Como mantener una mente meditativa durante todo el día es una tarea harto difícil, mantén también la atención en todos los procesos de tu mente. Observa cómo se comporta tu mente, para dar prioridad a algunas de las energías del corazón: Intuición, desapego, compasión, ecuanimidad, amor.
La
intuición es la voz del corazón. Es un murmullo constante. Sentirla es una
señal clara de que la mente comienza a serenarse, ya que el ruido de la mente
impide sentir cualquier otra cosa y aun menos un simple murmullo. Si llegas a
sentirlo, hazle caso, no dejes que la mente analice ese murmullo, ya que sino,
esta se encargará de desprestigiar a la intuición. Te va a decir que debes de
seguir su lógica, ya que es la lógica lo que la sociedad espera que sigas. Sin
embargo, la intuición es la voz del Yo Superior, es la voz del alma, y no hay
nada más objetivo, ya que no está contaminada por las propias creencias, ni por
los juicios que la sociedad está pronta a sentenciar.
Ecuanimidad
es encarar la vida, con todas sus vicisitudes, en calma y con tranquilidad, sin
perturbar la mente. Vivir desde el corazón es vivir la ecuanimidad, “todo está bien”. Para aprender a vivir
desde el corazón se consciente de tus críticas. Desde una mente crítica es
imposible vivir la ecuanimidad. Cuando entras en contacto con otras personas,
has de tener muy claro que tus ideas, tus opiniones, tus creencias, no están en
competencia con las ideas, opiniones y creencias de los otros, sino que todas
tienen el mismo valor para Dios, se complementan, se enriquecen. En la
ecuanimidad vas a entender y a respetar las creencias de los otros. Vas
sencillamente a valorar, a apreciar y a respetar al otro.
Vivir
desde el corazón, es vivir el desapego. El desapego no es un alejamiento frío,
hostil. No es una manera robótica de ir por la vida, absortos y, totalmente, indiferentes a la gente y a los problemas. No es una actitud de inocente dicha
infantil, ni un desentendimiento de lo que son nuestras verdaderas responsabilidades
hacia nosotros mismos y hacia los demás, ni una ruptura en nuestras relaciones.
Desapegarse
es liberarse o apartarse de una persona o de un problema con amor. Viviendo la
propia vida al máximo de capacidad y luchando para discernir qué es lo que se
puede cambiar y que no. Si no se puede solucionar un problema después de
intentarlo, seriamente, hay que aprender a vivir con ese problema o a pesar de
él. Y tratando de vivir felices, concentrándose en lo que de bueno tiene la
vida hoy, y sintiendo agradecimiento por ello. Aprendiendo la mágica lección de
sacarle el máximo provecho a lo que de bueno tiene la vida, ya que eso
multiplica lo bueno en la vida.
El
desapego implica "vivir el momento presente", vivir en el aquí y en
el ahora. Permitiendo que en la vida las cosas se den por sí solas en lugar de
forzarlas y tratar de controlarlas. Renunciando a los remordimientos del pasado
y a los miedos por el futuro. Sacando el mayor provecho a cada día, aceptando
la realidad, aceptando los hechos, aceptando y adentrándose en las experiencias.
Requiere fe en uno mismo, en Dios, en otras personas, en el orden natural y en
el destino de las cosas en este mundo.
Confía
en que todo está bien a pesar de los conflictos. Confía en que Dios sabe más
que tú. Él ha dispuesto lo que está sucediendo, y que puede hacer mucho más por
resolver el problema que tú. De modo que trata de no estorbar en su camino y
dejar que Él lo haga.
Las
recompensas que brinda el desapego son muchas: serenidad, una profunda
sensación de paz interior, la capacidad de dar y recibir amor de una manera que
nos enaltece y nos llena de energía, y la libertad para encontrar soluciones
reales a los problemas.
El
corazón es compasión. Vivir la compasión es vivir la unidad. La alegría de
otras gentes es la propia, el sufrimiento de otras gentes es el propio
sufrimiento, la historia de otras gentes es la propia historia. La compasión
acaba con la separación, liberando de la ilusión de la propia experiencia
individual.
Vivir
la compasión es escuchar y comprender a otras personas, profundamente, lo cual
ayuda a perdonar y a dejar atrás los juicios, ya que el juicio es un proceso de
la mente, mientras que la comprensión lo es del corazón. Así que cuando estés
con otras personas aprovecha la oportunidad para escuchar atentamente, para
comprenderlas, sin juzgarlas. De esta manera te vas a convertir en el amor que
buscas.
Y
ama. Empieza por ti. Amaté, respétate, valórate, acéptate. Para aprender a amar
utiliza la Regla de Oro: “Da a los demás lo que quieres para ti”. “No desees
para los demás lo que no deseas para ti”.
Acuérdate
de ser feliz.
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