El viaje del alma

El alma no tiene raza, no tiene religión, solo conoce el Amor y la Compasión.
Todos somos seres divinos, hace miles de años que lo sabemos, pero nos hemos olvidado y,
para volver a casa tenemos que recordar el camino. BRIAN WEISS




jueves, 21 de octubre de 2010

Meditación de arraigo

Somos seres espirituales viviendo en un cuerpo físico. Hemos decidido encarnar y darnos el cuerpo para hacer un determinado trabajo; y lo hemos de hacer en el cuerpo. Por lo tanto debemos cuidar de nuestro cuerpo con mimo y con esmero, debemos mantenerlo sano, fuerte y joven el máximo de tiempo. Y cuando nos adentramos en el mundo espiritual se nos suele olvidar eso, que vivimos en el cuerpo.

Con esta meditación nos anclamos a la Tierra y recibimos su energía, puedes hacerla siempre antes de cada meditación, el anclaje es rápido, recuerda que "la energía siempre sigue al pensamiento".

  • Sentados, en el suelo o en una silla con los pies apoyados en el suelo. La espalda recta.
  • Las manos encima de las piernas, con las palmas hacia arriba.
  • Los ojos cerrados.
  • La punta de la lengua en el paladar.
  • Respira profundamente, alargando la exhalación.
  • Siente como se dilata y se contrae tu cuerpo mientras respiras.
  • Permite que con la exhalación vayan saliendo las tensiones de tu cuerpo.
  • Siente tus piernas, tus pies y la tierra en que se apoyan.
  • Siente tus nalgas en contacto con la silla o con el suelo.
  • Siente tu peso y la atracción natural de la gravedad que te retiene hacia abajo.
  • Considera la solidez de ese contacto.
  • Lleva la atención en tus propios pies; aplica una ligera presión con los talones contra el suelo, sin llegar a incorporarte, y nota cómo tus piernas se inundan de fuerza en oposición con la Tierra.
  • No hagas que esa presión se convierta en tensión que agarrote los músculos de las piernas.
  • Limítate a notar la sutil corriente de energía que se establece entre tu primer chakra, la base de la columna, y la Tierra.
  • Procura mantener esa corriente, esa sensación.
  • Cuando has sintonizado el peso de tu cuerpo gradualmente adviertes la existencia de un centro de gravedad en la base de la columna.
  • Nota como tu cuerpo descansa sobre ese punto y considéralo como un ancla que te fija.
  • Ese es tu primer chakra, el punto al que retornaremos una y otra vez, siempre que sea necesario arraigarse, recuperar la base.
  • Permanece ahí un momento.
  • Una vez anclados en ese punto puedes empezar a arraigar el resto del cuerpo.
  • Sintoniza el torso, prestando especial atención al canal central del organismo, (que no es la columna vertebral), que es esa parte de nuestro núcleo interno que corresponde a la vertical del centro de gravedad.
  • Dedica unos momentos a poner en línea lo alto del cráneo, la garganta, el corazón, el estómago y el abdomen, es decir, todos los demás chakras, con el chakra base sobre el cual descansa todo.
  • Respira  y deja que esa alineación se consolide y se equilibre sobre el primer chakra.
  • Hemos establecido así una columna vertebral de energía, perpendicular al plano de la superficie terrestre.
  • Imagina esa columna como un poderoso cable, preferiblemente de color púrpura, que procedente de muy por encima de tu cabeza atraviesa el centro de tu cuerpo y se hunde en la tierra.
  • Asegúrate de que pasa por tu punto de anclaje en el primer chakra y que continua muy hondo hasta las profundidades de la Tierra.
  • Si puedes visualizarlo imagina que llega al centro de la Tierra.
  • Dedica un rato a comprobar el buen funcionamiento de todas las piezas:
    • Los pies presionados ligeramente contra el suelo.
    • Los chakras bien alineados el uno encima del otro.
    • La columna de energía que tira hacia debajo de nosotros.
    • La sensación armoniosa de la gravedad que nos estabiliza, que da fundamento al cuerpo.
  • Para ser capaces de conservar nuestro centro y permanecer arraigados incluso cuando nos movemos, deja que tu cuerpo oscile adelante y atrás, y de un lado a otro, hasta entrar en un movimiento circular sobre el primer chakra.
  • Observa que el punto base de la columna no se mueve, y sin embargo el cuerpo gira a su alrededor.
  • Mientras percibes tu cuerpo como una columna en movimiento, imprime a ese movimiento un sentido descendente y aprovéchalo para eliminar cualquier exceso de tensión o incomodidad que hayas notado, siempre sin dejar de presionar ligeramente con los pies en el suelo.
  • Vuelve a la posición de reposo.
  • Permanece el tiempo que te apetezca.
  • Y cuando creas que tienes suficiente empieza a respirar más profundamente.
  • Realiza tres respiraciones profundas alargando la inhalación y comienza a mover el cuerpo.

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