Y así, un día, sin ser
muy conscientes, dejan de revolotear las mariposas. Es el proceso normal,
porque la fase del enamoramiento no dura eternamente. Puede durar un mes, 6
meses, un año o dos. Pero no suele ir más allá.
A partir de entonces
y, de manera progresiva, las mariposas en el estómago tienen que dar paso a un
amor sereno o, mejor, a un apego duradero, en el que debería de primar el
respeto, la confianza, el diálogo, la tolerancia, la ayuda mutua, el trabajo
conjunto para alcanzar las prioridades propuestas, la lucha por la igualdad entre
los dos miembros de la pareja y, otros muchos aspectos necesarios, para que la
pequeña sociedad, que han formado, funcione basándose en el lema de lo que se
supone que les une: “el amor”. Si realmente aman ya saben, porque es un dictado
de su corazón, que “su único objetivo es conseguir la felicidad del ser amado”.
Aunque parezca un
objetivo muy ambicioso y, por lo tanto, difícil de alcanzar, hay muchas parejas
que lo consiguen, pero, hay otras que no.
Las razones por las
que existen parejas que no consiguen llevar a buen termino su relación, son tantas
como personas involucradas en las desuniones. Las más visibles son: infidelidad,
tener prioridades distintas, comprobar que no se cumplen sus expectativas,
falta de comunicación, dificultades económicas, en fin, podría llegar al infinito.
Todas ellas solo
tienen una causa común: La falta de amor.
Pero no nos quedemos
en las causas del resquebrajamiento de la pareja. Vayamos un poco más allá,
vayamos a la separación.
Existen separaciones
modélicas que se realizan, bien sea por ellos mismos o por los hijos que tienen
en común, con respeto, con cariño, ¿por qué no?, si han convivido una serie de
años juntos e, incluso, con generosidad. Es más fácil, en estos casos, para
ellos, aliviar el trauma que supone una separación.
Aunque no todas las
separaciones son así. Hay separaciones muy complicadas, porque uno de los miembros
de la pareja no la acepta. Y, ante los hechos consumados, sufre un día tras
otro, un mes tras otro, un año tras otro. Sufre demasiado tiempo porque en su
mente revive una y otra vez la angustiosa situación y eso es como estar separándose
cada día.
Si nos salimos del cuerpo
y, miramos en perspectiva desde los ojos del alma, puede ayudar el saber que
venimos a la vida con un plan establecido en el que se contempla, (que nadie
dude de esto), la ruptura que se acaba de vivir.
Si en la hoja de ruta,
de la vida en la Tierra, aparece contemplada la separación, ¿para qué,
entonces, la unión? Todos los encuentros, todas las uniones, todas las
interacciones tienen como objetivo aprender, enseñar, pagar alguna deuda,
recibir un pago o acompañar en un tramo del camino.
Si todo en la vida de
la materia está en continuo cambio, ¿por qué va a permanecer inalterable, en el
tiempo, una relación?
Dejando el alma y volviendo
a mirar desde los ojos del cuerpo, se puede pensar: Si la otra parte se ha ido
es porque no quería estar, ¿por qué obligarla?, mejor que se vaya. Si se ha
enamorado de otra persona, es que no amaba con quien estaba, mejor que se vaya.
Si sus intereses son distintos, mejor que se vaya. Si no hablaba, si no
respetaba, si era intolerante o irritable, mejor que se vaya.
La persona abandonada, (porque así es como se siente), puede estar segura al 100% de que existe un ser en el mundo que la amará de manera incondicional, No, no es su hijo, ni sus padres, ni otra persona. Es ella misma. Cuando esa persona se ame a sí misma, se habrá terminado el conflicto y le dará igual permanecer sola o tener otra pareja, porque no va a tener ninguna expectativa en relación con la nueva persona, solo la amará, sin esperar recibir amor.
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