Sábado 4 de marzo 2023
Es tan hábil y rápido el pensamiento que, cuando le damos un poco de
espacio se desboca y nos presenta ideas de lo más variopintas, casi siempre
referidas a lo que podrían ser nuestros más íntimos intereses.
Esto es lo que ha pasado por mi mente, esta mañana, bajo el agua de la
ducha.
Cuando el ser humano encarna, lo hace sin memoria. Sin memoria de donde
viene, si es que viene de algún lugar; sin memoria de lo que viene a hacer en
la Tierra, si es que ha venido a hacer alguna cosa; sin memoria de cuál es su
trabajo, si es que tiene que desempeñar algún trabajo determinado.
Entonces, cabría preguntarse: ¿será que el ser humano viene sin memoria,
por algún tipo de acuerdo tácito, o que, realmente, viene sin memoria porque no
tiene nada que recordar?
No se sabe, o ¿si se sabe? Es igual, porque como el ser humano no quiere
dejar de existir, se han ido inventando fórmulas, desde el principio de los
tiempos, en las que siempre existe un lugar, (distinto en función de cada una
de las fórmulas), al que la persona, parece ser que se desplaza, de alguna
manera, después de la muerte.
Pero esos lugares siempre son de destino, nunca aparece ninguno que sea
origen o punto de partida. Por lo tanto, cabría pensar que permanece, de alguna
manera, en el lugar al que va después de la muerte, esperando el momento de
volver a nacer. Así que, se podría aventurar que el lugar de origen y el lugar
de destino es el mismo.
Pero, ¿es importante saber, una vez en la vida, donde hemos estado antes
de nacer? No estoy muy seguro de su importancia, teniendo en cuenta que hemos
de librar la batalla de la vida ahora y no antes de nacer ni después de morir.
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