El viaje del alma

El alma no tiene raza, no tiene religión, solo conoce el Amor y la Compasión.
Todos somos seres divinos, hace miles de años que lo sabemos, pero nos hemos olvidado y,
para volver a casa tenemos que recordar el camino. BRIAN WEISS




jueves, 30 de junio de 2022

11:11 ¿Hay alguien más?

Hace ya bastante tiempo, (yo diría que un par de años), que me voy encontrando, sobre todo viendo la hora, secuencias de números iguales: 11:11, 3:33, 4:44, 23:23, etc., etc.

Como soy un ignorante de la numerología, comencé a buscar en Google su significado. Y, después de ver el significado de casi todas las secuencias pude comprobar que en todos decía, prácticamente, lo mismo: que los ángeles me acompañan, que quieren darme algún mensaje, que la abundancia está llamando a mi puerta, que el trabajo duro que estoy haciendo me está llevando al éxito, bla, bla, bla.

Ahora ya no. Ya no sólo no busco los significados, sino que me lo tomo de manera graciosa.

Hoy nos reíamos, con mi esposa, de esto, viendo las 3:33 en el reloj de la cocina y nos acordábamos de un chiste de Eugenio, bien conocido y algo irreverente. Un excursionista, víctima de un resbalón cuando camina por la montaña, cae por un precipicio. En el último momento, consigue agarrarse a una rama, al borde mismo de la roca. Pataleando en un inmenso vacío, empieza a gritar, con voz angustiada: «¿Hay alguien por ahí que pueda ayudarme?». Tras unos cuantos gritos, una voz de resonancia sobrenatural contesta: «Soy tu Creador y vengo a auxiliarte. Abre las manos y déjate caer. No te preocupes, yo extenderé para ti un manto protector y te depositaré con cuidado, sano y salvo, en tierra». Enmudece el excursionista durante unos segundos, y luego vuelve a gritar con desesperación: «sí, pero ¿hay alguien más?».

Yo ya sé que al otro lado de la vida hay ángeles, arcángeles, santos, amigos y familiares que se han ido antes que yo, pero también sé que nunca se han comunicado conmigo, hasta el momento, claramente, de nada. ¿Por qué lo iban a hacer ahora?

Mi pensamiento es que, si quieren darme algún mensaje que me lo den con claridad, si está llamando a mi puerta la abundancia, que abra la puerta y entre sin reparo y, si está llegando el éxito, que acelere el paso porque sino no me va a encontrar.

Lo siento. Debe ser el pragmatismo propio de la edad.

Hace días le decía a un gran amigo, que me felicitó por mi cumpleaños, que me siento en la prórroga del juego de la vida. Más pronto que tarde estaré al otro lado, posiblemente, susurrando a alguno de vosotros que levantéis la vista para ver si la hora tiene números repetidos y así sepáis que alguien del otro lado está ahí para…, no sabemos qué. Prometo que si tengo un mensaje intentaré dároslo.

Mientras tanto, ¿hay alguien más?

 

 



miércoles, 4 de mayo de 2022

Paso 2 para vivir en la Luz

 Vive como si ya fueras Luz:

              Vivir como si ya fueras Luz, es vivir la divinidad.  Y, ¿cómo se vive la divinidad?, se vive la divinidad amando:

         Alejar pensamientos negativos: Recuerda: “somos lo que pensamos”. No puedes permitirte el mantener pensamientos negativos en tu mente. Para eso has de permanecer consciente la mayor parte del tiempo posible. En el momento que seas consciente de un pensamiento negativo contrarresta esa energía con el pensamiento positivo contrario, o con la virtud contraria, o pidiendo perdón.

              Utiliza palabras correctas: Que ninguna de las palabras que salgan de tu boca sean para herir, lastimar, o molestar a nadie. Utiliza siempre palabras de alabanza, y destaca siempre los méritos de los demás, sus cualidades positivas, sus virtudes. Si se consigue mantener los pensamientos negativos bajo control, es mucho más fácil no herir con la palabra.

           Realizar buenas acciones: Ayuda a los demás, son Luz como tú. Ayudar no solo es dar un plato de lentejas o unas monedas, también es sonreír, es apoyar, es abrazar, es escuchar, es besar, es no molestar, es respetar, ayudar es colaborar con el otro, siempre que el otro lo permita

Perdonar: El objetivo final, es que nada debe ser motivo de tu ofensa. Pero hasta que llegue ese momento, perdona de inmediato cada ofensa, no esperes al día siguiente, porque si tardas un día en perdonar, será un día tomando veneno por tu parte. Recupera la “meditación del perdón” que está en este blog y realízala si crees que la necesitas.

              Aceptación: Sólo una frase: “Todo está bien”.

Eliminar obstáculos:

Los obstáculos en esta carrera no hay que saltarlos, no hay que ignorarlos, hay que eliminarlos. Los obstáculos en esta carrera son los bloqueos emocionales, son los hábitos negativos, es la debilidad de carácter.

              Conocer los bloqueos: Para poder eliminar algo, es imprescindible saber que existe, por lo tanto, de la misma manera que decíamos al principio que tienes que saber quién eres, es importante saber cómo eres. Relee la entrada “Pedir ayuda”.






martes, 3 de mayo de 2022

Paso 1 para vivir en la Luz


 

Saber quién eres:

Es imprescindible, es vital, el reconocimiento de que eres Luz, o un alma, o una Chispa Divina, lo que quieras, pero que ese reconocimiento sea total y absoluto. En un principio es suficiente con que ese reconocimiento sea racional, es normal no integrarlo en la conciencia al comienzo del camino y actuar desde ahí. Vivir desde la conciencia de la Luz es algo que se dará al final del trabajo.

El reconocimiento de que eres Luz va a desligarte de tu cuerpo: “Yo no soy el cuerpo” …, pero vives en él. Empieza a reconocer a tu cuerpo como el templo del alma, como el santuario del espíritu. Eso hará que empieces a valorarlo, a respetarlo, a amarlo. Y cuando lo valores, lo respetes y lo ames, empezarás a cuidarlo con mimo, empezarás a cuidarlo con devoción, dándole al cuerpo todo lo que sea correcto para su buen funcionamiento, evitándole sustancias tóxicas y corrosivas. Todo el trabajo que has venido a hacer aquí, lo vas a hacer desde ese cuerpo, por lo que es tu obligación mantenerlo, sano, joven y fuerte, el mayor tiempo posible.

Este reconocimiento de que eres Luz, lleva implícita la sensación de libertad. La Luz, el alma, es libre, no se siente ligada a nada ni a nadie. No debe nada a nadie, no tiene que inclinar la cabeza ante nadie.

¡Eres Luz!, ¡eres libre!





miércoles, 27 de abril de 2022

¡Tuya es la culpa!

           ¡La culpa es tuya!, ¡Estás haciendo que me suba la tensión!, ¡Siempre consigues que lleguemos tarde!, ¡Si tú me quisieras!, ¡Me estás matando!, ¡Ya te lo dije!, ¡Si no fuera por los niños!

           ¿Has oído alguna vez frases como estas?, ¿las has dicho alguna vez?

          Eso se llama culpar a los demás, aunque curiosamente, sólo les culpabilizamos de nuestros errores, de nuestras decisiones erróneas, de las circunstancias adversas. Pero los otros nunca son responsables de nuestras decisiones erróneas, como, tampoco, lo son de nuestras decisiones correctas.

Culpar a los otros es un rasgo de inmadurez, es indicador de que estás estancado en tu evolución, es no aceptar la responsabilidad de tu vida, es maltratar emocionalmente a la persona que culpabilizas, es colocarte siempre en el papel de víctima.

Transitar por el camino de la vida es aprendizaje, y no sólo dejar que pasen los días uno tras otro, eso sólo es envejecer. Vivir es aprender, aprender es madurar, y comportarse con madurez implica, entre otras cosas, tomar decisiones conscientemente y aceptar las consecuencias que implican esos actos, aceptando como propios, tanto los éxitos como los fracasos.

Cuando descargas tus errores sobre otra persona, esta, si es madura y responsable, puede reaccionar dejando que la energía de la culpa que has lanzado sobre ella se disuelva sin más, pero ten cuidado, siempre va a quedar un poso que se va a ir incrementando según vayas amontonando sobre ella culpa tras culpa,  hasta que llegue el día en que, no sólo tus reproches, sino todas tus palabras van a causar el mismo efecto que la lluvia en el cristal, ningún efecto. Pero puede ser que la persona que recibe la culpa de tus errores no tenga la suficiente madurez, y entonces va a sentirse responsable de cada uno de tus fracasos, sintiéndose emocionalmente inmovilizada y culpable por algo que no le ha ocurrido a ella.  

Si eres la persona culpabilizada, ten en cuenta de que eso sucede porque lo admites. Para que no pase, tienes que enseñar a las personas que tienen que ver con tu vida y que tratan de manipularte, por medio de la culpa, de que tú eres muy capaz de enfrentarte con las desilusiones que les provoque tu comportamiento. El resultado puede ser que tarde un poco en llegar, pero el comportamiento de esas personas empezará a cambiar cuando vean que no te pueden forzar a sentirte culpable. Una vez que logres desconectar la culpa, la posibilidad de manipularte y de controlarte emocionalmente habrá desaparecido para siempre.

La mejor manera de gestionar tus errores no es culpabilizando al entorno, es viajar a tu interior: tienes que descubrir la razón de ese sentimiento de impotencia que te hace menospreciar a los demás culpabilizándoles de tus limitaciones. Siempre hay una razón, ¿complejo de inferioridad?, ¿miedo al fracaso?, ¿atacar al prójimo ante la sensación de íntima humillación?, siempre hay una razón, descúbrela antes de humillar a los que te rodean.

Recuerda: “No desees para los demás lo que no deseas para ti”. Imagina que la persona que está delante de ti, a la que vas a culpabilizar, eres tú mismo.



martes, 26 de abril de 2022

Y la vida sigue fluyendo, a pesar de todo

 

          Piensa en un rio de aguas tranquilas y trasparentes que discurren por su cauce sin oposición, con continuidad, y que después de un recorrido, más o menos largo, desemboca en el mar. La vida es como ese rio, nunca se detiene, siempre continua, siempre en movimiento, un segundo tras otro, discurriendo como las aguas del rio, siempre cambiantes, nunca es igual. La vida fluye en cada uno de nosotros como las aguas fluyen por su cauce.

        ¿Qué pasa si hay una roca en mitad del rio? El agua choca contra ella, rebota, retrocede, se abre en dos partes, se crean remolinos, los sedimentos que parecían dormidos en el lecho del rio suben a la superficie enturbiando el agua. Pero unos metros por delante de la roca el agua vuelve a su tranquilo discurrir. La vida, también, es como el rio, hasta que, a veces, nos encontramos con piedras que se interponen en el fluir de nuestra vida.

Sin embargo, mientras el agua del rio se torna serena una vez traspasado el obstáculo, el normal fluir de la vida en los seres humanos no vuelve después del obstáculo, porque la mente se encarga de fabricar más rocas y de arrojarlas al cauce de la vida.

          Es lo que pasa en el río cuando hay muchas rocas, a lo largo y ancho de su cauce. El agua ya no discurre tranquila, todo lo que hay son remolinos, y el avance del agua es un torbellino sin control. Cuando nuestra mente, (y pasa demasiadas veces), es como un tío vivo, llena de luces y ruido, dando vueltas y más vueltas, en torno a los problemas, a los miedos, a la autocompasión, se parece a ese rio lleno de obstáculos, y nosotros, creyéndonos que vamos a llegar al mar subidos en esa balsa, fabricada por nuestros pensamientos, en la que creemos tener seguridad, terminamos perdiendo la vida sólo por el hecho de no vivirla de manera consciente.

          Nuestros pensamientos repetitivos, nuestro esfuerzo por asirnos con desesperación a la seguridad, nuestro miedo a perder el control, nuestras indecisiones, nuestro apego al sufrimiento, hacen incluso que, en el cauce de la vida, por delante de las rocas, levantemos una inclusa que detiene completamente el agua, emponzoñándose, pudriéndose.

          Nos han enseñado que la única manera de tener éxito es generando y manteniendo un esfuerzo constante, es realizando un trabajo excesivo, es renunciando a nuestro propio placer, porque a eso le llaman egoísmo. Nos han enseñado que sólo se puede aprender son sufrimiento, que la letra con sangre entra que, antes de hacer, hemos de pensar en “que pensara la gente”. Es mentira, ¡nos han engañado!

          El aprendizaje es una diversión, el éxito no se persigue, el verdadero éxito llega cuando dejamos de ofrecer resistencia, cuando no nos aferramos a la vida, porque aferrarse a la vida persiguiendo el éxito, es perder el éxito y la vida. Rompamos las compuertas y limpiemos nuestro cauce de escollos para dejar que la vida fluya, sin perdernos en el tío vivo de nuestros pensamientos. Detengamos el carrusel de tu mente y bajemos, de nuevo, a la vida.

          Dejar que la vida fluya a través nuestro, es aceptar. Fluir, aceptar, no quiere decir que nos crucemos de brazos con resignación, no. Quiere decir que elijamos la paz en lugar del miedo, que elijamos la alegría en lugar de la tristeza, que elijamos la acción en lugar de las dudas, quiere decir que lo importante es la felicidad y no el pensamiento de los que nos rodean, quiere decir que elijamos el amor ante cualquier otra circunstancia, quiere decir “si”, “si a la vida”.

          Un buen trabajo sería empezar a aceptarte a ti y empezar a presentarte ante los demás tal como eres, sin máscaras:

Para eso podrías colocarte delante de un espejo y observar la expresión de tu cara. Toma conciencia de tu expresión, no juzgues si es un rostro serio, si es lánguido, si parece enfadado……… sólo observa.

Empieza a decir cosas hermosas a ese rostro que se refleja en el espejo: “que belleza”, “te quiero”, “que ojos tan bonitos”, sonríe y empieza a ver como es tu rostro cuando sonríes. No juzgues nada, no busques el por qué de nada, sólo quiérete, solo acéptate, y podrás observar como tu rostro se relaja y cambia. Haz este ejercicio durante cinco minutos cada día antes de tu meditación y que sea luego ese rostro el que sacas de casa para presentarte ante el mundo.

A partir de tu propia aceptación, será más fácil aceptar la vida. Poco a poco, vete desterrando el “no” y, empieza a utilizar el “si” con esa sonrisa que practicas en el espejo, empieza a aceptar los cambios de la vida sin oponerte, empieza a decidir sin darle vueltas y más vueltas que solo sirven para envenenar tu mente. Empieza a vivir todos los instantes, sin perderte ni uno solo.

El pensamiento lleva al sufrimiento y a la soledad. Para rasgar el velo de la soledad clica aquí.

 

lunes, 25 de abril de 2022

¿Por qué se rompe una pareja?


¿Cómo se forma normalmente una pareja? Una pareja es un compromiso que adquieren dos personas, entre sí, para convivir juntas. Unas veces es un compromiso personal, otras firmando unos papeles y, otras, haciendo que la religión del lugar bendiga esa unión con los rituales acostumbrados. Se da por supuesto que entre esas dos personas que deciden convivir juntas existe algo que parece fundamental: “el amor”. Pero, ¿cómo es ese amor?, ¿es el amor que se siente desde el corazón o el amor que se siente desde la mente?

¿Recordamos que significa amar?: Es aceptación de uno mismo, es aceptación del otro tal cual es, es dar a cambio de nada, es ser feliz haciendo que los demás sean felices, es comprensión total, es alegría, es colaboración, es amar sin juzgar, sin culpar, sin criticar. Es ver a Dios en tu pareja. ¿Es este el amor con el que has formado tu pareja?

Virginia Satir, escritora norteamericana, escribe del Amor Incondicional: "Te quiero amar sin aferrarme, apreciarte sin juzgar, unirme a ti sin invadirte, invitarte sin exigir, abandonarte sin culpa, examinarte sin culpar y ayudarte sin insultar. Si puedo recibir lo mismo de ti, entonces podremos encontrarnos y enriquecernos de verdad".

Una relación basada en el amor, es la unión de dos almas que saben que con su unión sólo están cumpliendo el Plan Divino, y saben también, porque el alma lo sabe todo, que esa relación es finita, que puede durar un día, un mes, un año, un lustro, o una vida física, porque el objetivo de esa relación es, como todas, aprender, enseñar, acumular experiencias para el alma y, posiblemente, liberarnos de karma.

Las relaciones que no tienen como bandera ese amor, tienen muchas posibilidades de aburrirse, de cansarse, de engañarse, de vivir silencios o gritarse cada día, de manipularse emocionalmente, de dominar uno sobre el otro, de maltratarse y, en algunos casos, hasta de acabar con la vida del otro.

En realidad, no existe mucho amor en la formación de una pareja, porque si existiera no llegarían a plantearse, ninguno de los dos miembros de la pareja, el sentirse mal porque la relación se haya desgastado. El amor no se desgasta nunca.

La felicidad es consustancial con el Amor Divino: Si sientes Amor Divino, eres feliz, con independencia de tu pareja, de tu relación, de tu vida.

Para sentir el Amor Divino se ha de vivir desde el corazón, y no desde la mente, un segundo tras otro, un minuto tras otro, un día tras otro. No es suficiente sentirlo durante una meditación, y ya está, no, ha de ser permanente, porque, además, una relación desgastada, es ideal para perder la conexión con el corazón e instalarte en la mente a una velocidad increíble.

Si tienes una relación desgastada, enfréntate a la situación, con amor, e imagina que hablas contigo mismo, di lo que te gustaría que te dijeran a ti, y dilo como te gustaría que te lo dijeran a ti. Si estás en este punto es seguro que tu pareja no sabe lo que es el Amor Divino, actúa con ternura, sin crear falsas expectativas, porque como eso que llamamos cariño aún existe, que no se acabe eso cariño también.

Y si se ha desgastado del todo y se ha roto la pareja, acéptalo. Se supone que amas a la otra persona. Si es así, y ella ha decidido separarse, debes estar feliz, porque marcha creyendo que va a encontrar la felicidad en otro lugar. Y, aunque sepamos que no la va a encontrar hasta que no viaje a su interior, necesita su libertad para hacer lo que cree que le conviene. A la otra parte solo le queda desearle lo mejor y seguir su camino sin esa compañía.

              


domingo, 24 de abril de 2022

Propósito de vida

 

            Todo tiene un propósito, todo es como tiene que ser y una vez que se entiende  y se integra eso en la vida, esta resulta un verdadero paseo de paz y serenidad.

El propósito de la vida es aprender a amar como Dios nos ama, es decir, de manera incondicional. Decía San Agustín: “Ama y haz lo que quieras. Si callas, callarás con amor; si gritas, gritarás con amor; si corriges, corregirás con amor; si perdonas, perdonarás con amor. Si tienes el amor arraigado en ti, ninguna otra cosa sino amor serán tus frutos”.

 

En el libro "Como mariposa tocando el alma" se puede entender más sobre el propósito de la vida


viernes, 22 de abril de 2022

Relativo al pensamiento

 

Tengo muy claro yo no soy responsable de ninguno de los pensamientos que llegan a mi cerebro, estos llegan y punto. Yo no soy consciente de traerlos, salvo esos pensamientos que yo busco, con los que intento solucionar algún problema o planificar algún aspecto de mi vida. El resto de pensamientos, el 99%, aparecen de manera atropellada, uno tras otro, sin dejarse espacio entre ellos hasta que, ¡incauto de mí!, me quedo enganchado a alguno, casi siempre negativo, y comienzo con él una relación de camaradería, como si fuera mi confidente o mi amigo del alma, con el objetivo, creo yo, de buscar alguna solución que mejore la situación presentada por el pensamiento y, sin embargo, lo que se genera en una condición más abrupta y negativa que la que el pensamiento había presentado en su primera aparición.

No sé dónde pueden estar con anterioridad, ni por qué extraña circunstancia aparecen en mi cerebro.


Pero, si yo no soy responsable, ¿quién lo es?

Artur Powell explica en sus libros “El cuerpo mental” y “El cuerpo astral”, que los pensamientos son como nubecillas de energía que moran en el cuerpo mental, que es la tercera capa del aura, y que se activan para deslizarse, a través del aura, hasta el cerebro, para su manifestación.

Las razones para la activación de los pensamientos pueden ser muy variadas, la visión de un cuadro, escuchar una canción, una conversación entre dos personas, el encuentro con algún conocido, etc. A partir del momento en que aparece ese pensamiento es donde comienza la responsabilidad de la persona para mantenerlo en el cerebro o eliminarlo.

La “única” manera de eliminar un pensamiento es quitándole la energía, y se le quita la energía cuando, de manera consciente se cambia de pensamiento. Este es un acto de la voluntad.



jueves, 21 de abril de 2022

¿Pierdes cuando te comparas?, ¡cambia el modelo!

 

Para aprender a amarme, decidí hacerlo en las partes visibles de mi anatomía, es decir, en mi aspecto físico.

Siempre me comparaba con personas que eran más altas, más atractivas o más inteligentes, según mi criterio. El resultado era claro, siempre me veía más bajo, menos atractivo y menos inteligente, que el modelo elegido, lo cual hacía que me sintiera mal. Era lógico. Si me comparaba con alguien más alto, siempre me iba a ver más bajo. Si el modelo era más rico, siempre me iba a ver más pobre. Eso me llevó a pensar que para estar satisfecho conmigo tenía que cambiar el modelo, porque siempre iba a haber alguien más alto, más atractivo y más inteligente que yo.

Y cambié el modelo. Me comencé a comparar con quien era más bajo, menos atractivo y menos inteligente que yo. El resultado fue espectacular. Comencé a sentirme orgulloso de mi aspecto.

Yo era un calco de mi padre. Por lo tanto, si estaba orgulloso de mis padres, también, tenía que estarlo de los genes que hicieron que fuera tal como soy. En ese momento pensé en algo que me habían dicho, aunque no terminara de creérmelo, y era que yo había hecho una primera elección antes de venir a la vida. Por lo tanto, si yo era moreno y con ojos negros debía de haberlo elegido. Me sigue pareciendo una tontería, pero…

Y, aún comencé a hacer algo más. No compararme. Con independencia de si lo había elegido o no. A fin de cuentas yo no sabía nada de otras vidas. Lo único de lo que podía dar fe era de esta vida y empezaba a tener claro que cada uno es como es y punto. Si no me comparo, ni gano ni pierdo, todo está bien, todo está como tiene que ser. Yo voy a seguir siendo el mismo. Seguro que soy como soy por alguna determinada razón. ¿Quién era yo para desear cambiar una razón que, aunque desconocida, debía de existir? 

En cuanto a la inteligencia, estaba claro que nunca iba a ganar un Nobel, en ninguna especialidad, pero cuando me sentaba delante de una computadora esta no tenía ningún secreto para mí, ni en cuanto al software, ni en lo que respecta al hardware. ¿Para qué necesitaba más? era suficiente.

Fui consciente de que compararme con los demás siempre hacía que me sintiera frustrado, triste, infeliz y, además, generaba en mí un sentimiento de envidia que no podía ser bueno para mi estabilidad emocional.

Un nuevo pensamiento comenzó a hacerse un lugar en mi mente, comenzando con una pregunta: “¿Si tanto me gusta compararme, por qué no lo hago conmigo mismo?, ¿por qué no retarme a ser mejor cada día?, ¿por qué no trato de vencer mis propios miedos, que es algo consustancial conmigo?

miércoles, 20 de abril de 2022

El secreto para ser feliz

No deposites tu felicidad o tu bienestar en manos de otros. Todo depende de ti. No esperes que otros te den amor. Tú solo te tienes que ocupar de dar amor, no de suplicarlo.

Estarás conmigo que para tener un cuerpo atlético haces deporte, o para saber más de cualquier materia estudias, o cuando tienes sueño te acuestas y duermes. Nadie va a conseguir músculos para ti, ni va a estudiar para que tú aprendas, ni va a dormir para que a ti se te quite el sueño. Entonces, ¿por qué depositas la consecución de tu felicidad en otros, por ejemplo, una pareja, en lugar de tratar de conseguirla por ti mismo, como en los casos anteriores?

La felicidad es un estado interior. Es un estado de serenidad y de paz. Y nada que provenga del exterior va a hacer que lo consigas. Conseguirás alegría o euforia, pero será algo pasajero, mientras la felicidad, la auténtica felicidad es un estado permanente y se llega a ella cuando aceptas cada una de las situaciones que se van presentando.

          Ya sé que esto puede sonar muy bien, pero…, ¿Cómo se consigue?

Se puede llegar a conseguir viviendo el momento presente. Sabiendo que todo está bien. No preocupándote o sufriendo por un pasado que ya pasó o por un hipotético futuro que no sabes si llegará.


domingo, 20 de marzo de 2022

Vivir en el infierno

      

      Una vez en casa, fui consciente de que el miedo que me había consumido, solo dos días atrás, se había transmutado en ilusión y responsabilidad. Hasta ahora pensaba que ya había vivido suficiente miedo en el tema de las relaciones, imaginando una posible ruptura, pero no había sido nada comparado con el terror al que me fue llevando el pensamiento ante la posibilidad de fracasar si aceptaba el trabajo.

Había experimentado que es vivir en el infierno y, no había necesitado bajar a las calderas de Pedro Botero, lo había vivido aquí, en la vida. No había necesitado morirme.

Puedo decir bien alto, por la experiencia vivida, que el verdadero infierno está en la persona, está en la mente, pues es ella la que va llevando al ego por los vericuetos del pensamiento, de la emoción y del sentimiento. Es la mente la que, pensamiento a pensamiento, va desgranando ideas, creencias, desgracias, males, sufrimientos y torturas, que hacen que la persona sufra un verdadero infierno.

Son esos pensamientos, creencias, males y desgracias las que vive realmente la persona. Pero para mí eran reales. El dolor que yo he sufrido, el miedo, la ansiedad o la angustia, solo han sido un producto de mi mente, porque nada está ocurriendo, solo es mi apreciación. Ahora tengo claro que cuando consiga mantener la mente en silencio habré alcanzado la dicha.

Si los seres humanos consiguiéramos invertir la tendencia de nuestros pensamientos se invertiría nuestra vida. Pasaríamos de ser infelices y de vivir atenazados por el miedo, como me ha pasado a mí, a vivir, si no la felicidad, si un estado de serenidad que debe de ser un estado muy próximo a la felicidad. Cambiaríamos la tristeza por la alegría y la ansiedad por la paz interior.

Es claro que es el pensamiento el que determina la salud emocional, ya que es el pensamiento el que viaja por la rabia, por el odio, por la ira, por el miedo y por el dolor, generando esa energía que, a la larga, va a afectar, también, al cuerpo físico.

Desde luego, no es una tarea fácil que una persona pueda cambiar el pensamiento, pero tampoco es imposible. Si yo lo he conseguido, al menos de momento, que soy el paradigma del miedo, puede conseguirlo cualquiera. Mis herramientas han sido la meditación, la atención, la oración y el canto de mantras. Espero conservarlas para no volver a las andadas.

(Del libro "Vivir ahora, vivir sin tiempo" de Alfonso vallejo)

sábado, 19 de marzo de 2022

¿Necesito una pareja para ser feliz?


En cuanto a tu felicidad, no depende ni de tu pareja ni de nadie. Solo depende de ti. Tienes que ser feliz por ti mismo.


La felicidad es un estado de paz interior y de serenidad. Es el estado que se consigue cuando se sabe que “todo está bien”. Te diré más, si trabajas por tu felicidad, aunque sigas toda la vida solo, la recreación de la progresión, en la que te has visualizado lleno de tristeza por tu soledad en una residencia para mayores, sería muy diferente. Estarías en la residencia, también, solo, pero estarías feliz. Porque no es necesario tener una familia para ser feliz.


Nada ni nadie fuera de ti, incluso una familia, te va a dar la felicidad, porque todo lo que encuentras fuera de ti te puede dar momentos agradables, alegres, incluso, momentos de serenidad, pero nada permanente, porque todo lo que encuentres fuera de ti es caduco, como la misma vida. Esos momentos pueden durar un día, un mes, un año, o varios, pero se acabará en algún momento. Y cuando esas sensaciones terminen aún podrás sentirte peor por la ausencia de algo o de alguien con lo que te sentías bien. De la misma manera que te ha pasado con tus padres o con la que fue tu pareja.


Lo que tú denominas felicidad son estados de alegría o de euforia. La felicidad es inherente a la esencia de la persona. Tienes que dejar de vivir el mundo exterior, que es al que te lleva la mente, y dejar de identificarte con los momentos agradables o desagradables que se van presentando. Tienes que encontrar el punto medio, ese punto de equilibrio, donde no hay euforia, donde no hay tristeza, solo serenidad y paz interior, sin apegos ni deseos.


No puedes buscar la felicidad utilizando la mente, porque lo primero que hace la mente es juzgar y buscar un calificativo. Poner un calificativo es comparar con algo conocido. Algo que permanece en la memoria como bueno o como malo, y la felicidad es un estado neutro, donde solo existe el instante presente, porque pasado y futuro son apreciaciones mentales. Cuando se vive con atención el presente no hay sufrimiento por algo pasado y no existen ficticias esperanzas de que se cumplan los deseos de mañana, porque vas a vivir el momento.


Tú eres el único responsable de tu vida. Dios, en su infinito amor, te ha dado un don maravilloso que se llama libre albedrio. Gracias a eso eres el único responsable de tu vida. Serás feliz o infeliz, por tu propia decisión, porque solo tú eres el artífice de tu vida.


 El problema en muchas relaciones de pareja es la falta de amor. Cuando dos personas se enamoran se sienten muy bien, con los mismos gustos y las mismas aficiones, que no dudan en calificarse como almas gemelas.

A partir de aquí, solo les queda irse a vivir juntos. Y lo hacen porque vivir separados les supone un verdadero tormento.

Pero, ¿cuál es el objetivo de la pareja?, está claro que ser felices. Pero tienen un error de concepto, esperan ser felices con el amor que reciban de la otra parte. Esperan ser felices, cada uno de los miembros de la pareja, a expensas de lo que pueda dar la otra parte, pero no pasa por su cabeza el que sea feliz la otra parte por el amor que uno mismo le entregue al otro. Los dos quieren recibir, pero no se han planteado que tienen que dar.

Una cosa está clara, si no tienen en su interior suficiente amor no podrán dar mucho. Y para dar amor hay que aprender a amar, lo mismo que para respetar hay que practicar el respeto, ser generoso con uno mismo para poder serlo con los demás, valorarse uno mismo para valorar al otro, en definitiva, hay que ser feliz por uno mismo, para ser felices en pareja.

 

(Del libro “Vivir ahora, vivir sin tiempo” de Alfonso Vallejo)

 

miércoles, 16 de marzo de 2022

Como conejillos de indias

 

Antay vivía muy cómodo con sus creencias, a pesar del miedo que sentía cuando se acercaba algún cambio en su vida.

Las emociones eran como si no existieran en el mapa de su cuerpo o en el diccionario de su mente. Se sentía bien o mal, alegre o triste, pero siempre encontraba una razón, convincente, para que tal cosa ocurriera. Si pasaba algo no previsto era casualidad, si se daba un golpe en el pie, con una piedra, era mala suerte, si a alguien le tocaba la lotería, algo que a él nunca le había pasado, era un golpe de buena suerte y si se había quedado sin trabajo, como ahora, era porque el dueño de la empresa era un sinvergüenza, sin escrúpulos.

Todo era debido a la casualidad, a la buena o mala fe de las personas y a la buena o mala suerte.

Para el miedo siempre había un motivo real, igual que para la alegría o la tristeza. La felicidad era algo inexistente, a no ser que se estuviera en posesión de grandes cantidades de dinero, entonces sí que había suficientes motivos para ser feliz. Estaba convencido de que eso que decían algunos de que el dinero no da felicidad, era un eslogan de los pobres para conformarse por su desgracia.

Nunca se planteó si Dios estaba en algún sitio o no. Creía en Él, porque así se lo inculcaron sus padres, pero no iba más allá de la creencia, no como muchas personas, sobre todo los pobres y los enfermos, que le rezaban, le rogaban y le pedían que hiciera llegar algo parecido a una lluvia de dinero o un milagro que les devolviera la salud. Aunque, la verdad es que no sabía para qué le pedían si nunca hacía nada. Pero si a ellos les tranquilizaba eso, estaba bien. Él para tranquilizarse miraba el mar.

Y lo que más gracia le hacía era la tontería del amor. Todos buscando a alguien que los ame para pasar juntos el resto de la vida. Estaba más que claro que eso no funcionaba porque había rupturas, maltratos, engaños, silencios, decepciones y hasta asesinatos. Siempre había creído que lo único que buscan es satisfacer alguna necesidad, ya sea, física o económica, o para tener compañía, o por un cuestionamiento social. A él nunca le ha pasado esa tontería del amor y, por supuesto, sigue soltero a sus treinta y siete años. Sabe que es casi imposible formar una familia como la que tenía cuando vivían sus padres, porque eran la excepción, así se he ahorrado disgustos, pérdidas de tiempo, gastos inútiles de dinero, discusiones y, seguramente, muchas más cosas. Pero, a pesar de su creencia de que es imposible formar una familia como la que tuvo hasta que murieron sus padres, le gustaría tenerla y hasta sueña con ella porque, siempre le pareció, cuando vivían ellos, que los problemas, las preocupaciones, los miedos o cualquiera de los sinsabores que depara la vida se disipan con más facilidad en el seno de la familia.  

        Sin embargo, entre Indhira y Ángel estaban desmontando sus creencias. Que si somos una chispa de la Energía Divina, que todos somos iguales, que estamos naciendo y muriendo hasta que aprendamos a amar, que Dios no interviene en nuestras vidas, que cuando venimos a la vida lo hacemos con una programación, que una vez en la vida desconocemos, que tenemos libertad de acción y ni el mismo Dios sabe cuáles serán nuestras elecciones. Y, ahora, para colmo, que podemos recordar vidas anteriores con una simple técnica.

Antay pensaba escuchándolos que somos como conejillos de indias correteando en una gran jaula que se llama Tierra, pero sin saber cómo hemos llegado aquí ni adónde nos dirigimos en nuestras correrías. Aunque creamos que si sabemos tras qué corremos. Lo podemos llamar felicidad, estabilidad, tranquilidad y, para conseguirlo, vamos tras el dinero, que es lo que consideramos primordial para vivir esa felicidad, de la misma manera que los conejillos de indias van tras los ramos de apio.

 Esto que parece una enseñanza esencial, ¿cómo puede ser que no lo enseñe nadie? Y, como nadie nos enseña, en lugar de aprender a amar, nos dedicamos a lo contrario, permitiendo que a nuestro alrededor exista el hambre, la desigualdad, el miedo, la guerra, el odio, la envidia o la enfermedad, solo por mencionar alguno de los males con los que convivimos en nuestra sociedad.

 (Del libro "Vivir ahora, vivir sin tiempo" de Alfonso Vallejo)


martes, 15 de marzo de 2022

Todos somos muy buenos en algo

 


              Cada uno es bueno en algo, pero nadie es bueno en todo. Lo importante es conocer la propia valía y la valía de los demás. La misión del portero, en un equipo de futbol, es evitar que metan goles en su portería y la misión del delantero es, la contraria, meter el balón en la red. Pero, a ambos, junto a los nueve compañeros restantes, les darán la copa si ganan el campeonato. Los once son importantes. Cada uno en su lugar en el campo. 

             Así es la vida. Todos a la vez, esos jugadores, el resto del mundo y nosotros, también, somos importantes. Cada uno ocupando un espacio en el Universo.

Poner un nombre

 



Los seres humanos tenemos la costumbre de querer ponerle nombre a todo, de querer entender todo, de querer saber, pero las cosas pasan con nombre o sin nombre, entendiéndolas o no. 


Con la energía que se gasta tratando de ponerle nombre o buscando una explicación, a todo lo que sucede en la vida, se pierde la vida y se escapan los detalles porque la mente está ocupada eligiendo que nombre ponerle a eso que se le está escapando a la persona de las manos.

lunes, 14 de marzo de 2022

Detrás del pensamiento

 

Siempre me comparaba con personas que eran más altas, más atractivas o más inteligentes, según mi criterio. El resultado era claro, siempre me veía más bajo, menos atractivo y menos inteligente, que el modelo elegido, lo cual hacía que me sintiera mal. Era lógico. Si me comparaba con alguien más alto, siempre me iba a ver más bajo. Si el modelo era más rico, siempre me iba a ver más pobre. Eso me llevó a pensar que para estar satisfecho conmigo tenía que cambiar el modelo, porque siempre iba a haber alguien más alto, más atractivo y más inteligente que yo.

Y cambié el modelo. Me comencé a comparar con quien era más bajo, menos atractivo y menos inteligente que yo. El resultado fue espectacular. Comencé a sentirme orgulloso de mi aspecto. Teniendo en cuenta que había nacido en Cusco y, seguro que por mis venas corre sangre inca, medir un metro setenta y dos centímetros parece una altura más que considerable. Lo que se espera de un descendiente de los incas es que sea moreno de ojos oscuros, y hubiera podido explicar muy mal mi ascendencia de haber salido blanquito, de cabello rubio y con ojos azules. Más que descendiente de los incas hubiera parecido descendiente de los vikingos. Si estaba orgulloso de mis padres, también, tenía que estarlo de los genes que hicieron que fuera tal como soy. En ese momento pensé en algo que había dicho Dios, y era que yo había hecho una primera elección antes de venir a la vida. Por lo tanto si yo era moreno y con ojos negros debía de haberlo elegido. Me sigue pareciendo una tontería, pero…

Y, aún comencé a hacer algo más. No compararme. Con independencia de si lo había elegido o no. A fin de cuentas yo no sabía nada de otras vidas. Lo único de lo que podía dar fe era de esta vida y empezaba a tener claro que cada uno es como es y punto. Si no me comparo, ni gano ni pierdo, todo está bien, todo está como tiene que ser. Yo voy a seguir siendo el mismo. Seguro que Ángel, con su filosofía, me habría dicho que soy como soy por alguna determinada razón. ¿Quién era yo para desear cambiar una razón que, aunque desconocida, debía de existir? 

En cuanto a la inteligencia, estaba claro que nunca iba a ganar un Nobel, en ninguna especialidad, pero cuando me sentaba delante de una computadora esta no tenía ningún secreto para mí, ni en cuanto al software, ni en lo que respecta al hardware. ¿Para qué necesitaba más? era suficiente.

Fui consciente de que compararme con los demás siempre hacía que me sintiera frustrado, triste, infeliz y, además, generaba en mí un sentimiento de envidia que no podía ser bueno para mi estabilidad emocional.

Un nuevo pensamiento comenzó a hacerse un lugar en mi mente, comenzando con una pregunta: “¿Si tanto me gusta compararme, por qué no lo hago conmigo mismo?, ¿por qué no retarme a ser mejor cada día?, ¿por qué no trato de vencer mis propios miedos, que es algo consustancial conmigo?

Este sería un nuevo trabajo, además de aceptar la vida, y vivir con atención, ahora, tenía que observarme para comprobar de donde procedían mis miedos para erradicarlos. ¡Tremendo trabajo!

Pero mis pensamientos antiguos trataban de engañarme y llevarme a su terreno con demasiada frecuencia. Sin ser consciente de cómo llegaban esos pensamientos, estos se encargaban de ir disparando dardos venenosos que iban dejando su poso: “Lo único que estás intentando es engañarte a ti mismo para estar bien, pero esa no es la realidad. La realidad es que te gustaría ser rubio, con ojos azules y eres moreno con ojos negros”. Recordé entonces que este pensamiento era exactamente igual al pensamiento sobre el dinero muy arraigado en mí: “El dicho de que el dinero no da la felicidad es solo un slogan para que los pobres se conformen con su mala suerte”.

De nuevo recordé las palabras de Ángel: “Como decía Buda: Somos lo que pensamos. Es decir, que si piensas en el miedo tendrás miedo y si piensas en la felicidad serás feliz”.

Ahora no solo lo entendía, sino que lo estaba comprobando en mí mismo. Mi propio pensamiento me estaba boicoteando, trataba de desequilibrarme y, bastantes veces, lo conseguía. Debía permanecer muy atento y, una vez consciente del pensamiento, poner la voluntad para cambiarlo. ¡Era un ingente trabajo!, porque cuando menos lo esperaba ya estaba el pensamiento diciéndome muy bajito al oído: “Ese que acaba de pasar es más alto que tú. La verdad es que no eres tan alto”. Y cuando pasaba uno más bajito, se callaba, el muy…, a pesar de que pasaban un buen número de personas más bajas que yo.

Era como si conviviera con un demonio en mi interior que además actuaba sin ningún tipo de control por mi parte. Estaba completamente desatado, estaba como loco, aprovechaba cualquier resquicio para maltratarme. ¡Parece mentira que fuera mío!, más parecía un enemigo. Aparecía en cualquier momento, ante cualquier situación y, un gran porcentaje de veces, me encontraba tan indefenso que me ponía a conversar con él dándole la razón y sintiéndome muy mal por lo bajito y lo morenito que era.  

Me preguntaba ¿por qué sería el pensamiento tan malvado?, ¿por qué solo llegaban esos pensamientos malignos y no aparecía ningún pensamiento contrario, algo más benévolo, sobre algo que me hiciera sentir bien?, ¿de dónde procedían? Si es Dios quien habita en nuestro interior y no el demonio, todos los pensamientos deberían ser positivos, creados por Él y, sin embargo, todos son negativos, como si fuera el mismo Lucifer quien ocupara nuestro corazón.

(Del libro Vivir ahora, vivir sin tiempo. De Alfonso Vallejo)