Hijo mío:
Quiero comenzar hablándote de los que tú dices que son
mis representantes, los predicadores de las distintas religiones.
Aunque casi todas
las religiones actuales hablan de mí, yo no me identifico con ninguna de ellas,
en particular, pero si con todas, en general. Las religiones, que nacieron con
las primeras sociedades como una manera de compartir su vida y sus vivencias, han
ido evolucionando hasta colocar, 200.000 años después de su aparición, es
decir, solo hace 15.000 años, a alguna deidad en la cúspide de la pirámide.
Pero son necesarias. Es el primer contacto que tenéis los seres humanos con la
espiritualidad.
Me gusta la
definición que el primatólogo Frans de Waal hace de la religión: “la reverencia compartida hacia lo
sobrenatural, lo sagrado o lo
espiritual, así como hacia los símbolos, rituales y adoración con los que se
los vincula”.
Si yo promoviera
una religión sería la religión del Amor. Sin dogmas, sin rituales, sin paraíso,
sin mandamientos, sin infierno y, sobre todo, sin pecado.
Tienes razón cuando dices que lo que denominan pecado sólo es un intento
más de dominio y manipulación de las distintas religiones, a través del miedo. No existe el pecado. Yo nunca me ofendo por nada de lo
que los seres humanos podáis hacer, decir o pensar, y no me ofendo porque os
amo sobre todas las cosas, y sé que cualquier cosa que hagáis, digáis o penséis,
es cosa del ego, no del alma.
Solo estáis creciendo,
y de la misma manera que el bebé está aprendiendo a vivir en la vida física, vosotros
os estáis preparando para vivir la vida eterna. Y en ese aprendizaje, cometéis
errores, que no pecados.
Esos errores son
necesarios para que el alma asimile la experiencia. A veces, caéis en el error
más de una vez, pero no importa, lo importante es rectificar ese error. Ante vuestro
error, sólo puedo esbozar una sonrisa, como diciendo: “Vaya, otra vez”. Pero
es, precisamente, de esos errores, de donde va a salir el afianzamiento de la
experiencia para el alma. Experiencia que, una vez asimilada, va a hacer que
nunca más se repita el error, ni en esta, ni en ninguna otra vida, porque lo
que se ha aprendido, se conserva para la eternidad.
Aunque no exista
el pecado y no seáis condenados al fuego eterno que prometen las religiones, vuestras
acciones, sí que tienen consecuencias, tanto en vuestra vida física, como en vuestra
vida fuera del cuerpo. Todo eso debido a la Ley de la Causa y el Efecto.
Existe una cierta
armonía entre la espiritualidad y la ciencia, ya que hay algunas similitudes
entre el concepto de causa y efecto y la tercera ley de Newton. Ambos se basan
en la idea de que cada acción tiene una reacción, y que las consecuencias de vuestras
acciones dependen de vuestra intención y comportamiento.
Cada acción, cada
palabra, cada pensamiento, por pequeñas que perezcan están regidas por esta
ley.
Es esta cadena de
acciones y reacciones, de caer en el error, levantarse, rectificarlo y aprender,
la que os ata a la rueda de nacer y morir, una y otra vez. Y eso será hasta que
vuestras acciones, vuestras palabras y vuestros pensamientos, sean sólo
impulsados por el Amor, sin deseos, sin apegos, sin esperar nada a cambio, ni
recompensas, ni felicitaciones.
Hasta que llegue
ese día de esa vida, estaréis aquí. No creas que, porque medites una hora al
día, o porque seas voluntario en una organización humanitaria, o vayas al
oficio dominical, o porque no cometas los pecados que las organizaciones religiosas
pregonan, ya lo tienes todo hecho, no, ni mucho menos. Tendrás todo el trabajo
hecho, en la Tierra, cuando la guía que dirige tus pasos sea el Amor. Solo
estáis en la materia para aprender a amar.
Existen
pensamientos erróneos, existen palabras con intención de ofender, existen malas
acciones, y si los representantes de las distintas creencias religiosas, les
quieren llamar pecados, está bien, pero no pueden atribuirme a mí, de manera
más o menos interesada, la condena a perpetuidad, a no ser que se confiese el
pecador, única manera de quedar redimido de los pecados.
Existe una regla
que se deriva de estas dos leyes y que son reconocidas por grandes filósofos y
por las principales religiones: La Regla de Oro, cuyo enunciado dice que no
hagas a los demás lo que no deseas para ti.
Como todas las
religiones tienen cosas buenas, permíteme expresarte las enseñanzas de Abdu’l-Bahá,
líder religioso del bahaísmo: “Sed padres
amorosos para el huérfano, un refugio para los desamparados, un tesoro para los
pobres y una curación para los enfermos. Sed los auxiliadores de toda víctima
de la opresión, los protectores de los desfavorecidos. Pensad en todo momento
en prestar algún servicio a todo miembro de la raza humana”. Siguiendo
estas instrucciones estarás mucho más cerca de finalizar tu aprendizaje en la
Tierra.
La ley de la Causa
y el Efecto, también, se denomina Karma. Y el Karma es Karma, no lo hay ni malo
ni bueno. El Karma que se genera se ha de pagar. Si el Karma que se ha generado
ha sido debido a una acción negativa, se tiene que recibir una devolución
negativa. Si el Karma que se ha generado ha sido debido a una buena acción, se
tiene que recibir una devolución positiva.
Así el Karma se va
consumiendo según va aprendiendo el ser humano a Amar. Aprender a Amar os va a
llevar una serie de vidas, desde que entráis en la rueda del Amor
incondicional, ya que este irá aumentando en gradación en cada vida. Según sea
mayor vuestro Amor, iréis dejando de tener pensamientos negativos, hablareis
con Amor y todas vuestras acciones estarán regidas por la bondad, con lo cual
no generareis Karma negativo. Y en cuanto al Karma positivo, tampoco vais a
generar, porque todo lo que hagáis en la vida, va a estar regido por el Amor, y
no vais a esperar nada a cambio.
Pero, además de
que no existe el pecado, tampoco existen el cielo ni el infierno.
Cuando el cuerpo
muere, el alma, gloriosa, vuelva al nivel del que partió para encarnar en un
cuerpo, siguiendo con su trabajo, que es múltiple y variado. Da lo mismo que el
alma haya estado dominada por un ego asesino que por un ego piadoso. Todos van
al mismo lugar.
En realidad, si
que existe el infierno. El infierno es la vida que viven muchos seres humanos
que siguen el dictado de sus pensamientos. Los celos, la envidia, la rabia, la
ansiedad, son alguna de las calderas del infierno que cada ser humano ha creado
para su desgracia en la propia vida.
Nunca más vamos a
hablar de religión, a partir de ahora, hablaremos de amor, espiritualidad y
energía.
Yo te bendigo.
CARTAS A DIOS – Alfonso Vallejo
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