Querido Dios:
Son infinitas las
veces que hablo Contigo o, mejor dicho, son infinitas las veces que hablo solo,
siendo Tú el protagonista principal al que dedico mis palabras. Yo le llamo
soliloquios, porque, en realidad, hablo conmigo mismo. Es un monologo dedicado
a Ti.
A mí, como a todos los
que se dirigen a Ti, haciéndote preguntas, pidiendo alguna gracia, realizando
ofrendas, prometiéndote algún sacrificio a cambio de algo, encarándose Contigo
por algo que la persona no entiende como puede proceder de Ti o, incluso,
agradeciendo algo que ha llegado, más o menos, cuando se esperaba, nos gustaría
obtener alguna respuesta, en forma de palabra, de señal inequívoca o de sueño
consciente. Pero no. Tú callas. Por toda respuesta, silencio y más silencio. No
respondes nunca. No das señales ni de escuchar ni de responder. No sé cómo se
sentirán los demás, pero yo, como norma, me siento muy solo, a veces, muy
decepcionado y, siempre, muy triste.
En ocasiones, te
disculpo, explicándome a mí mismo que no debes oír bien, que tienes un problema
de audición, ya que, si yo, por la edad, empiezo a tener algunos problemas, Tú,
con muchos más años que yo, (eres eterno), debes estar sordo total.
Creo que la primera
pregunta que tendríamos que hacer es ¿realmente estás ahí?, porque si no estuvieras
es normal que no te enteres de que los seres humanos nos pasamos la vida
levantando los ojos al cielo, que se supone que es donde habitas, para hablar
Contigo.
Se me ocurre que
cuando crees la sexta o séptima raza-raíz pongas a los humanos un ojo adicional
en la cresta de la cabeza para que no tengan que hacer tanto esfuerzo mirando
al cielo, con peligro de pillar una tremenda tortícolis.
Ahora que he llegado
hasta aquí, pienso en si lo escrito no será una falta de respeto por mi parte.
Aunque amparado por mis creencias, sé que no te ofendes nunca. Sé que estás ahí
y sé que escuchas y que, en ocasiones, nos contestas, aunque no te escuchemos
porque los sordos somos nosotros.
Esto solo es un
reflejo de mi frustración y soledad. Realmente sí que me gustaría escucharte
alguna vez, aunque solo musitaras mi nombre.
Por hoy no te molesto
más. Y ahora, para despedirme, se me plantea un problema añadido, no sé si
despedirme con un abrazo, con un hasta pronto, con un sinceramente Tuyo, con
una bendición o con un amén.
En fin, lo haré con
agradecimiento por escucharme.
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