torno a ella.
Aunque
es fácil de entender la literalidad de la información, puede que no lo sea
tanto su aceptación y, mucho menos, en caso de entenderlo y aceptarlo, integrarlo
en cada una de las células, para vivir y actuar desde ese conocimiento.
Los
seres humanos vivimos en Dios, de la misma manera que el pez vive en el agua. Esto
para mi está fuera de toda duda, cuando, curiosamente, dudo de casi todo.
Para
que se hagan una idea de mi capacidad de dudar, a veces cuando veo mi imagen
reflejada en un espejo me pregunto si la imagen reflejada será igual que la
imagen real e, incluso, me pregunto si los demás me ven igual que la imagen que
yo puedo ver reflejada en el espejo. Otras veces, por ejemplo, cuando estoy
escribiendo con un bolígrafo rojo me pregunto, tontamente, si todos verán el
rojo igual que yo lo veo. Hasta ese punto llega mi capacidad de dudar y de
hacerme preguntas, parece que, con muy poco sentido.
Pues
bien, la primera frase escrita sobre Dios para mi es una Verdad Absoluta.
Pero me
costó trabajo entenderlo y, sobre todo, aceptarlo. Aun no sé si está integrado
en mí.
Creo
que somos un alma inmortal que viaja, de vez en cuando, a la materia
revistiéndose de un cuerpo y cuando está fuera de un cuerpo, es decir, al otro
lado de la vida, está en las mismas condiciones que cualquier otra alma. Por
eso, para mí, es muy fácil imaginar a otros puntos de luz que en la actualidad
no tienen cuerpo, pero que si lo han tenido, como bien pudieran ser Buda,
Moisés, Jesús, Mahoma o Gurú Ram Das, solo por citar a alguno de los grandes
maestros que han sido inspiración de religiones.
Puedo
cerrar los ojos y tratar de visualizar o imaginar puntos de luz, y así imagino
a esos maestros de la misma forma que imagino a los seres conocidos, por mí,
que se han ido con anterioridad. Pero imaginar a Dios me parecía más difícil
porque no ha tenido cuerpo. Y así le fui dando vueltas durante mucho tiempo
hasta que una reflexión hizo saltar la tapa de la duda en mil pedazos: “Si yo
soy un punto de Luz. Dios es la Luz”. Por lo tanto, no lo podía imaginar como
un puntito frente a mí. Él lo era todo, lo llenaba todo, yo estaba dentro de
Él. Todos estamos dentro de Él.
Pero también
sé que no somos Dios, que somos seres humanos, con nuestras limitaciones, con
nuestras dudas y nuestros miedos, con nuestras creencias, nuestras
contradicciones, nuestros errores, nuestras preocupaciones y nuestros deseos.
Quiero
hacer un inciso antes de seguir. El día que los seres humanos dejemos de dudar,
dejemos de tener miedo y amemos a todos como Dios nos ama, ese día no solo
viviremos en Dios, sino que sentiremos el poder de Dios en nosotros mismos.
He pasado una buena parte de mi vida asustado,
tratando de esconderme, lleno de dudas y retando en muchas ocasiones a Dios.
Llevo
tiempo viviendo en un tremendo error. Creo que trabajo para Dios porque me
dedico a la sanación, a formar terapeutas, a guiar meditaciones y tratando de
convencer a los pacientes y a los alumnos de que la auténtica sanación solo la
van a encontrar ellos mismos, cuando aprendan a vivir desde el alma. Por eso
creía que trabajaba para Dios. Por lo tanto, si estaba trabajando para Él, ¿por
qué le encontraba tan lejano y tan esquivo?, a pesar de vivir en Él y que Él
mismo anide en nuestro interior.
El problema es que tenemos un instrumento muy poderoso con nosotros: Nuestra mente.
La
mente es nuestro auténtico enemigo. Tenemos que derrotar a la mente, pero, curiosamente,
la batalla la tiene que liderar la misma mente. Curioso ¿no?, hemos de derrotar
a la mente desde la mente.
El
parque Green es el espacio más apreciado por los residentes de Mascotalandia,
que es una pequeña población en el Condado del Juego, al oeste del país de la
Ilusión.
En dicha población habitan todo tipo
de muñecos de peluche. Paseando por Mascotalandia uno se puede encontrar un
pequeño conejito protagonista de una serie de dibujos animados, un terrorífico
espinosaurio salido de alguna película de dinosaurios, el mamut de la Era de
Hielo o al mismísimo Mario Bros y todos suelen ir a pasear por el parque los
días soleados.
Casi todos los habituales del parque
se sientan a descansar, al final de su paseo, en los bancos situados bajo unos
enormes árboles que cobijan con su sombra a los usuarios de los bancos y que están
estratégicamente colocados bordeando el estanque que se encuentra en el centro
del parque.
Es muy agradable para ellos porque,
además de descansar y de realizar la última conversación del día con los
amigos, se deleitan escuchando los conciertos que las ranas, que viven en el
estanque, interpretan cada tarde al caer el sol. Hoy es un día como cualquier otro.
Está muy avanzada la tarde y los bancos del estanque están todos ocupados por
los peluches, que se encuentran descansando, preparados para escuchar el
concierto de las ranas. Sin embargo, está a punto de ponerse el sol y aun no se
escucha ni una sola rana. Los peluches se miran extrañados y murmuran entre
ellos: ¾¡Qué
extraño! El sol está a punto de ponerse y las ranas aún no han comenzado su concierto,
¿qué estará pasando? Los
peluches se asomaban a la orilla del estanque para ver si podían enterarse de
algo, (eran un poco cotillas), ya que en los últimos cinco años nunca había
ocurrido nada semejante, decía Tigger el peluche de más edad de Mascotalandia,
un tigre que aparece en los cuentos de Winnie the Pooh. Al
final cayó la noche. El reflejo de la luna iluminaba el estanque, pero de las
ranas no había ni rastro, por lo que los peluches fueron desfilando hacia sus
casas murmurando y haciéndose cábalas sobre lo que podría haber sucedido. La
noche en el parque era total y absolutamente silenciosa. Por primera vez en la
historia del parque las ranas no habían deleitado a los paseantes con su
concierto vespertino. En
la comunidad de las ranas del parque Green se había trastocado completamente la
vida. Rodolfo y Alejandro, dos ranas jóvenes habían comenzado, a pesar de ser
machos, a frecuentarse con demasiada asiduidad, se paseaban cogidos de las
ancas, a cualquier hora, sin importarles si había alguien delante o no, se
rozaban con descaro y se miraban con cara de arrobamiento. Se comportaban como
dos enamorados y, todo eso, ¡a pesar de ser varones los dos! Eran
la comidilla del momento y desde luego no eran, en absoluto, un buen ejemplo
para los renacuajos. Ante
tan dramática situación se habían reunido, en horas de la mañana, las fuerzas
vivas de la comunidad junto al consejo de ancianos, que solo lo hacía ante
situaciones de extrema gravedad por la avanzada edad de sus miembros, para
determinar cuáles eran las acciones a tomar. Judá, el líder espiritual de la comunidad
tomó la palabra: ¾Es
inconcebible que tengamos que estar sufriendo una situación de este tipo. En nuestra comunidad, esta clase de relaciones no
solo son un ejemplo pernicioso para nuestros pequeños, sino que es ofensiva
para todos, por ser antinatural, ya que se trata de una relación anormal en la
que están inmersos dos individuos de mente enferma. A continuación, Rita, la
alcaldesa, pidió turno de palabra: ¾Es
inconcebible, es antinatural y un deleznable espectáculo el que estos dos
jóvenes están protagonizando, además, a plena luz del día y delante de todos.
Pero no hemos de olvidar que son hijos de Adela y
Raquel, dos miembros destacados de nuestra comunidad y que están sufriendo esta
situación hasta el extremos de no salir de sus casas para no ser señalados por
las ancas.
El gobernador Tito, como máximo
responsable político de la comunidad expresó con voz solemne: ¾Les
sugiero que comiencen a dar opciones para que podamos debatir y elegir la que
sea más adecuada para el bien de la comunidad. ¾Lo
que tenemos que hacer es expulsarlos del estanque –dijo con voz temblorosa, por
la edad, don Alfredo, que con casi cuarenta años era, el presidente del consejo
de ancianos. ¾El
líder espiritual volvió a tomar la palabra- Es posible que con rezos, novenas y
confesiones pueda liberarles del demonio que les ha poseído y vuelvan a la
normalidad. ¾Esto
no se cura con rezos –dijo el médico de familia- necesitan una operación
urgente, aquí tiene que intervenir la ciencia. ¾Encerrémosles
porque lo que hacen es un signo de que han perdido la cabeza –dijo el
responsable del manicomio- así podríamos inaugurar el centro que nunca ha
tenido ningún ingresado.
Así fueron dando cada
uno su opinión sobre las opciones que consideraban más acertadas. Después de
escuchar todas las opciones, comenzó el debate de cada una de ellas, aunque no
parecía que llegaban a ningún acuerdo, y ya era noche cerrada.
Ataúlfo, que asistía a su
primera reunión como integrante del consejo de ancianos al haber ingresado hace
escasamente dos meses por haber llegado a la edad de veinticinco años, pidió
tímidamente la palabra:
¾Realmente
–preguntó- ¿qué es lo que todos estamos buscando?
¾Casi
todos dijeron al unísono- La felicidad, lo que todos buscamos es la felicidad.
¾Y
¿qué es lo que desean para sus hijos e, incluso, para todos los integrantes de
la comunidad? -siguió preguntando Ataúlfo.
¾Pues
que consigan la felicidad -volvieron a contestar todos al unísono.
¾Pues
ahora tenemos dos miembros de esta comunidad que son felices y ustedes pretenden
que dejen de serlo -dijo Ataúlfo comenzando a mostrar sus intenciones.
¾Judá,
el líder espiritual se puso rojo de cólera- No pueden conseguir la felicidad a
costa de que todos los demás seamos infelices.
¾Yo
no soy infeliz porque ellos se amen, ¿quién de ustedes es infeliz por eso,
aparte de nuestro líder espiritual? –preguntó Ataúlfo.
¾Judá,
el líder espiritual estaba pasando del rojo de la cólera al amarillo de la
rabia- No tienen que contestar a esa pregunta. Los temas espirituales los
dirijo yo y digo que es indignante, porque tienen el mismo sexo y no pueden
tener hijos. Toda unión ha de ser para tener hijos.
¾¿Quién
lo dice? –preguntó Ataúlfo?
¾Es
lo que se ha hecho siempre. Lo dice la Rana Superior –dijo el líder espiritual,
levantando la voz, cada vez más enojado.
¾La
Rana Superior quiere que seamos felices y que nos amemos los unos a los otros.
No dice nada de hijos. Y si es por lo que se ha hecho siempre, ya es momento de
cambiar –le rebatió Ataúlfo. ¿Cómo puede ser que usted que predica el amor esté
queriendo castigar a los que se aman? No son un mal ejemplo para los renacuajos, al
contrario, son ejemplo de amor, de lealtad, de respeto. O cree usted que es mejor ejemplo el de los
miembros de una pareja que se gritan de manera permanente o que se engañan,
solo porque son macho y hembra. El amor es el amor y no entiende de sexos. Les propongo lo siguiente: Dejemos en paz a Rodolfo
y a Alejandro, que sigan con su amor. Y nosotros respetemos su opción. Entre
otras cosas porque no son viciosos ni pervertidos. Es genético, es una
condición. Si queremos expulsar expulsemos también a todos sus antepasados
vivos que son los responsables de su genética. Por lo que respecta a que no pueden tener hijos,
hay otras ranas que también han decidido no tener hijos y no se hace nada, ni
nos rasgamos las vestiduras. Por el ejemplo que puedan dar a los renacuajos no
hemos de preocuparnos, que lo vean como algo normal, ¡enseñémosles a que vean
la normalidad en cualquier tipo de unión! Lo importante es amar. Y con respecto nosotros, a las ranas adultas, solo
tenemos que empezar a verlo como algo normal. Pensemos que son nuestros propios
hijos. Les propongo una votación con tres opciones. 1) Expulsarles
de la comunidad, 2) aceptarles, respetarles y enseñar a todos a que lo vean
como algo normal o 3) si ustedes no son capaces de tomar una decisión hagamos
un referéndum.
¾¿Está
diciendo usted que les debemos tolerar en nuestra comunidad? – preguntó Judá,
el líder espiritual.
¾Un
“no” rotundo -matizó Ataúlfo- estoy diciendo que les respetemos. No pido
tolerancia, pido respeto.
¿Votamos? Quiero que sepan que si gana la expulsión
haré campaña a favor del respeto, puerta por puerta, con cada uno de los
miembros de esta comunidad.
Propongo que la votación sea secreta y que sean
necesario dos tercios de los votos para considerar ganadora cualquier opción.
Estaban presentes en la reunión
los ocho miembros que componían las fuerzas vivas de la comunidad más veintidós
miembros del consejo de ancianos. En total treinta ranas que tenían en sus
ancas el futuro de dos vidas.
¾Si,
si, de acuerdo votemos -era la voz mayoritaria de los asistentes.
El
resultado de la votación fueron veintiséis votos a favor para que se queden,
para respetar su amor y enseñar al resto de la comunidad que es algo normal. Un
voto en contra y tres favorables para realizar un referéndum.
¾Judá,
el líder religioso, tomó la palabra- El voto negativo fue mío, pero acepto la
decisión mayoritaria. Lo que no puedo es seguir siendo su líder espiritual.
Creo que soy un poco antiguo. Propongo que Ataúlfo sea nuestro nuevo líder
espiritual.
¾Acepto
encantado, -dijo Ataúlfo- A partir de ahora nuestro lema será “El respeto por
encima de todo. El amor siempre”.
Cree
el hombre que es un ser independiente de Dios, cuando realmente es una parte de
Él.
Cree
el hombre que cada uno de los seres que le acompañan en la vida también son
independientes y ajenos a él, con lo cual tiene que proteger lo que él
considera suyo y a los que considera suyos, cuando la realidad es que todos son
lo mismo, hermanos, hijos del mismo Padre.
Cree
el hombre que lo que considera pecado le aparta de Dios, cuando lo único que le
aparta de Dios es su propia mente.
Cree
el hombre que tiene que buscar a Dios en los templos, en las catedrales, en las
mezquitas, en las iglesias, en las sinagogas, en los conventos, en los salones
de culto, en las basílicas, en los santuarios, o en las capillas, cuando lo
tiene bien cerca: Habita en su propio corazón.
Cree
el hombre que Dios premia a los buenos y castiga a los malos, cuando la
realidad es que Dios ni premia, ni castiga, porque no hay ni buenos ni malos.
Dios Ama a todos por igual y su Amor es total e incondicional.
Todo
lo que hay son hombres que están realizando un camino de evolución y
crecimiento para acercarse a Dios, y se tienen que acercar a Dios porque les ha
separado de Él la ignorancia, la mala fe y las creencias erróneas.
Todo
lo que hay son hombres aprendiendo a Amar, aprendiendo a compartir, aprendiendo
a respetar.
Todo lo que hay son
hombres tratando de conectar con su alma, su parte divina, y a través de la
belleza de su alma, poder contemplar la belleza de los demás, ya sean blancos, negros,
amarillos o mestizos, ya vistan con seda o con harapos, ya hablen como
Cervantes o Shakespeare, o sean mudos como una roca, ya tengan cuentas
millonarias o se peleen por un centavo, ya sean ateos o creyentes, ya sean
musulmanes o cristianos, ya sean comunistas o capitalistas, ya sean de derechas
o de izquierdas, ya sean honrados o ladrones.
-¿Cuál es mi misión Maestro? Llevo
cuarenta años preguntándomelo.
-Tu misión es aprender a amar hijo mío.
-Pero, ¿no se supone que he venido a la
vida a realizar alguna tarea específica?
-Si, la tarea de aprender a amar. ¿Te
parece poco? Y el camino para aprender a amar es que aprendas a ser feliz. Y
ahora no eres feliz porque crees que te falta algo, crees que te falta saber cuál
es tu misión. Buscando tu misión estás perdiéndote muchas cosas de la vida, casi
podríamos decir que estás perdiendo la misma vida,
Escucha
esto: Como te falta saber cuál es tu misión, no eres feliz, pues yo te digo que
si te dedicaras a ser feliz llegarías a saber cuál es esa misteriosa misión, y
te voy a explicar por qué: La felicidad es un estado interior, un estado de paz,
de serenidad, de alegría, y a ese estado se llega aceptando, tolerando, respetando,
comprendiendo y sobre todo amando.
Cuando
llegas a ese estado entiendes que todo está bien y si existiera alguna misión
misteriosa, llegaría a ti, sin que necesitaras buscarla.
-Aceptando ¿qué?
-Aceptando la vida que tienes. Aceptar
no es resignarse. Te pongo un ejemplo: Piensa en una pareja que se les ve bien,
que a ojos del mundo podría decirse que es una pareja feliz. Pero si escarbas
un poquito en su relación verías que, en muchas, en demasiadas ocasiones se
sienten solos, no hablan entre ellos de esa sensación de soledad, no hablan de
sus miedos, de sus anhelos o de sus fantasías. Hablan, si, del trabajo, del
colegio de los niños, de las facturas que van llegando, o de lo mal que se ha
portado su cuñado. En ellos hay más resignación que aceptación. Aceptación es
cuidar lo que importa para que no se desgaste, te pongo un ejemplo que no por
manido pierde su validez: A la planta hay que regarla para que viva. A las
relaciones también, y a los amigos, y a los hijos, y al trabajo, y a las aficiones
y, sobre todo, a ti mismo. Aceptar es trabajar la vida, y si algo no te gusta
de tu vida lo cambias.
La
aceptación hace que toleres todo, que toleres a todos ¿Qué sabe nadie de la
vida del otro, de la razón del otro?, ¿qué sabe nadie de su Plan de Vida, si ni
tan siquiera conocemos el nuestro?, ¿qué sabe nadie del recorrido de su alma?
No hay dos seres iguales sobre la faz de la Tierra. Todo está bien, todo es
perfecto tal como está. Toléralo, lo ha puesto Dios.
Así
llegarás al respeto. Respetares la
consecuencia lógica de la tolerancia. No hagas a nadie lo que no te gusta que
te hagan a ti, no pienses de ellos lo que no te gustaría que pensaran de ti, no
hables de nadie porque no te gusta que hablen de ti y, sobre todo, si es malo. Colócate
siempre en el lugar del otro, es la mejor manera para aceptarle, tolerarle y
respetarle.
Y
cuando aceptas, toleras y respetas, puedes decir que estás aprendiendo a amar.
Entonces
serás feliz, y estarás cumpliendo con la verdadera misión de tu vida que es
aprender a amar.
Ama
y se feliz, que todo lo demás llegará por añadidura.
Si
creces espiritualmente para tu propio lucimiento, es un crecimiento incompleto.
Si
no te sientes reconocido por tu sabiduría espiritual, por tus magnificas clases
o terapias, o por tu altruismo, es un crecimiento incompleto.
Si
ante los avatares de la vida crees que Dios no es justo contigo, porque opinas
que estás dando mucho más que lo que recibes, es un crecimiento incompleto.
Si
realizas tu trabajo espiritual en termino de ganancias económicas, en lugar de
entrega, es un crecimiento incompleto.
Si
le temes al fracaso, es un crecimiento incompleto.
Si
engañas, si criticas, si juzgas, si envidias o te comparas con otros, es un
crecimiento incompleto.
Si
no piensas en los demás, tanto como en ti mismo, es un crecimiento incompleto.
Si das lo que te sobra, en lugar de
dar lo que te falta, es un crecimiento incompleto.
Un
crecimiento espiritual completo es el de aquel a quien todos encuentran cuando
le pueden necesitar porque saben que van a obtener su ayuda, bien sea material
o emocional, porque saben que les va a dedicar su tiempo, acompañando,
escuchando, respetando, comprendiendo, aconsejando, sin recibir de él una
crítica, un enfado, una queja, un reproche. Él sabe que le necesitan y punto.
Y es posible que no
sepa lo que es la meditación, ni haya oído hablar nunca de yoga y que no sea
flexible por su abultada barriga, porque come carne a diario ya que no le gusta
lo verde, que nunca ha escuchado hablar de Maestros Ascendidos, de Reiki o de
energía, que no entra en los lugares de culto porque no cree en las religiones.
El solo cree en Dios, en los seres humanos, en el amor, en la compasión, es la
ternura, en la dulzura, en la misericordia.
Si creces para la
galería es incompleto, porque está recubierto de orgullo, de soberbia. Y la
soberbia espiritual es un poco difícil de erradicar, porque cuesta trabajo de
percibir en uno mismo.