El viaje del alma

El alma no tiene raza, no tiene religión, solo conoce el Amor y la Compasión.
Todos somos seres divinos, hace miles de años que lo sabemos, pero nos hemos olvidado y,
para volver a casa tenemos que recordar el camino. BRIAN WEISS




lunes, 21 de abril de 2025

Libre albedrio

 


      Querido hijo:

    Terminabas tu carta diciendo que anhelas creer en el propósito que Yo tengo para vuestras vidas. Este propósito, hijo mío, es uno compartido entre vosotros y Yo; es un propósito doble y profundamente espiritual. Primero, cuando el alma desciende a la materia, confinada en un cuerpo físico, su misión es reconocer su divinidad inherente y la hermandad con las otras almas que coexisten en esta experiencia terrenal. Segundo, y no menos importante, aprender a amar como Yo os amo: de manera incondicional, plena y eterna.

Reconocer y aceptar vuestra divinidad es una labor personal e íntima. Es un sendero solitario que cada uno de vosotros debe recorrer. Sin embargo, no os he dejado desprovistos de ayuda. Contáis con dos guías. Una de ellas reside en vuestro interior: es la intuición, esa voz delicada que susurra en lo profundo de vuestra conciencia, pero que a menudo pasa desapercibida debido al ruido constante que generan vuestros propios pensamientos. La segunda guía proviene de fuera: son las enseñanzas y los consejos ofrecidos por las religiones, todas las cuales, en su esencia, buscan acercaros a Mí, aunque empleen caminos distintos.

Para llegar a todas estas conclusiones, debéis utilizar vuestra mente. La mente es una herramienta poderosa, pero también puede ser caprichosa. Si la dejáis actuar sin control, puede conduciros por caminos oscuros y tortuosos. Dominarla es esencial, y paradójicamente, el único instrumento capaz de someterla es la propia mente. Sí, hijo mío, sé que parece un enigma, pero la fuerza de la mente bien dirigida es también la clave para dominarla.

A menudo os preguntáis por qué permito el sufrimiento y el dolor en vuestras vidas. Permíteme explicarlo de forma sencilla. Yo soy responsable de la Creación; y como la Creación es demasiado vasta para ser comprendida por vuestra mente, imagina una tarta de cumpleaños. Si tomas una porción y la desmenuzas, descubrirás que cada miga conserva el mismo sabor y esencia de la tarta original. Pues bien, si Yo soy la tarta, cada una de esas migas es un alma, creada a Mi imagen y semejanza. Mi papel como Creador termina allí, ya que cada alma tiene libre albedrío desde el primer instante de su existencia.

El alma elige encarnarse en un cuerpo físico, y también elige el aprendizaje que desea alcanzar en esa vida. Vuestras victorias y derrotas son partes esenciales de esa experiencia humana, todas ellas inscritas en un Gran Plan, diseñado cuidadosamente para cada una de las almas que transitan por la materia. Este Plan de Vida no es aleatorio; es vasto, intrincado y abarca tanto vuestro pasado eterno como vuestro presente y futuro infinitos. Cada experiencia en vuestra vida tiene un propósito; cada desafío, cada alegría y cada tristeza forman parte de vuestro crecimiento espiritual.      

Las emociones que experimentáis -ya sean alegría, dolor o sufrimiento-no son más que la respuesta de vuestra mente ante los acontecimientos. Comprendo, más de lo que imaginas, el dolor que puedes sentir ante la enfermedad o pérdida de un ser querido. Pero recuerda, esas experiencias no son castigos, sino oportunidades de aprendizaje, crecimiento o, en ocasiones, para redimir deudas kármicas.

Es fundamental trabajar los pensamientos y buscar la serenidad mental. Si aceptáis las circunstancias con amor y fortaleza, en lugar de resistirlas con sufrimiento, os liberaréis del peso emocional que os detiene y podréis entregar lo mejor de vosotros mismos, tanto para vuestro bienestar como para el de quienes os rodean.

La clave es el amor. Aprende a amar como Yo os amo, y descubrirás el propósito más profundo de tu existencia.

          Con todo mi amor.

CARTAS A DIOS-Alfonso Vallejo


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