Dios
es...
¿Qué había antes del
Universo?, antes del famoso Big Bang.
Nada. Antes del
Universo había Nada. Pensando en el “antes de”, se me ocurre pensar en ¿cuánto
antes? y ¿cuándo sería el principio de ese Nada?, sobre todo teniendo en cuenta
que antes del Big Bang no había materia y por lo tanto no existía el tiempo. Y
resulta que no hay principio, que ese Nada existe desde siempre. Algo
inconcebible para la pobre limitación de la mente humana, porque podemos
entender intelectualmente que algo exista desde siempre, que no tenga principio
ni fin, es decir, que sea eterno, Pero a pesar de ese entendimiento intelectual,
casi nos surge la pregunta: “Ya, pero ¿cuándo comienza ese infinito?”.
Después de entender,
aunque solo sea de manera intelectual, el “antes”, aún queda otro concepto de
reflexión. Ese concepto es “Nada”. ¿Qué es “Nada”’, y sobre todo ¿cómo a partir
de esa Nada se crean los Universos?, con todo lo que albergan?”.
La “Nada” es la Energía origen de
todo lo creado. Se podría seguir llamando Energía, pero alguien, no sabemos ni
quien, ni cuando, la denominó Dios.
Por lo tanto, podemos decir, sin
temor a equivocarnos que todo es Dios, y no es que Él creara el mundo, es que
el mundo es Él mismo. El mundo es Dios. El Universo es Dios y todo lo que en él
existe es Dios.
Dios Es. Dios es la vida que cada
uno de los hombres somos, es la tierra que pisamos, es el aire que respiramos,
es el color de la piel y la suavidad del tacto.
Dios es el viento
sobre el agua, es el cambio de hojas, es la simplicidad y la belleza de la
flor.
Dios es el concepto
más elevado y sublime que la mente humana puede concebir. Es la esencia misma
de la existencia, la totalidad del universo y la realidad en sí. Dios
trasciende los límites de nuestra comprensión, siendo a la vez inmanente en
todo lo que existe y trascendente más allá de ello.
Dios es omnipresente,
abarcando cada rincón del cosmos y cada partícula de la materia. No hay lugar
donde Dios no esté, pues Él es la estructura misma de toda la existencia. Esta
omnipresencia implica una conexión profunda entre el todo y cada una de sus
partes, incluyéndonos a nosotros mismos.
Dios es omnipotente,
no en el sentido limitado de un ser supernatural que realiza milagros, sino
como la totalidad de todas las fuerzas y leyes que rigen el universo. El poder
de Dios se manifiesta en cada interacción física, en cada proceso químico y en
cada fenómeno natural.
Dios es omnisciente,
conteniendo en sí mismo todo el conocimiento y la información del universo.
Cada pensamiento, cada descubrimiento y cada misterio son parte de la mente
infinita de Dios.
Dios es eterno,
existiendo fuera del tiempo tal como lo concebimos. Para Dios, todos los
momentos son simultáneos, abarcando pasado, presente y futuro en un eterno
ahora.
Dios es la fuente de
toda vida y consciencia. Es el fundamento del ser, la razón última de por qué
existe algo en lugar de nada. En su infinita complejidad, Dios contiene todas
las posibilidades y potencialidades del ser.
Dios es el misterio
último, siempre más allá de nuestra comprensión total. Cuanto más aprendemos
sobre el universo, más nos maravillamos ante su vastedad e intrincada
complejidad, reflejando la naturaleza insondable de Dios.
Dios es la base de
toda moralidad y valor. Como la totalidad de la existencia, Dios encarna el
bien supremo y es la fuente de todo significado y propósito.
Cuando Moisés preguntó
a Dios cuál era su nombre, Dios se reveló a Moisés como "YO SOY EL QUE
SOY", afirmando su naturaleza como la existencia misma, el ser en su forma
más pura y absoluta. Al enviar a Moisés ante el faraón, Dios se presentó como
YAHVEH, el Dios de Abraham, Isaac y Jacob, estableciendo así una conexión entre
lo eterno y lo temporal, entre lo infinito y lo finito.
Dios es, en última
instancia, el todo y el uno, la unidad subyacente a toda la diversidad del
cosmos. Es el misterio que nos rodea y nos penetra, invitándonos a una
exploración sin fin de las maravillas de la existencia.
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