Viernes 7 de abril 2023
Y
hoy es Viernes Santo. Se recuerda la crucifixión y la muerte de Jesús de
Nazaret. Es una de las conmemoraciones más profundas para los cristianos, (católicos,
ortodoxos, anglicanos, luteranos, etc.).
Pero
esta Semana Santa, en lugar de estar imbuido por el espíritu de aquello que
representa, (compasión, piedad, misericordia, penitencia), estoy empapado de
reflexión, reflexión que me está llevando a realizar un análisis de mi vida,
con lo que eso supone de rebuscar en los cajones de la memoria para desempolvar
los recuerdos más importantes de una larga vida que, vista desde el origen, es
decir, desde mi óptica, está pasando como un suspiro. ¡Que larga parece y que
corta es!
Me
quedé ayer comentando lo terrorífica que fue, emocionalmente, la primera parte
de mi vida consciente, (entre los 13 y 17 años), por esa espada de Damocles, que
era la amenaza permanente y persistente del infierno como final de una vida de
pecado. Porque me pasaba el día pecando, sobre todo en tres de los
mandamientos: No santificaba las fiestas ya que, si podía no cumplir con el
precepto dominical de la misa, no iba, porque me aburría un montón. Cometía
actos impuros, en la intimidad de mi soledad, a diario, porque para mí era una
necesidad fisiológica, algo, tan necesario, como sonarse la nariz. Y de los
pensamientos y deseos impuros, ya no quiero ni hablar. Solo diré que soñaba
dormido y despierto con mi profesora de francés. Era una auténtica belleza.
Estaba
claro: Los enseñantes, la religión y los curas eran mis enemigos y, a los
enemigos se les puede vencer, te puedes unir a ellos o te puedes alejar.
Opté
por la última opción, alejarme, con lo cual, alguna vez, me vi obligado a pecar,
también, en el octavo mandamiento, porque tuve que decir alguna mentira para
salvar mi piel.
Pero
todo eso terminó cuando terminé el bachiller y salí del colegio. Ahí me hice un
nuevo replanteamiento de vida: Podía hacer o pensar, todo aquello que no
rechinaba en mi conciencia, como cualquier palabra, acción u omisión, que no
interfiriera en la libertad de los demás, evitando la crítica o acto similar
que pudiera hacer que otra persona se sintiera incomoda o hiciera que se
sintiera atacada o que faltara a su respeto y, además, sin miedo a pecar,
porque decidí que el pecado es algo que no existe y que solo era una
herramienta que “mis enemigos” utilizaban para tratar de dominarme.
A
partir de ese momento hubo dos “Yoes”: uno público y otro privado. Es decir, se
instauraron dos creencias con respecto a la vida: Una vida muy material, la
pública, en la que mi creencia era que quería vivir bien, para lo cual
necesitaba dinero y otra, la privada, íntima y personal, en la que se fueron
pergeñando diferentes verdades para conseguir la estabilidad emocional.
Y
así siguió siendo hasta bien avanzada la mitad de mi vida, por lo que puedo decir
que mi crecimiento fue “cero”. No quiero decir que fueron 40 años
desperdiciados, porque algo avanzaba en lo que ahora sé que es la misión de mi
vida, pero era un avance tan lento que no lo notaba.
Al
inicio de la segunda parte de mi vida, mis creencias sobre lo que había venido
a hacer en la vida fueron sufriendo cambios muy rápidos, vertiginosos, casi
mareantes.
Esos
cambios comenzaron a darse cuando Dios reapareció en mi vida. Un Dios
diferente. No era ese dios miserable, vengativo y terrorífico, inventado por
unos hombres sin entrañas, que nos vigilaba, de manera permanente, para ver
cuando teníamos un pensamiento pecaminoso, no. Era otro Dios. Es ese Dios que
cuando Moisés le preguntó quien era Él, y cual era Su nombre, respondió: “Yo soy
el que soy”. Diles a los egipcios, siguió diciéndole a Moisés: “El que Es me ha
enviado”.
Por
lo tanto “Dios Es”. Es decir, no es ni bueno ni malo, ni hombre ni mujer, ni
blanco ni negro, ni luz ni oscuridad, ni hermoso ni deforme, “SOLO ES”. Eso
quiere decir que es todo, lo blanco y lo negro, la luz y la oscuridad, lo
hermoso y lo deforme, porque si fuera blanco estaría negando lo negro, si
fuera hombre estaría negando a la mujer, si fuera luz estaría negando la
oscuridad y todo ha sido creado por Él. Es el sol que me alumbra, es la tierra
que piso, es el aire que respiro, es mi piel, es mi corazón, es yo.
Me
quedo aquí. Voy a almorzar, porque a las 4 me voy al cine a ver una película de
Mario Bros. Espero no dormirme para que mi hijo pueda ir haciéndome los
comentarios sobre la película, (no calla ni debajo de agua).
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