Es otoño y sopla el
viento. Con cada ráfaga se van desprendiendo, una a una, las hojas del árbol
que vive delante de mi ventana. El suelo, alrededor del árbol, está cubierto de
hojas, y al verlas caer, pienso: "Pobre árbol, se está quedando
desnudo". Sin embargo, el árbol no parece sufrir por esta pérdida. Es más,
yo diría que el árbol es feliz. Necesita despojarse de las hojas que ya no usa
para dejar espacio a las nuevas que nacerán en primavera, las que le darán toda
su belleza renovada, siempre cambiante.
Si el árbol estuviera
apegado a sus hojas, no veríamos en él la belleza al llegar la primavera. No
habría renovación, y la energía de las hojas muertas que han perdido su brillo
y su color sería lo único que destacaría.
Esta metáfora del
árbol nos invita a reflexionar: ¿Cómo va la renovación de tu vida? Todo lo que
no has usado en los últimos dos años debería desaparecer, ya que tu energía
está unida a esas cosas y no experimentarás una verdadera renovación hasta que
te deshagas de ellas.
¿Para qué guardas
cosas innecesarias? ¿Por si acaso? Si revisas tu pasado, seguramente
encontrarás algo que en un momento dado creías insustituible y que el tiempo
demostró que no lo era. Hoy es posible que ya ni lo recuerdes.
Así como la
naturaleza, con su sabiduría, se encarga de renovar las hojas del árbol, haz tú
lo mismo: renuévate para crecer. El apego limita tu crecimiento por la
dependencia que crea, por la limitación, por la creencia de que sin esa cosa no
alcanzarás la felicidad. El apego es resultado de la ignorancia, mientras que
el desapego es fruto del conocimiento, de la verdad, de la sabiduría.
Liberarse de los
apegos es avanzar. El desapego es una de las cualidades del alma. Has de
adquirir el interno y divino desapego de quien ve la vida en su verdadera
perspectiva. De esa manera quedarás libre, sin que te afecte nada de lo que
pueda ocurrir.
Aprende a vivir como
si el cuerpo físico no existiera. Tu actitud interna mental debe anular todas
las limitaciones y obstáculos que el cuerpo físico te impone. Cultiva la
verdadera humildad que te obligará a dar todo lo que tienes para servir de
manera altruista y luego olvidar lo que diste.
El fracaso en ser
desapegado consiste en que te atas a los que amas, y ese apego puede, a menudo,
obstaculizar el progreso, no solo el tuyo sino también el de aquellos a quienes
amas.
Para ilustrar este
concepto, se cuenta una historia sobre un turista americano que visitó a un
famoso sabio en El Cairo. El turista se sorprendió al ver que el sabio vivía en
un cuarto simple y lleno de libros, con apenas una cama, una mesa y un banco.
Cuando el turista preguntó por los muebles, el sabio respondió con otra
pregunta: "¿Y dónde están los suyos?". El turista, confundido, explicó
que estaba solo de paso, a lo que el sabio concluyó: "Yo también".
Esta anécdota nos
recuerda que la vida en la Tierra es temporal. Sin embargo, algunos viven como
si fueran a quedarse aquí eternamente y se olvidan de ser felices. El valor de
las cosas no está en el tiempo que duran, sino en la intensidad con que se
viven. Por eso existen momentos inolvidables, cosas inexplicables y personas
incomparables.
En conclusión, el
desapego nos enseña a vivir plenamente el presente, a valorar las experiencias
por encima de las posesiones, y a entender que la verdadera riqueza está en
nuestra capacidad de adaptarnos, crecer y compartir, tal como lo hace el árbol
que renueva sus hojas cada primavera.
Versión corregida de un texto de diciembre
de 2010
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