El viaje del alma

El alma no tiene raza, no tiene religión, solo conoce el Amor y la Compasión.
Todos somos seres divinos, hace miles de años que lo sabemos, pero nos hemos olvidado y,
para volver a casa tenemos que recordar el camino. BRIAN WEISS




jueves, 31 de julio de 2025

SHUNI MUDRA El mudra de la paciencia

 


SHUNI MUDRA  El mudra de la paciencia

-      Se conoce como el «sello de la paciencia».

-      «Shuni» significa «saturno» o simbólicamente «vacío», este mudra concentra la energía a través del tacto de los dedos para equilibrar emociones y energías sutiles.

-      Este sutil gesto de unión del dedo medio, que representa la responsabilidad y el poder universal, con el pulgar, que simboliza el fuego y la fuerza vital, es visto como un puente hacia la madurez emocional y la paciencia.

-      El dedo medio representa el coraje para mantener el deber y la responsabilidad. El pulgar representa el fuego y la naturaleza divina.

-      Cuando los dos dedos se colocan juntos, simboliza y fomenta la paciencia, el discernimiento, el enfoque y la disciplina.

 Cómo se hace:

°     El dedo medio y el pulgar tocan ligeramente las puntas.

°     Use la presión suficiente para sentir el flujo de energía, pero no para blanquear las yemas de los dedos.

°     Los tres dedos restantes se extienden suavemente, relajados pero no en exceso.

 Sirve para:

°    Nos ayuda a permanecer en el presente, aquí y ahora, incluso cuando queremos escapar al futuro o al pasado.

°       También nos ayuda a ver las oportunidades que solo se presentan cuando estamos pacientes y centrados

 Duración:

°   La práctica de Shuni Mudra puede variar en duración según las preferencias individuales.

°       Se recomienda mantener la posición durante varios minutos para facilitar un flujo de energía mejorado y promover la paciente. La práctica regular puede incrementar la consciencia y apoyar el equilibrio emocional y mental.

 Beneficios:

°       Ayuda a fomentar la compasión, la comprensión y la paciencia hacia los demás. 

°  También ayuda a desarrollar pensamientos nobles y convertir las emociones negativas en positivas.

°       Es bueno usarlo si te sientes impaciente con o hacia alguien.

°       Por ejemplo, en momentos de espera, realizar el Shuni Mudra nos ayudará a sentir más paciencia hacía la o las personas que provocan la espera.

°       También promueve el discernimiento y el compromiso.


La felicidad no es el destino

 

 


Querido hijo:

 Tu carta refleja una cuestión profundamente humana y universal, una que ha resonado en los corazones de los seres humanos a lo largo de los siglos. Quiero acompañarte en tu reflexión y compartir contigo una perspectiva que quizá arroje algo de luz en tu camino.

La felicidad que ansías no es algo que pueda adquirirse o conquistarse en el mundo exterior. No reside en objetos, títulos, ni relaciones perfectas. Lo que describes -esa constante búsqueda hacia lo inalcanzable- es una trampa que la humanidad ha creado para sí misma al confundir los placeres momentáneos con una felicidad más duradera y profunda.

Déjame decirte algo importante: la felicidad que buscas no es una meta, ni un destino. Es un estado, una experiencia que se encuentra únicamente en el momento presente. En cada respiración, en cada acto de gratitud, en la capacidad de amar y de aceptar la imperfección de la vida, puedes descubrir destellos de esa felicidad que tanto ansías. Paradójicamente, cuanto más la busques fuera de ti, más distante parecerá. Pero si decides hacer una pausa y mirar hacia adentro, puede que la encuentres.

¿Sabes por qué tantas personas se sienten frustradas y vacías, incluso cuando obtienen aquello que pensaban que les haría felices? Es porque han condicionado su felicidad a algo externo, algo cambiante e impredecible. Pero la verdadera felicidad no depende de esas cosas. Reside en tu propia capacidad para aceptar, para encontrar belleza en la impermanencia, para vivir con propósito y en armonía con lo que te rodea.

Ahora bien, no estoy diciendo que no disfrutes de los logros o las experiencias externas. Al contrario, cada momento de alegría es un regalo y una oportunidad para conectar con lo que eres en esencia. Sin embargo, la clave está en no permitir que tu sentido de plenitud dependa únicamente de ellos.

Si observas a la naturaleza, verás que las flores no buscan ser más grandes que las otras, ni los ríos se preocupan por fluir más rápido. Cada elemento cumple con su propósito siendo exactamente lo que es. Tú también tienes un propósito único en este vasto universo, y encontrarlo no requiere una búsqueda frenética, sino un despertar de la conciencia hacia aquello que ya está presente en ti.

Piensa en aquellos momentos en los que sentiste felicidad genuina. Tal vez no fueron los días de grandes celebraciones, sino instantes simples: el calor del sol en tu piel, una sonrisa compartida con un ser querido, la satisfacción de ayudar a alguien sin esperar nada a cambio. Estos momentos son recordatorios de que la felicidad está más cerca de lo que crees.

Si deseas encontrar un camino hacia esa felicidad, comienza cultivando la gratitud. Agradece cada día, cada experiencia, incluso aquellas que parecen desafiantes, porque son oportunidades para crecer y comprender más profundamente. Practica la bondad, no solo hacia los demás, sino también hacia ti mismo. Aprende a soltar aquello que no puedes controlar y a abrazar la incertidumbre como parte del misterio de la vida.

Por supuesto que el sufrimiento también forma parte de la experiencia humana. Pero no pienses que es algo de lo que debas huir, porque incluso en el dolor hay lecciones importantes. Es a través del sufrimiento que puedes desarrollar compasión, empatía y fortaleza. No te digo esto para justificar el dolor, sino para recordarte que, incluso en los momentos más oscuros, hay una chispa de aprendizaje y transformación.

Finalmente, permíteme compartirte un secreto: tú ya eres suficiente tal y como eres. No necesitas ser más, hacer más, o tener más para encontrar la paz que buscas. La verdadera felicidad está en reconocer tu propia valía y en vivir en alineación con aquello que sientes como verdadero y auténtico.

Querido hijo, tu búsqueda no es en vano. Cada paso que das, cada pregunta que planteas, te acerca más a esa verdad que llevas dentro. No tengas prisa, no te compares con otros. Camina a tu ritmo, con confianza y con amor.

Siempre estoy contigo.

CARTAS A DIOS – Alfonso Vallejo


miércoles, 30 de julio de 2025

El descuido de la mente

 


Si una persona le diese tu cuerpo al primer extraño que se cruza en su camino, por cierto, que estarías enojado. Sin embargo, no tienes ningún reparo en entregarle tu mente a la confusión y a la mistificación ante cualquiera que tenga el capricho de injuriarte.

EPICTETO


Yo, también, quiero ser feliz

 


Querido Dios:

       Cuando era pequeño, anhelaba, como todos los niños, que me regalaran algún juguete nuevo. Aquellos momentos de expectativa, ilusión y recompensa me brindaban una profunda alegría, una sensación interna que con el tiempo aprendí a llamar felicidad. Supongo que escuché esa palabra de los adultos, quienes la repetían en diversas ocasiones, asociándola a cosas grandes y pequeñas. Al hacerlo, descubrí que lo que más deseaba en la vida era alcanzar esa tan ansiada felicidad.

Es curioso pensar que no soy el único que busca este propósito. En realidad, creo que todos los seres humanos, sin excepción, estamos imbuidos en esta misma búsqueda. La felicidad parece ser algo universal, un hilo que conecta nuestras vidas y nuestras acciones. Sin embargo, aunque todos compartimos este anhelo, muy pocos logran encontrarla de manera genuina; quienes la consiguen parecen ser una rara excepción, casi como si hubieran hallado un tesoro escondido que los demás no sabemos siquiera dónde buscar.

Esto me lleva a preguntarme: ¿Será que no la encontramos porque no sabemos exactamente qué es lo que estamos buscando? Puede que sea así, porque, honestamente, ¿sabemos verdaderamente qué es la felicidad? Parece que la respuesta no es clara. Nos aferramos a ideas y conceptos transmitidos de generación en generación, como si la felicidad tuviera una fórmula definida y universal. Buscamos lo que conocemos, lo que nos han enseñado, lo que observamos que los demás también persiguen. Vamos tras lo que la sociedad exalta como el ideal: el éxito, la riqueza, el prestigio. Buscamos aquello por lo que tanto lucharon nuestros mayores, creyendo que en esos logros encontraremos el verdadero gozo.

Sin embargo, lo que encontramos cuando seguimos este camino es, paradójicamente, sufrimiento. La felicidad no parece hallarse en nada de lo que nos han señalado como deseable. Si así fuera, muchos la habrían alcanzado. Pero no, la felicidad parece ser esquiva, y esta búsqueda termina siendo, para la mayoría, un esfuerzo infructuoso.

¿Por qué ocurre esto? Tal vez porque hemos confundido la felicidad con el placer, con la euforia momentánea que nos proporciona un logro, una compra, una experiencia. Pensamos que, al acumular más bienes, más reconocimiento o más momentos placenteros, estamos acercándonos a la felicidad. Pero cada vez que logramos algo nuevo, la sensación de satisfacción se desvanece rápidamente, y volvemos a empezar, como si estuviéramos atrapados en un ciclo interminable de deseo y frustración.

Esperamos encontrar la felicidad cuando logramos la pareja perfecta, el empleo soñado, los hijos ideales... y, no obstante, la experiencia nos demuestra que estas cosas no son suficientes. Todo lo que esperamos alcanzar es efímero, incompleto. Las relaciones pueden ser complicadas, los trabajos pueden ser demandantes, y los hijos, aunque los amemos profundamente, tienen sus propios retos. Así, seguimos buscando y esperando, siempre en vano.

¿Cómo es posible que seamos tantos los que buscamos la felicidad, y tan pocos los que se encuentren con ella? Más aún, ¿por qué parece haber más personas angustiadas que felices? ¿No será que estamos buscando en los lugares equivocados? ¿No será que, quizá, hemos entendido mal qué significa realmente ser felices?

Hay algo más que quiero reflexionar contigo, querido Dios. En medio de toda esta búsqueda, he comenzado a preguntarme si la felicidad es algo que debe ser buscado en absoluto. Tal vez no sea un objetivo que debamos perseguir con tanta intensidad, sino algo que deberíamos aprender a reconocer en el presente, en lo que ya tenemos, en lo que somos. Pero esto no es fácil. Nuestra cultura nos enseña que siempre debemos querer más, que siempre hay algo mejor, que nunca somos suficientes tal como somos.

A veces me pregunto si la felicidad se encuentra en los pequeños momentos, esos que solemos dar por sentados. El calor del sol en un día frío, la risa de un niño jugando, el sabor de una comida preparada con amor. Tal vez estos instantes contienen más felicidad de la que imaginamos, pero estamos demasiado ocupados persiguiendo algo más grande como para notarlo. Tal vez la felicidad no sea algo monumental, sino un hilo dorado que se teje en los detalles más humildes de la vida.

Y, aun así, ¿qué pasa con el sufrimiento? Porque si algo parece ser universal además de la felicidad, es el dolor, la pérdida, la frustración, la soledad, el miedo. Estos sentimientos nos visitan a todos en algún momento, y en ocasiones parecen eclipsar cualquier posibilidad de felicidad. ¿Cómo reconciliamos el sufrimiento con la idea de una vida feliz?

Pienso que tal vez la felicidad no sea la ausencia de sufrimiento, sino la capacidad de encontrar significado incluso en los momentos difíciles. Tal vez se trate de aprender, de crecer, de transformar lo que duele en algo que nos fortalece. Pero también sé que esto es más fácil decirlo que hacerlo. En esos momentos de oscuridad, la felicidad parece una luz demasiado distante, demasiado tenue para alcanzarla.

Por eso, querido Dios, te escribo esta carta. Porque en medio de todas estas reflexiones, no puedo evitar buscar respuestas más allá de mí mismo. Me pregunto si tú, que eres testigo de todas las vidas y todas las luchas, tienes alguna guía que ofrecer. ¿Es la felicidad realmente alcanzable, o es un espejismo que nos impulsa a seguir adelante? ¿Cómo podemos aprender a vivir plenamente, a aceptar lo bueno y lo malo, sin perder la esperanza ni el sentido de propósito?

Con cariño y esperanza. 

CARTAS A DIOS – Alfonso Vallejo


VITARKA MUDRA

 


VITARKA MUDRA – GESTO DEL DEBATE

Vitarka, significa "razonamiento", "consideración" o "deliberación".

El Vitarka mudra también se conoce como el "gesto del debate" o el "mudra de la discusión".

Cómo se hace:

Para realizar el Vitarka mudra, la punta del dedo índice y el pulgar se tocan mientras los otros dedos se extienden hacia el cielo.

La palma de la mano suele estar orientada hacia el exterior, lejos del cuerpo.

Duración:

En combinación con mantras o visualizaciones: la duración puede variar según la práctica elegida, pero suele oscilar entre 10 y 40 minutos.

Beneficios:

Se considera un mudra espiritual y, por lo tanto, la práctica del mismo la realizan principalmente aquellos que se consideran Gurús o grandes maestros.

°       Simboliza la transmisión del conocimiento del gurú al estudiante.

°       La práctica de este mudra fomenta la sabiduría.

°   Practican este mudra aquellos que han adquirido conocimientos, (referentes a la espiritualidad), y están en camino hacia la iluminación.

°     El círculo formado por el índice y el pulgar significa perfección, como si no hubiera ni principio ni fin. Existe un flujo constante de energía a través del cuerpo y del gurú al estudiante.

°   Ayuda a pensar con claridad sobre la propia existencia mientras se aprende a conectar con el mundo exterior.

°       Tiene que ver con sabiduría, energía, conocimiento e iluminación.


El reflejo invisible



Imagina estar frente a un espejo. Miras tu rostro, tal vez ajustas el cabello, observas la expresión que ese día te acompaña. Pero lo que ves no es tú. Es una representación: luz rebotando, formas traducidas, un reflejo condicionado por el ángulo, la iluminación y la superficie misma. No ves tus ojos desde dentro, ni la expresión que proyectas realmente. Solo ves la imagen que el espejo te permite ver.

De manera similar, cuando nos preguntamos “¿quién soy emocionalmente?”, caemos en la misma trampa. No nos vemos directamente. Lo que creemos conocer de nuestro mundo interno es lo que emerge: nuestras reacciones. No somos plenamente conscientes de la emoción hasta que se manifiesta. Y a veces, lo hace como lava expulsada de un volcán que llevaba años dormido.

La cultura nos ha acostumbrado a buscar respuestas en nosotros mismos. “Conócete a ti mismo”, decía Sócrates. Sin embargo, ese llamado a la introspección no es tan sencillo como parece. Porque ¿cómo conocerse cuando todo lo que sentimos está envuelto en capas de juicios, experiencias pasadas y mecanismos de defensa? Pensamos que sentimos “enojo”, pero debajo quizá había tristeza o miedo. Creemos estar “felices”, pero en realidad estamos evitando enfrentar una realidad incómoda.

Las emociones son como corrientes submarinas: invisibles a simple vista, pero responsables de mover el océano entero de nuestras decisiones, pensamientos y acciones.

Lo único que nos ofrece un espejo emocional son nuestras reacciones. Aquello que decimos sin pensar, ese tono que usamos cuando sentimos amenaza, esa lágrima que cae sin permiso. La reacción es el contorno que revela la forma de lo que está adentro. Y muchas veces, nos sorprende.

¿Por qué reaccioné así? ¿Por qué me dolió tanto ese comentario? ¿Por qué me quedé paralizado cuando tenía que hablar? Son preguntas que surgen cuando la reacción ya ha ocurrido, y que nos enfrentan al hecho de que, quizás, no sabíamos lo que sentíamos en realidad.

Una emoción no expresada no desaparece. Se acumula. Se transforma. Se adapta al entorno, cambia de máscara. Puede convertirse en un dolor de estómago, en una insatisfacción laboral, en una distancia emocional con quienes amamos. Y un día, sale. Sin previo aviso.

Como la erupción de un volcán, la emoción contenida puede emerger con fuerza, destruyendo lo que está cerca, alterando vínculos, paralizando proyectos. El problema no es la explosión, sino el silencio que la precedía. El desconocimiento del fuego que crecía bajo la superficie.

No es vivir constantemente autoanalizándose. No es convertirse en terapeuta de uno mismo. Conocerse emocionalmente es aprender a escuchar. A detectar las señales sutiles: cómo cambia la respiración ante una situación incómoda, qué pensamientos se repiten cuando estamos ansiosos, qué palabras nos duelen más de lo que esperábamos.

Es observar la reacción y preguntarse con curiosidad (y sin juicio) qué emoción la provocó. Es permitir que la emoción se nombre sin miedo. “Estoy celoso”, “Me siento rechazado”, “Tengo miedo de fracasar”. Y en esa honestidad, descubrirse.

Este viaje requiere valentía. Porque al reconocerse emocionalmente, uno puede enfrentarse a verdades incómodas. Tal vez no somos tan seguros como aparentamos. Tal vez no hemos perdonado lo que decíamos haber superado. Tal vez aún sentimos dolor por algo que ocurrió hace años.

Pero también es un camino hacia la libertad. Porque al conocer las emociones que nos habitan, dejamos de ser esclavos de las reacciones. En vez de vivir en modo automático, reaccionando como siempre, empezamos a elegir. A responder desde la conciencia.

Aunque el espejo no nos muestra todo, sigue siendo una herramienta valiosa. Las reacciones, aunque imperfectas, son pistas. Y si las observamos con atención, nos dan claves sobre quiénes somos realmente, emocionalmente.

Lo importante es no confundir el reflejo con la verdad completa. No asumir que una reacción de rabia significa que somos personas violentas, ni que un momento de tristeza define nuestra identidad. Somos mucho más que las respuestas momentáneas. Somos el paisaje interior que esas reacciones revelan.

Tal vez nunca nos conozcamos por completo, ni física ni emocionalmente. Tal vez siempre haya una parte de nosotros oculta, como la cara que nunca vemos directamente en el espejo. Pero eso no significa que no podamos acercarnos.

Con cada emoción reconocida, con cada reacción analizada con amor, construimos un mapa de nuestro universo interno. No es perfecto, ni completo. Pero es nuestro. Y al caminarlo, al explorarlo con curiosidad, aprendemos a vivir con mayor autenticidad. 

DECRETO para limpieza


DECRETO para limpieza:

“YO SOY la Presencia aquí que mantiene mi ropa y hogar inmaculados”.

Úsalo frecuentemente y después de un tiempo la fuerza se convierte en tan poderosa, que consume o repele, instantáneamente, cualquier cosa no deseada. Cuanto más conscientemente actúes en una cosa, más concentrada se vuelve esta.

                                                                                                                    SAINT GERMAIN 

martes, 29 de julio de 2025

Ni bueno ni malo

 


          Cuando alguien hace algo en contra de ti, piensa al momento que consideración sobre el bien y el mal tenía cuando obró así en tu contra.

          Nada más que lo entiendas, te compadecerás de él, y ya no te asombrarás ni te volverás a irritar, pues es posible que tu mismo consideres que aquello era un bien para él o algo semejante.

          Entonces hay que comprenderlo.

Pero si ya no consideras que cosas así sean buenas ni malas, te resultará aún más fácil ser benévolo con el que te mira de reojo.

MARCO AURELIO


Discriminación

 


         Cierta vez, hablando acerca del prejuicio racial, el Maestro dijo:

         “A Dios no le complace que se le ofenda cuando se viste de negro”.

PARAMAHANSA YOGANANDA

        


lunes, 28 de julio de 2025

El arte de esperar con serenidad

 


El Arte de Esperar con Serenidad

        En un mundo acelerado donde las respuestas son inmediatas y la gratificación está a un clic de distancia, la paciencia ha pasado a ser casi un acto de rebeldía.

Pero ¿qué es realmente la paciencia? ¿Por qué la perdemos? Y más importante aún, ¿cómo podemos cultivarla para vivir con más equilibrio?

La paciencia es la capacidad de mantener la calma ante la espera, el obstáculo o la frustración. Es una virtud que nos permite aceptar las cosas tal como vienen, sin dejarnos arrastrar por la urgencia del momento. Ser paciente no significa resignarse, sino elegir conscientemente la serenidad frente a la reacción impulsiva.

Es una forma de sabiduría emocional: cuando practicamos la paciencia, ejercemos control sobre nuestros impulsos, entendemos que no todo depende de nosotros y aprendemos a convivir con la incertidumbre sin ansiedad.

¿Por qué perdemos la paciencia? Las razones por las que perdemos la paciencia son muchas y muy humanas:

° Expectativas no cumplidas: Esperábamos algo distinto y cuando no ocurre, aparece la frustración.

° Falta de control: Situaciones imprevistas nos sacan de nuestra zona de confort.

° Sobrecarga emocional o física: Cuando estamos cansados, estresados o con demasiadas responsabilidades, nuestra tolerancia disminuye.

° Imposición del ritmo externo: La sociedad moderna nos empuja a vivir rápido, y cuando algo se desacelera, lo sentimos como una amenaza.

En definitiva, perder la paciencia es una señal de que algo dentro de nosotros está desequilibrado. Es un grito del cuerpo y de la mente que nos pide pausa.

Pero, ¿qué se consigue con la paciencia? La paciencia abre puertas a experiencias más profundas y significativas:

° Mejor toma de decisiones: La serenidad nos permite pensar con claridad.

° Relaciones más sanas: Al evitar reacciones impulsivas, fortalecemos el vínculo con los demás.

° Crecimiento personal: La paciencia nos obliga a mirar hacia dentro y trabajar aspectos que normalmente evitaríamos.

° Mayor bienestar emocional: Disminuyen la ansiedad, la ira y el estrés.

Como bien dice el proverbio chino: "Siéntate junto al río y verás pasar el cadáver de tu enemigo". La paciencia nos regala perspectiva.

Cuando la paciencia se nos escapa, se manifiesta en distintas formas:

° Gritos o tono de voz elevado.

° Lenguaje corporal agresivo o cortante.

° Juicios apresurados.

° Irritabilidad constante.

° Reacciones desproporcionadas ante problemas menores.

Estos síntomas no solo nos afectan a nosotros mismos, sino que repercuten directamente en el entorno que nos rodea: familia, amigos, colegas, niños. La energía que se genera cuando perdemos la paciencia deja huella.

¿Es lo mismo perder la paciencia que ser impaciente? Aunque parezcan similares, hay una diferencia sutil pero importante:

- Impaciencia es un rasgo más constante, una predisposición a no tolerar la espera. Es parte del carácter o temperamento.

- Perder la paciencia es una reacción momentánea, un desbordamiento emocional.

Se puede ser generalmente paciente y aun así tener momentos de pérdida de control. Lo importante es saber identificarlos y trabajarlos antes de que se conviertan en costumbre.

          Imagina que pierdes la paciencia con un niño. ¿Qué aprende ese niño cuando pierdes la paciencia y le gritas?: Cuando gritamos a un niño por haber perdido la paciencia, el mensaje que recibe va más allá de las palabras. Aprende que el enfado es una forma válida de responder al conflicto. Aprende miedo, inseguridad, y muchas veces, culpa. Pero, sobre todo, aprende que el amor puede volverse ruidoso e impredecible.

Los niños son espejos emocionales. Si los tratamos con serenidad, están más dispuestos a aprender desde la reflexión. Si los tratamos con gritos, aprenden a obedecer desde el temor.

Educar desde la paciencia no significa no poner límites, sino hacerlo con respeto. Las palabras firmes desde la calma tienen mucho más peso que los gritos en la ira.

¿No perder nunca la paciencia significa que todo está bien? No necesariamente. Hay personas que nunca alzan la voz, nunca se muestran irritadas, pero eso no significa que estén bien por dentro. La contención excesiva puede esconder pasividad, miedo al conflicto o dificultad para poner límites.

La paciencia mal entendida puede transformarse en conformismo o evasión. No todo es aceptable, y aprender a decir “no” también es parte de un equilibrio emocional sano.

Actuar desde la serenidad no significa evitar los problemas, sino enfrentarlos desde un lugar consciente y centrado. La serenidad permite:

- Tomar decisiones sin interferencia emocional.

- Poner límites desde el respeto, no desde la ira.

- Ser firme sin ser hiriente.

- Acompañar sin perderse.

Desde la serenidad, la persona se convierte en dueña de sus actos. No reacciona por impulso, sino que responde con intención. Y esto cambia radicalmente la forma de vivir cada situación.

En resumen, cultivar la paciencia no es tarea fácil, especialmente en tiempos donde todo parece urgirnos. Pero es posible. Requiere voluntad, autoconocimiento y práctica constante. Reconocer cuándo estamos perdiendo la paciencia es el primer paso. El segundo es elegir cómo queremos responder.

Respirar. Pausar. Reflexionar. Ese pequeño espacio entre estímulo y reacción puede transformar nuestras relaciones, nuestras decisiones y sobre todo, nuestra relación con nosotros mismos.

La paciencia es una forma de amor, una manifestación de respeto hacia el otro y hacia nuestro propio proceso interno.


domingo, 27 de julio de 2025

KALI MUDRA

 


KALI MUDRA

Según la mitología hindú, Kali es una diosa de la valentía.

También es considerada el epítome del empoderamiento. Kali también representa el poder que está oculto dentro de nosotros mismos; Este es el poder que no somos conscientes de que tenemos. El coraje de que tenemos que luchar contra las dificultades.

La palabra Kali significa valentía y poder oculto,

Según la mitología hindú, también se la considera una destructora. Ella destruye la negatividad dentro de nosotros.

Además de esto, Kali Mudra También representa el poder femenino.

Cómo se hace:

Junta las palmas de las manos con los dedos extendidos.

Colócalas a la altura del corazón, pero ligeramente lejos del cuerpo. Sin embargo, puedes practicar esto Mudra mientras extiende los brazos hacia arriba o mientras descansa los brazos en el pubis.

Ahora, entrelaza lenta y suavemente los dedos de tal manera que queden los dedos derechos sobre los izquierdos.

Extiende suavemente los dedos índices unidos desde sus raíces.

 Sirve para:

°     Superar miedos o bloqueos emocionales, al enfrentar desafíos emocionales o cuando se necesita un impulso de valentía y fortaleza interior.

°     Enfrentar cambios importantes en la vida o al estar en busca de la transformación personal.

°     Mejorar la concentración y el enfoque, así como aumentar la claridad mental durante la meditación o en la vida cotidiana.

°     Aumentar la energía y vitalidad, así como reconectar con la energía interna.

°     Kali Mudra es una poderosa herramienta para conectar con la energía transformadora y protectora de la diosa Kali. Este mudra ayuda a liberar bloqueos emocionales, fortalecer el coraje, y promover la claridad mental y la vitalidad. A través de su práctica, es posible experimentar una transformación interior profunda, encontrando el equilibrio y el empoderamiento necesarios para enfrentar cualquier desafío con confianza y determinación.

 Duración:

Se recomienda practicar este mudra durante un mínimo de 20-25 minutos al día. Ya sea que desees completarlo en un tramo o en dos o tres que duren entre 10 y 15 minutos, depende de ti.

 Beneficios:

Kali Mudra tiene inmensos beneficios;

Ayuda en la eliminación de la negatividad.

Mantiene el cuerpo energizado y activo.

Destruye estrés, ansiedad y depresión.

También destruye las emociones negativas.

Este Mudra también puede mejorar nuestra inteligencia emocional.

Desintoxica nuestros órganos y sistemas internos .

Mejora el flujo de energía dentro y fuera de nuestros cuerpos.

Ayuda en el insomnio también.

El amor es un maestro

 


Querido hijo:

        Tu carta me ha conmovido profundamente, no por la confesión de tus miedos, sino por la valentía que has demostrado al enfrentarte a ellos. No te equivoques: escribir estas palabras, abrir tu corazón y compartir tu fragilidad conmigo, es ya un acto de coraje.

El miedo, querido mío, es una emoción humana poderosa, pero no invencible. Te ha acompañado en tu camino, te ha enseñado cautela y te ha forjado en formas que quizás no puedas ver ahora. Aunque lo sientas como un enemigo, el miedo también puede ser un maestro, si tú decides aprender de él. Pero no estás destinado a vivir bajo su yugo. Yo nunca te he creado para que vivas limitado por cadenas invisibles.

Sé que temes a tantas cosas: el juicio de los demás, la pérdida, el engaño, y hasta a criaturas pequeñas como perros y gatos. Sé que a veces te invade un deseo de desaparecer. Quiero que sepas esto: Yo te conozco completamente. Cada parte de ti, incluso tus miedos más profundos, y no hay nada en ti que me resulte indigno de amor. Tus temores no me alejan; al contrario, me acercan a ti, porque me invitan a mostrarte mi gracia.

Es cierto, hijo mío, que el miedo y el amor no pueden coexistir plenamente. El amor, cuando se activa, transforma y disipa aquello que te mantiene en la oscuridad. Pero aquí está la clave: el amor es algo que tú debas producir por ti mismo. El amor es una energía. No necesitas ser perfecto para comenzar a anidar el amor, ni necesitas eliminar tus miedos antes de abrazarlo.

Hijo mío, caminas por el mundo como si estuvieras de puntillas, evitando las miradas y escondiendo tu vulnerabilidad. Pero quiero que escuches esto: cada paso que das, incluso con miedo, es un paso que te lleva más cerca de mí. Yo estoy contigo en cada instante, sosteniéndote incluso cuando sientes que no puedes sostenerte por ti mismo. No te juzgo por tus miedos, ni espero que los superes de inmediato. Solo te pido que confíes en mí, un día a la vez, un pequeño paso a la vez.

Cuando mires a esos miedos que parecen tan grandes y amenazadores, recuerda esto: no los enfrentas solo. Estoy aquí contigo, como tu luz en la oscuridad, como tu fuerza en la debilidad. Y si alguna vez te sientes tentado a rendirte, recuerda que mi amor nunca te abandona. Mi amor es constante, inmutable, y siempre accesible para ti.

Te invito a hacer algo sencillo: cada vez que el miedo te paralice, detente por un momento y habla conmigo. No necesitas palabras complicadas; solo di lo que sientes, y yo estaré allí para escucharte. En esos momentos, intenta recordar que mi amor por ti es más grande que cualquier temor que puedas experimentar. Deja que mi amor sea tu refugio, tu fortaleza, y tu guía.

Sé que tus pasos pueden ser pequeños y temerosos, pero son suficientes. Incluso si tu corazón se siente pesado, sigue adelante, porque cada paso que das con fe es un paso hacia la libertad que anhelas. Confía en que mi amor está contigo, iluminando el camino, un paso a la vez.

Con todo mi amor.

CARTAS A DIOS – Alfonso Vallejo