El viaje del alma
Todos somos seres divinos, hace miles de años que lo sabemos, pero nos hemos olvidado y,
para volver a casa tenemos que recordar el camino. BRIAN WEISS
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martes, 25 de febrero de 2025
Todo cambia
Se buscan retiros en el campo, en la costa, en el monte. Pero eso es lo menos filosófico que existe. Puedes retirarte en ti mismo cuando desees; pues no hay lugar de retiro más tranquilo ni más libre de ocupaciones que el alma de uno: más aún si se tiene dentro algo que, con solo inclinarse sobre ello, produce el mayor bienestar, y por bienestar quiero decir orden. Concédete a ti mismo ese retiro, una y otra vez, y renuévate.
Que sean sencillos y elementales aquellos
principios que, en cuanto los tengas delante, te basten para eliminar toda
aflicción y llevarte de vuelta en calma junto a las cosas a las que regresas. ¿Qué
te molesta entonces? ¿la maldad humana? Considera que los seres racionales
existen unos por otros, que tener paciencia forma parte de la justicia, que
obran mal involuntariamente, y cuantos que se enemistaron, que desconfiaron,
que odiaron, que se enfrentaron con lanzas están muertos y no son más que
cenizas. Para ya. ¿O acaso estás disgustado con la parte que te ha tocado del
universo? Preséntate esta disyuntiva “o providencia o átomos”, y cuántas cosas
te muestran que el universo es como una ciudad. ¿Son entonces las cosas de tu
cuerpo las que aún te afectan? Piensa que la inteligencia, una vez que llega al
dominio de sí y se da cuenta de su propio poder, no se mezcla de modo suave ni
brusco con ningún espíritu que esté en movimiento. Considera también cuanto has
escuchado y aceptado sobre el dolor y el placer.
¿Acaso
te va a apartar tu pequeña gloria? Considera la rapidez con la que cae todo en
el olvido, cómo la infinitud del tiempo se abre a ambos lados como un abismo,
la vacuidad que comporta la celebridad, la inconstancia y falta de juicio que
acompaña la fama, la estrechez del lugar en la que se circunscribe. La tierra
entera es una mota, y qué pequeño el rincón de esta en el que tú habitas. ¿Cuántos
y quienes serán los que allí te alaben?
Lo
que queda recuerda: la retirada a ese pequeño terreno que es de uno mismo; por
encima de todo no te distraigas ni te desazones en esfuerzos; sé libre y mira
las cosas como hombre, como ser humano, como ciudadano, como animal mortal. Que
entre aquellos principios que tienes a mano, aquellos a los que vuelves tu
mirada, estén estos dos: el primero, que las cosas no afectan el alma, sino que
esta permanece al margen e imperturbable y las turbulencias provienen únicamente
de la opinión interior; el segundo, que todo aquello que tienes ante los ojos
está a punto de cambiar y en un momento no estará ya. No dejes de pensar en los
cambios de los que has sido testigo. El Universo, mutación; la vida, opinión.
MARCO
AURELIO
lunes, 24 de febrero de 2025
domingo, 23 de febrero de 2025
Propósito de vida
Todo
en la vida tiene un propósito y un significado, pero no te obsesiones y no lo
busques porque dejaras de sentir la vida.
La búsqueda del
propósito y significado de la vida es una preocupación fundamental para muchos.
Yo he sido uno de esos buscadores. Siempre me he preguntado qué hago aquí y eso
que sé que, esta búsqueda puede alejarnos de vivir plenamente.
Aunque es cierto que
todo en la vida tiene un propósito y un significado, obsesionarse con
encontrarlo puede ser contraproducente.
El filósofo Alan Watts
dijo una vez: "El significado de la vida es simplemente estar vivo. Es tan
evidente y tan simple y tan obvio que todos lo pasamos por alto". Esta
perspectiva nos invita a considerar que el propósito no es algo que se
encuentra, sino algo que se experimenta en el acto mismo de vivir.
Cuando nos enfocamos
demasiado en buscar un propósito, corremos el riesgo de perder el presente,
porque nos obsesionamos tanto con el futuro que olvidamos vivir el ahora y eso
genera ansiedad, ya que la presión, autoimpuesta, por encontrar un gran
propósito puede ser abrumadora.
En lugar de buscar
activamente un propósito, podemos permitir que este se revele a través de
nuestras experiencias y acciones. Esto implica: Estar presentes en cada momento,
cultivar la curiosidad por la vida y abrazar las experiencias, tanto positivas
como negativas.
El problema está que
el o los propósitos de vida no son, para nada, lo que nosotros nos imaginamos o
lo que a nosotros nos gustaría. Nos haría felices tener un “gran propósito”,
del tipo que fuera y, sin embargo, nos vamos a encontrar con “pequeños propósitos”,
que son, justamente, los que necesitamos y los que hemos pactado antes de venir
a la vida.
Irónicamente, es
cuando dejamos de buscar obsesivamente un propósito que a menudo lo
encontramos.
En lugar de buscar un
propósito abstracto, podemos enfocarnos en vivir con propósito. Esto significa:
Actuar con intención en nuestras actividades diarias, cultivar relaciones
significativas y contribuir positivamente a nuestro entorno.
El propósito y el
significado están entretejidos en la trama misma de la vida. No son destinos a
los que llegar, sino cualidades que emergen cuando vivimos plenamente. Al
soltar la necesidad de encontrar un gran propósito, paradójicamente, permitimos
que el significado florezca naturalmente en nuestras vidas. Como dijo el poeta
Rumi: "Lo que buscas te está buscando". Así que, en lugar de buscar, vive. El propósito te encontrará en el
camino.
viernes, 21 de febrero de 2025
Más allá de la mente
Es
sorprendente, pero resulta que hay otra vida fuera de nuestra cabeza. Y es,
justamente esa vida, la que le da vida a la vida que se desarrolla dentro de
nuestra cabeza.
Esta simple pero
profunda observación nos invita a reflexionar sobre la naturaleza de nuestra
existencia y la interconexión entre nuestro mundo interior y el exterior.
Nuestras mentes son
universos en sí mismas. Albergan pensamientos, emociones, recuerdos y sueños.
Es fácil quedar atrapados en este laberinto interno, perdidos en nuestras
propias historias y preocupaciones. A menudo, pasamos horas sumergidos en
reflexiones, planificando el futuro o reviviendo el pasado. Nuestro mundo
interior es rico y complejo, pero ¿es todo lo que hay?
No. Parece que hay
vida al otro lado de nuestra mente, y la revelación de que existe una vida
fuera de nuestra cabeza puede parecer obvia, pero su impacto es profundo. Esta
vida exterior es el conglomerado campo de experiencias, relaciones y fenómenos
que nos rodean. Es el susurro del viento entre las hojas, la risa de un niño,
el aroma del café recién hecho. Son las conversaciones con amigos, los abrazos
de seres queridos, los desafíos en el trabajo y los momentos de asombro ante la
belleza de la naturaleza.
Pero, lo
verdaderamente apasionante es cómo esta vida exterior alimenta y da forma a
nuestro mundo interior. Cada experiencia, cada interacción, cada sensación que
percibimos del mundo exterior se convierte en el combustible que nutre nuestros
pensamientos y emociones. Sin esta constante afluencia de estímulos externos,
nuestras mentes se volverían estériles, carentes de la chispa creativa y
emocional que nos hace humanos.
La relación entre
nuestro mundo interior y el exterior no es unidireccional. Así como la vida
externa alimenta nuestra mente, nuestros pensamientos y emociones dan color y
significado a nuestras experiencias externas. Nuestras percepciones, moldeadas
por nuestras experiencias internas, influyen en cómo interactuamos con el mundo
y las personas que nos rodean. Es un ciclo continuo de enriquecimiento mutuo.
En la era digital, con
la omnipresencia de pantallas y realidades virtuales, es fácil caer en la
trampa de vivir demasiado dentro de nuestra cabeza. Podemos pasar horas chismoseando
en redes sociales o sumergiéndonos en mundos de fantasía, olvidando la riqueza
de la vida que nos rodea. Este aislamiento mental puede llevar a una
desconexión con la realidad tangible y las relaciones humanas auténticas.
La clave para una vida
plena y satisfactoria radica en encontrar un equilibrio entre nuestro mundo
interior y el exterior. Necesitamos momentos de introspección y reflexión, pero
también debemos abrirnos a las experiencias y conexiones que el mundo exterior
nos ofrece. Es en este equilibrio donde encontramos la verdadera riqueza de la
existencia.
Practicar la atención
plena o meditación puede ser una herramienta poderosa para mantener este
equilibrio. Nos ayuda a estar presentes en el momento, a apreciar las pequeñas
maravillas de la vida cotidiana y a conectar más profundamente con nuestro
entorno y las personas que nos rodean. Al mismo tiempo, nos permite observar
nuestros pensamientos y emociones sin quedar atrapados en ellos.
Hay una diferencia
fundamental entre pensar en hacer algo y realmente hacerlo. La vida fuera de
nuestra cabeza nos ofrece la oportunidad de experimentar directamente, de
sentir, tocar, oler y vivir. Estas experiencias directas son las que dejan
huellas más profundas en nuestra psique y las que verdaderamente enriquecen
nuestra vida interior.
En última instancia,
la vida dentro y fuera de nuestra cabeza son dos caras de la misma moneda,
entrelazadas en una danza eterna. Cada una alimenta y da sentido a la otra.
Reconocer y apreciar esta interconexión nos permite vivir de manera más plena y
consciente.
Al abrirnos al mundo
exterior, permitimos que nuevas ideas, emociones y experiencias fluyan hacia
nuestro interior, revitalizando nuestro mundo mental. Y al cultivar un rico
mundo interior, dotamos de mayor profundidad y significado a nuestras
experiencias externas.
Es en este intercambio
constante donde encontramos la verdadera esencia de la vida. La próxima vez que
te encuentres perdido en tus pensamientos, recuerda que hay un mundo vibrante
esperándote justo fuera de tu cabeza. Y es ese mundo el que, en última instancia,
da vida a la vida que se desarrolla dentro de tu mente.
No sufras por lo que no puedes cambiar
Si
está en tus manos, ¿qué haces?, Si en las manos de otro, ¿por qué te enojas?
¿Átomos o dioses? ¿Ambas cosas son extravíos?
No
hay que enojarse con nadie: pues si puedes, corrígelo; si no puedes corregirlo
a él, hazlo con la cosa misma; si tampoco esto es posible, ¿de que te sirve
enojarte? No se debe obrar sin propósito.
MARCO
AURELIO
miércoles, 19 de febrero de 2025
Somos parte de un gran Plan
Cuando
se den cuenta de que todo forma parte de un gran plan, aprenderán a rendirse y
a no tener miedo.
Esta profunda verdad
encierra una sabiduría que puede transformar nuestra perspectiva sobre la vida
y cómo enfrentamos sus desafíos.
Nuestra vida es, sin
duda, una lucha constante, un viaje lleno de altibajos y desafíos. A lo largo
de este camino, nos encontramos con momentos en los que creemos haber ganado
batallas importantes, mientras que en otras ocasiones sentimos el peso de la
derrota sobre nuestros hombros.
Cuando la victoria nos
sonríe, celebramos nuestros logros con alegría desbordante. Nos sentimos
felices y exultantes, como si pudiéramos conquistar el mundo entero. Estos
momentos de triunfo nos llenan de energía y optimismo, impulsándonos a seguir
adelante con renovado vigor.
Sin embargo, cuando la
derrota toca a nuestra puerta, la experiencia es radicalmente diferente. Nos
vemos arrastrados por una pesada losa de emociones negativas: tristeza, pesar y
sufrimiento. Estas sensaciones parecen adherirse a nosotros, dificultando
nuestro avance y nublando nuestra perspectiva del futuro.
Es curioso, y a la vez
paradójico, observar cómo gestionamos estos dos extremos emocionales. Las
alegrías derivadas de nuestras victorias, por lo general, cuentan con un tiempo
de celebración relativamente breve. Disfrutamos del momento, pero rápidamente
volvemos a nuestra rutina diaria, enfocándonos en los próximos desafíos que nos
esperan.
En contraste, tendemos
a otorgar un tiempo excesivo al sufrimiento que acompaña a nuestras derrotas.
Nos sumergimos en un mar de lamentaciones, repleto de "y si
hubiera..." o "debería haber...", prolongando innecesariamente
nuestro malestar. Esta tendencia a rumiar sobre nuestros fracasos no solo es
poco productiva, sino que también puede ser perjudicial para nuestro bienestar
emocional y mental a largo plazo.
La clave para una vida
más equilibrada y satisfactoria podría residir en aprender a moderar estas
respuestas emocionales. Celebrar nuestros éxitos con entusiasmo, pero sin
perder de vista nuestros objetivos a largo plazo, y afrontar nuestras derrotas
con una actitud reflexiva y constructiva, buscando las lecciones que podemos
extraer de ellas para crecer y mejorar.
En última instancia,
tanto las victorias como las derrotas no solo son parte integral de nuestra
experiencia humana, sino que se encuentran englobadas en un gran plan, diseñado
con minuciosidad para cada uno de los humanos que poblamos el planeta.
En el corazón de esta
idea yace el concepto de un Plan Divino, un diseño cósmico que abarca cada
aspecto de nuestra existencia. Este plan, es vasto y complejo, extendiéndose
más allá de nuestra comprensión inmediata. Incluye nuestro pasado eterno,
nuestra vida actual y nuestro futuro eterno, tejiendo una narrativa intrincada
que da sentido a cada experiencia que enfrentamos.
Para verdaderamente
abrazar esta idea, debemos primero reconocer nuestra posición dentro de este
gran diseño. No somos meros espectadores, sino participantes activos en un
viaje de crecimiento y transformación. Cada desafío, cada alegría y cada
momento aparentemente insignificante tiene un propósito en nuestro desarrollo
personal y espiritual.
La rendición, en este
contexto, no es una señal de debilidad o derrota. Por el contrario, es un acto
de profunda sabiduría y coraje. Rendirse significa soltar el control ilusorio
que creemos tener sobre nuestras vidas y confiar en un Poder Superior que tiene
una visión más amplia y completa de nuestro camino.
A
través de esa rendición vamos a conseguir:
Primero, paz interior,
porque al rendirnos, liberamos la carga de tratar de controlar cada aspecto de
nuestras vidas, lo que resulta en una profunda sensación de paz.
Segundo; alinearnos
con el Propósito Divino, ya que la rendición nos permite fluir con el Plan Divino
en lugar de luchar contra él, facilitando nuestro crecimiento y evolución.
Y, por último,
liberación del miedo al comprender que somos parte de un plan mayor, disminuye
nuestros temores sobre el futuro y las incertidumbres de la vida.
El miedo, a menudo,
surge de la sensación de falta de control y la incertidumbre sobre el futuro.
Sin embargo, cuando reconocemos que somos parte de un Plan Divino, nuestros
temores comienzan a disiparse, por la transformación del miedo en confianza.
Aprender a no tener
miedo es un proceso que implica:
Cultivar la Fe:
Desarrollar una confianza inquebrantable en el plan divino, incluso cuando no
podemos ver el panorama completo.
Practicar la Gratitud:
Reconocer las bendiciones en nuestra vida, incluso en medio de las
dificultades, nos ayuda a mantener una perspectiva positiva.
Y abrazar la
Incertidumbre: Ver los desafíos como oportunidades de crecimiento en lugar de
amenazas.
El
proceso de rendición y liberación del miedo no ocurre de la noche a la mañana.
Es un viaje continuo que requiere trabajo, práctica y paciencia. Pueden existir
tantas maneras de realizar este viaje como personas viajando. Sin embargo, si
se pueden mencionar algunos pasos que podrían ser coincidentes en todas las
personas:
-
Meditación y Reflexión: Dedicar tiempo
a la introspección para comprender nuestros miedos y resistencias.
-
Oración y Conexión Espiritual: Buscar
orientación y fortaleza a través de la comunicación con lo divino.
-
Actos de Fe: Tomar pequeñas acciones
diarias que demuestren nuestra confianza en el Plan Divino.
A medida que avanzamos
en nuestro camino de rendición y superación del miedo, comenzamos a
experimentar una profunda transformación en nuestra forma de vivir.
Esa
transformación se manifiesta de varias maneras: Resiliencia, porque enfrentamos
los desafíos con una fortaleza renovada, sabiendo que cada experiencia tiene un
propósito. Con serenidad, manteniendo la calma incluso en medio de las
tormentas de la vida, confiando en el Plan Mayor. Con propósito, viviendo con
un sentido más profundo de significado, entendiendo que nuestras acciones se
alinean con un Diseño Divino.
Por
lo tanto, comprender que somos parte de un gran Plan Divino es el primer paso
hacia una vida de rendición y libertad del miedo. Este entendimiento nos
permite soltar el control, confiar en un poder superior y abrazar cada momento
de nuestra existencia con gratitud y propósito. A medida que avanzamos en este
camino, descubrimos que la verdadera fuerza no radica en controlar cada aspecto
de nuestras vidas, sino en rendirnos con confianza al flujo de la vida,
sabiendo que somos guiados por una sabiduría infinita que trasciende nuestra
comprensión limitada.
En última instancia,
esta perspectiva nos lleva a una existencia más plena y significativa, donde
cada desafío se convierte en una oportunidad para crecer, y cada momento de
alegría es una confirmación de la belleza del plan divino del que formamos
parte. Al rendirnos y liberar nuestros miedos, no solo encontramos paz
interior, sino que también nos convertimos en instrumentos más efectivos para
el bien en el mundo, alineados con el propósito mayor para el cual fuimos
creados.
Cumplir con el deber
Cumplo con mi deber: el resto no me preocupa, pues son cosas inanimadas, irracionales, divagaciones, o que desconocen el camino.
MARCO
AURELIO
Desapego
Es otoño y sopla el
viento. Con cada ráfaga se van desprendiendo, una a una, las hojas del árbol
que vive delante de mi ventana. El suelo, alrededor del árbol, está cubierto de
hojas, y al verlas caer, pienso: "Pobre árbol, se está quedando
desnudo". Sin embargo, el árbol no parece sufrir por esta pérdida. Es más,
yo diría que el árbol es feliz. Necesita despojarse de las hojas que ya no usa
para dejar espacio a las nuevas que nacerán en primavera, las que le darán toda
su belleza renovada, siempre cambiante.
Si el árbol estuviera
apegado a sus hojas, no veríamos en él la belleza al llegar la primavera. No
habría renovación, y la energía de las hojas muertas que han perdido su brillo
y su color sería lo único que destacaría.
Esta metáfora del
árbol nos invita a reflexionar: ¿Cómo va la renovación de tu vida? Todo lo que
no has usado en los últimos dos años debería desaparecer, ya que tu energía
está unida a esas cosas y no experimentarás una verdadera renovación hasta que
te deshagas de ellas.
¿Para qué guardas
cosas innecesarias? ¿Por si acaso? Si revisas tu pasado, seguramente
encontrarás algo que en un momento dado creías insustituible y que el tiempo
demostró que no lo era. Hoy es posible que ya ni lo recuerdes.
Así como la
naturaleza, con su sabiduría, se encarga de renovar las hojas del árbol, haz tú
lo mismo: renuévate para crecer. El apego limita tu crecimiento por la
dependencia que crea, por la limitación, por la creencia de que sin esa cosa no
alcanzarás la felicidad. El apego es resultado de la ignorancia, mientras que
el desapego es fruto del conocimiento, de la verdad, de la sabiduría.
Liberarse de los
apegos es avanzar. El desapego es una de las cualidades del alma. Has de
adquirir el interno y divino desapego de quien ve la vida en su verdadera
perspectiva. De esa manera quedarás libre, sin que te afecte nada de lo que
pueda ocurrir.
Aprende a vivir como
si el cuerpo físico no existiera. Tu actitud interna mental debe anular todas
las limitaciones y obstáculos que el cuerpo físico te impone. Cultiva la
verdadera humildad que te obligará a dar todo lo que tienes para servir de
manera altruista y luego olvidar lo que diste.
El fracaso en ser
desapegado consiste en que te atas a los que amas, y ese apego puede, a menudo,
obstaculizar el progreso, no solo el tuyo sino también el de aquellos a quienes
amas.
Para ilustrar este
concepto, se cuenta una historia sobre un turista americano que visitó a un
famoso sabio en El Cairo. El turista se sorprendió al ver que el sabio vivía en
un cuarto simple y lleno de libros, con apenas una cama, una mesa y un banco.
Cuando el turista preguntó por los muebles, el sabio respondió con otra
pregunta: "¿Y dónde están los suyos?". El turista, confundido, explicó
que estaba solo de paso, a lo que el sabio concluyó: "Yo también".
Esta anécdota nos
recuerda que la vida en la Tierra es temporal. Sin embargo, algunos viven como
si fueran a quedarse aquí eternamente y se olvidan de ser felices. El valor de
las cosas no está en el tiempo que duran, sino en la intensidad con que se
viven. Por eso existen momentos inolvidables, cosas inexplicables y personas
incomparables.
En conclusión, el
desapego nos enseña a vivir plenamente el presente, a valorar las experiencias
por encima de las posesiones, y a entender que la verdadera riqueza está en
nuestra capacidad de adaptarnos, crecer y compartir, tal como lo hace el árbol
que renueva sus hojas cada primavera.
Versión corregida de un texto de diciembre
de 2010
martes, 18 de febrero de 2025
No pienses en otros
No
pierdas la parte de tu vida que te queda en pensamientos sobre otros, a no ser
que tengan alguna relación con el interés común. Pues harás que cualquier otra tarea sea vana;
quiero decir, cuando empiezas a pensar qué hace alguien, por qué, qué dice,
cuáles son sus pensamientos, que trama, y cosas de esas, lo que haces es
apartarte de la observancia de tu propio principio rector.
Tenemos,
por tanto, que ponernos al margen del azar y de la inutilidad en la
concatenación de los pensamientos, y sobre todo de los superfluo y malicioso. Acostúmbrate
a pensar solo aquella clase de cosas de las que, si alguien te preguntara de
pronto: ¿en qué piensas?, responderías al momento y con franqueza: en esto y en
esto otro, de modo que entonces quedaría claro que todo era sencillo, propicio
y propio de un ser social que no se preocupa de placeres, ni por decirlo de una
vez, de fantasías gozosas, rivalidad, envidia, desconfianza o de cualquiera que
te haría enrojecer si revelaras lo que tenías en mente.
Un
hombre así, que no demora ya el encontrarse entre los mejores, es una especie
de sacerdote y servidor de los dioses, se sirve de eso que habita en su
interior y le vuelve incólume respecto a los placeres, invulnerable respecto a
cualquier clase de dolor, incapaz de desmesura, insensible a cualquier tipo de
perversidad, atleta de la prueba más importante (la de no sucumbir ante ninguna
pasión), le tiñe hasta lo más hondo de justicia, le hace acoger con toda su
alma todo lo que ocurre y le ha tocado en suerte, y en contadas ocasiones (y
siempre por la necesidad a la que obliga el bien común) considera en su juicio
que haya podido decir, hacer o pensar otro. Tan solo cuenta con aquello que
tiene que ver con su tarea y no aparta el pensamiento de eso que es suyo y está
urdido con el todo; y piensa que aquello es bello y está seguro de que es bueno.
Pues lo que le ha tocado en suerte a cada uno es conducido y conduce.
Recuerda
también que todo lo que es racional está emparentado y que la preocupación por
todos los seres humanos pertenece a la naturaleza del hombre, pero, por otra
parte, que no hay que estar pendiente de la opinión de todos, sino solo de los
que viven conforme a la naturaleza.
Respecto
a los que no viven así, no deja de pensar como son en casa y fuera de ella, de
noche y de día, y como son los que se mezclan con ellos. Ciertamente, no cuenta
con el elogio de estos, pues no se gustan ni a sí mismos.
MARCO
AURELIO
Preguntas
Nos pasamos la vida buscando la verdad,
pero ¿qué entendemos por vida? ¿Qué es esa verdad que buscamos? Y, en esencia,
¿qué es realmente la vida?
La vida, en su aspecto biológico,
comienza en un momento de amor, placer y quizás locura. Un espermatozoide, aparentemente
el más fuerte, tiene su momento de gloria al fertilizar un óvulo. La sabiduría
de la naturaleza desencadena una serie de reacciones que, nueve meses después,
culminan en el nacimiento de un bebé. Esta perfección nos maravilla, incluso
conociendo las explicaciones científicas. Pero surgen preguntas más profundas:
¿Cómo se inició todo? ¿Cómo surgió el primer ser humano, el primer animal, la
primera planta? ¿Cómo se formó el primer grano de arena, la primera célula, el
primer átomo?
Imagina tu trayectoria vital: naces
como un bebé encantador, creces, estudias para ser "alguien de
provecho", trabajas incansablemente por dinero que gastas en vacaciones
ocasionales. Anhelas la jubilación sin aceptar realmente el envejecimiento, y
un día, la muerte, que siempre temiste, llega y desapareces. ¿No parece esto un
poco absurdo? ¿Nunca te has preguntado si hay algo más? En un universo vasto,
¿cómo es que solo conocemos vida en la Tierra? ¿Por qué fuiste tú uno de los
elegidos para experimentar una vida consciente? ¿Existirá algo más allá?
¿Venimos de algún lugar antes de nacer? ¿Continuaremos existiendo de alguna
forma después de esta vida?
Si estás leyendo esto, probablemente ya
te hayas planteado estas preguntas y muchas más. Quizás tus respuestas incluyan
la creencia en nuestra existencia en otros planos, antes y después de la vida
física. Tal vez consideres que esta vida es solo un instante infinitesimal en
nuestra existencia eterna, un período que elegimos por razones que aún
desconocemos. ¿Es posible que ya creas en algo así?
Hoy no es día de respuestas, sino de
reflexión:
Si tienes algunas respuestas,
reflexiona sobre la naturaleza de la vida: ¿Es un mero instante en nuestra
existencia eterna? ¿Un período de aprendizaje? ¿Este aprendizaje debe implicar
sufrimiento o puede realizarse con alegría y amor? ¿Podría ser que el verdadero
aprendizaje consista en vivir con amor?
Ahora, reflexiona sobre tu propia vida:
¿Eres feliz? ¿Sientes amor por lo que haces? Con todo lo que sabes, ¿vale la
pena vivir una vida que no te satisface plenamente? ¿Estás enseñando a tus
hijos a ser felices o solo a ser "productivos"? ¿Haces feliz a tu
pareja? ¿Sientes que todos los seres humanos son tus hermanos? ¿Albergas algún
tipo de discriminación hacia otros?
Si eres feliz en cada momento, si amas
todo lo que haces, si tu vida es plena, si has enseñado a tus hijos a ser tan
felices como tú, si tu compañero de vida es igualmente feliz, si consideras a
cada ser humano como tu hermano y no conoces la discriminación ni la crítica,
¡enhorabuena! Has alcanzado un nivel elevado de consciencia y comprensión.
Si no es así, considera hacer cambios
en tu vida. Recuerda: si continúas haciendo las mismas cosas, obtendrás los
mismos resultados. La transformación comienza con pequeños pasos. ¿Estás listo
para dar el primero?
lunes, 17 de febrero de 2025
Sobre Dios
Dios
es...
¿Qué había antes del
Universo?, antes del famoso Big Bang.
Nada. Antes del
Universo había Nada. Pensando en el “antes de”, se me ocurre pensar en ¿cuánto
antes? y ¿cuándo sería el principio de ese Nada?, sobre todo teniendo en cuenta
que antes del Big Bang no había materia y por lo tanto no existía el tiempo. Y
resulta que no hay principio, que ese Nada existe desde siempre. Algo
inconcebible para la pobre limitación de la mente humana, porque podemos
entender intelectualmente que algo exista desde siempre, que no tenga principio
ni fin, es decir, que sea eterno, Pero a pesar de ese entendimiento intelectual,
casi nos surge la pregunta: “Ya, pero ¿cuándo comienza ese infinito?”.
Después de entender,
aunque solo sea de manera intelectual, el “antes”, aún queda otro concepto de
reflexión. Ese concepto es “Nada”. ¿Qué es “Nada”’, y sobre todo ¿cómo a partir
de esa Nada se crean los Universos?, con todo lo que albergan?”.
La “Nada” es la Energía origen de
todo lo creado. Se podría seguir llamando Energía, pero alguien, no sabemos ni
quien, ni cuando, la denominó Dios.
Por lo tanto, podemos decir, sin
temor a equivocarnos que todo es Dios, y no es que Él creara el mundo, es que
el mundo es Él mismo. El mundo es Dios. El Universo es Dios y todo lo que en él
existe es Dios.
Dios Es. Dios es la vida que cada
uno de los hombres somos, es la tierra que pisamos, es el aire que respiramos,
es el color de la piel y la suavidad del tacto.
Dios es el viento
sobre el agua, es el cambio de hojas, es la simplicidad y la belleza de la
flor.
Dios es el concepto
más elevado y sublime que la mente humana puede concebir. Es la esencia misma
de la existencia, la totalidad del universo y la realidad en sí. Dios
trasciende los límites de nuestra comprensión, siendo a la vez inmanente en
todo lo que existe y trascendente más allá de ello.
Dios es omnipresente,
abarcando cada rincón del cosmos y cada partícula de la materia. No hay lugar
donde Dios no esté, pues Él es la estructura misma de toda la existencia. Esta
omnipresencia implica una conexión profunda entre el todo y cada una de sus
partes, incluyéndonos a nosotros mismos.
Dios es omnipotente,
no en el sentido limitado de un ser supernatural que realiza milagros, sino
como la totalidad de todas las fuerzas y leyes que rigen el universo. El poder
de Dios se manifiesta en cada interacción física, en cada proceso químico y en
cada fenómeno natural.
Dios es omnisciente,
conteniendo en sí mismo todo el conocimiento y la información del universo.
Cada pensamiento, cada descubrimiento y cada misterio son parte de la mente
infinita de Dios.
Dios es eterno,
existiendo fuera del tiempo tal como lo concebimos. Para Dios, todos los
momentos son simultáneos, abarcando pasado, presente y futuro en un eterno
ahora.
Dios es la fuente de
toda vida y consciencia. Es el fundamento del ser, la razón última de por qué
existe algo en lugar de nada. En su infinita complejidad, Dios contiene todas
las posibilidades y potencialidades del ser.
Dios es el misterio
último, siempre más allá de nuestra comprensión total. Cuanto más aprendemos
sobre el universo, más nos maravillamos ante su vastedad e intrincada
complejidad, reflejando la naturaleza insondable de Dios.
Dios es la base de
toda moralidad y valor. Como la totalidad de la existencia, Dios encarna el
bien supremo y es la fuente de todo significado y propósito.
Cuando Moisés preguntó
a Dios cuál era su nombre, Dios se reveló a Moisés como "YO SOY EL QUE
SOY", afirmando su naturaleza como la existencia misma, el ser en su forma
más pura y absoluta. Al enviar a Moisés ante el faraón, Dios se presentó como
YAHVEH, el Dios de Abraham, Isaac y Jacob, estableciendo así una conexión entre
lo eterno y lo temporal, entre lo infinito y lo finito.
Dios es, en última
instancia, el todo y el uno, la unidad subyacente a toda la diversidad del
cosmos. Es el misterio que nos rodea y nos penetra, invitándonos a una
exploración sin fin de las maravillas de la existencia.
viernes, 14 de febrero de 2025
Otra forma de espiritualidad
En busca de
"algo" que no sabía definir, me encontré inesperadamente con el yoga
y la meditación. A partir de ese momento, y gracias a la información
proporcionada por diversos instructores de yoga y guías de meditación, comencé
a investigar y leer sobre espiritualidad, reencarnación, iluminación y otros
temas relacionados.
Mi sistema de
creencias empezó a transformarse, experimentando una sensación de alivio al
descubrir un camino que me acercaba a Dios sin depender de las religiones
tradicionales. Esta búsqueda de cercanía con lo divino había sido una constante
desde mi adolescencia. Aunque no me consideraba religioso ni seguía
estrictamente los preceptos de la Iglesia Católica, a la que pertenecía por
nacimiento, solía visitar una basílica cercana a mi colegio una o dos veces por
semana. Allí, me sentaba en un banco para mantener mis soliloquios con Dios.
Mi tema predilecto en
estas conversaciones internas era cuestionar la aparente monotonía e injusticia
de la vida. En aquella época, aceptaba sin cuestionamientos lo que mis mayores
me habían enseñado. Sin embargo, ninguno de ellos pudo explicarme
satisfactoriamente el propósito de la existencia. Todos coincidían en la
importancia de ser bueno, pero mis experiencias vitales parecían contradecir
esta enseñanza.
A medida que crecía y
observaba el mundo a mi alrededor, notaba una discrepancia cada vez mayor entre
la bondad que me inculcaban y la realidad que percibía. Esta contradicción me
llevó a cuestionar no solo las enseñanzas recibidas, sino también el sentido
mismo de la existencia.
El descubrimiento del
yoga y la meditación marcó un punto de inflexión en mi búsqueda espiritual.
Estas prácticas me ofrecieron una nueva perspectiva, permitiéndome explorar la
espiritualidad desde un ángulo diferente al de las religiones tradicionales. A
través de ellas, encontré herramientas para conectar con lo divino de una
manera más personal y directa.
La exploración de
temas como la reencarnación y la iluminación expandió significativamente mi
comprensión de la espiritualidad. Estos conceptos me proporcionaron un marco
más amplio para entender la existencia, más allá de las limitaciones de una
sola vida y una única perspectiva religiosa.
En resumen, mi viaje
espiritual evolucionó desde los cuestionamientos adolescentes en una basílica
hasta el descubrimiento de prácticas y filosofías orientales. Este camino me ha
permitido desarrollar una relación más personal y significativa con lo divino,
al tiempo que ha ampliado mi comprensión de la vida y su propósito.
A medida que avanzaba
en mi evolución espiritual, nuevas preguntas comenzaron a surgir en mi mente.
Una de las más inquietantes fue: Si solo una pequeña fracción de la población
practica yoga y meditación, ¿significa esto que el resto de los seres humanos
están condenados a no crecer espiritualmente?
Esta duda me llevó a
una profunda reflexión, y durante una de mis sesiones de meditación, gradualmente,
una especie de discurso interno fue tomando forma en mi conciencia:
Llegué a la conclusión
de que cualquier ser humano puede alcanzar un crecimiento espiritual completo,
independientemente de sus prácticas o estilo de vida. Este crecimiento no está
limitado a quienes meditan o practican asanas de yoga. Puede manifestarse en
personas que: No siguen una dieta vegetariana por preferencia personal, que fuman
o tienen otros hábitos considerados poco saludables o que no frecuentan lugares
de culto debido a su escepticismo hacia las religiones organizadas
La verdadera
espiritualidad, comprendí, se revela en las acciones y actitudes de una persona
hacia los demás. Se manifiesta en aquel que: Está siempre dispuesto a ayudar a
quien lo necesite, ya sea económicamente o dedicando su tiempo, en el que ofrece
compañía, escucha activa y comprensión a los demás, aquel que respeta a todos
por igual, sin importar sus diferencias y que nunca se queja, ni critica a
otros, ni se deja afectar por las opiniones ajenas sobre su persona
Este entendimiento me
llevó a ampliar mi perspectiva sobre la espiritualidad. Comprendí que las
prácticas formales como el yoga y la meditación son herramientas valiosas, pero
no son el único camino hacia el crecimiento espiritual. La verdadera esencia de
la espiritualidad reside en cómo uno se relaciona con el mundo y con los demás.
La compasión y el
servicio desinteresado emergieron como pilares fundamentales de este
entendimiento. Reconocí que aquellos que viven con un corazón abierto, dispuestos
a tender una mano a quien lo necesite, están cultivando una profunda
espiritualidad, aunque no la etiqueten como tal.
Otro aspecto crucial
que identifiqué fue la ausencia de ego. Aquellas personas que no se dejan
llevar por la necesidad de quejarse, criticar o enfadarse, y que no se
preocupan por lo que otros piensen de ellas, demuestran un nivel de desapego y
sabiduría que es profundamente espiritual.
Esta revelación me
llevó a redefinir mi concepto de espiritualidad. Ya no la veía como un conjunto
de prácticas específicas, sino como una forma de ser y estar en el mundo. Una
espiritualidad que se manifiesta en la bondad, la compasión y la autenticidad
de nuestras acciones cotidianas.
En conclusión, este
nuevo entendimiento expandió mi visión del crecimiento espiritual, haciéndome
apreciar la diversidad de caminos que pueden conducir a una vida plena y
significativa. Reconocí que la verdadera espiritualidad trasciende las formas y
se revela en la esencia de nuestro ser y en cómo nos relacionamos con el mundo
que nos rodea.
Olvida y perdona
Nunca,
bajo ninguna circunstancia, se debe atajar el agua que ya pasó por debajo del
puente.
En
otras palabras, las experiencias desagradables, las pérdidas o cualquier
imperfección que haya ocurrido en tu vida no deben jamás ser abrazadas y
mantenidas en el presente. Ya pasaron; olvida y perdona.
El
dar y perdonar es Divino. Por ejemplo, si un individuo ha entrado en un negocio
y ha fracasado, es siempre por la inarmonía mental de su actitud y sus
sentimientos.
Si
cada individuo en circunstancias semejantes mantuviera con firmeza que solo
existe DIOS EN ACCIÓN, lograría el éxito más perfecto.
Del Libro de oro de Saint Germain.
Gracias
La gratitud abre la puerta al
poder,
a la sabiduría y a la creatividad
del universo.
Tu abres la puerta a través de la
gratitud.
Deepak Chopra.
La gratitud convierte lo que tenemos en
suficiente.
Es la señal de las almas nobles.
Esopo.
Es a través de la gratitud por el
momento presente
que se abre la dimensión espiritual
de la vida.
Eckhart Tolle.
Releyendo
a los últimos estoicos: Séneca, Epicteto, Marco Aurelio, cada vez estoy más
convencido de que la dicha y la felicidad del ser humano depende, solamente, de
él mismo. Es la misma filosofía del Buda: “Somos lo que pensamos”.
Los
estoicos predicaron el valor de la razón, al proponer que las emociones
destructivas son el resultado de errores en nuestra manera de ver el mundo.
Una muestra clara de
su pensamiento es la siguiente frase de Epicteto: “Si voy a morir, moriré cuando llegue el momento. Como me parece que
aún no es hora, comeré, porque tengo hambre”.
Para
llegar a este punto, los estoicos proponían una serie de prácticas diarias:
1.
Reflexión sobre lo que estás
agradecido.
2.
Aprovecha las adversidades.
3.
Vive el presente.
4.
Expresa agradecimiento.
5.
Lleva un diario de gratitud.
6.
Aprende de los sabios estoicos.
7.
Practica moderación y desapego.
8.
Visualiza la pérdida.
9.
Fomenta la empatía.
10. Sé
consciente de la impermanencia.
Quiero reflexionar hoy
sobre la gratitud. Los estoicos consideraban la gratitud como una virtud
esencial en la búsqueda de la felicidad y una piedra angular para tener una
vida plena y significativa. Para ellos, la gratitud va más allá de simplemente
decir “gracias”. Implica un profundo sentido de conexión y reconocimiento de la
bondad en el mundo.
La gratitud es
reconocer y agradecer a los demás los actos de bondad y las bendiciones
recibidas. Los estoicos enfatizaban la importancia de practicar la gratitud,
incluso en las circunstancias más desafiantes.
Séneca decía: “El que es agradecido por poco lo es por todo”,
y Epicteto: Solo aquellos que dan las
gracias por las bendiciones recibidas, seguirán recibiendo cosas por las que
dar las gracias”.
Agradecer cada nuevo
día es una práctica poderosa que no solo puede tener un impacto significativo
en nuestro bienestar general y nuestra perspectiva de vida, sino también, desde
una perspectiva espiritual, agradecer cada nuevo día tiene un significado
profundo y transformador, porque:
-
Nos ayuda a reconocer y conectar con la
presencia divina en nuestras vidas. Al agradecer, reconocemos que cada día es
un regalo del Creador, fortaleciendo nuestra relación espiritual. Esta práctica
nos recuerda nuestra dependencia de Dios y contrarresta el orgullo y la
autosuficiencia.
-
Nos alinea con los propósitos de Dios,
permitiéndonos ver la vida desde una perspectiva más amplia y espiritual. Nos
ayuda a reconocer las bendiciones ocultas incluso en los desafíos, fomentando
un crecimiento espiritual continuo.
-
Transforma nuestro corazón y nuestra
mente. Nos volvemos más conscientes de la bondad que nos rodea, lo que aumenta
nuestra capacidad de amar a Dios y a los demás.
-
Actúa como un antídoto contra actitudes
negativas como la avaricia, el egoísmo y la envidia. Nos ayuda a mantener una
perspectiva positiva y esperanzadora, incluso en tiempos difíciles.
-
Nos abrimos más a la acción de Dios en
nuestras vidas. Viendo la Presencia Divina en todos los aspectos de la Creación.
-
Fomenta un crecimiento en nuestra vida
interior. Nos volvemos más conscientes de la presencia de Dios que mora en
nosotros, profundizando nuestra experiencia espiritual.
-
Es una oportunidad diaria de descubrir nuestra
grandeza.
En esencia, agradecer
cada nuevo día desde una perspectiva espiritual nos transforma, nos acerca más
a lo divino y nos permite vivir una vida más plena y alineada con nuestro
propósito espiritual.