Amado hijo:
San Juan de la Cruz,
con sabiduría y amor, habló de la “transformación en Dios” como el destino más
sublime del alma. No es, como a veces imaginas, perderte en el sentido de
desaparecer, sino encontrarte plenamente en Mí. Es permitir que cada aspecto de
tu ser, tus pensamientos, tus deseos y tus acciones, se alineen con Mi amor, como
un río que fluye hacia el mar, encontrando su destino en la inmensidad que le
da sentido. Es dejar de resistirte, dejar de luchar contra las corrientes del
espíritu, para que Yo pueda vivir en ti plenamente.
La transformación en
Mí no ocurre de un momento a otro; no es un evento repentino ni una meta que se
alcanza por mérito propio. Es un camino, hijo mío, un proceso que requiere
humildad, paciencia y confianza. Es el viaje de aprender a soltar todo aquello
que te impide ser libre: tus temores que te paralizan, tus dudas que te alejan
de la verdad, tus apegos que te atan a lo temporal. Es aprender a abrir tu alma
a la obra que ya estoy realizando en ti, aunque a veces te parezca silenciosa o
imperceptible. Porque cada acto de amor, de misericordia y de sacrificio, te
acerca más a Mi corazón, como un niño que, paso a paso, se aproxima a los
brazos de su padre.
Me preguntas cómo
puedes lograrlo, y Mi respuesta es sencilla: Ámate, ámame y ama a los demás. En
el amor, hijo mío, Yo estoy siempre presente. No busques métodos complicados ni
fórmulas mágicas. Cuando sirves a los demás con un corazón genuino, cuando
perdonas, aunque te cueste, cuando te das sin esperar nada a cambio, ahí, en
esos pequeños actos, tu alma comienza a reflejar Mi presencia. En el amor
desinteresado, en la entrega sincera, es donde me encontrarás más cerca que
nunca.
Recuerda, hijo amado,
que no te pido perfección inmediata ni resultados rápidos. Yo no camino a tu
lado como un juez que observa cada uno de tus errores para señalarte. Camino
contigo como un padre que celebra cada paso que das hacia la luz, cada esfuerzo
que haces por crecer en el amor. Incluso cuando tropiezas, confía en que Yo
estoy contigo, levantándote, fortaleciéndote, porque en tus debilidades Mi
gracia se perfecciona. No temas fallar; no temas no ser suficiente. Mi amor por
ti trasciende cualquier limitación humana.
Hijo mío, no temas. El
grado más perfecto de perfección no es obra tuya, sino Mía. Tú no necesitas
preocuparte por lograrlo por tus propias fuerzas. Solo déjame actuar en ti,
déjame moldearte como el alfarero moldea el barro, con paciencia y cuidado,
hasta que tu forma refleje la belleza que tengo en Mi corazón para ti. Tu única
tarea, hijo amado, es permanecer en Mi amor. Permanece, confía, déjate amar.
Porque en ese amor está la plenitud de todo lo que buscas, la respuesta a cada
pregunta, la paz que sobrepasa todo entendimiento.
Siempre contigo,
Tu Padre que te ama
infinitamente.
CARTAS A DIOS –
Alfonso Vallejo
No hay comentarios:
Publicar un comentario