El viaje del alma

El alma no tiene raza, no tiene religión, solo conoce el Amor y la Compasión.
Todos somos seres divinos, hace miles de años que lo sabemos, pero nos hemos olvidado y,
para volver a casa tenemos que recordar el camino. BRIAN WEISS




sábado, 5 de abril de 2025

Juicio, pecado, sufrimiento

 


Juicio, pecado, sufrimiento

 

Querido Dios:

¡Gracias!

Hay un punto en tu contestación que me ha llenado de dudas. Es cuando hablas del juicio a los demás.

Dices que no debemos juzgar a ninguno de nuestros hermanos, porque nadie ha venido a hacer de juez, y específicas que ni Tú mismo, que eres el Creador lo haces.

Con respecto a nosotros, los seres humanos, lo tengo claro, porque soy consciente de que juzgar, opinar y criticar, es nuestro deporte favorito y, además, universal. Soy consciente de que existen muy pocas conversaciones en las que no se juzgue a alguien, o no se le critique, o no se opine sobre lo que sería mejor para la vida de esa persona.

Pero con respecto a la aseveración de que Tú no juzgas, me deja un poco perplejo, teniendo en cuenta que, en las religiones más importantes, según el número de seguidores, nos hablan de no ofenderte y de pedirte perdón para no condenarnos.

Incluso esas ofensas tienen un nombre, se denominan pecado y, en la definición de la palabra entras Tú por la puerta grande, porque dicen que “el pecado es una trasgresión voluntaria de los mandamientos religiosos o divinos”, o que “el pecado es una ofensa a Dios. Es una falta contra la razón, la verdad, la conciencia recta. Es faltar al amor verdadero para con Dios y para con el prójimo”, o que “es una desviación moral del ser humano que lo lleva a una conducta ofensiva a los ojos de Dios. El pecado impide la relación con Dios” o, también, que “es una acción deliberada y engañosa, contraria a la voluntad de Dios expresada en la Ley”.

Mi opinión es que lo que denominan pecado sólo es un intento más de dominio y manipulación de las distintas religiones, a través del miedo.

Tus representantes en la Tierra nos están engañando y, ya sé que lo permites, porque lo permites todo y porque ellos tienen la misma libertad de elección que tenemos todos los demás, pero estoy convencido, que esas nefastas enseñanzas están sumiendo en el sufrimiento a miles de personas, pensando que podrían morir, en cualquier momento, yéndose de cabeza al fuego eterno, que es otro de sus eslóganes favoritos.

Yo, personalmente, de niño, cuando aún no reflexionaba por mi cuenta, estaba aterrado, hasta que fui aprendiendo a pensar con detenimiento, utilizando la lógica del Amor, lo que me llevó al abandono de prácticas religiosas que, en lugar de serenarme, me mortificaban por algo de lo que no me sentía culpable, como eran unos pensamientos que nadie me había enseñado a dominar.

No sé si, en esos casos, tienen ellos una penalización añadida, por la grave responsabilidad que entraña debido a su condición de guías espirituales y, nosotros, pobres pecadores, una disminución del posible castigo.

Con la religión me pasa lo mismo que con la política. Siempre me he preguntado para qué son necesarias tantas opciones políticas, si se supone que el objetivo de cada una de esas opciones es conseguir una vida más cómoda, con igualdad de oportunidades, para todos los ciudadanos. Lo mismo me pasa con la religión, si lo que cada una de ellas espera conseguir es acercar a las personas a la Divinidad, ¿por qué hay tantas, y tan dispares las unas de las otras?

En realidad, la respuesta no parece tan difícil. La política y la religión son dos profesiones como lo pueden ser el derecho o la arquitectura y, al ser un oficio, se olvidan del ser humano para conseguir el propio beneficio.

Es terrorífico, que las dos actividades que se anuncian como los adalides del bienestar del ser humano, una dedicada a la materia y la otra al espíritu, sean las promotoras de las guerras, la desigualdad, la discriminación y la miseria, cuando deberían reconocer y respetar la dignidad de todo ser humano, sin distinción de raza, sexo, edad, nacionalidad o credo. Deberían de promover la justicia, la paz, la solidaridad, la libertad y el desarrollo integral de las personas y de los pueblos. Deberían saber dialogar, escuchar, colaborar y aprender de los demás, sin imponer sus ideas o intereses. Deberían tener una visión global y trascendente de la realidad, y no conformarse con lo superficial o lo inmediato, sino que busquen el sentido profundo y último de la vida. Deberían esforzarse por vivir coherentemente con los principios y valores, con honestidad, humildad, generosidad y compasión.

Pero no ocurre así. Parece que las personas no son su objetivo prioritario.

Con respecto a cambiar y a tomar una decisión diferente, para aliviar el sufrimiento, aunque reconozco que tienes toda la razón, supongo que estarás de acuerdo conmigo en que, a veces, muchas más de las que nos gustaría a los seres humanos, es muy difícil realizar el cambio.

Te pongo un ejemplo, el padre que sufre porque no tiene trabajo ni, por supuesto, dinero para alimentar a sus hijos. No se me ocurre cual podría ser el posible cambio aparte, claro está, de seguir buscando trabajo.

Gracias Señor.

CARTAS A DIOS - Alfonso Vallejo

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