Un alto
porcentaje de infelicidad y sufrimiento tiene su origen en la relación de
pareja, cuando curiosamente elegimos a nuestra pareja para, en teoría, pasar
toda una vida de felicidad.
Hay parejas,
o mejor dicho los miembros que componen la pareja, que después de cierto tiempo
sienten que les falta algo, que no disfrutan con la relación, que no son
felices, que se sienten incompletos. Y, por supuesto, la relación comenzó con
todos los requisitos necesarios: Maripositas en el estómago, un estado de devoción
en el que casi tocaban a Dios, una necesidad permanente de verse, tocarse,
escucharse, sentirse, con cara de iluminados por su sonrisa permanente y con un
olvido total del resto del mundo.
Después de
esos comienzos, pueden haber establecido una relación legal o de hecho, no
importa, los papeles están bien para las cuestiones legales, pero para la
cuestión del “ser”, para las cuestiones energéticas, para los compromisos
adquiridos o para su compromiso con Dios, (si, con Dios), no importa si la
relación es legal o no.
Y al cabo de
cierto tiempo, no importa cuánto, ni como era el tipo de pareja formada, ¡Oh,
el amor se acabó!, y ahora ¿Qué?, porque las estructuras sociales, religiosa,
familiares y en muchas ocasiones económicas, les obligan, aunque mejor estaría
decir se obligan ellos mismos, a seguir juntos, con todo lo que eso significa:
silencios, gritos, rencores, chantajes, infidelidad, engaños, maltratos, etc.,
etc.
A pesar de
esas estructuras sociales, es posible que se separen unos veinticinco millones
de parejas anualmente en el mundo, (son cálculos extrapolados), y en muchos
casos, no en todos afortunadamente, también es posible que antes, durante y
después de la separación, o uno o los dos miembros de la pareja, hagan la vida
imposible al otro.
El origen del problema no es otro que
el desconocimiento de lo que es una relación de pareja y de la razón por la que
se forma, así como del ingrediente o ingredientes imprescindibles, tanto para
mantenerla como para darla por concluida.
Toda nuestra vida gira en rededor de
parámetros erróneos, siendo el más grave la creencia de que somos un cuerpo,
sin ninguna misión, salvo la de ser “personas de provecho” y conseguir lo
mejor: mejor empleo, mejor casa, mejor coche, mejor pareja, mejores hijos,
mejor todo. Como consecuencia de eso, todas nuestras acciones van a ser
erróneas después de una lucha despiadada y sin cuartel con la propia vida.
Los seres humanos llegamos a la vida
con un Plan establecido. Recogido en ese Plan se encuentran nuestras
relaciones. Por lo tanto primer error: Las relaciones no son fruto de la
casualidad o del encuentro con nuestra media naranja o nuestra alma gemela; las
relaciones se establecen para aprender algo, para enseñar, para recibir algo que
se debe o para pagarlo y están establecidas de antemano, de la misma manera que
está establecida su duración, no tanto en tiempo, ya que el tiempo solo es algo inherente a la
materia y el Plan viene establecido desde el otro lado de la vida, sino en
cuanto a la conclusión del trabajo, o cuando se comprueba que el trabajo va a
ser irrealizable, (como sucede en un alto porcentaje de parejas).
Por lo tanto sería bueno desterrar la
romántica idea de que se establece una relación para toda la vida, porque no va
a ser así, o no va a ser así en un ochenta por ciento de relaciones, aunque no
todas llegan a romperse. Si prefieren sufrir y ser infelices, es su decisión.
El segundo problema o error es que en
las relaciones está ausente el Amor, y está ausente porque eso es justamente lo
que tratamos de aprender con nuestras encarnaciones en la materia vida tras
vida. No sabemos Amar, y lo que llamamos amor, que es en lo que basamos la
relación, no es más que una mezcolanza de apego y deseo. Si a esa mezcla le
añadimos el pensamiento social, la presión familiar, el fariseísmo religioso,
los hijos y la posible precaria situación económica, la ruptura de la pareja es
como una bomba atómica explotando en el salón de la casa familiar.
La metralla de la bomba son un sinfín
de desencuentros en los que se llegan a utilizar hasta los niños como arma
arrojadiza. Hay una parte de la pareja, normalmente los padres, que puede
llegar a perder completamente el contacto con sus hijos por las maniobras y
malas artes de la otra parte. Es terrible.
Todo esto se podría evitar si todos fuéramos
conscientes de nuestro papel en la vida. Pero ya que eso parece difícil de
conseguir podemos asirnos al amor, aunque sea esa emoción que sentimos los
humanos. Si se pusiera un poco de amor en la pareja es posible que se pudiera
mantener en la ruptura y utilizarlo en la separación junto con el respeto y la
generosidad, aplicando además la Regla de Oro: No quieras para el otro, lo que
no quieres para ti. Así no se utilizarían a los hijos como arma arrojadiza, no existiría
ningún tipo de chantaje, y los dos miembros de la pareja arreglarían la vida de
separados conjuntamente, de la misma manera que organizaron de manera conjunta
la unión.
Siempre en estos casos se comenta “Es
que las cuestiones del corazón son difíciles”. El comentario es erróneo, la
formación de la pareja y su separación solo es una cuestión de la mente, otra
cosa sería si entrara en juego el corazón con el auténtico Amor. Las cosas del
corazón son las más fáciles.