El viaje del alma

El alma no tiene raza, no tiene religión, solo conoce el Amor y la Compasión.
Todos somos seres divinos, hace miles de años que lo sabemos, pero nos hemos olvidado y,
para volver a casa tenemos que recordar el camino. BRIAN WEISS




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viernes, 14 de octubre de 2022

Antay elimina sus pensamientos de miedo


Capítulo XII. Parte 4. Novela "Ocurrió en Lima"

Era tal el estado de nervios en el que me encontraba que no fui consciente de haber caminado para llegar a casa, pero estaba claro que lo había hecho porque me encontraba sentado en el sofá de casa. Estaba aterrado ante la idea de fracasar. No recuerdo haber tenido tanto miedo en toda mi vida.

Mi pensamiento se había convertido en un ente siniestro que me iba haciendo preguntas, cada una más truculenta que la anterior: ¿Seguro que estás preparado para realizar ese trabajo?, ¿qué pasa si aceptas y fracasas?, vas a perder la tranquilidad con la que vives ahora.

Esto era igual que con las relaciones, que para no sufrir mejor no involucrarme emocionalmente, pues para no fracasar en el trabajo mejor no aceptar la oferta. Si ahora como trabajador independiente podía ganarme la vida, ¿para qué quería más?

Llevaba horas tirado en el sofá de casa inmerso en una batalla incruenta con mi pensamiento. Estaba emocional y mentalmente agotado. Era consciente de la fuerza que el pensamiento estaba ejerciendo sobre mí, presentando todo tipo de escenas dramáticas, cada una más truculenta que la anterior y, lo más triste, no es que me dejara llevar por ellas, sino que me daba perfecta cuenta del infierno mental y del estado tan lamentable en el que me encontraba.

“¡Basta!, ¡no puedo seguir así!, ¡tengo que hacer algo!”, me grité a mí mismo.

Acostado, como estaba en el sofá, comencé a cantar el himno a Gurú Ram Das, que era un mantra que había aprendido en mis escasas incursiones en páginas de espiritualidad.

Cantaba rápido y con rabia para evitar que la mente tuviera un solo resquicio por el que deslizar, de manera sibilina, ningún pensamiento.

No habrían pasado ni diez minutos cuando sonó el timbre de la entrada. Supuse que debía de ser Diana, pero no me apetecía abrir y comenzar a explicar el absurdo miedo que me envolvía de la cabeza a los pies, por algo que ella, como todos los mortales, menos yo, calificaría como positivo, muy positivo. No siempre le ofrecen a alguien que, además, está sin trabajo, dirigir un departamento en una empresa solvente.

No me moví del sofá y seguí recitando el mantra una y otra vez.

La velocidad con la que recitaba el mantra se iba reduciendo de manera paulatina. La rabia con la que cantaba llegó a desaparecer y, parece que, se llevó con ella el miedo que, desde hacía horas, era el rey de mi pensamiento y de mis emociones.

Seguía cantando con un ritmo lento y una entonación suave.

El espacio que el miedo había ido desocupando se fue rellenando de una energía que, a veces, sentía como un escalofrío recorriendo mi columna y que se ramificaba por brazos y piernas. Sentía esa misma energía vibrando en mi cabeza.

Y con un poco de miedo, (hay que reconocer que soy un miedica), me atreví a preguntar:

-    ¿Estás ahí?, -esperaba encontrar a ese pensamiento mío que se hace pasar por Dios o a Dios haciéndose pasar por mi propio pensamiento.

Pero no. Parece que esta vez no estaba. Si era Dios debía de estar disfrutando del mantra, tanto como yo, y si era el pensamiento debía de haberse adormecido con el canto, por lo que seguí cantando.

Media hora más de canto fue suficiente para sentirme otra vez en mi centro, cuando sentí dentro de mí:

-    ¡Vaya, parece que se ha evaporado todo tu miedo!,- Oh, pensé, parece que no estaba tan solo como me imaginaba.

lunes, 3 de octubre de 2022

Te amo

 


Decía Siddhartha Gautama, el Buddha, que “Nosotros somos lo que pensamos. Todo lo que somos lo somos por nuestros pensamientos. Y con nuestros pensamientos, construiremos nuestro mundo”.

Pero no quiero hablar del pensamiento, quiero hablar del amor. Del amor entre los miembros de la pareja, del amor entre los miembros de la familia, del amor entre los amigos.

Al principio de cualquier relación se expresa abierta y claramente el amor que se siente por la otra persona, Las frases: “te amo”, “te quiero”, “te adoro”, “no puedo vivir sin ti”, son la moneda de cambio en esos inicios de relación. ¿Qué sucede ante tal profusión de palabras y pensamientos de amor? Vuelve a leer la frase del Buddha: “Somos lo que pensamos, todo lo que somos lo somos por nuestros pensamientos. Y con nuestros pensamientos, construimos nuestro mundo”.

¿Qué mundo se puede construir cuando, una buena parte del día, el pensamiento es de amor hacia la persona amada? Pues se construye un mundo maravilloso, un mundo de amor. El pensamiento de amor hace que la energía poderosísima del amor empiece a impregnar el cuerpo energético, de tal manera que le va limpiando de impurezas. Si la pareja de enamorados siguiera eternamente manifestándose de pensamiento, palabra y obra su amor, este se iría incrementando día tras día, sin remitir ni un solo gramo. Pues ocurre lo mismo con cualquier otro tipo de relación.

Los niños que crecen en el amor crecen más sanos, más alegres, más saludables. Los niños necesitan la demostración del amor tanto como la pareja de enamorados, tanto como cualquier persona. Las palabras de amor, las caricias, la ternura, son la clave de un cuerpo sano, de una mente serena, de unas emociones estables.

Decir “te amo”, cuantas más veces mejor, es la letanía que hace que todos los cuerpos, físico y energético, actuando desde ese amor consigan la estabilidad física, mental y emocional de la persona.

Pero todo pasa, y también la necesidad de expresar el amor. Cada vez se distancian más los “te amo”, con el resultado contrario. La energía de amor y la limpieza energética que se generaba al repetir la letanía, deja de generarse, inundándose el cuerpo energético con la energía de los problemas y del miedo. La pareja empieza a preguntar: ¿ya no me quieres?, y la respuesta es: “pues claro que te quiero”, y una nueva pregunta: “y ¿por qué no me lo dices?”.  Y la respuesta es: “porque ya lo sabes”.

Con los niños pasa lo mismo, después de besos, caricias y achuchones, se encuentra el pobre niño, no solo con que ya no recibe muestras de amor, sino que le tratan como si fuera un adulto exigiéndole cada día más. El niño no va a preguntar si han dejado de quererle, pero su comportamiento puede cambiar de manera radical.

No se debe dar nada por sabido. Si quieres que tu amor se incremente trabájalo, si quieres que los tuyos sean felices demuéstrales tu amor. Es muy fácil, basta un “te amo” unas cuantas veces al día, basta un beso al entrar, al salir, al despertar, al dormir, basta una caricia, al pasar el pan, al abrir la puerta.

Somos lo que pensamos, porque la energía va detrás del pensamiento. Expresa tu amor mientras está fuerte para que no se debilite y, cuando se debilite, si quieres que se incremente, empieza a expresarlo nuevamente.

Si no lo haces, seguirás siendo medio infeliz y vivirás instalado en el miedo que es la energía contraria al amor.      


martes, 13 de septiembre de 2022

Conversaciones en el día de las brujas

  

Martes y 13 de septiembre 2022


Martes y 13. Dia de brujas. Ni te cases ni te embarques. En Perú no es el martes el día de las brujas, es el viernes y 13.

Sayri, mi diario, debe de haber sentido el día porque cuando me he acercado a él y lo he abierto, sin haber dicho yo nada y sin escribir ni una sola letra, me suelta de sopetón:

-     ¿Para qué escribes?, ¿por qué te pasas horas sentado, con un cuaderno y un lápiz en la mano o en la computadora, escribiendo, perdona que te lo diga, sandeces?

-     ¡Vaya!, me ha dejado de una pieza, no esperaba que porque ahora tiene un nombre tenga el atrevimiento de cuestionar en que utilizo mi tiempo- Pues escribo porque me apetece, porque me lo pide el cuerpo y me siento muy cómodo haciéndolo, aunque tú digas que son sandeces. Bueno…, y es posible que no todo sean sandeces, que haya algo aprovechable.

-     Puede ser que haya algo aprovechable -contestó Sayri y siguió- pero estarás conmigo que no tiene ningún valor literario. Solo eres un escribidor.

-     ¡Glup!, ¡Vaya repaso que me está dando! -, Si, puede ser que tengas razón.

-     Y, además, si te lo guardaras para ti, estaría pasable, pero no, el señor lo publica en sus redes. Menos mal que no te lee casi nadie.

-     Perdona, alguien si debe de leerlo, porque entran 70 personas cada día, de media, en el blog.

-     Eso es porque le dan un clic por equivocación. Pero no te engañes. No te lee nadie. Y da gracias que sea así, ¿por qué te has preguntado qué pensarán de ti?

-     Mira Sayri. Escribo porque algo dentro de mí me lleva a hacerlo y lo publico en las redes por la misma razón.

>> No es mi problema lo que otros puedan pensar o decir de mí. Es problema de ellos. Por lo que otros piensen o digan de mí, yo ni gano ni pierdo. No voy a ser más rico, ni más pobre, ni más listo, ni más tonto. Yo voy a seguir igual.

>> Pero ellos no. ¿Alguna vez me has oído decir que todo es energía?

-     Alguna vez no, -contestó Sayri- muchas veces. Para ti parece un mantra: “Todo es energía”.

- Pues las palabras y los pensamientos, también, lo son. Cada palabra y cada pensamiento son energía y afecta a la persona que habla o piensa. Si piensan mal de mí, esa energía negativa se va a quedar en su aura y les va a afectar a ellos, no a mí. Porque a mí no me llega.

-     Bueno, -dijo Sayri resignado- ya veo que vas a seguir escribiendo.

-     Pues sí. Hasta que me canse.

sábado, 13 de agosto de 2022

Mi propio pensamiento me boicotea

 

 

De la novela "Ocurrió en Lima" (Capítulo II, parte 4)

Con el incipiente trabajo que estaba realizando sobre mi inteligencia y mi aspecto físico empecé a ser consciente de algunas cuestiones relativas a mi pensamiento:

La primera, y más importante, es que yo no soy responsable de ninguno de los pensamientos que llegan a mi cerebro, estos llegan y punto. Yo no soy consciente de traerlos, salvo esos pensamientos que yo busco, con los que intento solucionar algún problema o planificar algún aspecto de mi vida. El resto de pensamientos, el 99%, aparecen de manera atropellada, uno tras otro, sin dejarse espacio entre ellos hasta que, ¡incauto de mí!, me quedo enganchado a alguno, -casi siempre negativo- y comienzo con él una relación de camaradería, como si fuera mi confidente o mi amigo del alma, con el objetivo, creo yo, de buscar alguna solución que mejore la situación presentada por el pensamiento y, sin embargo, lo que se genera en una condición más abrupta y negativa que la que el pensamiento había presentado en su primera aparición.

No sé dónde pueden estar con anterioridad, ni por qué extraña circunstancia aparecen en mi cerebro.

Pero, si yo no soy responsable, ¿quién lo es? Buscando información sobre si los pensamientos ya moran en algún lugar en nosotros o se van generando de manera espontánea, llegue a un libro que lo explica, al menos para mí, de manera clara. Artur Powell explica en sus libros “El cuerpo mental” y “El cuerpo astral”, que los pensamientos son como nubecillas de energía que moran en el cuerpo mental que es la tercera capa del aura y que se activan para deslizarse, a través del aura, hasta el cerebro, para su manifestación.

Las razones para la activación de los pensamientos pueden ser muy variadas, la visión de un cuadro, escuchar una canción, una conversación entre dos personas, el encuentro con algún conocido, etc. A partir del momento en que aparece ese pensamiento es donde comienza la responsabilidad de la persona para mantenerlo en el cerebro o eliminarlo.

La manera de eliminar un pensamiento es quitándole la energía, y se le quita la energía cuando, de manera consciente, se cambia de pensamiento. Este es un acto de la voluntad 

La segunda es que podía estar de compadreo con el pensamiento, durante un buen rato, y necesitaba de toda mi atención para darme cuenta de que me estaba llevando, una vez más, a su terreno y terminar la conversación. Era cuando el pensamiento me arrastraba tras de sí, cuando me empezaba a sentir mal emocionalmente.

Dice Artur Powell que “el pensamiento repetido en una determinada acción, la hace a esta inevitable”. Ahí fui consciente de la fuerza del pensamiento y de lo que decía Ángel de que el miedo atrae al miedo. Ahora, aun lo tengo más claro. De mucho pensar que soy bajito, acabaré sintiéndome una pulga.

Podía estar en un estado de tranquilidad absoluta hasta que aparecía algún pensamiento amargo y, rápidamente, cambiaba mi estado emocional. Por lo tanto, para estar bien solo tenía que erradicar los pensamientos negativos.

Y, además, cuando un pensamiento se repite, una y otra vez, deja de ser la simple nubecilla que es, para convertirse en algo con entidad propia que se denomina “entidad de pensamiento”.

La entidad de pensamiento es como un pequeño diablillo, porque tiene vida propia y una única finalidad: quiere vivir. Para eso va a tratar de descargarse en el cerebro cuantas más veces mejor, ya que cada vez que se manifiesta se genera la energía que, a él, le mantiene con vida. Estas son las obsesiones que tenemos todos los seres humanos, en mayor o menor medida.

La tercera era, efectivamente, la atención. Si era capaz de no iniciar la conversación con el pensamiento, este no solo no tenía tanto poder, sino que lo perdía por completo y desaparecía si yo, de manera consciente, iniciaba un nuevo pensamiento. Era un trabajo agotador.

Y, por último, estaba la voluntad como decía Ángel. Voluntad para mantener la atención en los pensamientos conscientes deseados, para evitar que llegaran los no deseados.

Llevaba trabajando en esto diez días, con más pena que gloria, pero no desfallecía. Si alguien lo había conseguido, yo, con mi terquedad, estaba convencido de que, también, podría.

No había vuelto a sentarme a meditar desde el día de mi conversación con Dios. Creo que me asustaba, un poco, la idea de volver a encontrarme con Él, o con lo que fuera. En realidad, no sabía que había pasado.

Tienes completos los capítulos I y II en la página NOVELA: Ocurrió en Lima

viernes, 22 de abril de 2022

Relativo al pensamiento

 

Tengo muy claro yo no soy responsable de ninguno de los pensamientos que llegan a mi cerebro, estos llegan y punto. Yo no soy consciente de traerlos, salvo esos pensamientos que yo busco, con los que intento solucionar algún problema o planificar algún aspecto de mi vida. El resto de pensamientos, el 99%, aparecen de manera atropellada, uno tras otro, sin dejarse espacio entre ellos hasta que, ¡incauto de mí!, me quedo enganchado a alguno, casi siempre negativo, y comienzo con él una relación de camaradería, como si fuera mi confidente o mi amigo del alma, con el objetivo, creo yo, de buscar alguna solución que mejore la situación presentada por el pensamiento y, sin embargo, lo que se genera en una condición más abrupta y negativa que la que el pensamiento había presentado en su primera aparición.

No sé dónde pueden estar con anterioridad, ni por qué extraña circunstancia aparecen en mi cerebro.


Pero, si yo no soy responsable, ¿quién lo es?

Artur Powell explica en sus libros “El cuerpo mental” y “El cuerpo astral”, que los pensamientos son como nubecillas de energía que moran en el cuerpo mental, que es la tercera capa del aura, y que se activan para deslizarse, a través del aura, hasta el cerebro, para su manifestación.

Las razones para la activación de los pensamientos pueden ser muy variadas, la visión de un cuadro, escuchar una canción, una conversación entre dos personas, el encuentro con algún conocido, etc. A partir del momento en que aparece ese pensamiento es donde comienza la responsabilidad de la persona para mantenerlo en el cerebro o eliminarlo.

La “única” manera de eliminar un pensamiento es quitándole la energía, y se le quita la energía cuando, de manera consciente se cambia de pensamiento. Este es un acto de la voluntad.



domingo, 20 de marzo de 2022

Vivir en el infierno

      

      Una vez en casa, fui consciente de que el miedo que me había consumido, solo dos días atrás, se había transmutado en ilusión y responsabilidad. Hasta ahora pensaba que ya había vivido suficiente miedo en el tema de las relaciones, imaginando una posible ruptura, pero no había sido nada comparado con el terror al que me fue llevando el pensamiento ante la posibilidad de fracasar si aceptaba el trabajo.

Había experimentado que es vivir en el infierno y, no había necesitado bajar a las calderas de Pedro Botero, lo había vivido aquí, en la vida. No había necesitado morirme.

Puedo decir bien alto, por la experiencia vivida, que el verdadero infierno está en la persona, está en la mente, pues es ella la que va llevando al ego por los vericuetos del pensamiento, de la emoción y del sentimiento. Es la mente la que, pensamiento a pensamiento, va desgranando ideas, creencias, desgracias, males, sufrimientos y torturas, que hacen que la persona sufra un verdadero infierno.

Son esos pensamientos, creencias, males y desgracias las que vive realmente la persona. Pero para mí eran reales. El dolor que yo he sufrido, el miedo, la ansiedad o la angustia, solo han sido un producto de mi mente, porque nada está ocurriendo, solo es mi apreciación. Ahora tengo claro que cuando consiga mantener la mente en silencio habré alcanzado la dicha.

Si los seres humanos consiguiéramos invertir la tendencia de nuestros pensamientos se invertiría nuestra vida. Pasaríamos de ser infelices y de vivir atenazados por el miedo, como me ha pasado a mí, a vivir, si no la felicidad, si un estado de serenidad que debe de ser un estado muy próximo a la felicidad. Cambiaríamos la tristeza por la alegría y la ansiedad por la paz interior.

Es claro que es el pensamiento el que determina la salud emocional, ya que es el pensamiento el que viaja por la rabia, por el odio, por la ira, por el miedo y por el dolor, generando esa energía que, a la larga, va a afectar, también, al cuerpo físico.

Desde luego, no es una tarea fácil que una persona pueda cambiar el pensamiento, pero tampoco es imposible. Si yo lo he conseguido, al menos de momento, que soy el paradigma del miedo, puede conseguirlo cualquiera. Mis herramientas han sido la meditación, la atención, la oración y el canto de mantras. Espero conservarlas para no volver a las andadas.

(Del libro "Vivir ahora, vivir sin tiempo" de Alfonso vallejo)

lunes, 14 de marzo de 2022

Detrás del pensamiento

 

Siempre me comparaba con personas que eran más altas, más atractivas o más inteligentes, según mi criterio. El resultado era claro, siempre me veía más bajo, menos atractivo y menos inteligente, que el modelo elegido, lo cual hacía que me sintiera mal. Era lógico. Si me comparaba con alguien más alto, siempre me iba a ver más bajo. Si el modelo era más rico, siempre me iba a ver más pobre. Eso me llevó a pensar que para estar satisfecho conmigo tenía que cambiar el modelo, porque siempre iba a haber alguien más alto, más atractivo y más inteligente que yo.

Y cambié el modelo. Me comencé a comparar con quien era más bajo, menos atractivo y menos inteligente que yo. El resultado fue espectacular. Comencé a sentirme orgulloso de mi aspecto. Teniendo en cuenta que había nacido en Cusco y, seguro que por mis venas corre sangre inca, medir un metro setenta y dos centímetros parece una altura más que considerable. Lo que se espera de un descendiente de los incas es que sea moreno de ojos oscuros, y hubiera podido explicar muy mal mi ascendencia de haber salido blanquito, de cabello rubio y con ojos azules. Más que descendiente de los incas hubiera parecido descendiente de los vikingos. Si estaba orgulloso de mis padres, también, tenía que estarlo de los genes que hicieron que fuera tal como soy. En ese momento pensé en algo que había dicho Dios, y era que yo había hecho una primera elección antes de venir a la vida. Por lo tanto si yo era moreno y con ojos negros debía de haberlo elegido. Me sigue pareciendo una tontería, pero…

Y, aún comencé a hacer algo más. No compararme. Con independencia de si lo había elegido o no. A fin de cuentas yo no sabía nada de otras vidas. Lo único de lo que podía dar fe era de esta vida y empezaba a tener claro que cada uno es como es y punto. Si no me comparo, ni gano ni pierdo, todo está bien, todo está como tiene que ser. Yo voy a seguir siendo el mismo. Seguro que Ángel, con su filosofía, me habría dicho que soy como soy por alguna determinada razón. ¿Quién era yo para desear cambiar una razón que, aunque desconocida, debía de existir? 

En cuanto a la inteligencia, estaba claro que nunca iba a ganar un Nobel, en ninguna especialidad, pero cuando me sentaba delante de una computadora esta no tenía ningún secreto para mí, ni en cuanto al software, ni en lo que respecta al hardware. ¿Para qué necesitaba más? era suficiente.

Fui consciente de que compararme con los demás siempre hacía que me sintiera frustrado, triste, infeliz y, además, generaba en mí un sentimiento de envidia que no podía ser bueno para mi estabilidad emocional.

Un nuevo pensamiento comenzó a hacerse un lugar en mi mente, comenzando con una pregunta: “¿Si tanto me gusta compararme, por qué no lo hago conmigo mismo?, ¿por qué no retarme a ser mejor cada día?, ¿por qué no trato de vencer mis propios miedos, que es algo consustancial conmigo?

Este sería un nuevo trabajo, además de aceptar la vida, y vivir con atención, ahora, tenía que observarme para comprobar de donde procedían mis miedos para erradicarlos. ¡Tremendo trabajo!

Pero mis pensamientos antiguos trataban de engañarme y llevarme a su terreno con demasiada frecuencia. Sin ser consciente de cómo llegaban esos pensamientos, estos se encargaban de ir disparando dardos venenosos que iban dejando su poso: “Lo único que estás intentando es engañarte a ti mismo para estar bien, pero esa no es la realidad. La realidad es que te gustaría ser rubio, con ojos azules y eres moreno con ojos negros”. Recordé entonces que este pensamiento era exactamente igual al pensamiento sobre el dinero muy arraigado en mí: “El dicho de que el dinero no da la felicidad es solo un slogan para que los pobres se conformen con su mala suerte”.

De nuevo recordé las palabras de Ángel: “Como decía Buda: Somos lo que pensamos. Es decir, que si piensas en el miedo tendrás miedo y si piensas en la felicidad serás feliz”.

Ahora no solo lo entendía, sino que lo estaba comprobando en mí mismo. Mi propio pensamiento me estaba boicoteando, trataba de desequilibrarme y, bastantes veces, lo conseguía. Debía permanecer muy atento y, una vez consciente del pensamiento, poner la voluntad para cambiarlo. ¡Era un ingente trabajo!, porque cuando menos lo esperaba ya estaba el pensamiento diciéndome muy bajito al oído: “Ese que acaba de pasar es más alto que tú. La verdad es que no eres tan alto”. Y cuando pasaba uno más bajito, se callaba, el muy…, a pesar de que pasaban un buen número de personas más bajas que yo.

Era como si conviviera con un demonio en mi interior que además actuaba sin ningún tipo de control por mi parte. Estaba completamente desatado, estaba como loco, aprovechaba cualquier resquicio para maltratarme. ¡Parece mentira que fuera mío!, más parecía un enemigo. Aparecía en cualquier momento, ante cualquier situación y, un gran porcentaje de veces, me encontraba tan indefenso que me ponía a conversar con él dándole la razón y sintiéndome muy mal por lo bajito y lo morenito que era.  

Me preguntaba ¿por qué sería el pensamiento tan malvado?, ¿por qué solo llegaban esos pensamientos malignos y no aparecía ningún pensamiento contrario, algo más benévolo, sobre algo que me hiciera sentir bien?, ¿de dónde procedían? Si es Dios quien habita en nuestro interior y no el demonio, todos los pensamientos deberían ser positivos, creados por Él y, sin embargo, todos son negativos, como si fuera el mismo Lucifer quien ocupara nuestro corazón.

(Del libro Vivir ahora, vivir sin tiempo. De Alfonso Vallejo)

 


sábado, 25 de febrero de 2017

¿Que pensará la gente?

        Vivir de apariencias, vivir tratando de ocultar la realidad personal, vivir con una máscara, vivir para agradar y satisfacer a otros, es uno de los caminos más cortos para llegar al sufrimiento, ya que jamás se va a conseguir satisfacer a todo el mundo, y el no cumplir el propio deseo de agradar y deslumbrar a otros puede ser causa de sufrimiento. Es imposible cumplir las expectativas que puedan tener otros. Cada persona tiene su propia expectativa, su propio pensamiento, su propia creencia, su propia realidad.

Tratar de enmascarar la propia realidad, esconderla, disimularla, es no sentirse feliz con la propia vida, es no aceptar la vida, es …, no amarse, y quien no se ama a sí mismo, ¿Cómo va a ser capaz de amar a otros?, es imposible. Vivir para satisfacer a los demás es dilapidar completamente la vida, ya que se reniega de la misión principal, que es “aprender a amar”. El Amor comienza en uno mismo, y para llegar a amarse primero hay que aceptarse.



Pero es curioso, siempre se trata de agradar, de satisfacer y de no hacer algo que dé que hablar a los desconocidos. Si se pusiera el mismo interés para agradar y complacer a la familia, a los amigos y conocidos, la vida sería diferente, y las relaciones también.

Si se tratara de agradar a los conocidos y a la familia con el mismo énfasis que se pone para agradar a los desconocidos, se acabarían los enfados, los malentendidos, los silencios, etc.

¿Alguna vez has pensado en qué pensaría tu pareja?, ¿Qué pasaría si todo el afán fuera para satisfacer a la pareja, para agradarla, para cumplir sus expectativas? Si todo lo que se hiciera fuera para satisfacer y hacer feliz a la propia pareja, la vida sería un camino de pétalos de rosas, y lo sería en las alegrías y en las penas, en la salud y en la enfermedad, en la unión y en la separación.

¿Alguna vez has pensado qué pensarán tus hijos cuando les dices que no tienes tiempo, o que estás trabajando, o que no puedes dejar lo que estás haciendo porque es muy importante?, ¿Cuántas veces se frustran los niños por tratar sus padres de satisfacer las expectativas de desconocidos?, ¿Cuántas veces se colocan en el lugar de sus hijos?, ¿Te has cuestionado alguna vez, cuanto es de importante para tu hijo su juego, o que le veas como lo hace?

Vivir para dar satisfacción a los nuestros en la mejor forma de amor, de comprensión, de tolerancia, y esa es la verdadera razón de la vida.

Desgraciadamente la inmensa mayoría de las personas viven instaladas en la noria de una vida en la que en cada vuelta de la rueda piensan que deben lucir esplendorosos en su exterior y con el suficiente maquillaje para que no se trasparente cada una de las desgracias que jalonan su vida. ¡En vez de maquillar el exterior sería bueno arreglar el interior!

“Y que me importa a mí lo que piense mi vecino”. El pensamiento de otra persona no afecta en lo más mínimo, con el pensamiento del vecino se va a seguir igual de alto, igual de bajo, igual de rico, igual de pobre, en suma, igual de todo, no afecta para nada. Por lo tanto, ¿Porque tanto sufrimiento para tratar de agradar a los demás?

Sin embargo, el pensamiento sí que afecta al pensador. Los pensamientos son energía, y en función del tipo de pensamiento, desprenderá un tipo u otro de energía, que le va a afectar positiva o negativamente en el desarrollo de su vida, y por supuesto, está generando un Karma que tendrá que eliminar en esta o en posteriores vidas.


Por lo tanto, ¡Cambia ya el pensamiento de “¿Qué pensarán los demás?”, por el de “Y a mí que me importa”!

lunes, 25 de abril de 2016

Directos a la meta, sin peajes (1 de 2)

Existe algo mucho más importante
que una mente vacía de pensamientos,
y ese algo es una mente con un pensamiento único,
el pensamiento de Dios.

         Seguro que nadie duda ya de esa parte del Principio de Vibración que dice que “Energías iguales se atraen”, y es este principio la base de prácticamente todos los cursos, talleres, técnicas y métodos de crecimiento, de expansión de la conciencia, de construcción del carácter, de espiritualidad y sanación. Aprendemos a meditar para tratar de vaciar la mente de tantos y tantos pensamientos negativos con los que convivimos sin ser realmente conscientes, para que no atraigan la miseria que estamos generando. Aprendemos técnicas para atraer aquello que deseamos, a base de generar pensamientos conscientes positivos hasta conseguir la emoción correspondiente. Realizamos talleres para aprender a liberarnos de nuestros miedos y de nuestras limitaciones, que son muchas. Asistimos a clases de yoga y similares para liberarnos del estrés y mantener la serenidad y la calma. Leemos ávidamente un libro tras otro con lo que nuestra sabiduría en temas de “espiritualidad” se incrementa después de cada lectura, pero sin hacer prácticamente ningún uso de esa sabiduría, salvo impresionar a los demás. Y es posible que con todo esto consigamos algunos pequeños éxitos, es posible que consigamos ganar alguna “batallita”: Que se serene un poco la mente, que consigamos algunas de las muchas cosas que deseamos, que desaparezca el terror a la muerte y hasta que consigamos vivir una vida más serena. Pero… ¿Nos podemos conformar con eso?, y ¿Por qué no intentamos ganar la “guerra”?


         Si nuestra vida se circunscribiera al espacio de tiempo transcurrido entre el nacimiento y la muerte, sería más que suficiente, ya que el único objetivo de la vida sería vivir bien, sería vivir una vida feliz, carente de problemas y preocupaciones, una vida en la que consiguiéramos satisfacer todos nuestros caprichos.

         Pero el espacio de tiempo que transcurre entre el nacimiento y la muerte solamente es una vida física, es como esa “batallita” que comentaba en el párrafo anterior. Nuestra vida abarca más, mucho más, muchísimo más, tanto como una eternidad. Esta es la auténtica “guerra”, y nuestro objetivo, no es vivir bien, o vivir una vida feliz, o conseguir nuestros caprichos. Nuestro objetivo es otro, nuestro objetivo es la unión con Dios, lo cual no quiere decir que tengamos que renunciar a esos pequeños placeres.

         Los cursos, talleres, técnicas y métodos de crecimiento y sanación, con los que nos movemos todos en la actualidad son una excelente herramienta para poder acercarnos a vivir una vida feliz, para ir vaciando la mente de pensamientos, incluso para realizar un tímido acercamiento a vivir una vida desde el corazón, una vida basada en el amor. Pero en caso de conseguirse, lo cual es bastante difícil para un porcentaje importante del total de personas que tratan de transitar por este sendero, puede ser válido para la vida actual, pero de poco alcance para nuestra eternidad, porque el aprendizaje del alma va a ser limitado, ya que se va a circunscribir a pequeñas ganancias, que si que vamos a mantener para nuestra siguiente vida, pero que nos va a obligar a volver muchas veces e ir caminando vida tras vida a paso lento.


         Y nuestro avance va a ser tan lento que nos va a obligar a encarnar un sin fin de vidas más, cuando podríamos intentar, incluso sin tantas técnicas, avanzar a paso ligero y recorrer en una sola vida tanto trayecto como veinte o treinta vidas con los pequeños aprendizajes anteriores.

Continuará....................

viernes, 22 de abril de 2016

Me rebelo

         Es la atención la que nos va a permitir
ser conscientes de donde estamos,
de hacia dónde queremos ir
y de cuáles son los obstáculos
con los que nos podemos encontrar en el camino.

Me rebelo contra mí mismo cada vez que un pensamiento de crítica ronda por mi mente, me rebelo cuando entro con otras personas en el perverso juego de regodearnos en esa crítica hecha palabra, me rebelo cuando la impaciencia se asienta en cada célula de mi ser, me rebelo cuando me siento intolerante ante otros procederes, me rebelo cuando me irrito ante la falta de respeto, me rebelo cuando piso de puntillas encogido por el miedo, me rebelo ante mi propia incomprensión, me rebelo cuando soy consciente de que no me he puesto en el lugar del otro, y así, un día sí y otro también, me rebelo, me rebelo y me rebelo, mientras me flagelo emocionalmente por haber dejado al pensamiento, una vez más, campar a sus anchas por el carrusel de la sinrazón sin haberle puesto coto.



         Y todavía rojo por mi propia cólera me pregunto, ¿Conseguiré realmente algún día mantener la guardia alta y poder así dominar completamente estos pensamientos?, ¿Conseguiré realmente algún día que no me afecte la falta de respeto, la incomprensión, la mentira, los políticos, las religiones, la intolerancia o la injusticia?, ¿Conseguiré colocarme de inmediato en el lugar del otro y no a toro pasado cuando las emociones ya me han desbordado?

         No creo que en mi caso sea cuestión de meditar más. Mi trabajo es intervenir en la sanación de otros meditando. Es cuestión de atención, de más atención, es cuestión de observar mis pensamientos, observar mis emociones, observar las distintas reacciones de mi cuerpo, sin juzgar, sin calificar, sin ponerle nombre. Solo atención, solo presencia, solo estar. 

            A veces mi dispositivo de vida pasa a “piloto automático” sin que yo sea consciente, y ahí se acabó todo, y solo soy consciente cuando me encuentro en medio de la crítica mental, o en medio del miedo, o en medio de la impaciencia, o ...... Entonces me siento mal y me rebelo, con lo cual cometo, al menos, tres equivocaciones, una, dejar que el pensamiento se ponga el piloto automático, dos, verme envuelto en mi propia critica mental, y tres, mi rebelión.

         En fin, seguiré trabajando. Y vosotros ¿Cómo lo lleváis?

miércoles, 6 de abril de 2016

Reflexiones con Dios

REFLEXIONES CON DIOS

O

REFLEXIONES AL BORDE DE LA LOCURA


         Cada mañana, al tomar nuevamente contacto con mi conciencia, antes de abrir los ojos y todavía embriagado por el néctar del alma, mantengo desde mi cuerpo mi primera conversación del día con Dios. Aunque no sé muy bien si definirla como conversación, porque está claro que una conversación es una interacción entre al menos dos, y en este caso Dios no parece colaborar mucho y permanece muy callado, creo que mejor tendría que llamarlo monólogo, ya que a esa hora del amanecer, (suelen ser entre las cuatro y media y las cinco de la mañana), no soy muy consciente de las contestaciones de Dios, porque yo creo que contestar contesta siempre, esa es al menos otra de mis reflexiones.



Reflexión 1: Saludar a Dios.   
  
Si, ya sé que la palabra de Dios no se escucha habitualmente, o al menos no se escucha el sonido, pero se puede sentir una energía especial, o puede aparecer como un pensamiento, que en mi caso, de sobra sé que no es mío, pero no, a esa hora hablo solo, no hay ni energía ni pensamiento, aunque también puede existir otra posibilidad: el que esté aun tan adormilado que no sea consciente de las contestaciones de Dios.

         Sea lo que sea, conversación o monologo, en ese momento mágico de la noche, cuando aún casi todos duermen, me apetece darle los buenos días a Dios. A veces me siento ridículo o loco saludando a Dios: “Buenos días Señor, pues ya estoy aquí otra vez. Un nuevo día..., aunque para los que estáis a ese otro lado os debe dar igual que amanezca o no. Ya sabes cuanto me gustaría saber como se percibirá el “no tiempo” al otro lado de la vida. Claro como no dormís no tenéis días ni noches, o ¿Será que no anochece porque todo es Luz?, algún día me lo contarás.....,  ¡Realmente tengo muchas ganas de ver cómo se vive a ese otro lado Señor!, aunque sé que cuando llegue el momento lo veré como algo normal y conocido, algo así como cuando vuelves de un viaje y tienes muchas ganas de llegar a casa, y cuando llegas todo es conocido y dejándote caer en el sofá te dices en tu interior: ¡al fin en casa!......, Vamos a ver que nos hemos preparado para este día……, He dormido bien, muy bien, como siempre, y no soy consciente de lo que he soñado, así que ¡gracias!, ¡gracias por la noche!, ¡gracias por tener una cama!, ¡gracias por la casa!, ¡gracias porque todos en casa hemos pasado una noche tranquila!....., ¡te ofrezco este nuevo día!, aunque ya sé que es cosa mía, me quedo más tranquilo si lo pongo en Tus manos, así que ayúdame para estar consciente, para saber salir de los pensamientos circulares, para tener paciencia, para dejar la soberbia en la cama, y dejar también los miedos y las dudas, para disfrutar cada minuto, para vivir, para vivir en Ti…., ¡Que Tú también tengas un buen día, yo te bendigo con amor!

         Cuando lo digo cada día me siento un poco loco, pero ahora que además lo comparto y te lo cuento me estoy sintiendo más loco todavía. Pero en realidad...., ¡a mi que más me da lo que tú pienses!, a mi no me va a cambiar tu pensamiento ni para mejor ni para peor.  

         Me apetece contarte cual es mi objetivo de vida: Solo es uno, sentir a Dios cada segundo. Así que si hablo con Él es seguro que lo voy a sentir en mí. A lo largo del día como ya te contaré en las próximas reflexiones, cuando me uno a Él con mis monólogos, no me da tiempo a pensar nada malo, y mucho menos hacer nada malo, todo Es Dios.

         Al final cuando bendigo a Dios y le deseo buen día, a veces, le sigue el pensamiento “seré loco, bendecir y desear buen día a Dios”. Pero enseguida reacciono. ¿No es señal de buena educación y de respeto saludar?, ¿Que pasa, que Dios no se merece nuestro respeto?, porque aunque trate de mostrar ese respeto a lo largo del día, como recién el día se inicia, la mejor manera de demostrar mi respeto a Dios es saludando. Otros pueden pensar que sería mejor orar, o cantar un mantra, o leer un pasaje de tu libro sagrado favorito. Lo que pasa es que nunca me han gustado los intermediarios y prefiero tratar con el Jefe en persona, y oraciones, mantras o libros no dejan de ser símbolos de credos y religiones de los que tengo serias dudas de si le trasladan a Dios mis respetos.

       Y en cuanto a la bendición, ¿No decimos “Bendito sea Dios”?, pues que mejor que ahondar en esa bendición enviándole la nuestra.

       En fin, sólo son mis reflexiones. ¡Bendito seas!, ¡Que tengas un buen día, o una buena noche!